Partida Rol por web

Tibbe deja el cubo sobre la mesa, pensando en recogerlo más tarde.

Parece que Leo no está. Ya se habrá metido en otra taberna.

Agarrando tantos sacos de harina como sea posible, Tibbe se marcha del molino con decisión, dispuesto a reunir a toda prisa el dinero que falta.

Empapado, asustado y desconcertado, Tibbe Willeween gatea apresuradamente por el barro, saliendo de la enfurecida corriente del rio. Se vuelve justo a tiempo para ver como la fuerza del agua desmorona la última pared que quedaba de su molino y arrastra las piedras curso abajo.

Unas horas antes dormia con la tranquilidad de haber reunido el dinero de los impuestos. Con la bolsa bajo la almohada se sonreia a si mismo en la oscuridad.

Ahora no tenía nada de nada. Vio la tempestad llevarse las tejas, la rueda del molino, los muros,l os muebles, sus brillantes feudados, sus sacos de harina y todo su mundo.
Toda la mañana jugandose el cuello para salvar cuanto pudiera del aguacero. Largas horas pugnando contra los truenos para hacer oír su voz al grito de su hijo y su ayudante.
¿Estaba Leo en el molino esa noche, o había salido a beber como siempre? Por una vez el molinero deseaba que su hijo se hubiera dejado llevar por la insensatez.
Sentado en una isla de barro en un mar de lodo, esconde la cara entre las manos y rompe a llorar como un niño.

Ves desde lejos y de espaldas a Albert Fineword, sentado sobre lo que parece ser una caja de madera, ¿está escribiendo quiza? parece que no sale de su postura sentada moviendo la pluma de arriba abajo.

Al ver a su vecino Tibbe hace un esfuerzo por hablarle, aunque los constantes gritos a pleno pulmón en medio del diluvio han debilitado sus cuerdas vocales. Su voz suena ronca y carente de fuerza.

Señor Fineword. Señor Fineword, mire. Lo he perdido todo. ¡Todo! Y sabe Dios dónde estará Leo. Digame por favor que ha visto a mi hijo. Digame que vino a aprender de sus versos y que lo dejó en un lugar seguro.

se gira.... ¡Señor Willeween! le creía muerto al ver el estado de su molino se levanta de un salto y corre a abrazarle ¡qué alegría me da verlo... no se nada de su hijo, pero ayer antes de que todo esto empezara, no le había visto volver.

¡Qué me decís, señor Fineword! Cuanto me alegro de oir eso. Iré a Drillstroke, a ver si lo encuentro. Quiera Dios que esté bien.

Tibbe se levanta abraza efusivamente al poeta.

Mucha suerte, amigo. Al menos a ti sólo te hace falta una pluma para volver al trabajo. No sé qué haré yo, que no se de letras ni de nada que no sea la harina y el grano.

Submergido en el lozadal inundado en que se ha convertido el camino, marcha hacia Drillstroke.