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Una nueva carcajada escapó de labios de lady Thaena al ver que, al final, no sería con una espada que Ser Guileon la nombraría. Sin embargo, se contuvo y volvió a bajar la cabeza intentando imprimir seriedad al asunto, notando el peso del brazo del hombre sobre cada uno de sus hombros mientras pronunciaba el juramento que él mismo había recibido aquella mañana, que luego de los eventos de aquel día se le antojaban ya muy lejanos. Y al igual que él mientras estuvo de rodillas, lady Thaena dijo las palabras que le había escuchado decir. -Lo juro. Soy caballera, moriré siendo caballera.- Intentó no reír al decirlo.

Cuando le dio la orden de levantarse, ella lo hizo con una gran sonrisa. -Ser Thaena Blanetree.- Dijo, con tono divertido. -La primera y única caballera que no ha blandido espada en su vida, y cuyo mérito está en acertar en la cabeza de una señora con un guijarro. ¡Cuantas gestas han de cantarse sobre ella!- Volvió a cubrirse la risa con la mano, aún avergonzada por aquel inesperado juego y sus resultados. Luego hizo una reverencia leve en dirección de Guileon. -Os agradezco vuestras palabras y honrarme con tal título, mi señor.- Dijo, alzando entonces la mirada.

Guileon rió ante el prontuario de la nueva caballera.

—Por menores cosas se han hecho caballeros, Ser —replicó escuetamente— ¿Qué importa el código del caballero cuando ya no queda honor, no hay nada noble por lo que luchar, y todo es vano, superfluo, mera política entre grandes señores?

El entusiasmo inicial se estaba evaporando rápidamente. El muchacho se dejó caer nuevamente sobre el piso de piedra, con gesto resignado.

—Lady Thaena, sois libre de iros si os place. Yo creo que me quedaré aquí un rato más.

Tras lo cual inclinó la cabeza entre sus rodillas al tiempo que se cubría el rostro con ambas manos.

Si por un momento Ser Guileon había parecido un chiquillo ante sus ojos, luego de aquellas palabras parecía haber envejecido varios dias del nombre en un parpadeo. Lady Thaena permaneció en pie, única espectadora de cómo un hombre se hundía lentamente en su tristeza y desesperanza. Por un instante, la joven mordió su labio inferior.

-Quizás las razones puedan parecer superflúas, o quizás no del todo claras.- Dijo, suavemente. -No por ello se es menos merecedor de haber sido recibido caballero.- Se mantuvo allí aún unos momentos en silencio, observándolo. Finalmente, se dispuso a retirarse.

-Hasta mañana, Ser Guileon. Intentad descansar.- Deseó hacia el joven, haciendo una breve reverencia en su dirección, y dirigiéndose a las escaleras.