Diecinueve años... Lyonell seguía sentado en el suelo, con la espalda en la pared... pero hizo un ímprobo esfuerzo por levantar la mirada, algo vidriosa, hacia Urthen. ¿Bessa su hija? Otro motivo más para llorar y beber...
Asintió a la pregunta. - Sí. - En efecto había sido hacía diecinueve años.
Urthen prosiguió hablando, con una calma propia de un auténtico Haffer. Lyonell no pudo menos que sentir orgullo, pese a todo.
Aunque negó con la cabeza y trató malamente de ponerse en pie.
- No... Si es cierto... si es cierto no puedes casarte con ella. - Dijo. Se le veía visiblemente alterado. - Ella... ¿te lo dijo ella? ¿Lo sabe? ¿Son sospechas? - Preguntó a Urthen refiriéndose a su prometida... ¿Bessa lo sabría también? No lo creía pero... Podía ser también simplemente un bulo que alguien trataba de propagar para hundir a los Haffer, o a los Hawick, o a ambos. Pero a Lyonell las fechas le cuadraban.
En cualquier caso, nadie aparte de Morna y de él sabía acerca de aquella vez. Entonces, ¿de dónde había salido ese rumor?
- Hijo... fuera quien fuera quien te lo dijo.. si extiende el rumor, sea o no verdad, va a ser una fuente de problemas. Esthal montará en cólera y, peor aún... Bessa sufrirá si es que no lo sabe todavía. -
Con esfuerzo logró incorporarse, y con una mano apoyada en la pared pudo mantenerse en pie.
- Hablaré con Morna. Si es cierto... no puede haber boda. -
Los ojos de Valder seguían fijos en Lord Lyonell después de su arranque de ira. Lo miraba como si no fuese el mismo hombre que un día antes. El mismo hombre que siempre. El muchacho escuchó toda la conversación, y durante un momento algunas cosas parecieron encajar en su cabeza.
Finalmente se colocó al lado de Urthen antes de responder. Estaba claro a quién estaba apoyando.
—Déjate de tonterías, padre —le dijo, con menos respeto del que le había hablado nunca—. Habla con Lady Morna si quieres, pero después de lo que dices que ha pasado en la negociación, lo mejor que puede hacer Urthen es casarse. ¿Quién va a querer emparentarse con nosotros después de eso? Ninguna Casa del tamaño de los Hawick, eso desde luego. Y de todas formas Urthen no iba a querer encamarse con ninguna mujer. Así al menos lady Bessa tiene un motivo para no compartir lecho con él.
Entonces lo miró un instante.
—Y si Lord Esthal entra en cólera... —dijo después el chico, diciendo algo que era evidentemente con cierta inquina—. Síguele la corriente. Es lo que hay que hacer, ¿no?
Hasta dónde sé, lady Bessa no lo sabe aún, no - negó, poniéndose de pie lentamente al ritmo que su padre lo hacía, atento a que el hombre fuera a caerse en tal proceso. Entonces se mantuvo de pie frente a él, frunciendo el ceño con preocupación al verlo tan débil físicamente.
No se dio cuenta de cuando con exactitud se había movido Valder, pero su presencia ahí, justo a su lado, bien podría haberlo hecho sonreír en aquel tenso momento. Lo hizo un poco, con la comisura de los labios, desviando sus ojos a él un instante mientras el menor hablaba, antes de volver a mirar a su padre.
Valder tiene razón. Dentro de todo, esto no es tan malo como podría serlo, si de todas formas yo no tengo más interés en yacer con ella que para dar un heredero. Si tú y Lady Morna deciden decirle, lo único que significará eso para mí es un deber menos que cumplir como esposo. Si no le dicen, no hará diferencia, y guardaré el secreto. - exhaló - Como dijo mi hermano, tras esas negociaciones, los Tully no van a pensar siquiera en nosotros. Y ninguna casa de ese tamaño lo hará, apenas se enteren. Además, si rompieramos el enlace ahora tendríamos que dar explicaciones, y no hay ninguna que no involucre arruinar para siempre tu reputación o manchar la de lady Bessa. - que, por su rostro, tampoco le parecía a Urthen siquiera una posibilidad - Me casaré con lady Bessa sea mi hermana o no, padre. Es lo mejor para nosotros, como Casa y como familia, ahora mismo.
Las palabras de sus dos hijos retumbaron en la cabeza de Lyonell como martillos de herrero.
Urthen y Bessa se iban a casar, de todas todas. Pero él, Lord Haffer, necesitaba saber la verdad. Necesitaba conocer más. Hablaría con Morna.
- De acuerdo. - Dijo tras meditarlo. - Si cualquiera os vuelve a insinuar algo así... son calumnias. Y como tal serán castigadas. - Indicó.
- No habléis de esto con nadie. - Añadió.
- En cuanto hable con Morna y me entere de más, lo hablaré con vosotros. De momento, actuad con normalidad... y a festejar la boda. - Sugirió.
Lyonell intentaba mantener la mirada fija y el semblante serio, pero aun estando de pie y quieto en el sitio, se tambaleaba un poco.
- No os metáis en líos con los Vance, ni con Lord Esthal, ni con nadie. - Era algo evidente pero la pareció oportuno comentarlo. - Y por supuesto, ni media palabra a Hazzea. - Aclaró por si acaso... -
- Tengo que descansar un poco... - Dijo llevándose las manos a la cabeza. - Bien, y después de la boda... ¿cuál es el siguiente paso? -
Valder pareció confundido cuando su padre no tuvo para él ni la menor reprimenda. Miró a Urthen, como comprobando qué pensaba él, y cuando el Lord siguió hablando lo escuchó con atención. Asintió, aceptando no hablar aquello con nadie.
—Nadie que no sea un Haffer sabrá de esto —aseguró antes de volver a mirar a su hermano, buscando su aprobación.
Acto seguido frunció el ceño para mirar a su padre.
—¿Cómo que cuál es el siguiente paso, padre? —preguntó—. ¿Eso lo sabrás tú, no?
Urthen le dedicó la misma cara de absoluta estupefacción a Valder, sin tener mucha idea ya de qué esperarse y qué no. Su expresión mostraba clara inconformidad respecto al primer pensamiento de su padre como castigo, pero entendiendo su posición, mantuvo silencio.
Acto seguido, asintió a su hermano y a su padre - Solo los Haffer sabremos de esto - repitió, para no dar espacio alguno a duda, determinado a mantener su palabra.
Su ceño se frunció ligeramente después, escuchando los consejos de su padre, sus preocupaciones e instrucciones. Ya no sabía muy bien ni qué decir. Entonces surgió esa última pregunta y, como su hermano, Urthen quedó desconcertado. Tras las preguntas de su hermano, que bien podrían haber salido de su propia boca, se atrevió a hablar él también.
Si ha sido demasiado por hoy y necesitas descansar, podemos ordenarle a los guardias que no permitan visitas hasta que despiertes - sugirió preocupado, pensando que sería algún tipo de colapso nervioso, porque nada de lo que estaba viendo esa tarde le hacía un más mínimo sentido con el hombre que conocía.
Lyonell negó con la cabeza.
- No hace falta que restrinjáis visitas. - Comentó. - Tengo algunas conversaciones pendientes, entre otras una con Morna... - Dijo con la mirada decidida.
Por la expresión confundida tanto de Valder como de Urthen, se percató de que, o bien no le habían comprendido del todo, o bien él no se había expresado correctamente debido al alcohol.
- A ver, me refiero a que... - Dijo mirando a Urthen. - Antes me pediste que os involucrara en la toma de decisiones... que consultara con vosotros... Eso estoy haciendo. - Comentó. - A ver... Tras la boda seguramente habrá que cerrar un par de reuniones con el maestre Debian, de los Tully. Estos solicitaban muestras de buena voluntad para ver cómo compensaríamos a los Tully ya que ahora, seríamos una casa más grande, con casi mejor economía y potencia militar que los propios Tully... - Se explicó. - Ni los Tully ni nadie pueden permitir que un vasallo disponga de mayor fuerza militar que el propio Señor... Por ello buscarán la manera en que puedan... acotar nuestra maniobrabilidad... o asegurarse la supremacía en algún tipo o forma. - Explicó.
- Debian sugirió que los Tully pudieran hacerse cargo de la educación de vuestros futuros hijos. - Dijo a Urthen. - Convertirlos en pajes y escuderos de Ser Clarinthe... y más adelante Caballeros. - Añadió. - Personalmente no me agrada dicha propuesta... pero no se me ha ocurrido hasta el momento ninguna que puedan aceptar los Tully y que no se tomen como una ofensa. -
Se encogió de hombros. - Morna ya ha estado pensando ideas. Pero quizá fuera buena idea que Bessa y vos - dijo a Urthen - os reunáis con Morna y conmigo y tratemos de acordar hasta dónde cedemos y hasta dónde no. -
Mientras su padre hablaba de muestras de buena voluntad, Urthen permanecía serio, sin entender del todo porque este tema no había salido antes de preguntarles cual sería el siguiente paso. En realidad, lo que hacía era esperar, atento a escuchar lo que su padre había logrado negociar con los Tully.
En un principio, pensó que su padre se refería al pupilaje de uno de sus hijos. No le haría feliz tenerlo lejos de él, mucho menos sabiendo como lo usarían de ventaja contra él y su Casa, pero bajo la tutela de los Tully este podría hacerse contactos importantes, un nombre, podría conseguir importantes beneficios de una Casa de historia tan antigua y luego volver con sus hermanos. Sin embargo, la frase que le siguió, específicando que se refería a todos ellos y no solo a uno, le sacó el aire de los pulmones con la misma fuerza que si le hubiesen dado un golpe en el estómago.
Incrédulo, abrió los ojos de par en par, y su mandíbula se tensó al oír que no había propuesto nada distinto. Que seguía pensando en ideas. - ¿Pero de qué ideas me hablas? ¡La negociación ya acabó! - gritó exasperado - ¿Que has hecho? - parpadeó rápidamente sin saber siquiera como empezar a comprender la avalancha de sentimientos que se le venía encima. Normalmente Urthen era de carácter tranquilo, templado, prácticamente imposible de enfadar. Si le dabas un golpe, te ponía la otra mejilla. Y cuando se trataba de esa boda, lo había hecho muchas veces. Se iba a casar con una mujer sin faltar a sus votos, aún si hacerlo le haría miserable por el resto de su vida. Con una mujer que, además, era su hermana y cuya Casa estaba en la bancarrota. Iban a unir ambas casas. Iban a renunciar al apellido al que tanto había luchado por proteger. Su padre había condenado a Valder, despojándolo de todo derecho o herencia. Y ahora... ahora había regalado a sus hijos para que limpiaran la mierda de los caballos de Ser Clarinthe. Y lo peor era que ni siquiera había planeado decírselo.
¿Me estás diciendo... que no voy a poder criar a ninguno de mis hijos... y temer por sus vidas a cada paso o decisión que tome y que pueda molestar a los Tully... porque tú no pudiste ofrecer nada a cambio porque estabas ocupado compitiendo con Hazzea? - preguntó, jadeando, mientras tiritaba de rabia - ¡¿MIS HIJOS?! - gritó, lanzando un manotazo, y botando una jarra sobre una mesita cercana, que cayó al suelo convirtiéndose en trocitos de vidrio - ¡¿MIS HIJOS?! - repitió, dando un paso hacia él. Había gente que se enfadaba todo el tiempo, y cuya rabia no era una sorpresa, ni nada serio a considerar, y luego habían personas que nunca nada les molestaba, pero cuando algo lo hacía podías ver el mundo arder tras sus ojos. Urthen era de estos últimos, y ahora mismo, Poniente entero estaba en llamas. - Has vendido a tus nietos, los has puesto en peligro incluso antes de nacer... ¡¿Y te atreves a decirme que lo vas a hablar con Morna?! ¡¿AHORA, YA CON TODO FIRMADO?! - gritó antes de golpear con fuerza la muralla justo al lado de la cabeza de donde se paraba Lord Lyonell, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad por no soltarle el puñetazo directo a la nariz, tal cual se lo merecía.
El ceño de Valder se frunció al oír el nombre de Morna. Daba la impresión de que cada vez le estaba cogiendo más ojeriza a esa mujer. Sin embargo, no interrumpió a su padre. Lo escuchó, y conforme iba hablando el muchacho lo fue mirando con más incredulidad. Acabó por llevarse una mano a la cara. Parecía que no sabía qué decir.
Lo que no se esperaba era que su hermano reaccionase así. Valder trató de agarrar a Urthen y comenzó a apartarlo después de su golpe a la pared.
—Calma, Urthen —le dijo—. Está borracho. No merece la pena.
Después de eso dedicó a Lord Lyonell una mirada fría. Helada.
—Las cartas ya están repartidas. No estás pidiendo nuestra opinión y consejo —aseguró—. Estás pidiendo nuestro perdón.
Después de eso se apartó unos pasos y empezó a apartar los cristales con el pie.
—Vaya desperdicio de vino... —murmuró antes de volver a mirar a su padre, como si quisiera decirle algo olvidado—. Me tiene hasta las narices que ahora todo lo tengas que consultar con Lady Morna —le dijo—. No sé ni cuántas veces has dicho eso ya. ¿Acaso gobernaba ella por ti Puño del Río? —Entonces se puso más serio—. Todos estos años enamorado de ella, y no nos habías dicho nada. Todos estos años hablando del honor y de la familia, y te habías follado a una mujer casada y tenías una hija por ahí.
Valder hizo una pausa en su discurso
—Con todo lo que le has hecho a Urthen, como vuelvas a decir que tienes que hablar algo con ella, con quien no vas a volver a hablar es conmigo. Expulsas a la mujer que nos crió por favorecerla, pero tú no paras de ser su perro faldero. Elige quién es tu familia, padre. Una mujer casada, o los que todavía llevan tu maldito apellido.
Lyonell ahogó un resoplido.
- No. No, no y no. - Repitió. - Respecto a vuestros hijos no hay nada firmado. Lo que te he dicho es la propuesta de Debian. Su... "sugerencia". Fueron sus últimas palabras antes de irse de la reunión porque no quería discutir el tema en ese momento. - Explicó.
- Os lo he explicado porque hay que pensar qué hacer con todo ello. Qué ofrecer o qué negociar... o simplemente decir que no a los Tully. Todas las opciones están sobre la mesa. - Le había sorprendido una cosa. No el hecho de que Urthen explotara... cosa que ha había visto en otra ocasión durante esa misma charla. Sino que tuviera un carácter tan voluble como para pasar de semejante enfado a una relativa calma y comprensión, para volver a cambiar. Era como si su hijo fueran dos personas distintas... en la misma conversación. Se preguntó si habría heredado eso de él mismo.
- No se pudo negociar en la reunión nada con el Tully respecto a este punto. Fue lo último que dijo, y se marchó. - Lyonell tenía el ceño fruncido. - Escuchad bien mis palabras antes de sacar conclusiones precipitadas. No he firmado ni apalabrado nada respecto a tus nietos. - Le dijo a Urthen. - Pero hay que pensar algo para que eso no ocurra. - Aclaró antes de encararse con Valder.
- A Morna tampoco le interesa que los Tully controlen a sus nietos. Si se le ocurre alguna idea para evitarlo haremos bien en escucharla. Pero ella no decide en ese punto. Al igual que nosotros tampoco. Tendremos que llegar a un acuerdo sobre qué ofrecer a los Tully. O enemistarnos con ellos. No hay otra opción. - Se cruzó de brazos.
- Lady Hawick - dijo sin usar el nombre de pila de la mujer - no ha gobernado Puño del Río, pero esa mujer que os ha criado durante tantos años... a la que dices que he expulsado por favorecer a Morna... - No quería ni pronunciar el nombre de la Maestre. - Esa condenada mujer ha estado todos esos años conspirando con Morna. Ni la una ni la otra se merecen nuestra ayuda, nuestro respeto... nada. -
- Mi familia sois solo vosotros. Vosotros dos. - Añadió mirando alternativamente a uno y otro hijo. - Sí, estoy borracho. Pero también sé de lo que estoy hablando. Solo busco lo mejor para vosotros. Y una vez consiga lo que pueda... lo que podamos. Podrás olvidarte de volver a hablar conmigo. - Espetó a Valder. Lyonell tenía sus planes, y cada vez estaba más claro en su cabeza qué hacer con su vida cuando consiguieran cerrar todo aquello.
Resoplando por la nari, con cada músculo de su cuerpo tenso, se dejó apartar por Valder. Nunca había sido un hombre violento. Incluso cuando se había enfadado con él hacía unos momentos, algo que ya de por sí era inaúdito dada la admiración que el joven solía demostrar por él, no había tardado en perdonarlo y preocuparse por su estado. Tal era su carácter afable y bondadoso. Sin embargo, ahora que por primera vez en la vida le hervía la sangre y veía todo rojo, lo único que podría haberlo detenido de ir más allá había sido justamente su hermano.
Para cuando el hombre volvió a hablar, Urthen clavó sus ojos en él, sintiendo la furia recorrerle el cuerpo con más necesidad que nunca antes. Era cuando menos curioso que lo opuesto de los hermanos se mantuviera incluso al invertirse totalmente sus personalidades por medio de la ira. Mientras Urthen, normalmente sensato, cariñoso y tranquilo, se transformaba en un volcán en erupción, Valder, normalmente impulsivo, dicharachero e inquieto, se transformaba en un témpano de hielo.
Para no merecer nuestro respeto, bastante dependes de ella - espetó con desprecio, manteniéndose a la misma distancia en que lo había dejado su hermano, como si de dar un paso más en dirección a su padre fuera a perder los estribos nuevamente. Quizás, esta vez, no golpeara la pared.
Borracho... - dijo, con una sonrisa de profundo desprecio hacia el hombre, arrugando ligeramente la nariz con un gesto de desdén en los labios - Pensar que crecí con vuestro ejemplo en la mirada y el corazón, Lord Lyonell - remarcó estas últimas dos palabras en un tono socarrón - Los Siete me salven de haberlo seguido. - rogó, a los dioses antiguos y a los nuevos, por lo contrario.
Vámonos, Valder. No tengo nada más que hablar con él, y nada bueno resultará de quedarme. - dijo para luego, tras darle un momento, dejar los aposentos de Lord Haffer.
Valder escuchó con atención hasta que su padre pronunció una vez más ese nombre, «Morna», otra vez sin acompañarlo siquiera del título. En ese momento bufó por lo bajo y rodó los ojos con un hastío palpable.
—Ella no decide, pero debemos consultarle todos nuestros pasos, a pesar de que dices que conspira —señaló, molesto y ácido—. Es obvio que te tiene comiendo de su mano. O de su coño, tal vez —agregó, soez y desafiante, para luego mirar a su hermano y asentir con la cabeza—. Vamos. Te ayudaré a llegar a tus aposentos.
Lyonell observó a sus dos hijos salir de sus aposentos. No les dijo nada más ni hizo ademán de detenerlos.
No querían entender. Pero eran jóvenes. Ya entenderían. Ojalá no fuera demasiado tarde.
Rezaría a los Siete por ellos en cuanto se marcharan.
Aquí se acaban las conversaciones.
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