4º día del Herrero. Mes del Doncel. Año 242 D.D.
Quinta hora de la tarde.
Lugar: Aposentos de Ser Clarinthe.
Los guardias que vigilaban ante la puerta de Ser Clarinthe tardaron un momento en dar el paso a Lady Morna. Antes de eso uno de ellos llamó a la puerta y entró, probablemente para pedir permiso en su nombre.
Una vez que pasó al interior de la estancia, la mujer pudo ver a Ser Clarinthe vestida con ropa más cómoda de la que le había visto vestir hasta el momento en público. Llevaba simplemente unos pantalones y una camisa, combinando los colores de su Casa. Por lo demás, estaba descalza. Se encontraba ante una mesa, leyendo un pergamino. Cuando ella entró, se puso en pie.
—Lady Morna... Me preguntaba si vendríais en algún momento a saludarme. —dijo formando una media sonrisa. Ya apenas parecía herida por los golpes del combate—. Aunque pensé que después de lidiar con Debian seguramente tendríais suficiente de mi Casa por una temporada.
Mientras hablaba sirvió un par de copas de vino y le acercó una a la mujer. La contempló con un brillo curioso en la mirada e hizo un gesto con la mano hacia la mesa.
—Pasad, por favor. Poneos cómoda, como si estuvieseis en vuestra casa —bromeó.
- Ser Clarinthe.-saludó, con una leve inclinación de cabeza, aceptando la copa, y atendiendo a su sugerencia de que ambas se sentasen a la mesa- Me alegra ver que vuestras heridas se encuentran mucho mejor.-dijo, mientras se sentaba cómodamente, aunque cruzando, despacio, las piernas- Me deja tranquila que no volváis a la presencia de vuestra madre demasiado magullada.-bromeó, de igual manera, creyendo correcto hacerlo tras haberla escuchado bromear también.
- Por supuesto que debía venir a saludaros. Que vuestro maestre no sea un hombre especialmente agraciado y su voz se me haya quedado metida en la cabeza durante eones, no puede privarme de presentaros mis respetos y tener algunas palabras con vos.-indicó, sin negar la evidente tensión producida en la reunión. Tensión de la que seguramente el maestre Debian ya le habría hablado a la heredera de Lady Harriet- ¿Ha sido la cacería de vuestro agrado?
La joven rió, divertida, con la broma de Lady Morna y tomó asiento frente a ella.
—Os aseguro que mi madre está acostumbrada a verme regresar magullada a casa. Creo que le sorprendería más que no tuviese daño alguno después de un torneo.
Bebió un sorbo de su copa y asintió con la cabeza.
—Desde luego, mi Lady. La cacería ha sido magnífica. Aún tengo el hombro un poco resentido y no he podido participar todo lo que me habría gustado, pero aún así pude cobrar una pieza junto a vuestra hija y lord Mawney. Un jabalí que, a fe mía, debía pesar lo menos diez arrobas1 —explicó, complacida—. Estuvo a punto de escapar, ya herido, pero un tiro de lady Bessa lo dejó en el sitio.
»En realidad quiero aprovechar para felicitaros por la organización de todos los festejos. Estoy pasando unos días muy agradables en Fuerte Floresta. ¿Disfrutáis vos de la caza?
1Cien kilos.
- No puedo negaros que lo que me contáis me hace sentir orgullosa.-admitió, al escuchar cómo Bessa había abatido al jabalí, tomando un sorbo de su copa, sonriendo al escuchar sus felicitaciones- Temo no ser tan diestra como mi hija en esas lides. Disfruto desde luego de observar la caza, pero no tengo la habilidad necesaria. No me fue otorgada, de nacimiento, y tampoco tuve a bien entrenarla. -explicó, con honestidad- Aunque desde luego, más que la caza, disfruto de los productos de la misma. De seguro ese jabalí, abatido por vos, lord Mawney y mi hija, sabrá mejor que cualquier otra pieza servida. Ordenaré que lo preparen en las mejores condiciones.- indicó.
- En cualquier caso, me halagan vuestras felicitaciones. Deseaba que os sintiérais cómoda, y que lo pasárais bien.-confesó, depositando la copa, con cuidado, sobre la mesa- Supongo que el maestre Debian os ha puesto al corriente de las negociaciones, y de lo que se dijo, en términos generales, en la reunión.
La joven Tully obervó a Lady Morna mientras hablaba, asintiendo en más de una ocasión. Alzó la copa cuando la anfitriona habló de su gusto por los productos de la caza, como brindando por ello.
—La satisfacción de comerlo bien cocinado es lo único comparable a la satisfacción de cazarlo —asintió, mostrándose de acuerdo con la mujer.
Acto seguido, al entrar en aquel tema más serio, la sonrisa de la chica se volvió más pequeña y torcida y su mirada más penetrante.
—Sí, así es —dijo—. Aunque a decir verdad, no me lo comentó en términos generales, sino que fue un informe bastante detallado. Debian sabe ser muy preciso, y es muy bueno siendo... —Hizo un gesto con la mano—. Debian.
La chica observó a Lady Morna un instante.
—¿Qué impresión os llevasteis vos? —preguntó sin rodeos—. ¿Hay algún punto concreto sobre el que queráis hablar? —A pesar de que el rumbo natural de la conversación era dejar hablar a Lady Morna, Ser Clarinthe añadió una pregunta más, como si se le hubiera ocurrido en el momento—. ¿Es por eso por lo que habéis venido en realidad? —preguntó con descaro.
- No exactamente.-comenzó primero con su última pregunta, por querer aclarar la circunstancia de su visita- Tenía pensado haber venido antes a visitaros. Pero soy la anfitriona de este evento, y la señora de Fuerte Floresta. La circunstancia ha exigido bastante de mí. -comentó, llevándose la copa a los labios, brevemente- Sin embargo, sería hipócrita decir que hoy tengo aún más motivos para hablar con vos. -confesó.
- Mi impresión sobre la reunión es que efectivamente, el maestre Debian es bueno siendo... El maestre Debian.-indicó, usando las mismas palabras que había empleado Ser Clarinthe- Estaba preparado, sin duda. Meticulosamente informado. Y fue astuto usando sus palabras. Aunque no os miento. Causaron asperezas. Lo habréis leído y no hará falta que os lo explique.- indicó.
- Sin embargo, hay algo que me preocupa. Y supongo que lo intuís, tras haber leído ese informe.-depositó la copa sobre la mesa, y contempló durante un instante la expresión de Clarinthe, sopesando si debía proceder o no. No obstante, la noción de que la heredera de Lady Harriet ya supiera lo que se había dicho en la reunión, volvía preferible el poder explicarse- Quería deciros personalmente lo mismo que dije al maestre Debian. No tenía ninguna noción de las intenciones de vuestra madre, al respecto de cualquier casamiento. Y me preocupa enormemente haberla ofendido a ella, o a vos, sin pretenderlo. Vuestra posición, vuestro estatus, el hecho de que seáis la heredera de Lady Harriet, y además una joven con indudable atractivo e indudables cualidades, volvía presuntuosa la idea de presuponer cualquier unión entre cualquiera de nuestros hijos y la primogénita de nuestra señora. - explicó, tratando de ser clara y detallada en aquel punto, para no dar lugar a malos entendidos- Por lo demás, no vengo a deciros con quién debéis o no casaros. Y mucho menos a arruinar vuestra tarde y vuestra agradable estancia en Fuerte Floresta con mayores tribulaciones. El resto de puntos hablados en aquella reunión han sido suficientemente aclarados con el maestre Debian. Y os aseguro, que al contrario de lo que sugirió este último... No, no pienso que vuestra madre actúe llevada por sentimientos caprichosos y ofensas.-aclaró- Esto también quería aclararlo. Vuestra madre es una líder. Una estratega. Una mujer que se deja llevar por ofensas y caprichos no gana una guerra.
La chica dibujó una sonrisa torcida al oír la respuesta que Lady Morna tuvo sobre su visita. Sin embargo, no dijo nada más al respecto, guardándose su impresión.
Después de eso siguió escuchando a la mujer con atención, alzando una ceja al oír sobre lo muy preparado que estaba el maestre. Luego siguió escuchando todo lo que decía la anfitriona, y finalmente se quedó callada unos instantes, como si la evaluase antes de responder.
—Lady Morna —dijo entonces—. Mi madre a estas alturas no espera que seáis amigas. Creo que no espera tener ninguna amiga, nunca. Espera ser vuestra Señora. No es una afrenta no consultar el matrimonio de vuestra hija. Y sé que fue una de las primeras personas a las que avisasteis cuando se hizo público el compromiso. Sin embargo, entended que no sea igual en el caso de Lord Lyonell. —La chica hizo una pausa—. Los Haffer han recibido favores comerciales desde la guerra. Muchos. Y vos sabéis bien que lord Urthen es uno de los herederos más codiciados de la Tierra de los Ríos. Él era, muy a mi pesar, la primera opción para mi matrimonio. Y aún así —Ser Clarinthe alzó una mano en ese momento— mi madre no se sintió realmente herida entonces. Menospreciada quizá, en parte como Señora y en parte como madre, pero nada que no se aclarase con un par de cuervos.
»De todas formas, le transmitiré vuestro mensaje de que no pretendíais ofenderla, y de que no pensáis de ella que sea una persona que se deje llevar de ese modo por sentimientos caprichosos. Debian ya lo ha hecho, pero os prometo que yo atestiguaré sus palabras.
En ese punto la chica pareció a punto de decir algo más. Sin embargo entrelazó ambas manos y permaneció pensativa un instante.
—Lo que nunca entenderé, mi Lady, es lo poco preparados que estabais los demás.
Morna escuchó con atención a Ser Clarinthe. Escuchar de su boca que su madre no se sentía agraviada por ella le produjo cierto alivio, aunque no se confiase del todo. Uno nunca podía confiarse del todo. Pero al menos, quería quedar en buenos términos con la heredera de su señora.
- No pretendo una amistad. Sólo tener la tranquilidad de no haber agraviado a mi señora. -especificó, volviendo a tomar la copa, y suspirando, antes de dar un sorbo- Entiendo que con Lord Lyonell es diferente.-concedió- Y que si hubiese tenido yo un hijo, en lugar de a mi Bessa, me vería en la obligación de consultar primero a vuestra madre sobre mis intenciones.-dijo, acompañando sus palabras de un leve asentimiento- Comprendo que con él el asunto tenga unos matices diferentes. -aceptó, finalmente, encontrando juiciosas las palabras de la joven heredera- Y os agradezco que atestigüéis mis palabras, eso me proporciona una enorme tranquilidad.-confesó.
La pregunta indirecta que había hecho, finalmente, la hizo fruncir un tanto el ceño. No era agradable escuchar una sentencia como aquella, pero si debía ser honesta, la sensación general era, precísamente esa. Los lores habían acudido a la reunión sin tener muchos asuntos claros. Y sin demasiada preparación. Ella, en cierta medida, se encontraba dentro de aquel saco. Había confiado en que sería fácil negociar con Lyonell, y se había... Entretenido demasiado con Gianna. Había bajado la guardia. Y aquello era inadmisible en un evento como aquel.
- Lo cierto es que yo tampoco lo entiendo.-admitió- Deberíamos haber acudido con algunos asuntos más claros, con intenciones más específicas y con determinados conceptos previamente discutidos. Pero no fue así. Y creedme cuando os digo que pensar en ello me mortifica. La falta de previsión ha originado discusiones y asperezas que podríamos habernos ahorrado todos. Y también alguna que otra decepción.-mencionó, alzando ambas cejas- No lo digo en referencia a vuestra madre, por supuesto.
La joven escuchó a Lady Morna con la mirada atenta y las manos rodeando la copa de vino. Sus ojos marrones no se separaban de los de la señora, y al principio asintió a sus palabras. Después, sin embargo, pareció pensativa.
—De todas formas, si en algún momento llego a ser vuestra señora y vos habéis tenido más hijos, mi Lady —enunció—, yo agradecería ser informada de algo así antes del anuncio oficial. No fue vuestra la afrenta —señaló—, pero vos podríais haberla evitado.
Después de eso no necesitó más que un instante para responder al otro punto.
—Doy por hecho que no os referís a ella, no os preocupéis, ni tampoco al maestre Debian —afirmó—. De hecho, creo que todos los que estuvieron o los que oigan hablar de esa reunión se sentirán decepcionados respecto al mismo hombre. ¿Qué opináis de él, mi Lady? —preguntó a boca de jarro—. No comprendo cómo alguien de su posición podría decir las cosas que dijo. Y —Ladeó un poco la cabeza—, ¿que creéis que debería hacer mi madre al respecto?
- Desde luego. Si tuviera más hijos, y vos fuérais mi señora, os consultaría. No deseo volver a verme envuelta en una situación como esta.
Morna suspiró, permitiéndose a si misma unos segundos de silencio, en los que se mojó de nuevo los labios, con el vino- Lord Haffer ha sido un hombre intachable en la mayoría de sus actos. -dijo, reconociendo aquello, aunque no sin continuar hablando- Siempre lo he tenido en alta estima. Ha sido un buen amigo mio, y de mi casa. Pero ha rebasado límites en esta reunión que no estoy segura de poder olvidar. No deseo que nuestras relaciones se resientan, sobre todo por el bien de nuestros hijos. Pero os confieso que me siento profundamente ofendida, y tampoco comprendo qué clase de idea peregrina lo debió llevar a emitir semejantes juicios.-concluyó, frunciendo el ceño.
- Sobre lo que debería hacer vuestra madre... Bien. En este punto no puedo ser objetiva. Como os digo me siento decepcionada y ofendida pero ha sido un amigo, durante largos años. Lo que yo diga bien puede ser mesurado, o incluso agravado por las implicaciones personales existentes. Y por eso, prefiero no opinar al respecto.
Ser Clarinthe escuchó con atención todas las aportaciones y opiniones de Lady Morna y al final se permitió una risa suave cuando la mujer rechazó con elegancia responder a su pregunta.
—Ah, mi Lady. Os aseguro que Lord Haffer empezó a rebasar límites antes de la reunión de esta mañana —comentó—. Creo que ya sabéis lo que hizo ayer por la tarde en esta misma estancia. Y los Siete saben que lo admiraba, pero no sois la única a la que ha decepcionado.
Se quedó pensativa un instante y una sonrisa traviesa curvó sus labios después.
—Os confieso que ahora, gracias a vos, siento más curiosidad por lo que no habéis querido decirme —dijo, acompañando sus palabras de una risa—. Por si acaso, os aclaro que no lo preguntaba para juzgaros, sino porque siempre trato de aprender algo de los gobernantes que conozco. Y vuestro silencio también es un aprendizaje, de discreción y mesura, pues pocos se callarían ante la posibilidad de dar una opinión.
- Lo sé.-admitió, cuando habló de la conversación que había mantenido con Lyonell la tarde anterior- Fue algo súmamente desafortunado.-apuntó- No se encuentra en sus cabales. Él no es así. O al menos, no solía serlo. - especificó, inspirando, y tomando un sorbo de su copa- Antes de que nos conociésemos, los Haffer y los Hawick tenían a sus espaldas un largo historial de desavenencias. Confiaba en que eso quedase en el pasado. Espero que aún no sea tarde para que podamos reconducir la situación.-comentó.
Entrecerró ligeramente los ojos, intrigada, al contemplar la sonrisa traviesa de Ser Clarinthe. Era una sonrisa bonita, pensó, antes de escucharla y acabar ella misma sonriendo, de igual manera- Me halagáis de nuevo, Ser Clarinthe. -dijo- Halagáis a mi persona, con vuestras palabras. Y me habéis halagado como madre, al coronar a mi hija como Reina del Amor y de la Belleza. -añadió, aún sonriente- ¿Puedo preguntaros qué os llevó a coronar a mi Bessa, tras la justa? Obviamente, podéis reservaros vuestra propia respuesta para el fuero interno.
—Esa respuesta es sencilla, Lady Morna —dijo la chica, ampliando su sonrisa—. Miré alrededor en busca de quien fuera merecedor de esa corona y la persona más hermosa que encontraron mis ojos fue vuestra hija. Si alguien merecía ser coronada Reina de la Belleza, esa era, objetivamente, lady Bessa.
»Además... —continuó, afilando su mirada—, no pude resistir la tentación de provocar un tanto con ese gesto —confesó, alzando las cejas—. Haga lo que haga, la gente habla, mi Lady, eso ya lo he aprendido sobradamente. Todo el mundo creía saber lo que iba a hacer, entregarle la corona al joven Blackwood, que me persigue como un perrillo faldón. Y detesto ser predecible, es el peor defecto que puede tener una guerrera.
- No puedo sino daros la razón, por supuesto.-dijo, cuando hacía mención a la belleza de su hija, ladeando su sonrisa, y riendo, al escucharla hablar del heredero Blackwood- Hombres...-apuntó, poniendo en blanco los ojos, de manera breve- Si fuéramos capaces las mujeres de tener hijos entre nosotras, de seguro nos iría mucho mejor.-observó el gesto de Clarinthe, cuando elevaba ambas cejas, y explicaba que igual hablarían de ella y prefería no ser previsible- Si de mí hablan haga lo que haga, para vos, como heredera de Lady Harriet, debe rozar el punto de lo inaudito, puedo imaginarlo. Pero si os soy honesta, creo que a veces es mejor que se hable de uno, que el hecho de que no se hable en absoluto. La gente debe saber quién sois, y de lo que sois capaz. Las habladurías son habladurías, pero de ellas también nace en parte la influencia y el poder personal.-apuntó.
Aquí se acaban las conversaciones.
Pasamos a: Capítulo 6: Enlace.