Partida Rol por web

Ala, pues cuando querías nos vamos. Además estamos bien protegidos. En cuando Will y yo empecemos a cantar algo, hasta los ladrones huirán del bosque, verdad que si?

Digo al chico soltándole de la mano para darle un enérgico abrazo, revolverle el pelo, y hacerle todo tipo de carantoñas, intentando que no pierda el animo ahora que hemos visto otro pueblo arrasado.

Al ladrón, al ladrón!
le clavo con saña mi essssspadón,
mi esssssssspadón!

Cuando mi bolsa llevo,
repleta repleta,
cuando mi bolsa repleta llevo,
si es de comida a la panza,
al judío si es dinero!

Will corre y revolotea cantando y haciendo que esgrime una espada, parándose para hacer con una mano el gesto del dinero con una humorística reverencia.

Dicen los comerciantes que vienen a veces a la taberna desde la itálica penísnsula que los judíos afanan y amasan dinero hasta ser los más ricos... se ve que son buenos comerciantes y se ayudan entre ellos y hacen que los pobres comerciantes italos tengan que subir hasta aquí para poder vivir y dicen también que en franconia han envenenado las aguas y la gente muere, ahora les están matando.

El viejo alquimista parecía haber quedado absorto al ver el contraste entre el pesar de los corazones adultos rotos por la desdicha y el de aquel jovencito que, ajeno a todo, hasta a los cadaveres que decoraban tetricamente la plaza, no perdía su ánimo y su inocencia.
Dibujo en su rostro una sonrisa mezclada con un poco de tristeza al ver como su madre se afanaba por conservar esa voluntad infantil y le dijo: Partamos entonces pues. Ya va siendo la hora de comer y quiza en la iglesia podamos conseguir algo de alimento, sobre todo para tí, jovencito! A que tienes hambre?- le preguntó al chico- pues venga! por cierto, durante la marcha no me quiero perder ni una sola de esas historias que te cuentan los comerciantes, eh! parecen muy interesantes...- el alquimista se esforzaba en mantener esa sonrisa mientras hablaba con el pequeño. Sin duda le gustaban los niños, aunque nunca hubiera podido tener uno- Hake- siguió dirigiéndose al cazador- será mejor que te sigamos. Hace mucho que no salgo del pueblo, ni siquera de mi casa, así que no recuerdo muy bien el camino

Río las gracias de el niño, olvidándome ya de mantener la compostura ante los extraños.

Jijiji, recuérdame que te amordace llegando a la iglesia, no vayan a decir que la lluvia a sido un castigo para ti, por bocazas.

Hago ademán de darle un cachete mientras corretea entre nosotros. Al escuchar las palabras del anciano, asiento con una sonrisa.

Si, la verdad es que empieza a atacar el hambre. Cuando ustedes quieran, podemos partir.

Y fue así como aquel grupo de cuatro aldeanos partió hacia la iglesia de Saint George.