Partida Rol por web

En una ciudad como era Shakonya era literalmente imposible que una sola tienda abarcase la multitud de objetos que se podían vender. Afortunadamente, en la entrada de la plaza del mercado había una pequeña máquina con un buscador.

Cualquier persona podía buscar en él, introducir los nombres de los objetos que andaba buscando y esperar a que el programa dijese el precio. Una vez se seleccionaba el objeto, se indicaban los datos de la Movi-Dex y se introducía la cantidad necesaria, tan solo quedaba esperar a recibir el paquete. Mientras tanto y gracias a la App del Movi-Dex, no hacía falta estar allí, las personas encargadas de todo aquello buscarían al comprador por todo Shakonya para hacerle entrega de su paquete.

El servicio era muy rápido aunque algo frío. Desde luego que era preferible el servicio personalizado pero hoy en día ya todo estaba informatizado y en el fondo aquello era más eficaz y suponía una pérdida menor de tiempo.

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Había llegado al mercado. Y a pesar de que había buscado cosas un par de veces para evitar el recargo por envío, siempre había pedido desde la computadora. Nunca había usado la maquina y ahora se erguía frente a él aquel monstruo de metal. 

Wilhelm intentó hacerlo lo más rápido posible, por si alguien necesitaba usar la maquina. No era una persona indecisa, pero sabía que tenía problemas con las cosas informáticas, de alguna forma terminaba enredado entre tanto menú.

Introdujo a su ritmo: "Mochila" en el buscador y esperó ver resultados. No le valía cualquiera, quería una negra o amarilla con detalles negros. Lo mismo hizo con el cinturón. Después de agregar los objetos a un carrito virtual, hizo la solicitud. 

Si existía la opción para elegir el color del objeto, no lo consiguió. Así que en una casilla para notas, dejó un pequeño ensayo pidiendo disculpas y explicando los colores en los que quería la mercancía. Cuando estuvo satisfecho por todo le dió enviar y se sentó en la acera a esperar. Aprovecharía ese tiempo para inspeccionar a Rookidee

- ¡Te quedaría genial una bufanda, no? - Comenzó a hablar con el pokemon mientras le acariciaba la cabeza. El pequeño ave comenzó a saltar y a correr en círculos en el pavimento. Parecía muy energético - Te la compraré luego. Tenemos que ir a ver primero a Topanga y a Lee. Ellos son geniales. Te caerán bien, y tu a ellos. Son mis mejores a amigos. 

Tomó al pokemon y lo apretó entre sus brazos -No te preocupes, ahora también eres mí mejor amigo ¡vamos a vivir muchas aventuras juntos!

Wilhelm dejó al pokemon en el suelo y sacó su Movil-dex apuntando a Rookidee. No ocurrió nada. Le tomó un tiempo darse cuenta que estaba tapando la cámara de reconocimiento con la mano. Así que lo intentó de nuevo.

- Veamos que ataques tienes -se puso a navegar entre los menús de información - ¡Increíble! Eres un pequeñin bastante poderoso. Sabes un montón de movimientos geniales - Tomó en sus manos a Rookidee y lo alzo sobre su cabeza - ¡Venceremos a todos! - el pequeño pokemon parecía inspirado por sus palabras y asentía con animo. 

- Cuando terminemos aquí buscaremos a alguien para retar ¿No te parece una idea asombrosa? - Rookidee asintió de nuevo y comenzó a hacer lo que parecían poses de pelea. A Wilhelm le costó un rato entender que trataba de hacer, pero cuando comprendió comenzó a hacer vitores - ¡Ahhhhh y la multitud grita cuando Rookidee vence a Charizard con su increíble pájaro osado! ¡Rookidee, Rookidee! 

En una ciudad como era Shakonya era literalmente imposible que una sola tienda abarcase la multitud de objetos que se podían vender. Afortunadamente, en la entrada de la plaza del mercado había una pequeña máquina con un buscador.

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Martha llega al mercado y se sorprende del tamaño del local. Entra despacio, mirando a todos lados, con la boca abierta. Se fija en la máquina de la entrada. Era una manera muy sencilla de encontrar todos los productos que quisieras encontrar. Pero claro, ella no estaba aquí para buscar productos, sino para buscar a una persona.

Se acerca a un empleado del centro, algo tímida.

- Di... disculpe- comienza a decirle, temblando como un snorunt - Estoy buscando a una persona - intenta acordarse de la descripción que le dio el profesor - A ver... Mide como 1'70. Tiene el pelo castaño medio largo, con un remolino sobre la oreja izquierda. Con un mechón verde - enumera con los dedos a ver que no se deje nada - Y... y va vestido con una camisa de manga corta negra y blanca, shorts negros y botas también negras ¡Ah! Y con detalles amarillos ¿Ha visto a alguien así? - espera que, con esa descripción le sea suficiente, mientras se sonroja bastante.

Buenos días, asintió una mujer que parecía andar por ahí. La verdad que sí, hace más de una hora le entregué un paquete en el Dojo, quizá siga ahí todavía. Comentó esperando poder ayudarla.

Martha se sorprendió ante la respuesta de la mujer. Tartamudeando, le respondió.

- ¿E... el dojo? ¡Oh, muchas gracias, señora! ¡Que tenga un buen día! - y se retiró, no sin antes echarle un rápido vistazo al ordenador de la entrada, pensado que, quizás debería volver al mercado, a comprar provisiones, antes de salir de viaje a cazar pokemon en esta nueva tierra.

Volveré más tarde, cuando me reúna con Selena tras encontrar a Wilhelm ¡Estoy impaciente por iniciar mi viaje!

Tras esto, salió del centro comercial, miró el mapa y localizó el dojo, su siguiente objetivo.

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Kano revisó todo lo que ofrecían las tiendas, que era mayormente comida. No quería ir a un lugar montañoso cada vez que Aegis tuviera hambre, ni tampoco condenarla a comer siempre lo mismo. Si quería que diera lo mejor de sí como compañera, tenía que ofrecerle algo que los pokémon salvajes no pudieran disfrutar o acabaría maldiciendo su suerte y perdiendo su lealtad, así que confuso y sin saber qué era lo que más se adecuaba a los gustos de su pokémon, eligió un surtido variado para emplear la vieja estrategia del prueba y error en lo que a la alimentación se trataba. 

Compró una unidad de cada: Miel, porcehelado, galleta Yantra y crepe luminaria. (600)

Y 5 corazones dulces. (250)

Todo ello sumaba 850 pokedolares, y aunque los pagó de buen gusto, su cartera se resintió y pensó que tenía que hacer algo para conseguir ingresos, así que puso rumbo al lugar de trabajo de su padre a ver si había algo que pudiera hacer allí dado el excaso éxito que había tenido hasta el momento. Si no podía hacer nada por allí, al menos podría averiguar más sobre sus propios intereses. 

En una ciudad como era Shakonya era literalmente imposible que una sola tienda abarcase la multitud de objetos que se podían vender. Afortunadamente, en la entrada de la plaza del mercado había una pequeña máquina con un buscador.

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—Debe haber alguno que sí esté abierto. Pero sinceramente no sé cuál es. Nunca me habían interesado —respondió el chico.

Al estar frente a la máquina de nuevo pensó en como encontrarían a alguien ahí pero era muy posible que las tiendas estuvieran sin nadie. Casi todos ordenaban desde sus movildex o desde la misma.

—Pasé por aquí hace poco buscando un cinturón magnético como el tuyo. Pero no conseguí nada. Se ve muy útil, y hasta ahora tengo que guardar todo en esta mochila —se giró para mostrarle la mochila amarilla que había comprado recientemente.

—¿Tus padres siempre han tenido esa tienda?

Ariadne se limitó a asentir distraídamente. Le resultaba curioso que el joven no hubiera mostrado ningún tipo de interés en los gimnasios, pero ahora estuviera tan interesado en retarlos... cosas de haberse convertido en entrenador recientemente, supuso.

Observó la máquina de pedidos con cierto desagrado que ocultó. Comprendía la utilidad y pragmatismo que hacían al aparato tan atractivo, pero por otro lado debido al susodicho sus padres habían perdido cierto grueso de clientela. La cara negativa de los avances tecnológicos...

—El c-cinturón fue un r-regalo de mis padres... s-supongo que lo pidieron de a-alguna parte, q-quizás de otra r-región... —explicó. Acto seguido volvió a asentir—. S-Sí, desde que y-yo t-tengo memoria se o-ocupan de la t-tienda, la a-abrió el abuelo de mi p-padre... ¿q-querrías acompañarme a ella...? A-Así podrías p-preguntarles t-tú mismo s-sobre el cinturón...

—Otra región... ¿Tienen más tiendas? —a Wilhelm nunca se le había pasado por la cabeza que los Skelter fueran dueños de una multinacional. Pero tomando en cuenta que Shakonya iba a abrir los gimnasios pronto, tener un stock de cinturones magnéticos hubiera sido una idea fantástica.

—Un negocio familiar, entiendo. Eso significa que luego será tuya ... O de tus hermanos —aventuró. Hasta ahora pensaba que los Skelter eran hermanos, no sería raro tampoco que tuvieran más hijos.

—¡Me encantaría ir! Así Rookidee podrá verla también. La verdad tengo tiempo sin ir también, desde que se puede pedir por internet.

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—Oh, no, n-no... n-no quise d-decir eso... si no que l-lo p-pidieron a otras tiendas o a-almacenes de f-fuera de S-Shakonya, nuestro n-negocio no v-va m-mal pero s-somos una t-tienda de barrio... —se explicó.

La sola mención de heredar la tienda la puso algo nerviosa. No obstante, la muchacha acabó asintiendo, puesto que Wilhelm había dado en el clavo.

—Sí, mis p-padres quieren que la t-termine llevando yo c-cuando se retiren... aunque m-me dijeron que si quería h-hacer otra cosa n-no había p-problema... yo la v-verdad es que no sé a qué q-quiero dedicarme... t-tengo alguna idea p-pero nada c-claro... —Se encogió de hombros y sonrió con incomodidad—. N-No tengo h-hermanos, por c-cierto...

—B-bien, v-vamos... —Asintió.

Ariadne se puso en marcha hacia la tienda de sus padres, un camino que conocía más que bien. 

Vaya, ¿aquí no hay gente?, dijo la entrenadora entristecida. Para después darse la vuelta hacia sus compañeros. 

¿Que queréis comprar chicos? Yo quiero saber cuanto cuestan las pokeballs y las pociones*. 

Creo que la única manera que tenemos ahora de conseguir dinero es luchando contra entrenadores. Dijo pensativa. Quizá sea la manera más rápida de conseguirlo. Comentó volviendo a sonreír tras pensar en ella misma ganando su primer combate. 

Nate escuchó atentamente las palabras de Miaka e igualmente las de una chica de cabello morado y piel blanca que al parecer ya se retiraba y junto a esta había otros 2, Nate dudo por un momento si saludar pero no pudo resistir la tentación, De que es la tienda de tus padres? Mi nombre es Nate por cierto y es un enorme gusto., mis amigos acá presentes son Miaka y Harem.

Tras esto se dirigió a la pantalla para escribir los objetos que necesitaba, ok justo acá estan., introdujo la cantidad y coloco los datos de su poke-dex, listo ahora solo queda esperar, creo que debemos hacernos camino a la Torre de Shakonya, quiero llegar al tercer piso a ver que hay, de una ves sería bueno pensar en un futuro destino no creen?

En una ciudad como era Shakonya era literalmente imposible que una sola tienda abarcase la multitud de objetos que se podían vender. Afortunadamente, en la entrada de la plaza del mercado había una pequeña máquina con un buscador.

Cualquier persona podía buscar en él, introducir los nombres de los objetos que andaba buscando y esperar a que el programa dijese el precio. Una vez se seleccionaba el objeto, se indicaban los datos de la Movi-Dex y se introducía la cantidad necesaria, tan solo quedaba esperar a recibir el paquete. Mientras tanto y gracias a la App del Movi-Dex, no hacía falta estar allí, las personas encargadas de todo aquello buscarían al comprador por todo Shakonya para hacerle entrega de su paquete.

El servicio era muy rápido aunque algo frío. Desde luego que era preferible el servicio personalizado pero hoy en día ya todo estaba informatizado y en el fondo aquello era más eficaz y suponía una pérdida menor de tiempo.

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Ariadne y Wilhelm quisieron entrar en el mercado pero se dieron cuenta que ya no era posible. Aquel lugar había quedado reducido a una especie de sucursal que todo se vendía a través de internet. Entonces la chica recordó que sus padres tenían todo almacenado en aquel lugar o en casa, y que si quería hablar con ellos sería más sencillo localizarles en casa que allí, cuya entrada estaba restringida. Un guardia de seguridad acompañado de un Conkeldurr les impidió el paso a pesar de ser la hija de uno de los dueños. 

Cuando Martha llega, ya había algunas personas frente al ordenador de compra, lo que la hace dudar. Pero de esas personas, había una que le parecía hasta más simpática. Una tal Miaka, según escuchó por las conversaciones. Sabía que no estaba nien escuchar a escondidas, pero había llegado en el momento justo.

Creo que la única manera que tenemos ahora de conseguir dinero es luchando contra entrenadores.

Vamos Martha, intégrate.

Tragó saliva y dio un débil paso al frente.

- Ta... también podéis trabajar - susurró la galariana. Martha pensaba que había que mantener un equilibrio entre combates y trabajo. Por eso ella era cantante. Pero no lo pregonaba a los cuatro vientos para que no le llovieran las pedidas de firmas - Si... si me disculpáis... Me gustaría comprar... Por favor - continuó y avanza con cuidado hasta la pantalla del ordenador, lanzando una débil y simpática sonrisa. Pero le lanza una mirada muy amable a Miaka, ante la cual se sonroja, tras lo cual mira la pantalla.

Veamos, quiero... Dos Antídotos, dos antiparalizadores y cuatro pociones.

Y mientras va tecleando todo esto, va pagando en la máquina, esperando a que salga su pedido. 

Trataron de entrar y al ser impedidos por el guardia el chico se puso a pensar —Si no te dejan entrar por estar conmigo puedo marcharme a dar una vuelta. Pero si no te dejaron a ti, dudo que hayan dejado a la chica -le comenta a su compañera.

El Rookidee parecía un poco enojado con el guardia pero el chico lo tranquilizó sobándole la cabeza —Es su trabajo.

Mientras dejaba que Ariadne decidiera si quería intentar otro lugar o no prestó atención a la conversación de los chicos que compraban en la máquina. Y no pudo evitar acercarse a saludarlos.

—¡Hola! Yo soy Wilhelm, ella es Ariadne y este es mi Rookidee —presentó al pokemon que tenía cargado en brazos, a su nueva amiga y a si mismo —los escuché hablar del tercer piso de la torre de Shakonya, ¿hay algo especial ahí?