Pensamientos muy oscuros estaban comenzando a llenar la mente de ambos, por lo que Lisette se mordió la lengua para no insistir en ese tema, llevando sus manos hasta el cabellos y el cuello de Valder, cada vez más refugiada en sus brazos. -En ese caso, si no hay boda, podríamos partir esta misma noche. Poner distancia de este lugar...- Dijo, hablándole con dulzura y esperanza. Si Bessa se casaba con Urthen, podrían irse tan pronto fuera posible, dejar a Lady Morna atrás. Y si Bessa se casaba con Guileon... Allí la mente de la doncella empezó a divagar.
-¿Crees que Lady Gianna ha desheredado a Guileon de verdad?- Murmuró, pensativa. -Si Bessa elige a Guileon y logra imponer su voluntad sobre la de su madre, seguramente Lady Morna también desherede a Bessa... Valder, ¿habrá espacio en Puño del Río para ellos dos también?- Dijo, mirandolo a los ojos.
Valder asintió esperanzado ante la idea de poder irse esa misma noche de Fuerte Floresta, parecía que esa era la opción que, sin duda, él prefería. Pero luego negó despacio con la cabeza.
—No es tan fácil. Lo de desheredar a alguien, quiero decir. No sirve con que ellas lo digan y ya, tiene que ratificarlo el Rey para que tenga validez. —explicó—. Y el Rey no va a ratificarlo si no hay otro heredero que ocupe ese lugar. Eso seguro. Y, luego, eso podría provocar una guerra, otro motivo para que el Rey no acceda.
Lisette al menos había conseguido llevar la mente del chico a ese otro tema.
—Aún así, si sucediese, no estoy seguro de que ellos quisieran ir a Puño del Río. Aunque Urthen es tan bueno que seguro que los acogería. Pero Bessa tiene la casa esa que le regaló su madre en el torneo. Creo que preferirían irse ahí antes que venir con nosotros, ¿no?
Lisette suspiró, sentía que todo lo que había ocurrido esa mañana había desbaratado lo que se suponía era el juego de la política, y nada menos que por dos damas que ya deberían conocerlo, que deberían haber reaccionado de otro modo, aún por encima del dolor. En parte agradecía que Valder estuviera apartado de aquella parte, de las mentiras e intrigas que representaba el intentar salir victoriosos con el poder. Urthen iba a necesitar toda la ayuda posible, sin embargo.
-No sé dónde se encuentra ubicada la edificación, pero es seguro que no está muy lejos del Fuerte. E incluso si Bessa y Guileon se van allí, tendrían que buscar una manera de sobrevivir pues seguramente Lady Morna les reduciría los recursos. Y Bessa está embarazada.- Estaba segura que Bessa podría proveer para ellos cazando, pero venía un niño en camino. -Prometí estar con ella, ayudarla en los meses que están por venir. Sería mucho más sencillo si vinieran a Puño del Río con nosotros.- Intentó explicarle. -¿Estarás de acuerdo con esto? Si ella se queda aquí, iré contigo a Puño del Río, pero vendré cada cierto tiempo e incluso puede que me quede unos meses cuando el pequeño o pequeña nazca.-
Luego fue sonriendo suavemente. -¿Y qué diremos a los Blanetree? No hay necesidad de contarles lo de Thaena ahora, pero sé que quieres que revele mi identidad. No sé... No quiero continuar con esta mentira si no es necesario, pero no quiero generarle problemas a Urthen cuando los Blanetree conozcan la verdad, y me acusen de haberlos tenido engañados por tanto tiempo. ¿Hay manera de que podamos... no lo sé, falsear la "muerte" de Thaena? Siento que les dolería menos pensar que ha muerto hace poco, a saber que lleva muerta tanto tiempo.-
Valder escuchó la explicación de su esposa con sus ojos pendientes de los de ella. De vez en cuando se desviaban hacia sus manos, y en esos instantes solía jugar con sus dedos. Asintió al recordar ella lo de que lady Bessa estaba esperando, y luego frunció un poco el ceño.
—Podríamos venir juntos —valoró—. Seguro que para entonces Urthen ya lo tiene todo bajo su mano y va a estar todo el día ocupado con sus cosas de Lord. Además, alguien va a tener que emborrachar a Guileon para que no se ponga demasiado pesado —comentó, haciendo planes de forma casi etérea. Parecía consciente de que el futuro podía discurrir de muchas maneras diferentes, pero convencido de que querría estar allí donde estuviese Lisette.
Tras esas palabras se quedó pensativo unos instantes y terminó frunciendo el ceño.
—Podríamos fingir tu muerte ya en Puño del Río —valoró—. La gente pronto va a saber que nos hemos casado, es inevitable. Probablemente los Blanetree vendrían a tu funeral, pero no te verían, sólo te llorarían —comentó—. Y luego sólo tendría que volver a casarme contigo, y listo. El problema será... —Valder frunció el ceño—. El problema será cuando algunos que ya te conocen te vean en la boda. Bessa, si no se lo contamos, o su madre. —Entonces sonrió de medio lado—. Claro que podríamos hacer lo del veneno primero, y listo. Seguro que Bessa nos guardaría el secreto. Aunque Guileon es un verdadero bocazas. —Dicho aquello rodeó a Lisette con sus brazos, acercando su rostro y dedicándole una pequeña sonrisa—. ¿Qué piensas tú? ¿Quieres que nos casemos otra vez?
Los ojos de Lisette se iluminaron a las palabras de Valder. Sabía que esa necesidad de tenerlo cerca era sobretodo debido a la novedad, al descubrimiento del amor y la felicidad que otra persona podía brindarle, pero pensar que él iría con ella sin importar a donde los llevara el camino le llenaba de gozo en el alma. De nuevo la idea de escapar juntos se le antojaba deliciosa, alejarse de todo lo que estaba ocurriendo en ese momento, pero ya no hacía falta huir ni esconderse.
Escuchó respecto al planteamiento de la "muerte" de Thaena. -Voy a contárselo. A Bessa y a Guileon.- Dijo, con seguridad. -Antes de irnos, les diré la verdad y les pediré que guarden el secreto.- Colocó sus manos en sus mejillas, mirándolo con una sonrisa y un suspiro. -Me casaría contigo cada noche si fuera necesario, amor.- Murmuró. -Pero nunca voy a olvidar nuestra primera. Sólo nosotros y Urthen con las estrellas como testigos.- Acercó sus labios a los de él, en un beso suave y dulce.
-Valder, prométeme que no buscarás venganza...- Dijo de pronto, con miedo. -No quiero verte jamás en una situación así, teniendo que enfrentar la justicia de los Siete. No lo hagas, no te pongas en peligro, ni siquiera por mi.- Le pidió.
Las manos de Valder se cerraron en la cintura de Lisette cuando se acercó a besarlo y sus labios le devolvieron una dulzura hambrienta, que de algún modo se enfocaba en el beso para no hacerlo en la pérdida reciente. Cuando lo soltó, él movió unos milímetros la cabeza, siguiendo la estela de sus labios durante un instante.
La escuchó, mirándola con seriedad ante su petición. Y antes de responder, bajó la mirada hacia el césped.
—Ahora mismo la odio tanto que si tuviera la oportunidad de hacerlo, sabiendo que nadie se enteraría... lo haría —confesó, con un tono doloroso—. Quiero pensar que se me va a pasar, Lisette, que este rencor no va a echar raíces... pero no sé si te lo puedo prometer.
Tras aquella confesión escondió el rostro en el cuello de ella, apretándola fuerte contra él.
—Yo... nunca me había sentido así.
La confesión de Valder la hizo temblar, temiendo la impulsividad de aquel a quien amaba. En ese par de días le había demostrado que era ingenioso, astuto, y que tenía a los Siete cuidando de él siempre. Pero pensar en que se confiara, en que creyera que realmente pudiera salirse con la suya, aún cuando justificaba su rencor, y que algo saliera mal...
-No quiero perderte. No puedo perderte.- Murmuró ella, presionando su mejilla a su cabeza. -Y Urthen tampoco; ya ha perdido a su padre, eres todo lo que le queda. Si hay la más mínima posibilidad...- Respiró hondo. -Tu padre intentó negar haber estado involucrado en la muerte de Lord Esthal, y Lady Harriet leyó su mentira. Valder.- Buscó su mirada, con ansiedad. -Mi vida está atada a tu vida. Si algo te pasa, te seguiré enseguida. Si mueres, no tardaré en unirme a tu lado.- Le dijo, queriendo que él entendiera hasta qué punto podría su acción afectar a quienes le amaban. -Y si no lo haces por mi, hazlo por Urthen, que lo ha sacrificado todo por ti, por tu felicidad.-
Valder suspiró con las primeras palabras de Lisette, apretándola un poco más con las manos. Ella sabía que él estaba escuchando cada palabra a pesar de no verle. La respiración del chico era cálida, aunque un poco errática, y cuando levantó la cabeza la miró a los ojos. Los de él estaban vidriosos, con la humedad temblando en ellos como una luna en el agua.
—Yo... —empezó a decir—. Vosotros sois lo único que tengo.
Durante unos segundos se quedó mirándola con la respiración contenida, quizá para no sollozar, y acabó llevando una mano hacia el rostro de ella.
—Está bien —concedió al fin—. No lo haré. Aunque tenga la oportunidad. Aunque me traigan un frasquito de veneno y la siguiente copa de vino de esa bruja, no haré nada. Además, con lo endiablada que es seguro que otro acaba haciéndoselo pagar.
Después de eso acarició con su mano la mejilla de Lisette, observándola brevemeente.
—No voy a hacer nada que te mate de pena, Lisette —aseguró—. No voy a hacer nada que te haga infeliz. Ni a Urthen —añadió después—. Aunque eso no va a librarle de unos cuantos quebraderos de cabeza.
Le dolía verlo así, pero el miedo ante la tentación que había estado en la mente de Valder le había tenido con el corazón en la garganta. Cuando el momento pasó, Lisette puso respirar de nuevo, besando los ojos humedecidos de su esposo. -Gracias.- Murmuró con alivio. -Te amo. No necesito más, sólo a ti.- Lo atrajo a ella con fuerza, besando su rostro, acabando en sus labios. -Dale todos los quebraderos de cabeza a Urthen que quieras, te ayudaré incluso.- Dijo con media sonrisa desde sus labios.
Sin separarse, enlazó sus dedos con los de él. -Al igual que los Siete bendicen nuestro amor, también serán ellos los que traerán justicia. No será por nuestra mano, mi amor. Es mejor desentendernos de todo, alejarnos de todo, y empezar de cero. Crear nuestra familia, juntos.- Le sonrió. -Y armaremos nuestra Casa de Caballería. Nuestros hijos serán guapos y traviesos como el padre, y las niñas sensatas y astutas.- Le besó suavemente, con la dulzura de la miel. -Quiero que sólo pienses en eso, que tengas esa imagen en mente, y me hagas el amor cada noche, todas las noches, pensando en ese futuro maravilloso.- Susurró finalmente, envolviendo la mente de Valder en pensamientos positivos, dulces y seductores, que le alejaran de ideas retorcidas y peligrosas. Quería a su esposo de vuelta, no al ser de odio y venganza que estaba germinando en su pecho por la venenosa semilla de aquella mujer que la había respetado como a una madre hasta ese día había sembrado con sus intrigas.
El tierno gesto de Lisette besando sus ojos hizo que Valder al abrirlos los tuviera un poco más claros. La estrechó un poco más contra él al oír que ella no necesitaba nada más, y su mirada se desvió a la sonrisa de ella un instante después. Cuando ella siguió hablando, él escuchó, haciendo un claro esfuerzo por dejarse llevar. Finalmente las palabras de ella le sacaron una pequeña sonrisa al oír hablar de hacer el amor cada noche.
—Y cada día —aseguró—. Por si acaso.
Con esas palabras jugó un poco con los dedos que ambos tenían entrelazados.
—Está bien —admitió al fin, como si estuviera cediendo—. Si de verdad vamos a encamarnos tan a menudo supongo que podría dejar obrar a los Siete y ni siquiera rezar para que se apresuren. —Entonces la miró a los ojos—. Podría rezar a la Madre por ti y por nuestros niños —expuso—, y a la Vieja para que nos ayude a decidir qué hacer cuando todos y todas —señaló, alzando las cejas— sean guapos, traviesos y astutos.
La sonrisa de Valder, pequeña, representaba para Lisette un avance en superar los acontecimientos de ese día, convenciéndola de que ese era el camino correcto para lograr que su esposo venciera contra los sentimientos oscuros que amargaban su corazón y su mente. Seguía distraído, podía notarlo, pero al menos parecía estar haciendo un esfuerzo por alejar las malas ideas. La doncella lo había conocido directo en palabras e intenciones, y en su mente lanzó una plegaria para que eso no cambiara, para que Valder no decidiera de pronto empezar a mentirle para mantenerla en la ignorancia de sus posibles acciones.
-¿"Si de verdad"?- Lisette alzó una ceja mirándolo con una pizca de diversión. -Señor mío, en dos días me habéis acostumbrado a sentiros y anhelaros como el aire, ¿pensais deteneros ahora?- Bromeó suavemente, soltando un suspiro exagerado. -Quizás haya hecho mal en desposaros tan pronto; serán ciertas las habladurías de que las esposas reciben menos atenciones de sus esposos que las doncellas...-
Rió muy por lo bajo, casi como si le apenara aquel sonido en medio del solemne y tenso momento que envolvía Fuerte Floresta. -Si sacan todo lo bueno, y todo lo malo, de nosotros dos, vamos a necesitar mucha paciencia...- Admitió, haciendo un gesto de nerviosismo. -Lo bueno es que contamos con una ventaja: todo lo traviesos que ellos pretendan ser, ya lo hemos hecho nosotros antes que ellos.-
Aún cuando no quería apartar la mirada del rostro de Valder, se permitió unos momentos para mirar alrededor, intentar discernir si había alguna cosa nueva sucediendo de la que aún no estuvieran enterados. El tiempo parecía avanzar de forma distinta cuando estaba con su esposo, y ahora que estaba poniendo todo su esfuerzo en mantener la atención de él en ella, era más sencillo ignorar al mundo alrededor.
Las bromas de Lisette le hacían bien, la joven pudo notarlo por el modo en que, aún sin perder el poso de tristeza, sus ojos recuperaban algo de brillo y las arrugas que marcaban su mandíbula se suavizaban.
—Te vas a enterar, fíjate lo que te digo —amenazó—. Te vas a enterar. Vas a tener que pedirle a la maestre un ungüento para poder caminar, de la cantidad de veces que te voy a amar cada día y cada noche. No te voy a dejar salir de mi cama. Nos van a tener que llevar provisiones a nuestros aposentos para que no muramos de hambre y Urthen se preguntará si nos hemos fugado después de llevar una semana sin vernos.
Y tras todas esas promesas y amenazadas, la miró a los ojos con gratitud por lo que estaba haciendo por él en el día más difícil de una existencia que, por lo demás, había sido bastante liviana hasta el momento.
—Serán maravillosos. Todos ellos —aseguró, sin ningún lugar a dudas—. Y estaremos a su lado para acompañarlos.
La mirada de Lisette al ojear lo que les rodeaba le hizo darse cuenta de que la mayoría de la gente que había asistido al ajusticiamiento se había dispersado. En el patio seguía habiendo soldados Tully y nobles que se movían por el lugar, pero ningún Hawick, Haffer o Vance estaba a la vista. Si estaba ocurriendo algo de importancia, debía estar sucediendo en los salones y despachos, lejos de la multitud.
Valder tomó la mano de su esposa y la llevó a sus labios para besar sus nudillos.
—¿Quieres ir a algún sitio? —le preguntó, viendo que ella parecía buscar algo—. Si quieres ir con Bessa o Guileon lo entiendo, amor. Yo puedo ir en busca de Urthen para ver cómo está.
Lisette volvió a reír al escuchar aquellas amenazas, y su sonrisa se hizo luego más suave, algo más tranquila de verlo menos tenso. Ambos necesitaban de eso, pero Valder lo necesitaba aún más. Bajó los ojos al césped un poco avergonzada cuando su esposo notó la mirada que había lanzado ella alrededor.
-Busquemos juntos a Urthen.- Propuso. Lo cierto era que no quería dejar solo a Valder ese día, aún luego de sus promesas. Temía que lo que había logrado calmar en él surgiera de nuevo si veía a Lady Morna. Estaría más tranquila si sabía que los hermanos estaban juntos, pues el nuevo Lord Haffer sabría tener tranquilo y distraído al menor, o eso esperaba ella. -Luego iré a ver a Bessa, es posible que no haya querido acercarse para darnos espacio. Ella se ha mostrado muy feliz por nosotros. Es una buena amiga.- Dijo. Hizo un esfuerzo por ponerse de pie, tirando de Valder para que hiciera lo mismo.
El chico se levantó cuando Lisette tiró de él, pero antes de empezar a caminar, la atrapó entre sus brazos y la besó largamente. Cuando por fin se separó de sus labios, dejó otro beso en su frente y suspiró.
—Venga, vamos —dijo, dispuesto ya a empezar a buscar a Urthen por los jardines.