Partida Rol por web

El puente de Shakonya es una construcción situada sobre el río Phoet que divide la región de dos partes. La parte norte mucho más pequeña, donde se encuentra edificios emblemáticos como el Laboratorio del Pr. Fir o la Estación Magnetotrén. Y la parte Sur donde se encuentra el groso de la ciudad.

Este es el lugar favorito para la mayoría de entrenadores que quieren practicar los combates y fortalecer a sus pokémon. A cualquier hora del día siempre habrá un entrenador dispuesto a realizar un combate pokémon.

¡Hola! Dijo un entrenador al ver llegar a Ariadne. ¿Quieres combatir contra mi y poner a prueba nuestros pokémon? Comentó emocionado porque aquella chica parecía que iba a ser su primera rival de por la mañana. ¡El pr. Fir me acaba de dar mi primer pokémon y estoy deseando probarlo!

La muchacha no tenía claro a dónde debería de dirigirse a continuación, tan solo había puesto un pie delante del otro con la intención de alejarse del laboratorio lo más rápido posible. Eventualmente concluyó que el mejor curso de acción sería desplazarse hasta la tienda de sus padres e indicarles que todo había ido bien. Mas no tardó en pararse en seco, ya que acababa de caer en la cuenta de algo importante...

«Supongo que debería de sacar a Gible de su pokéball... ahora es mi responsabilidad, mi... compañero. Lo mínimo que puedo hacer es presentarme y explicarle la situación», se dijo. Asintió para sí, tratando de mentalizarse lo máximo posible. Tomó una pokéball de su cinturón, apretó el botón central para hacerla crecer y la lanzó frente a ella. ¡Llegó el momento de la verdad...! 

Y... no pasó nada. Había lanzado la pokéball vacía que el profesor Fir le había regalado, que quedó inerte sobre el pavimento.

—¡Oh! ¡Esa no es...! —Ariadne correteó y tomó de vuelta la valiosa bola desocupada.

Roja como un tomate —tanto como la parte superior de la pokéball—, la fémina, ahora sí, preparó la esfera correcta. La arrojó frente a sí, a lo que el artefacto no tardó en abrirse y escupir a su ocupante para acto seguido retornar a las manos de la pelivioleta cual bumerán. Ari la agarró al vuelo de milagro, gimiendo de sorpresa. 

Gible se materializó. El pokémon tenía sus adorables manos sobre las caderas, gallardo y seguro de sí mismo, dándole la espalda a su entrenadora. Ari lo miró, nerviosa, queriendo decir algo pero con las palabras muriendo antes de escapar de su garganta. El pequeño dragón se giró de un saltillo, diciendo su nombre una y otra vez, como los pokémon solían hacer. Los ojos de ambos se cruzaron. La jovenzuela tragó saliva.

—H-Hola, Gible, soy Ariadne, t-tu e-entrenadora, o supongo q-que decir c-cuidadora es más correcto...  —el pokémon la observó con curiosidad—. E-El profesor F-Fir te ha dejado b-bajo mi c-cuidado y...

Gible echó a correr directo hacia Ariadne. La muchacha gritó, asustada, pero no logró mover un músculo porque una vez más el terror la había dejado anclada al sitio. No obstante, el pokémon, cuando llegó hasta la joven, se abrazó a su pierna izquierda y se dedicó a restregar el morro con cariño y ternura. Ari quedó con los ojos como platos y una sonrisa estúpida en sus labios. Una vez más estaba sonrojada, aunque por motivos muy distintos.

—B-Buen chico... —susurró, acariciándole la aleta dorsal con timidez.

***

Ari y su Gible comenzaron a atravesar el puente de camino al mercado. La pelivioleta caminaba con lentitud y la mirada gacha mientras que su compañero pokémon era justo lo contrario: hiperactivo, observándolo todo, saltando de aquí a allá. 

Fue entonces que les abordó un entrenador, un novato advenedizo lleno de energías que buscaba probar a su nuevo pokémon. 

—¡¿Eh?! P-Pero yo no... —masculló, tratando de buscar una manera de evitar aquella situación.

Mas Gible tenía otros planes. El dragóncillo dio un paso al frente, manitas en sus caderas, una sonrisa desafiante en su bocaza, soltó un par de "¡gible, gible!" provocadores, como queriendo decir "adelante, estamos listos". La muchacha clavó la mirada sobre el pokémon, incrédula. 

—¡Gible! —le reprochó, pero el pokémon se mantuvo en sus trece—. Agh... ¡e-está bien! ¡Pero que sea amistoso, p-por favor...!

Casi presa del pánico, Ari sacó la Móvil-Dex de su bolsillo y apretó botones a toda velocidad. Conocía el funcionamiento de un combate pokémon, alguno había visto, pero no sabía qué ataques su Gible era capaz de utilizar. Tenía la esperanza de que el aparato resolviera esa crucial duda.

¡Ostras! ¡Vaya pasada de pokémon! ¡Menudo gusto tienes para los pokémon iniciales! Dijo con una enorme sonrisa al tiempo que sacaba una foto con su Movi-Dex del Gible de Ariadne. ¡Qué pasada! ¿Está un poco loco, no? Le preguntó tras soltar una risotada al verle. Bueno, vamos a ver qué tal se nos da el combate. ¡No pienso dejarte ganar! ¡Quiero que mi primer combate sea épico!

¡Vamos Palomita! ¡Empieza la aventura! Dijo el entrenador animado porque por fin había llegado ese momento.

La pobre Ariadne no supo muy bien cómo responder al entusiasmo del muchacho, que le parecía tan abrumador como el de su propio pokémon. Esbozó como buenamente pudo una sonrisa tan nerviosa como incómoda. Mientras tanto, el tiburoncillo posaba para la cámara. 

—Yo... n-no sé, es uno de los que me h-ha ofrecido el p-profesor... —indicó al no conocer el potencial del pequeño dragón—. Sí que es un poco... l-locuelo...

Así pues, aquí llegaba el primer combate de la novata. El muchacho mandó a su inicial: un Pidgey con un adorable mote. Gible pegaba saltitos en el sitio, listo para la acción. Ari devolvió su atención a la Móvil-Dex, que estaba demostrando ser de lo más útil, mostrándole todo tipo de información. 

La pelivioleta tragó saliva y poco después respiró hondo. Trató de ponerse en un estado mental similar a cuando competía en línea. 

—Que gane el mejor —dijo sin tartamudear, un efímero instante de determinación en su deje.

«Es tipo volador, así que mis ataques de tipo tierra no servirán. Eso me deja con dos opciones... va a depender de los reflejos de Gible. ¡Ah, es cierto! Tengo que darle instrucciones a mi pokémon o no sabrá qué hacer», consideró, notando en el proceso una pequeña punzada de excitación que la espoleaba, la hacía sentir bien.

—G-Gible... utiliza... ¿cuchillada? —articuló con inseguridad, asegurándose de que estaba leyendo bien los movimientos de su pokémon en la Móvil-Dex.

Sin más, el dragón cargó contra su oponente y saltó, queriendo pegarle un potente zarpazo a pesar de lo pequeñas que eran sus garras, que se tornaron brillantes. 

¡Hazle volar, Palomita!

El combate daba comienzo entre el entrenador que había retado y Ariadne. Gible se lanzó con muchísima energía contra el pidgey rival, pero éste lo frenó con un fuerte vendaval que además de herirle levantó bastante polvo y lo dejó ligeramente desorientado. 

A pesar del tamaño del pokémon, el vendaval había sido brutal lo cuál implicaba que los combates en Shakonya iban a ser de lo más intensos. Gible retrocedió para volver a cargarse de energía y esta vez asestar una potente cuchillada a su rival.

¡Palomita! ¡Cuidado! ¿Estás bien? le preguntó el entrenador a su Pidgey. El pokémon pájaro se giró para asentir con energía. Pidgey estaba mucho mejor que su oponente, así que estaba bastante contento porque creía que iba a ser capaz de ganar ese combate.

La impresionante ventolera obligó a Ariadne a cubrirse el rostro con los brazos, su cabello ondeando con violencia a la par que la jovencita gemía tanto de sorpresa como de terror. Su pokémon también aullaba, aunque en su caso, al estar completamente metido en el ajo y llevarse de pleno el grueso del ataque, lo hacía de dolor.

Cuando pasó la tormenta, el pobre tiburoncillo, magullado y atontado, seguía en pie, lo cual era impresionante. Acto seguido retrocedió, tomó carrerilla y ejecutó el ataque que le había ordenado su entrenadora, logrando que la cuchillada conectara. Sin embargo, la pelivioleta no estaba segura de si su compañero sería capaz de aguantar otro ataque así, y el Pidgey contrincante era más rápido que Gible...

—¡G-Gible, ya vale! ¡Es suficiente! —gritó Ariadne, preocupada.

Mas el dragón negó varias veces con la cabeza, dejando claro que no iba a dejar de combatir hasta que le derrotaran. Por algún motivo, Ari sintió que no quería decepcionar al pokémon.

—L-los que se arriesgan... ganan... —musitó la muchacha—. ¡G-Gible! ¡Utiliza... C-Carga dragón!

Las dos protuberancias a los lados de la cabeza del pokémon, similares a misiles, comenzaron a brillar. Este salió disparado a por el pájaro, con un aura azulada alrededor de su figura, queriendo placarlo a toda velocidad.

El chico sonrió al ver el espectacular movimiento que había hecho su Pidgey y se sorprendió al ver como Ariadne le pedía a su Gible que dejara el combate pero éste se empeñaba en seguir. ¡Está bien, pues si no es capaz de aceptar la derrota! ¡Habrá que ir con todo! ¡Repite el movimiento, Palomita! ¡Échale a volar! Le dijo alegre porque sabía que Pidgey era más rápido y que su ataque sería suficiente para acabar con él. 

Y así sucedió, el Pidgey del entrenador levantó un poderoso viento que golpeó con gran fuerza a Gible antes de que éste pudiera hacer nada por evitarlo y finalmente cayó inconsciente. 

Será mejor que lo lleves a un centro pokémon. Le dijo el entrenador. La enfermera Joy se ocupará de él encantado y te lo dejará como nuevo. Además, yo voy también para allá, por si quieres que vayamos juntos. Concluyó con una sonrisa mientras le tendía una mano. ¡Bien hecho, ha sido un combate muy interesante!

Gible demostró sus agallas, pero desgraciadamente el combate ya estaba decidido. Antes de que el dragoncillo pudiera hacer algo, el vendaval se lo llevó por delante. Aterrizó sobre su estómago, derrotado e inconsciente, dejando escapar un último y adorable "gible...".

—¡No, Gible! —se lamentó la entrenadora.

Perder le resultaba doloroso, como a casi todo el mundo, pero había sido un combate justo. No obstante, lo que más le preocupaba era su pokémon.

Escuchó al chaval, que casi le había leído la mente; sí, debía llevarlo al Centro Pokémon cuanto antes. Devolvió a Gible a su pokéball y, con claras dificultades, le tomó la mano al entrenador. La pelivioleta no tardó en sonrojarse. Jamás le había dado la mano a alguien que no fuera uno de sus padres...

—S-Sí, por favor... —asintió—. H-Ha sido un buen combate, espero h-haber estado a la altura...