Partida Rol por web

Salgo del helicóptero y mientras el bóvido se desentiende de todo y todos, ofrezco una mano a Victoria para ayudarla a bajar. No digo nada pues el sonido del rotor apagándose cubre cualquier sonido estando aún tan cerca. Ya habrá tiempo de hablar cuando nos alejemos un poco. Cuando Vanessa ya está en tierra tanto si es por su propia mano como con ayuda, me acerco a la señora que ha salido a recibirnos y me presento por encima del ruido del rotor. Buenos días, Miss. Soy Gustave Cavanough. Un placer tener la oportunidad de estar aquí. Muchas gracias por la invitación. - Dada la presentación que han hecho en el helicóptero de la mujer, Gustave decide que lo más conveniente es tratarla como la anfitriona. En igual medida que si se tratase del mismísimo Dark.

Con alivio observó el punto de destino.No le gustaban las discusiones absurdas y ésta lo estaba siendo.

Con una sonrisa de agradecimiento Vanessa tendió la mano al apuesto y educado hombre y bajó del helicóptero

-"Gracias"-le dijo reteniendo su mano un poco más con gesto agradecido antes de seguirle hacia la pareja que les esperaba

-"Buenos días,mi nombre es Vanessa y es un placer estar aquí"-sonríe con calidez a ambos

"Oh,sí,un puto placer hija de puta.Mírala qué cara,parece que le están tirando de los pelos del coño.Soberbia cabrona" (hombre)

"Ni caso a éste,Vanessita cariño,tú diviértete y disfruta de ese premio que te van a dar" (mujer)

"¿Premio?Já,lo que quiere ese viejo es follársela hasta dejarla exhausta,al igual que al estirado y al guaperas.Probablemente hará una orgía con ellos y luego les echará a patadas" (hombre)

Vanessa intenta ignorar las voces mientras trata de prestar atención a lo que sucede ante ella.Tras el leñador ve otra figura alta pero cuando mira ésta desaparece con rapidez

Una mujer de aspecto diminuto pero de la que emanaba una severidad y autoridad casi palpable les dio la bienvenida a la isla sin la menor de las sonrisas. En cambio, tras ella un gigantón que se acercaba a los 2 metros de altura no perdía la sonrisa mientras evaluaba con la mirada al gallito de gimnasio por si se las daba de agresivo. La mujer tomó la palabra, su voz acerada como una sierra de calar y sin el menor atisbo de hospitalidad, y les dijo.

"Buenos días señores y señora, soy Miss Hemmens, ama de llaves de Dark Island y responsable de la isla en ausencia del señor Dark. Desgraciadamente el señor todavía no ha regresado de un viaje de negocios y espera regresar para poder compartir la comida con ustedes dentro de una hora y cuarto. Y ahora si no les importa, síganme , el señor Carter se ocupará de su equipaje"

El gigantón se acercó a las maletas con una sonrisa tranquila y de confianza a los recién llegados. La sonrisa del que está acostumbrado a que la gente no quiera meterse en líos desafiando a alguien que te podría aplastar la cabeza con las manos desnudas.

Sin apenas esfuerzo alzó el equipaje de los tres invitados y se marchó siguiendo los pasos de la ama de llaves.

- Soy Caleb Jenkins por cierto.

Tras mi escueta presentación me coloco cerca del tipo, parecía un sujeto interesante, no como la ama de llaves, mejor no permanecer muy cerca de ella, tenía el gesto avinagrado, mejor andarse con cuidado.

- Pedazo de isla y de casoplón os gastáis por aquí ¿eh?

Evidentemente estaba marginado en la conversación aunque hubiera vanos intentos por intentar integrarlo, pero nunca entendía de la televisión más allá de una pantalla cuadrada o los documentales de “detrás de las cámaras” que había visto, aportando más bien una visión nula de lo que en realidad era. Tampoco le molestó demasiado, estaba acostumbrado a callar y escuchar, quedar en un segundo plano mientras hacía una pequeña mueca que simulaba ser una sonrisa con un asentimiento cada vez que le miraran, como si estuviera de acuerdo con todo lo que dijeran. Pero agradecía el esfuerzo del piloto, quien soltaba temas en los que podía opinar y, medianamente entendía, haciéndole el viaje más ameno. Al menos había leído sobre ello.

Tamborileó las manos sobre sin regazo aunque sin hacer demasiado ruido para no molestarles una melodía que tenía en la cabeza, golpeando al compás la pierna derecha e izquierda mientras miraba el paisaje y el piloto hablaba, sin prestarle demasiada atención.

Al ver la isla bajo sus pies pausó la música de su mente y se irguió en el asiento para verla mejor, ahora sí escuchando lo que decían.

- Parece que llegamos.- Les cortó la conversación a Felicity y John para decir una evidencia, aunque sonriendo al alegrarse de que no los hubieran secuestrado o tirado en mitad del océano para que sean la comida de los peces.

Sintió cómo bajaba el helicóptero a pesar de la suavidad de sus profesionales movimientos. La presión cambiaba y un pitido se interpuso en su oído derecho, metiéndose en índice mientras ladeaba el rostro para quitárselo sin éxito, suponiendo que le molestaría parte del día.

Cuando estaba seguro de que el motor estaba en tierra y parado empezó a quitarse el cinturón de seguridad, dándole al clic y devolviéndolo a su sitio con cuidado, temiendo que si lo soltara se rompería y tendría que pagar todo el helicóptero.

Le sorprendió que el piloto se dirigiera directamente a él, preguntándose si era tan evidente que estaba nervioso aunque no hubiera articulado palabra al respecto. Levemente avergonzado, asintió a su consejo varias veces.

- Gracias.- Miró a la mujer que suponía sería Miss Hemmens, la ama de llaves, ahora con una mezcla de respeto y miedo por lo que le habían dicho.- Que tenga buen día.

Cogió su mochila con fuerza y bajó, agarrándose a un lado para no caer a pesar de dar un salto antes de colocarse el equipaje al hombro y ofrecerle ayuda a Felicity por si necesitaba apoyo para bajar, tendiéndole una mano, para después caminar hacia donde los esperaban.

- Buenos días.

Durante el viaje en helicóptero, John se mantuvo conversando con Felicity acerca del pasado de la periodista y diversas personas a las que ambos comunes. El empresario observó que, en todo momento, el apocado joven de nariz aguileña llamado Wallace pareció sentirse apartado de la conversación, aunque tampoco dijo nada para incitarlo a que se les uniera.

No obstante, luego habló el piloto, cuyos intrascendentes temas de conversación mantuvieron al británico un tanto aburrido, observándose las uñas mientras suspiraba, deseando llegar a la isla. Al menos le quedaba el consuelo de que aquel piloto no era votante de Trump. El señor Dark parecía tener buen criterio a la hora de elegir a la gente.

Al divisar la isla desde el helicóptero, Hallard dejó escapar un silbido de aprobación, mientras se ajustaba la corbata, pensando en la fortuna que debía de haberle costado a Dark comprar aquella isla, por pequeña que fuera. Pensó que, quizá, en un futuro, él podría comprar su propia isla en algún lugar del Pacífico.

Cuando el helicóptero aterrizó, John bajó de él cargando con su maleta con paso decidido y, sin despedirse del piloto, echó a andar detrás de Wallace hasta llegar frente a Miss Hemmens, el ama de llaves.

-Buenos días, señora Hemmens -la saludó Hallard, todo cordialidad. Extendió su mano para estrechársela a la anciana-. Soy John Hallard, de Industrias Hallard. Puede que el señor Dark le haya hablado de mí.

El viaje se le hizo mucho más corto gracias a la conversación que mantenía con el señor Hallard ya que Wallace, nervioso como estaba, no parecía muy dispuesto a dirigirles la palabra más atento al paisaje bajo nuestros pies que a lo que allí dentro se hablaba por muchos intentos que hiciera el piloto para incluirle en la conversación.

Pero a Felicity poder hablar del pasado, de toda la gente importante a la que había conocido, de su labor periodística y de lo grande que había sido le sirvió para olvidar, por unos instantes, en qué se había convertido, para dejar de lado su ropa de segunda mano, su cara más ajada y su pelo que hacía ya tiempo que no había visto en mucho tiempo una buena peluquería.

Tal era el grado de abstracción que tenía durante el tiempo que duró el viaje que incluso se olvidó de Daniel pero, en cuanto la impresionante isla apareció ante sus ojos, fue a él al primero al que dirigió sus palabras de admiración, aunque en esta ocasión no lo hizo en voz alta.

—Es impresionante sin lugar a dudas pero, ¿no será peligroso pasar tiempo en esa isla con una tormenta casi encima? —Ese era un tema preocupante ya que, aunque el edificio se veía sólido, a Felicity le parecía que estaba demasiado expuesto a la furia del mar y del cielo, demasiado perdido en medio de la nada.

Aceptó el galante ofrecimiento de Wallace para bajarse del helicóptero no sin antes agradecer el estupendo vuelo y el buen hacer al piloto. Y, con su vieja bolsa en la mano, se dirigió en compañía de sus dos nuevos conocidos en dirección a la mujer y al hombre que los estaban esperando.

—Buenos días —saludó justo después del señor Hallard—. Y yo soy Felicity Kramer. Me imagino que nos estaban esperando —nada más terminar de decir sus últimas palabras se dio cuenta de la gran obviedad que había dicho y, sonrojándose ligeramente, apartó durante unos segundos la mirada de la mujer—. ¿Sabe si seremos muchos los invitados del señor Dark? —Por algún motivo ese era un tema que obsesionaba de alguna forma a Felicty quizás por el simple hecho de que había perdido ya la costumbre de hacer vida social.

Era impresionante, ya no solo las vistas, sino toda la instalación. Sin duda iba a entretenerme conociendo lugar, lastima que mi primera ocupación no fuera para con el lugar, sino con el dueño del mismo.

Me hacía gracia como el pobre hombre no paraba de mostrarse agresivo, otro pequeño sintoma de una vida infeliz y una prospera y cercana muerte. No obstante no resalté nada, ya que el tipo no parecía ser muy participativo, además que debía ser el mismo quien reconociera que necesita un poco de una ayuda mágica.

Al llegar y bajar del helicoptero, recogí mi maleta y con delicadeza y suavidad y saludé a la mujer - Encantado de conocerla y saludarla señorita Hemmens, un placer. Me llamo Clement Relish, psicologo. - Obviamente, no le dí mi maleta a la mujer, podía con ella y como bien había dicho el piloto, era mejor no enfadarla, así pues dejé que las nimiedades no importaran tanto.

Antes de tomar tierra me fijo en las diferentes instalaciones de la isla y, muy a mi pesar, he de reconocer que el señor Dark tiene gusto para el lujo. No parece faltar de nada y todo parece estar muy bien distribuido.

Tal como salgo del helicóptero me acerco a la mujer y me presento cordialmente. He de mantener las formas si quiero sacar un beneficio de todo esto:

- Señorita Hammens. Mi nombre es señor Vincent. Tengo una cita con el señor Dark. Si fuese tan amable de acompañarme a su presencia... -

Aquello fue un buen viaje. Si bien no fue la primera vez que montaba en helicoptero, rara vez lo hacia por paisajes tan agradables desde lo alto. Ademas, la incertidumbre que sentia en cierta forma la mantenia viva. Si algo era un lastre en su vida actual era el hastio. Esa constante sensacion de que hasta el aire que respiras se vuelve monotono, vano y frio. Esa fiesta, el misterio. Era un intento de recuperar emociones y de nuevo saber lo que se siente cuando no todo está bajo tu control. Someterte a las vicisitudes y las decisiones de otros. Por ello estaba de buen humor, aunque todavia con esa vocecilla malvada de la conciencia diciendole que debia saber mas, que debia prepararse mas. Por ello mantuvo en todo momento la conversacion con el piloto mientras fuera reciproca. Dijo las palabras adecuadas en los momentos adecuados y como de costumbre lo hizo con la elegancia que la caracterizaba.

No era especialmente patriotica ni tenia gran aprecio a los veteranos, pero se espera de todo americano que asi sea por lo que agradecio sus servicios y le deseo lo mejor para el y su familia, comprendiendo que no podia saber tanto como a ella le hubiera gustado sobre el señor Dark. Lo que notó fue que estaban viajando mucho al norte, eso solo significaba que haria frio, obviamente no dentro de las instalaciones pero si en alguna de las celebraciones debian estar al aire libre, no habia ido demasiado preparada.
Natalie dio conversacion, pero la justa y necesaria. Tampoco era su intencion pasarse hablando todo el viaje si de todas formas no iba a sacar nada en claro. Por lo que, relativamente apenas hubo trato mas alla de las presentaciones. Cuando de verdad Nat volvio a la vida fue en las aproximaciones a la isla. Aprovechó las vistas de pajaro para evaluar como estaba distribuida y cuidada la propiedad, procurando empaparse de cada detalle para luego poder disimular de la forma mas adecuada el asombro y asi no quedarse con cara de idiota cuando estuviera frente al resto.

Se quedó con cada nombre y cada detalle de las voces para luego poder memorizarlas. Greg, la voz madura... Y sorprendentemente tuvo un dato que nunca hubiera imaginado tener. Cuando por fin descendio del helicoptero y se encontró con la tan severa mujer y recibio al oido la confesión de que esa señora fue la niñera del señor Dark, los calculos llegaron. La mujer no pasaba de los sesenta, por lo que el señor Dark no podria tener mas de cuarenta, pues con veinte años nadie era contratada para ser la niñera de alguien tan adinerado, suponiendo que fuera por herencia familiar. Por lo que dejando de margen unos diez años en los que pudo ser contratada a los treinta o bien él recibiera la asistencia de niñera a partir de los diez años, efectivamente el señor Dark tendria como muchos, cuarenta. Eso complicaba las cosas. Alguien con dinero y joven dificilmente caeria en las manipulaciones de Natalie, y lo sabia. Ya habia pasado de la epoca en la que conquistaba a viejos millonarios con su juventud, y los jovencitos que buscaban maduritas tampoco eran tan frecuentes. Estaba en un pequeño apuro.

Sin embargo nada de eso fue revelado en su rostro por el momento, presentandose de forma educada frente a la señora.
- Es un placer conocerla, soy Natalie Stein. - Inclinó la cabeza respetuosamente como saludo al alcanzar la altura de la mujer, mientras que se sostenia el cabello con la mano libre, a causa del viento que las aspas revolvian.