4º día del Herrero. Mes del Doncel. Año 242 D.D.
Cuarta hora de la tarde.
Lugar: Carpa de los artistas.
A Mawney no le costó mucho localizar a su amiga, que se encontraba descansando en la carpa que había preparada para el reposo de los artistas. Allí los bardos y los malabaristas compartían risas y refrigerios envueltos en telas de colores alegres, pelotas, mazas y distintos instrumentos.
Areesa estaba sentada junto a la entrada, con la mirada perdida y una expresión que Mawney sabía que se mostraba más distraída de lo que estaba en realidad. Sin duda la chica tenía el oído puesto a todo lo que se hablaba, aunque en apariencia sólo estuviese reposando un poco.
Al verlo acercarse a ella hizo un gesto con los ojos, señalando hacia la izquierda, donde un grupo de árboles protegería cualquier conversación. Luego esperó a que él fuese hacia allí y un par de minutos después se unió a él.
—Ney, ¿qué haces aquí? —preguntó, mirándolo a los ojos, sin estar segura de si debía preocuparse—. ¿Ha pasado algo?
-Hola preciosa, no, no ha pasado nada nuevo, quería verte. Por tí, desde luego... -la agarró por la cintura y la acercó a su cuerpo, cálidamente mientras le guiñaba un ojo.- ...bueno, y por más cosas.
La soltó después de depositar un beso en la comisura de sus labios, y de acariciar suavemente las posaderas de la joven.
-Me gustaría saber si además de vuestro contrato, y ya que sois varios, tenéis tiempo de encargaros de un pequeño trabajo de espionaje. Lady Gianna y yo andamos perdidos con todos las maniobras bajo mano que estamos viendo a nuestro alrededor, pero no doy abasto para captarlas todas, no tengo más ojos ni más manos. Vosotros sí...
Oh, y ya puestos, contratar vuestra protección también. Nada evidente, sólo que, si os hacéis cargo con lo del espionaje, os será fácil daros cuenta de si alguien va a atentar contra Gianna, o Guileon.
¿Cómo lo ves? ¿Os viene bien un poco más de acción...? Y de oro, desde luego.
Los hábiles dedos de Areesa se colaron entre la ropa de Mawney, con la misma facilidad con la que él sabía que era capaz de moverse, pero sin tanta sutileza. Presionaron la piel de su abdomen hasta llegar a la base de su espalda donde arañó con suavidad. Se mordió el labio con cierta travesura.
—Te añoro, Ney. Cuando acabe este trabajo podría visitarte... —sugirió, sin ocultar en absoluto a qué dedicarían el tiempo en esa visita.
Pero luego suspiró y se separó un poco de él para hablar de negocios.
—¿De cuánto oro estamos hablando? —preguntó, ladeando un poco el rostro al mirarlo, aunque parecía que la chica tenía otra cosa en mente—. El contrato se nos está complicando, la verdad. Claro que podría ser diferente si nos echaras una mano. ¿Qué me dices, Ney? Te encargas tú del objetivo sin armar un escándalo y a cambio nosotros cubrimos a tu gente. Y de paso echamos un ojo por ahí, a ver qué se cuece.
-Hummm... eres tentadora, y lo sabes...
Comentó sonriente, socarrón. No quedó claro si se refería a su oferta de visita, o de trabajo. Probablemente a ambas. Se quedó unos segundos pensativo, evaluando la situación.
-Como te dije el contrato me perjudica más que otra cosa. Porque señalaría a los Vance, a menos que quedara claro que otro ha buscado esa muerte. Decíamos que señalara a Lord Haffer... pero... igual...
Calló de golpe, barajando una alternativa.
-He de hablarlo con Gianna. Piensa en el oro que pedirías por lo que te he dicho, si yo no me ocupara del contrato. Si lo hiciera, entonces una cosa por la otra, aunque con absoluta lealtad. No me refiero a ti, sino al resto de la Hermandad, ya sé que algunos serán reticentes, y no puedo permitirme un trabajo a medias, necesito ojos, oídos... y armas. Luego te veo, te buscaré.
Los labios de Areesa se curvaron en una sonrisilla pícara que prometía sin necesidad de palabras.
—Yo me encargaría de eso —aseguró—. Los que han venido conmigo son nuevos, los estoy entrenando. No dirían nada. Para los de arriba, el trabajo lo habríamos hecho nosotros. Nadie sabría de nuestro acuerdo y yo te aseguro que cumpliríamos nuestra parte. —Suspiró, con fastidio—. Está todo tan lleno de guardias que no hay forma de fingir un accidente. Teníamos algunos planes para la cacería, pero el muy desgraciado se quedó en el castillo. Me temo que para pillarlo a solas habría que colarse en sus aposentos por la ventana. Tú eres el mejor trepador. Favor por favor.
Asintió con la cabeza, dejándolo partir, pero antes de que Mawney llegase a dar un par de pasos, estiró la mano para retenerlo.
—Espera, Ney, escucha. Antes se escucharon gritos muy fuertes en la torre de la Lady. Los gritos de su esposo, muy enfadado. Gritaba que quería matar a alguien. Aún sin pruebas, tal vez no tendrían por qué sospechar de tu familia noble, si es que se ha peleado con algún otro.
Se giró esperando alguna travesura por parte de Areesa, pero se encontró con una información muy valiosa.
-¡Vaya! Gracias, es un dato importante. ¿No escucharon a quién quería matar Esthal? ¿Algún nombre? Quizá algún sirviente lo oyó, se podría investigar...
La chica negó con la cabeza.
—No sé más que eso, lo siento —respondió—. Escuché que lo comentaban unas sirvientas en las cocinas, pero ellas tampoco sabían el motivo de la discusión.
Se puso de puntillas y atrapó su labio inferior con los dientes, dando un tirón juguetón antes de soltarlo.
—Nos vemos pronto, Ney. Ya me dirás qué decides.
Aquí se acaban las conversaciones.
Pasamos a: Capítulo 6: Enlace.