Partida Rol por web

Así que Valder no le había contado todo a Urthen. Al final todos tenían sus secretos.

- Valder tenía que vigilar a Guileon y verificar si llegaba a juntarse con Clarinthe a solas durante la cacería. No me ha contado nada, así que supongo que ignoró todo esto... Además de que, por lo que he escuchado, se ha pasado todo el tiempo con otra dama... por lo que intuyo que habrá podido prestar poca atención tanto al Vance como al Tully. - Comentó.

Tanto "Dame algo que pueda hacer, padre. Confía en mí, padre" para al final no ser capaz de hacer ni una cosa a derechas.

- Es mejor que tu hermano no sea Lord, y no herede nada. Será más feliz así... Sin responsabilidades. Al menos te tendrá a ti para cuidar de él. - Algo positivo había en la buena relación entre ambos hermanos. Lyonell podía quedarse tranquilo en ese sentido.

Apenas pasaron algunos minutos desde que Urthen dio el aviso hasta que los guardias de la puerta informaron de la presencia del maestre Debian. El hombre entró en la estancia cuando le dieron paso, con aire calmado y saludó a los dos hombres presentes con una inclinación. 

—Lord Lyonell, lord Urthen. Espero que estéis pasando una buena noche. Me han dicho que necesitáis mis servicios. 

Avanzó algunos pasos hacia ellos y los miró a ambos alternativamente, a la espera de que le dijesen para qué lo habían hecho llamar. 

- Buenas noches, Maestre Debian. Por favor, tomad asiento. - Dijo indicando una silla vacía que había tenido tiempo de preparar y juntar a la mesa en la que estaban sentados él y Urthen.

- Mi hijo me ha contado que ha podido hablar con vos previamente esta misma noche... y, muy acertadamente debo matizar, me ha hecho ver lo equivocado de alguna de mis posturas... Y claro, al parecer, la mejor de las opciones es que yo ceda mi título hoy mismo, y que Urthen, con su astucia inigualable, reinicie las negociaciones respecto a la boda... - Comentó con  una sonrisa y procurando evitar un tono sarcástico. 

Estiró el pergamino sobre la mesa para que Debian pudiera leer su contenido.

- Voy a firmar este documento y os necesitábamos como testigo, querido Maestre. - Le explicó. - ¿Tendréis a bien de hacernos este favor? - Preguntó.

Maestre Debian - Urthen se puso de pie para recibir al maestre, realizando una leve inclinación respetuosa con la cabeza antes de volver a sentarse.

En un principio el primogénito pareció tranquilo mientras su padre hablaba, aunque su ceño se frunció al escuchar que había logrado hacerle cambiar de opinión en algo. Sin embargo, aunque su padre no pareciera acompañar sus palabras de un tono sarcástico, la elección de estas claramente se lo daba. Avergonzado por la manera en que este se comportaba, y más por como el Lord se burlaba de su propio hijo frente al maestre, bajó la mirada, negando con la cabeza en desaprobación.

Lamento molestaros tan tarde, maestre. - se disculpó - El Lord ha modificado algunos detalles de vuestra redacción para acceder a firmar. Especificar mi nombre, por ejemplo.

¿Vuestra redacción? Así que había acertado de lleno en todo. Lyonell no dijo nada pero un leve movimiento de sus cejas dio a entrever que ya se esperaba algo así.

- Antes de firmar nada, - se decidió a comentar algo mientras el maestre examinaba la modificación en el documento, - querría incidir en mis disculpas para con vos y los Tully. - Menudo montón de mierda. - Estoy muy arrepentido, creo que no se han interpretado bien mis intenciones pero estoy más que dispuesto a que se reparen las relaciones entre los Tully y los Haffer... Deseo - por supuesto que sí, oh poderoso emisario de los Tully - mostraros que bajo vuestro liderazgo aún podemos ser muy útiles. - Palabras de paja, repetidas casi tal cual de las que había pronunciado Urthen con la única intención de lamer el culo de Debian y los Tully. Menudo teatro que estaban montando ahí...

Pero Lyonell no tenía mucho que perder. Nada prácticamente. A lo sumo, si le presionaban más, romperían su voluntad de mantenerse al margen. Y eso sería peor para todos.

- Decidnos si os parece bien la modificación, y si aceptáis ser testigo de esta firma. - Solicitó muy servilmente. Le había faltado tener una tarta preparada encima de la mesa, y colocar la guinda al pastel mientras Debian leía el documento.

Los ojos del maestre Debian estuvieron fijos en los de Lord Lyonell mientras este hablaba. Si sus palabras le extrañaron, no dio señal alguna. Dio un par de pasos hacia el pergamino, deteniéndose al escuchar las palabra de Urthen. Aquello sí pareció hacerle pensar. Siguió escuchando a Lord Lyonell mientras tomaba el documento, aún de pie, y lo leía por encima.

—Por mi parte no tengo ningún inconveniente personal con el cambio —aseguró, volviendo a mirar al noble—. Pero debéis saber que carecerá de validez en caso de que lord Urthen no sea vuestro heredero. De todos modos, no comprendo el motivo de esta modicación, mi Lord. No creía que fuese necesario especificar de quién se trata... Salvo que haya algo que Lady Harriet no sepa.

El maestre volvió a repasar aquel documento y entrelazó ambas manos por delante de su vientre.

—De todos modos, no es algo que sea de mi incumbencia. Simplemente pretendo dejar constancia de que si él no es vuestro heredero, un cambio así tendría que ser ratificado por el Rey en persona. De ahí la redacción anterior. En cualquier caso, transmitiré vuestras disculpas a vuestra señora tan pronto como le escriba —afirmó, antes de hacer un gesto hacia la mesa—. Y ahora... ¿Procedemos?

- El motivo de la modificación es simple, maestre. Me gusta la precisión en este tipo de contratos. No me gustaría que luego ocurriese algo que me obligara a cambiar de heredero, y por tanto este contrato dejara de tener validez, o no afectara a Urthen. - Especificó. - Solo por dejarlo bien atado. Deseo que Urthen sea Lord Haffer en mi lugar. - Aclaró.

- Entiendo por tanto que, Urthen pasará a ser Lord Haffer y Señor de Puño del Río desde el momento en que yo firme, y no hará falta esperar a la boda o a que yo muera. ¿Es correcto? - Pregunto para que Debian le confirmara. Cuando así lo hizo, Lyonell asintió y miró en dirección a su hijo.

- ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? Ya sabes lo que pienso de todo ello. - Preguntó a Urthen una última vez mientras sujetaba la pluma y la mojaban en el tintero.

Aún si las palabras de disculpa de su padre no sonaban en absoluto sinceras, Urthen se alegró de que las dijera. Quizás, el maestre podría hacer tono omiso de su tono, y considerarlas como un buen primer paso. Pero era nada, ¿no? Así que se mantuvo ahí, en silencio, observando el intercambio entre ambos hombres.

Se alegraba de ver que no solo a él le había parecido raro que especificara el tema de heredero, pero por otro lado, las razones de su padre estaban bien puestas. Quería asegurarse de que fuera él el Señor de Puño del Río, y no que perdieran todo ambos por alguna triquiñuela.

Tras esperar a que el maestre confirmara la última pregunta de su padre, Urthen asintió.

Si, Lord, es lo que deseo. - aseguró, observando como este mojaba la pluma en el tintero.

Al escuchar las palabras de Lord Lyonell, el maestre Debian se mantuvo ahí de pie, estoico y paciente. Su rostro permanecía tranquilo, y no parecía turbado en absoluto por la situación.

—Eso es lo que he dicho, Lord Lyonell —afirmó cuando el otro especificó cuál era su voluntad—. Con esa modificación lord Urthen heredará vuestro título de ser vuestro heredero. De no serlo, no tendrá validez alguna salvo que el Rey lo ratifique.

Con respecto al otro punto, el maestre hizo un gesto hacia el documento antes de volver a dirigirse al señor de Puño del Río.

—Firmar el documento sin que vuestra Señora sea informada no valdría de nada, mi Lord —explicó—. Ella tiene que aprobar a todos sus vasallos, y por supuesto lord Urthen tendrá que hacer su juramento en cuanto sea posible. Aunque puede comenzar a gestionar vuestras tierras antes bajo vuestra responsabilidad, si es lo que deseáis.

»En cualquier caso enviaré un cuervo a Aguasdulces cuando lo deseéis, y cuando ella dé su conformidad vuestro hijo tomará vuestro relevo. No es como si estuvierais incapacitado por alguna enfermedad, o muerto. —El hombre hizo una pausa—. ¿Tenéis alguna otra pregunta?

- No, no hay más preguntas. Gracias Maestre. - Respondió. Luego inspiró hondo mirando al techo por un segundo.

- Muy bien. Sea. - Dijo Lyonel mientras estampaba su firma en el documento. Revisó el original. Sacó otro pergamino y redactó una copia del mismo para volverlo a firmar.

Los releyó ambos, con calma, y cuando estuvo satisfecho con el resultado tendió ambos rollos de pergamino en dirección al maestre.

- Ya tenéis lo que queríais. - No miraba a nadie en particular. Bien podía estar dirigiéndose a Urthen, bien al maestre o bien a ambos.

- Ahora os pediría que, salvo que tengáis algún otro tema que tratar conmigo, me dejéis descansar. Mañana se casa mi hijo y quiero estar fresco para la boda. - Miró finalmente a su hijo. A la sangre de su sangre. Aquel al que no había sido capaz de proteger. Estaba perdido y el muchacho aun no lo sabía. Cerró los ojos.

Una vez Lord Lyonell hubo firmado, el maestre también lo hizo, como testigo, esperó algunos segundos a que se secase la tinta y enrolló ambos pergaminos por separado. Uno se lo tendió a Lord Urthen, el otro se lo quedó él. 

—Que tengáis buena noche, mi lord —dijo, con una pequeña inclinación. Después de giró hacia el nuevo Lord Haffer—. Como deseéis, Lord Urthen.

Y, sin más, se encaminó hacia la puerta y abandonó los aposentos de Lyonell.

Cuando ya llegaron a los aposentos del maestre, y antes de despedirse, Urthen volvió a dirigirse al anciano. En el camino, dependiendo de lo sociable que se sintirea el hombre, había mantenido o no una charla ligera, pero aún si lo había hecho su cabeza estaba nublada por preocupaciones aún a través de la luz de esperanza que ahora sostenía.

Por favor, enviad cuanto antes el acuerdo a Aguasdulces. Quisiera poder disponer, de ser posible, de la conformidad de Lady Harriet tan pronto como ella estimara conveniente. - le pidió, temiendo lo que su padre pudiera o no hacer hasta entonces, aún si esto ya parecía bastante hecho - Que descanséis bien, maestre Debian. Muchas gracias, una vez más, por vuestro consejo y disposición. - se inclinó a modo de despedida para, tras esperar respuesta, alejarse junto a sus guardias.

El anciano caminó junto al joven Lord hasta la entrada de su habitación y, allí, le dio unas palmaditas en el brazo. 

—Descuidad, mi Lord, pues dispondré todo lo necesario esta misma noche. —respondió, mirándolo sereno—. A Lady Harriet sin duda también le interesará resolver este asunto cuanto antes. Ahora descansad, pues mañana será un día intenso para vos. 

Hizo una reverencia como despedida y se internó en sus aposentos.