4º día del Doncel. Mes del Doncel. Año 242 D.D.
Lugar: Pérgola de los jardines.
Ser Clarinthe estaba de camino, saliendo del castillo y avanzando hacia los jardines, cuando vio a lady Bessa. Seguía portando la misma cota de malla rojiza, y llevaba la mano en el pomo de la espada. Al ver a la muchacha le dedicó un gesto de asentimiento, sin llegar a sonreír, y se acercó a ella.
—Lady Bessa —la saludó—. De verdad siento vuestra pérdida. No conocí mucho a vuestro padre, pero en la competición de arquería me causó buena impresión.
No parecía más seca, o distante, sino poco experta en aquel tipo de conversación.
Al ver a la caballera sus ojos bajaron inevitablemente hacia su espada, no pudo evitar preocuparse, ya que aquel gesto le decía algo más y no creía que fuera nada bueno. Enseguida volvió a mirar hacia su rostro, no quería parecer preocupada.
―Ser Clarinthe ―respondió a su saludo, sin saber que cara poner cada vez que le decían aquello, la herida aun era demasiado reciente―. Os lo agradezco. Sí, era el mejor con el arco. ―Suspiró―. Sabéis que estuve apunto de no participar, no era mi deseo sino el suyo. Menos mal que lo hice, me habría arrepentido toda la vida de no hacerle feliz con ese pequeño detalle. Todo lo que sé se lo debo a él, me enseñó como nadie podría haberlo hecho.
Al terminar de hablar sobre su padre se frotó los ojos y volvió a mirar hacia ella.
―¿Tendríais un momento, Ser Clarinthe? ―preguntó dubitativa―. Quería hablar con vos de algo muy personal y que me gustaría que no compartieseis. Quizás me estoy tomando demasiadas confianzas, no quiero que os sintáis obligada a ello. Es sobre vuestra madre y algo que tendré que decirle.
Ser Clarinthe escuchó a Bessa con atención, y cuando ella explicó aquello sobre su padre puso la mano de la espada en el brazo de ella, apretándolo ligeramente.
—Hicisteis muy bien en participar entonces —afirmó—. Estoy segura de que a él también le hicisteis feliz al hacerlo.
Después de eso miró a Bessa, frunciendo un poco el ceño con su petición.
—Podéis hablar de lo que queráis, lady Bessa —le dijo—. Os doy mi palabra de que mis labios están sellados. Además, si queréis consejo sobre cómo hablar con mi madre... Es una persona peculiar.
Dicho aquello miró alrededor, asegurándose de que estaban a solas.
—Si queréis que vayamos a un lugar más discreto, podemos hacerlo.
La joven asintió a las palabras de la caballera. Estaba nerviosa por lo que tendría que decir a continuación y por como debería plantearlo, se notaba en la forma en que se movía y en como sus ojos bailoteaban nerviosos sin saber donde posarse.
―Si queréis venir por aquí ―dijo, haciendo un gesto en dirección a uno de aquellos rincones apartados que tan bien conocía. La guió en silencio, pensando en como debería hablar con ella. Confiaba en su palabra y sabía que lo llegaría a saber en algún momento si terminaba diciéndoselo a su madre, era algo inevitable, y prefería que Ser Clarinthe lo supiera primero y que fuera por ella.
Una vez llegaron a aquel lugar apartado de los jardines, levantó la vista hacia ella, e intentó sonreír de forma nerviosa.
―Os lo agradezco, sé que puedo confiar en vos y cualquier consejo que me deis será bienvenido ―dijo, realizando una sentida inclinación de su rostro en su dirección―. En primer lugar quería hablaros sobre mi boda con Urthen, que no se celebrará, no seré yo quien se case con el hijo del asesino de mi padre. Es algo evidente, pero que no lo ha sido para muchos otros.
»Lo que es un problema por algo, no he sido sincera del todo, Ser Clarinthe. Sé que debería haberlo sido, pero tenía miedo y sabía que iba a causar pesar en aquellos que me querían, creí que podría ocultarlo. No es algo de lo que me sienta orgullosa, pero espero que comprendáis mi posición. ―Movió las manos nerviosa―. Estoy embarazada, sé lo que significa, y por eso necesitaba casarme, necesito. Pero tras la muerte de mi padre sé que cualquier destino es mejor que pasar el resto de mi vida al lado de un Haffer. Los odio con todo mi corazón, no puedo evitarlo.
»Por eso mi madre ha ido a hablar con Lady Gianna, y después, si todo sale como ella espera, quiere hablar con vuestra madre. Yo quiero estar delante, necesito que me entienda y que sepa de mi boca lo ocurrido. Lo único es que temo que se lo tome a mal, pues ella da la impresión de ser muy disciplinada, lo contrario que he sido yo —dijo con pesar—. La verdad es que prefería decíroslo a vos en primer lugar, porque he sentido vuestro apoyo a pesar de que no nos conozcamos desde hace mucho, y eso... —terminó, quedándose sin palabras y aun más nerviosa de lo que estaba al principio, esperando la respuesta de la caballera y lo que no fuese a decir con palabras.
La caballera siguió a lady Bessa mientras la guiaba hacia aquel rincón oculto. Una mezcla de curiosidad y preocupación iba tiñendo su rostro, y al llegar a aquel sitio privado escrutó a Besas con la mirada.
Ser Clarinthe asintió al respecto de la boda con Urthen, aunque parecía que lo hacía más por pasar al tema que era de importancia que por otra cosa. Durante el resto del discurso la chica siguió prestando atención, desviando sus ojos hacia el vientre de Bessa al oír lo de su estado. Cuando sí pareció un poco extrañada fue al oír lo de la conversación de Lady Morna con Lady Gianna. Aún así lo primero que hizo Ser Clarinthe fue dar un paso hacia adelante abriendo los brazos, dispuesta a abrazarla.
—Pero, lady Bessa... —murmuró entonces. El tacto de la cota de malla era extraño, y cuando Ser Clarinthe se apartó parecía confundida.
—Para empezar, no os preocupéis por lo que mi madre piense de vuestro estado. Ella ha visto muchas cosas, y los bastardos son algo frecuente entre la nobleza. Si habláis con ella que sea con una solución, no con un problema.
Dicho aquello volvió a mirar el vientre de la muchacha.
—Y después... ¿Puedo preguntaros por qué no tomáis té de luna? —dijo antes de bajar un poco la voz, volviendo a acercarse—. Yo lo tomo continuamente para evitar ese tipo de... Situaciones.
Correspondió el abrazo de la caballera y aunque era algo incómodo, se sintió reconfortada por el apoyo de aquella mujer a la que apenas conocía.
―Gracias, Ser Clarinthe ―dijo al separarse de ella.
Después escuchó lo que tenía que decir sobre su madre, asintiendo de vez en cuando. Para la caballera parecía muy simple, pero para ella había sido una carga hasta ahora y aunque no se sentía segura al decirlo, hasta el momento todos lo habían aceptado la noticia mejor de lo que esperaba.
―Tendré una solución cuando lo haga ―le aseguró, esperando que su madre y la de Guileon hubieran podido dejar por un momento sus diferencias.
―Podéis, Ser Clarinthe ―dijo, tomándose un instante para pensar su respuesta―. He sido educada para valorar todo lo que he tenido; desde los jardines que de pequeña detestaba hasta los arcos que me iba dando mi padre y que cuidaba con cariño, también las amistades. No he tenido muchos amigos, y aun así, los que he tenido los he querido y protegido, quizá no todo lo bien que me gustaría, pero mis intenciones siempre fueron las mejores. Valoro mucho las conversaciones que hemos tenido, y me atrevería a decir, que por mi parte os considero una amiga, y si me lo permitís, me gustaría trataros como tal.
»Me dijeron que a mi madre le costó mucho tenerme —le contó—. Entendía que eso podría llegar a pasarme a mí, y quizás si hubiera tomado té de luna hubiera perdido mi única oportunidad de tener un hijo. No lo sé, pero me gusta saber que podré tenerlo a mi lado en el futuro, por eso me puse nerviosa cuando me dijisteis que los hijos de Urthen y míos deberían ir a Aguasdulces, no quería separarme de mi hijo, o hija. Sé aguantar la habladurías de la gente, eso no me preocupa, ha sido mi decisión y estoy feliz con ella, solo que también he tenido miedo y mucho, sobretodo a que mis padres me despreciaran. Los quiero mucho...
Tras decir eso bajó la vista apenada un instante, sintiendo de nuevo la ausencia de su padre.
―No sé si intuís de quien es, pero su padre es Ser Guileon. Él está enamorado de mí, y a mí me gustaba, a veces hace cosas que no, pero me siento bien a su lado. Sabía que mis padres habían decidido que debía casarme con Urthen, y lo mío con Ser Guileon se había terminado, pero sentía también que tomar el té de luna era destruir lo poco quedaba de nuestro pequeño idilio.
Le dedicó una sonrisa al llegar al punto en el que iba a tocar la pequeña confesión de la caballera.
—Hacéis bien en tomarlo, simplemente, no era algo para mí.
La chica escuchó con atención todo cuanto Bessa decía y sus labios dibujaron una pequeña sonrisa cuando habló de amistad. Se notaba que sintió el impulso de responder en ese momento, pero se lo guardó para dejarla hablar hasta que terminó.
—Me encantaría que me trataseis como una amiga —declaró—. Y si te parece bien podríamos empezar por tutearnos. —La miró, tanteando con sus ojos para ver si le parecía adecuado y luego siguió hablando—. En realidad, yo tampoco he tenido nunca muchos amigos. No le suelo caer bien a la gente, por mi enorme bocaza, supongo. Y porque normalmente solo se me acercan por mi título, pero pocos intentan conocerme.
»Y entiendo por qué quieres tener a tu bebé entonces —afirmó, llevando los ojos por un instante al vientre de la joven—. No sabía que a tu madre le había costado tenerte.
Caminaba con ligereza, como si la cota y la espada no pesaran lo más mínimo y estuviese más que acostumbrada a llevarlas.
—Me alegro de que no vayas a casarte con Lord Urthen —dijo entonces—. Creo que te habrías ahogado por el tedio de tener que aguantar a ese cara de trucha a diario. Antes lo lancé al estanque, ¿lo sabías? —Frunció un poquito el ceño—. Pero si no te casas con él... ¿con quién vas a casarte? Tienes que hacerlo rápido, antes de que empiece a notarse, o no podrás fingir que es de tu esposo.
Sonrió al ser correspondida por la caballera y asintió conforme al hecho de empezar a tutearse.
―Pues no lo sé, quizás por eso me gusta hablar contigo, porque eres mucho más directa que el resto. Aunque la verdad es porque has sido sumamente amable y sincera conmigo. Si nos hubiéramos conocido de pequeñas hubiéramos jugado muchísimo, creo que nos gustaría lo mismo, nunca se me ha dado bien la espada, pero podrías haberme ganado miles de veces y quizás habría aprendido algo.
Asintió cuando dijo lo de su madre y se quedó pensando en otras posibilidades, empezaba a creer que quizás no había sido cosa de su madre, pero aquello era demasiado en ese momento y lo deshecho rápidamente de su mente.
―No lo sabía, me alegra que lo hicieras. Intuyo que quiso hablar contigo, algo me dijo ayer por la tarde, aunque prefiero no recordar todo lo que me contaba sobre Puño del Río ―dijo, poniendo los ojo en blanco―. ¡Qué suplicio!
»Guileon parece interesado en casarse conmigo ―bromeó―. Ya sabes que me ama, le gusta decirlo mucho, aunque creo que no me ama tanto como me hubiera gustado. De todas formas él está dispuesto, y le tengo aprecio, le conozco, sé lo que debo esperar de él y respetará mis decisiones. No tendremos que fingir nada, es su hijo, no puede ser de otro. Además, algo que es importante, me ha asegurado de que no lo hará contigo, que esa unión no va a suceder. ―Miró a la caballera―. Si me ha mentido, lo mato ―añadió, esperando una confirmación por parte de Clarinthe.
―¿Qué te parece? ―le preguntó―. Sé que nuestras familias siempre se han llevado mal, Lady Gianna y mi madre se odian, pero estaría bien que esos rencores quedaran a un lado, sé que es raro que lo diga yo, pero ya que ha salido uno nuevo, quizás terminar con otro sea bueno para estas tierras.
»Tampoco puedo decirte que tenga muchas más opciones, al menos que yo conozca ―añadió con una sonrisa―. No te cortes si tienes que decirme que es un imbécil, eso ya lo sé… y mucho más de lo que había creído en un principio.
Los ojos de la caballera parecieron brillar cuando Bessa correspondió hablando de aquella forma de lo que podría haber sido de haberse conocido antes.
—Te habría obligado a aprender, sí —asintió—. Y me habría puesto muy pesada con que te vinieras conmigo a Desembarco. Así que no sabes de la que te libraste.
Luego, ante la respuesta sobre Lord Urthen y Puño del Río, la chica rió con naturalidad al ver la expresión de Bessa.
—Creo que no hay nadie más pesado en los Siete Reinos —aseguró—. Y mira que me burlé de él por pedir disculpas una y otra vez —explicó, rodando los ojos—, pero aún así ya te puedes imaginar lo que hacía al respecto, ¿no? —Miró a Bessa con complicidad—. Disculparse. Y el muy idiota me dijo que si así le iba a perdonar por lo que fuese, le pegase tanto como quisiera. Tuvo suerte de que nunca pego a quien no sabe defenderse.
Con el otro tema, sin embargo, Ser Clarinthe frunció un poco el ceño, un poco confundida.
—Pero, Bessa... —dijo llamándola directamente por su nombre—. Aparte de que Guileon es un memo capaz de llevar la desgracia a cualquier Casa por culpa de su enorme bocaza, que lo es... Es verdad que no se casará conmigo. Si es necesario hablaré con mi madre para decirle que convertirle en Lord Tully es una idea terrible. Y además, después de conocerle ella hace unas horas no creo ni que lo considere. Pero aún así... No vas a poder casarte con él, Bessa —aseguró—. Para empezar, porque como lo hagas sólo por las habladurías lo encierro en una torre y tiro la llave —le dijo—, pero más importante, porque no sé qué ha pasado, pero ahora es mi madre quien decide su matrimonio. Lady Gianna ha perdido todo derecho sobre él. Da igual lo que ella piense de ti, o cómo se entiendan vuestras madres. Mi madre no le soporta y jamás le permitiría un matrimonio así. Además, ahora es un desheredado. Mereces algo muchísimo mejor.
Bessa sonrió divertida al imaginarse como sería una gran ciudad como Desembarco del Rey; solo era capaz de imaginarse aquellos edificios que eran descritos en los libros como el Septo de Baelor y la Fortaleza Roja, aun así, creyó que no le habría importado ir hasta ahí.
―Ayer ya me convenciste de ir, supongo que no te hubiera resultado difícil ―respondió, contenta por la propuesta en aquel pasado que nunca ocurriría.
―Inesperado ―dijo ante la reacción que tuvo Lord Urthen―. Espero que no se le ocurra volver a acercarse a mí pensado que puede volver a hablarme con esa confianza ―su ceño se frunció ligeramente―, o que su pésame me servirá de algo.
Los ojos de la joven se movieron hacia ella cuando escuchó su nombre, intuía lo que vendría después, así que se preparó para afrontar lo que tuviera que decirle.
―Sé como es, esperaba poder controlarlo… No es por las habladurías, es porque me lo dijo mi madre, ya la he decepcionado suficiente, y no sé… ―dijo, bajando la vista―. Él es el padre, pensé que sería más adecuado que cualquier otro, no tendría que mentir y lo aceptaría con gusto. No estaba pensando exactamente en mí cuando lo acepté ―confesó―. Creí que sería lo correcto, y le tengo aprecio, no estaría tan mal… supongo. Me he criado con él, lo conozco.
Las siguientes revelaciones hicieron que volviera alzar la vista, ella quería que tuviera derecho al palacio de Nueva Esperanza, y parecía que ya había sido desheredado totalmente. Su ceño se frunció y realizó un sonoro suspiro.
―Entonces solo tengo un problema, uno que que crece ―terminó diciendo―, espero que tu madre no sea muy dura, no estoy teniendo el mejor día. Aunque me lo merezca. ―Miró hacia un lado―. Tampoco es que me haya portado bien… No creo que merezca mucho más...
Ser Clarinthe pareció contenta al oír lo que Bessa dijo sobre Desembarco. Sin embargo no dio respuesta, dejando que aquellos pasados posibles se quedasen ahí, en el pasado. Después de eso, cuando la chica contestó a lo referente a Lord Urthen, la caballera asintió.
—Su padre ayer hablando de que la solución era la sangre y a saber qué más historias, y él sólo aprovechó para dejarlo sin título, sin avisar de eso a nadie —enunció—. Hay que ser malnacido. —Entonces, al darse cuenta del tema con el que aquello tenía relación, dedicó una mirada de disculpa a Bessa—. Perdona —le dijo con un tono suave, aunque su expresión por un momento fue de frustración—. Es que me da la sensación de que demasiada gente había oído hablar de ello, pero nadie hizo nada.
Después, al pasar a hablar del otro asunto, los ojos de Ser Clarinthe volvieron a ir hacia el vientre de la muchacha al oír que no había pensado en ella cuando había aceptado. Luego siguió escuchándola, y al final acabó por negar con la cabeza.
—No digas tonterías, Bessa —dijo con seguridad, antes de tomarse un momento para pensar—. Míralo de otro modo. Cientos de chicas se encaman cada día sin haber pasado por el matrimonio, tanto entre la nobleza como entre el pueblo. Tú simplemente tuviste el honor —señaló, marcando esa palabra— de no borrar tus huellas. Y claro que mereces más. Sigues siendo la heredera de una de las Casas más importantes de la Tierra de los Ríos y una de las mejores arqueras de Poniente, si no la mejor. Eres inteligente y hermosa, y no lo digo por visitar tu cama. Quien esté a tu lado tendrá suerte. La única diferencia es que no podrá engañarse a sí mismo pensando que es el primero. Pero mira, que le den. Y tú tienes la suerte de que quizá te costaría tener hijos, pero ya vas a tener el primero. Si luego vienen más, perfecto. Y si no, alguien que heredará Fuerte Floresta cuando llegue el momento. El Rey tendrá que aceptarlo, pero no te preocupes —dijo mirándola a los ojos—. Cuando llegue el momento, tendrás el apoyo de la Señora de Aguasdulces.
Bessa apretó la mandíbula al escuchar aquello que dijo la caballera. Claro que lo había escuchado, y no solo de Lord Urthen, sino también de Ser Guileon y lord Mawney, y por lo que decía, podría haber habido más. Cerró una de sus manos con fuerza y respiró, necesitaba hacerlo, no debía dejarse llevar por la rabia.
―No te disculpes, no es culpa tuya, Clarinthe ―respondió―. A mí también me ha dado esa sensación, no la quería creer. ―Negó con la cabeza―. Pensaba que era mi obsesión por encontrar y castigar a los culpables. Nadie de ellos hizo nada.
Pero la joven sabía muy bien que tenía que mirar hacia adelante, ya que como había dicho, iba a mirar por otra persona. Asintió ante la certeza de las palabras de la heredera de los Tully e incluso intentó mostrar una sonrisa al saber lo que pensaba de ella.
―Gracias, mi madre lo veía de otra forma ―dijo, más alegre después de escuchar a la caballera―. Te agradezco de verdad el apoyo que me estás dando, Clarinthe. Espero poder devolvértelo con creces si llega el momento, siempre podrás contar conmigo.
Los ojos de Ser Clarinthe se encendieron levemente al escuchar sobre la obsesión de Bessa. Sin embargo, no dijo nada por el momento. Dejó que ella siguiera hablando, encogiéndose de hombros al oír sobre lo que Lady Morna pensaba.
—No tienes nada que agradecerme —le dijo—. Aún no he hecho nada por ti más que provocar a tu prometido.
Después de eso apartó la mirada, llevando sus pupilas hacia los jardines, y tras un par de segundos volvió a hablar.
—Yo nunca supe quién encargó el asesinato de mi padre —enunció sin mirarla—. Mi madre encontró y colgó a los que lo mataron, pero el verdadero asesino es quien susurró su nombre. Tú al menos pudiste hacer justicia.
Negó con la cabeza ante lo dicho por Ser Clarinthe.
―Te equivocas, has hecho mucho más de lo que crees ―la contradijo, dedicándole una sonrisa amistosa―. Porque quizás no necesitaba gestos, solo alguien con quien hablar y en quien confiar. Gracias, Clarinthe.
»También tengo que decir que el trato que le has dado al que fue mi prometido, me es grato, suficiente para darme un poco de alegría en un día como hoy, que ya es mucho. ―Hizo una pausa―. Yo no sería tan amable, por eso prefiero no verlo.
Al escuchar la semejanza entre los destinos que habían sufrido ambas torció el gesto.
―Lo siento, no sabía que había ocurrido eso ―dijo, mirando hacia donde ella miraba―. Sí, pude hacer justicia y supongo que más adelante podré descansar más tranquila, solo que ahora, siento que no ha sido suficiente.
Ser Clarinthe se encogió de hombros con las primeras cosas que dijo Bessa. Parecía no dar importancia real a sus actos... Al menos hasta que dibujó una sonrisa torcida. Sin embargo, no dijo nada. No por el momento. A lo que sí contestó fue a lo que ella dijo después.
—No tienes que disculparte —enunció—. Mi madre intentó que no se corriese la voz por no dar tregua ni poder a su asesino. Y... —Volvió a mirar a Bessa—. La ausencia se queda siempre, pero se aprende a vivir con ella. La rabia pasará —aseguró antes de añadir una palabra que ponía aquello en duda—. Supongo. Se atenúa al menos.
Entonces se quedó un instante en silencio, pensativa, para finalmente cambiar de tema.
—Bueno —le dijo a Bessa con camaradería—, yo tampoco tenía quién me contase leyendas de alfombra. Y si no quieres ver al perfectísimo Lord Urthen, no te preocupes —añadió en tono de broma, claramente queriendo descargar el ambiente—. En unos años tendré poder para desterrarlo.
Tras esa broma hizo un gesto con la cabeza.
—Tengo que volver. Si mi madre me necesita, tengo que estar localizable. Pero cuando quieras podemos seguir hablando.