4º día del Doncel. Mes del Doncel. Año 242 D.D.
Lugar: Sala de audiencias.
Cuando Lady Gianna llegó a la sala de audiencias escoltada por guardias Tully se cruzó en la puerta con Mawney, que abandonaba la estancia. Sin embargo, los guardias no les dejaron ni intercambiar una mirada.
La mujer estaba sentada en el sillón que había ocupado un rato atrás. En la estancia seguía habiendo soldados Tully, formados en las paredes y en las puertas. Su mandoble también estaba apoyado en el mismo lugar que antes. El maestre estaba otra vez situado a su izquierda, con la misma apariencia tranquila que había demostrado desde su llegada a Fuerte Floresta. Ella clavó su único ojo en la recién llegada y la estudió en silencio durante algunos segundos hasta que finalmente habló.
—Lady Gianna Vance —dijo, sin andarse con rodeos—. Hace catorce años que no nos reuníamos así. Tú. Mis guardias. Yo.
No daba la impresión de que Lady Harriet fuera muy dada a la nostalgia, de modo que debía haber otro motivo para recordarle aquella situación.
—Has actuado bien. Me pregunto cuánto es sólo eso... —Hizo una pausa—. Actuación. Pero has mantenido la paz. Eso es bueno.
Dicho aquello clavó con más fuerza su mirada en los ojos de Gianna.
—Habla.
Lady Gianna había hecho pleno de Tullys aquellos días. Catorce años aislada, en el más absoluto de los destierros y en dos días había hablado con las tres personas más poderosas de las Tierras de los Ríos. De las dos anteriores conversaciones había conseguido salir entera y bastante beneficiada, de esa reunión lo único que esperaba era salir con vida.
Nada más verla hizo una reverencia y se acercó hasta donde mandaba el protocolo. Hizo la reverencia pertinente, en su cabeza ese momento había sucedido mil veces con mil posibilidades por lo que estaba segura de que la menos la reverencia la haría bien. Hizo otra reverencia, menos pronunciada al maestre Debian. Recordó cómo el día anterior había conseguido un acuerdo para poder volver a tener un ejército digno y una posibilidad muy cierta de que su hijo fuera el señor de las Tierras de los Ríos. Todo eso se había esfumado. Ahora sentía que estaba apunto de sufrir un jaque y esperaba poder evitar el mate.
De todas las posibilidades que había barajado en su cabeza, las palabras de Lady Harriet no estaban entre ellas. Esperaba una reprimenda o tal vez un interrogatorio, pero aquellla sola palabra, no, desde luego que no.
- Mi Lady Tully .- comenzó a decir inclinando la cabeza de nuevo. Tras finalizar la reverencia alzó la mirada para encontrarla con la suya.- Quiero agradeceros la confianza que a través de vuestro maestre y de Ser Clarinthe se me ha trasladado estos días. Atendiendo a esa confianza, de la que quiero ser digna, debo hablaros con sinceridad.
Hizo una breve pausa para coger aliento. Lo que iba a decir le dolía en el alma como si se la arrancaran, pero no había más posibilidades.
- Mi hijo me ha traído de cabeza desde que nos reencontramos después de catorce años. Pensé que podría corregirlo, que podríamos volver a Nueva Esperanza y empezar una nueva vida juntos. Pero eso no es posible, sus años aquí han dejado una huella imborrable en él y no hay posibilidad de enmienda. Es mi hijo porque lo parí con dolor pero no es un Vance. No es digno de mi apellido y temo que si a mi me pasa algo el destino de mis tierras quede en sus manos. Eso podría desembocar en catástrofe para mis gentes, mis soldados.. incluso para vos. No quiero cargar en él toda la culpa pues haberse criado en una casa ajena... de la manera que he descubierto, no ha sido responsabilidad entera de él.- no pudo disimular la rabia que le provocaba todo lo que había descubierto.- Dice que ama a lady Bessa, me dijo incluso que podría poner en peligro la vida de Lord Urthen, no tuve más remedio que vigilarlo y encerrarlo. Con el dolor que solo una madre conoce. Averigüé también de su amorío con Lady Morna, ni se ha molestado en negármelo, aunque luego, delante de lady Bessa así lo hiciera. - explicó haciendo referencia a lo que había pasado momentos después de la ejecución.- El dolor y la rabia que he sentido al saber que llegó aquí, a este castillo siendo un muchacho asustado, lejos de su familia y que... en vez de una educación de Lord lo que ha recibido es... otra cosa.. es un dolor insoportable, pero he aceptado que es así.
Cogió aire de nuevo, no se molestó en intentar disimular sus emociones. Llevaba muchos días reprimiéndose y no tenía fuerzas para mucho más.
- Cuando recibí la invitación para esta boda no pude sino alegrarme. Era la oportunidad que llevaba años esperando. Mi hermana os traicionó y los siete saben que yo habría levantado a todos mis banderizos por vos. Pero fue su error y yo lo asumí, asumí los castigos justos y decidí que trabajaría por dejar a mi hijo una casa libre de las cargas que yo he soportado. Que trabajaría por limpiar el nombre de los Vance y conseguiría que el resto de casas nos miraran sin el odio con el que se mira a un traidor. Que.. qué conseguiría que perdonarais nuestros errores pasados y pudiéramos mirar hacia delante. Por todo eso he trabajado estos años sin cesar y todo eso podía culminarlo en esta boda. Y así he trabajado por ello.- le dijo convencida de que tanto el maestre Debian como Ser Clarinthe habían contado a Lady Tully sus respectivas conversaciones.- Traté de dejar mi enemistad con Morna a un lado para que se decidiera a dejar a mi hijo que como hombre libre volviera a Nueva Esperanza a asumir sus responsabilidades, siempre si vos también así lo estimabais .- tuvo que apretar los puños al recordar que nada sabía del amorío de su hijo con Morna cuando intentó convencerla de que lo liberara.- En aquella negociación, cuando Lord Haffer propuso que las casas que no tuvieran hombres suficientes para aportar a la seguridad de las Tierras de los Rios se endeudaran con las que si los tenían.. supe que algo iba mal, había algo que se me escapaba, luego vuestro maestre fue muy claro sobre las sospechas de una alianza entre las tres casas que eclipsara a la vuestra.- negó varias veces.- Ya dejé claro que aquello era imposible, una cosa es enterrar el odio con Lady Morna y tratar de establecer alguna alianza con una casa como la casa Haffer y otra muy diferente... cometer traición. Ni siquiera fui tan idiota como para pensarlo. Pero ahí comprendí que en esta boda se estaban moviendo cosas ajenas a mi y decidí centrarme sólo en mi hijo. Solo quería irme de aquí, volver a casa con él. Renuncie a todo lo demás, hasta que vuestro maestre me dijo que contemplabais a Ser Guileon como pretendiente de Ser Clarinthe. La sola idea de que nos tuvierais en cuenta me hizo... tal ilusión, significaba que volvía a tener vuestra confianza, al menos en parte. Pero mi hijo, él solo se ha empeñado en tirarlo todo por la ventana. No es digno, ni siquiera de que lo contempléis como opción. Le dije a vuestra hija que intentaría corregirlo y educarlo pero que si llegado el momento no lo consideraba digno, os lo haría saber. Eso hago, aunque estoy convencida de que lo habéis visto vos misma. - dijo y agachó la cabeza.
- Lo que antes he dicho puede parecer fruto de la rabia. Pero no lo es. No hay remedio para mi odio hacia Lady Morna después de saber lo que ha hecho con mi hijo durante estos años. No merecéis una vasalla que odie a una de vuestras más poderosas y cercanas casas. No merecéis que mi hijo herede mis tierras pues eso solo os causará problemas... le veo capaz de hundirlas o regalárselas a alguien solo por capricho. Es por ello que os lo ofrezco, os ofrezco mis tierras, mi casa, mi apellido para que hagáis con él lo que consideréis oportuno, estoy convencida de que es lo correcto y lo mejor. - respiró y alzó la mirada al techo.- he intentado enmendar los errores de mi hermana, los siete lo saben. - la miró a ella.- Pero siguen castigándome, ahora haciéndome presenciar en directo como mi hijo, la única persona que he amado con todo lo que tengo, prefiere llamarse hijo de otra casa... y no hace más que el idiota y me avergüenza cada vez que abre la boca.
Al terminar de hablar agachó la cabeza de nuevo.
Lady Harriet escuchó a Gianna con suma atención, sin separar su mirada de ella en ningún momento. Toda su postura se había quedado estática, tan pendiente como estaba de sus palabras. Sólo reaccionó para asentir levemente cuando habló de sinceridad.
Y después de eso escuchó. Escuchó todo lo que ella tenía que decir. Y al final resumió su respuesta en una palabra que cayó como una maza sobre los hombros de Gianna.
—No.
Tras esa negativa guardó unos segundos de silencio.
—No acepto tu renuncia.
Otra vez silencio. Entonces se echó hacia adelante en el asiento.
—Hace catorce años juraste por tu vida servirme hasta la muerte. No faltarás a tu juramento. No voy a liberarte de él. Gobernarás Nueva Esperanza odiando a Lady Morna o sin odiarla, me trae sin cuidado. Pero llevas catorce años al frente de una Casa que ha superado muchas dificultades. No los dejarás en manos de nadie, ni siquiera en las mías. No le harás eso a tu gente. No en la Tierra de los Ríos.
Después de eso volvió a guardar silencio.
—Respóndeme a dos cosas —exigió antes de preguntar—. ¿Mataste a tu hermana? —dijo, mirándola fijamente—. ¿Y hasta qué punto estás segura de lo sucedido entre Lady Morna y tu hijo?
Escuchar a Lady Harriet enterrar su petición fue como un golpe en el vientre. Le entraron ganas de vomitar pero se aguantó. Pensaba que la Tully aceptaría su petición, las tierras de los Vance anexionadas a las de los Tully les harían crecer mucho y alejarse del fantasma de los Hawick-Haffer, si es que había boda todavía. Miró a Lady Harriet con un dolor visible, ya se había imaginado surcando el mar Angosto y llegando a Pentos, o a Braavos.. o a Lys y viviendo allí el resto de sus días. De pronto todas las responsabilidades volvieron y quiso llorar, pero no lo hizo.
La primera pregunta de Lady Harriet fue un puñal a su corazón. Nadie jamás se lo había preguntado directamente y llevaba catorce años preparándose para esa respuesta. No, no la maté. No, no hay pruebas. Siempre se había repetido la frase, ensayándola frente al espejo una y otra vez hasta perfeccionar la mentira. Hasta ese día. Sin hijo y sin esperanza... decidió hacer cierta su primera afirmación sobre la sinceridad que profesaría a su señora.
- Sí.- fue la única palabra que salió de su boca durante varios segundos. - Nos llevaba a la ruina a todos y tomé una decisión que me ha atormentado estos catorce años. Estoy segura de que los siete me han castigado con un hijo como Guileon, a verme sin descendencia digna de mi casa por ello.
Contra todo pronóstico, sintió alivio. Y se extrañó. Era como liberar una carga que no sabía que tenía y de pronto la tripa no le dolía. Cuando decidió matar a su hermana lo hizo por su casa y por su hijo pero no por ello lo disfrutó. Se había dicho a si misma durante años que ojalá la hubiera matado antes y así se habrían ahorrado ser conocidos como traidores pero era mentira, la verdad era que aquel asesinato llevaba años atormentándola y por fin había podido liberarse. Era consciente de que acababa de confesar un crimen delante de su señora, aunque era un crimen de hace catorce años y que afectaba a una traidora, era un crimen a todos los efectos. Aunque, claro, después de todo, Lady Harriet también había matado a su hermano, pero Gianna no dijo nada, consideraba inteligente a su señora como para recordarle aquello.
A la segunda pregunta asintió.
- Estoy convencida. No albergo duda alguna de que mi hijo Guileon y Lady Morna son amantes, al menos hasta esta noche pasada - dijo con rotundidad.
El tiempo que Lady Gianna tardó en responder, Lady Harriet lo pasó escrutándola con su único ojo. La contemplaba fijamente, esperando que se decidiese a hablar, casi parecía que quisiera ver más allá de su rostro y contemplar su alma. Y cuando la Vance confesó, la Señora de la Tierra de los Ríos, cerró su ojo por un instante, antes de volver a mirarla con fuerza.
—Entiendo —dijo.
Apartó la mirada de ella y se removió un poco en el sillón para compartir algunas palabras en voz baja con el maestre Debian. Después, se centró de nuevo en Gianna.
—Entiendo lo que hiciste y por qué. Pero supongo que tú también entiendes que, una vez pronunciado tu crimen en voz alta, no puede quedar sin castigo.
Se echó un poco hacia delante, con la mano apoyada en el reposabrazos.
—No voy a retractarme de mis anteriores palabras. Te quiero en Nueva Esperanza, trabajando por tu gente, que es también la mía. Sé que tu marido está muy enfermo, Lady Gianna, y se oyen rumores sobre que ya estás buscándole un sustituto. —Hizo una pausa—. Cuando llegue ese momento, yo tomaré esa decisión por ti. Te casarás con quien yo decida, sin discutir.
Se echó hacia atrás de nuevo sin apartar la mirada de ella, y agregó algo más.
—Lo mismo vale para tu hijo, aunque esto es un castigo y un favor al mismo tiempo. Te descargo de la responsabilidad sobre su matrimonio, no heredará nada tuyo por decreto mío y se casará con quien yo designe. —Frunció levemente el ceño y su mirada se volvió más intensa—. Asegúrate de que te vean sufrir por ello.
»Y una cosa más —añadió—. Me voy a quedar con tu consejero, sin discusión alguna por tu parte. Él se trasladará a Aguasdulces y pasará a servirme a mí, con un apellido y blasón propios. No vamos a entrar en lo que podría haber significado hacerlo pasar por quien no es.
Lady Gianna estaba ya eligiendo el árbol al que pediría que la ataran y sopesando la posibilidad de pedir que fuera Mawney el que la ejecutara, seguro que lo hacía rápido. Pero no llegó su castigo, ni su alivio. Las palabras de Harriet fueron más dolorosas de lo que Gianna había esperado. Se había hecho a la idea de que el sufrimiento iba a terminar pero no. Ese iba a ser su castigo, vivir con todas sus cargas y sufrimientos, no había escapatoria para ella.
Cuando escuchó que debería seguir gobernando Nueva Espezanza la ansiedad volvió. Cuando escuchó que se casaría con quien ella determinara no supo si sentir alivio o cierto miedo. Cuando escuchó que sería liberada de las responsabilidades con su hijo no pudo sino sentir alivio. Cuando escuchó que se llevaría a Mawney a Aguasdulces sintió una punzada de dolor. Su consejero había sido el único en el que había podido confiar.
Cerró los ojos un par de segundos recapitulando todo lo que había dicho su señora y finalmente asintió.
- Acepto vuestro castigo, sin discutir, no concibo otra cosa. - dijo agachando la cabeza, no podía disimular el dolor. Había utilizado las mismas palabras que catorce años atrás y como hace catorce años, también ahora eran sinceras. Pobre de la mujer que tuviera que aguantar a Guileon.- Gobernaré Nueva Esperanza hasta el día de mi muerte, los siete son testigos, con devoto y sincero vasallaje hacia vos y vuestra casa, como he hecho durante estos catorce años - dijo inclinando la cabeza.- Sufriendo mucho por haber perdido los derechos sobre mi hijo.- añadió.
Luego la alzó mirando a Lady Harriet a su ojo.
- Mi consejero ha sido un hombre leal, un oasis entre.. tanta conspiración. Os servirá bien, estoy segura. - dijo ciertamente admirada por la inteligencia que había demostrado Lady Tull al elegir llevarse a Mawney con ella.
Inclinó la cabeza una vez más y aguardó a que le dieran permiso para marcharse.
Lady Harriet aguardó en silencio mientras Gianna asimilaba sus palabras y cuando llegó su respuesta, asintió con la cabeza.
—Está todo hablado entonces. Puedes retirarte, Lady Gianna. Hablaremos otra vez cuando llegue el momento.
Los guardias de la entrada se apartaron para dejar paso a la Vance hacia el exterior, pero en ese momento un criado la informó de que la esperaban en una sala cercana.