¡Maldición! ¡Mi pobre casa ha quedado destruida! ¿Qué será del pobre Denid? Ahora ya no habrá más goteras pero... incluso sin ellas no salgo ganando. ¿Qué debo hacer? ¡Oh! Estoy seguro de que el señor Dewekinus el filósofo sabrá bien lo que hacer...
Así pues, cojo lo poco que tenía -mi paraguas agujereado y mi saco de piedras- y me voy corriendo hacia atrás a toda velocidad, bajo el rojo atardecer.
- Que raro... - musito, en voz alta - Pese a saber que el rojo es el color del Infierno, este cielo me parece que extrañamente... maravilloso. ¿Se habrá enfadado Diós con nosotros y ahora ha dejado la puerta a los diablos?
En ese instante, tropiezo y caigo de espaldas sobre la aún mojada hierba. No me importa, mi cabeza y mi espalda son duras. Me levanto y sigo mi camino.
/entro y salgo de la escena