La terrible tormenta hace que Zoete se despierte y se levante. Al asomarse a la ventana, ve cómo si un gran huracán hubiera aparecido en el pequeño pueblo. Sin poder salir de casa, sin poder hacer nada más que esperar, la mujer permanece dando vueltas intranquila por la habitación. A ratos intenta acostare, pero el ruido del viento y la lluvia golpeando contra las paredes le inquieta demasiado.
El tiempo pasa, y al parecer la tormenta también. Más tranquila, la tejedora mira por la ventana para asegurarse de que todo está en calma antes de salir fuera. -Oh no, no puede ser. ¡Oh señor... qué vamos a hacer! -se lamenta al ver una de las torres del castillo en llamas.
Empieza a amanecer y la mujer sale de su hogar ahora que los rayos del sol ayudan a ver mejor. La destrucción ha hecho mella en la aldea, aunque por suerte, su casa parece haber aguantado bien la embestida. Únicamente, pequeños objetos cotidianos que se encontraban fuera parecen haber desaparecido. La calma que parecía reinar cuando aún se encontraba dentro de las cuatro pareces se desgarra ante algunos gritos provenientes de otro lado del pueblo.
Zoete da la vuelta a su casa para ver de qué se trata cuando ve asomar las llamas de una granja. -¡Qué va a ser de nosotros! -grita impotente ante el espectáculo. Rápidamente entra en su casa, se cambia y sale corriendo en dirección a la casa de su amiga, la mujer del barquero.
Salgo de escena