Partida Rol por web

4º día del Herrero. Mes del Doncel. Año 242 D.D.

Segunda hora de la noche.

Lugar: Aposentos de Guileon.

Antes de entrar en los aposentos de Guileon hizo una pausa para mirar a Mawney. Una mirada cómplice y también una mirada que buscaba consuelo. Porque Gianna iba a tener que sacar fuerzas de donde no las tenía para mostrarse orgullosa y enfadada. En realidad estaba triste y decepcionada, muy decepcionada.

El consejero, o quizá el asesino, le devolvió a Gianna la mirada, extrañamente cargada de ternura y comprensión. Sí, no sabía, pero entendía. 

Asintió, con una sonrisa cargada de tristeza.

Llegó acompañada de la totalidad de sus guardias.

Entró en los aposentos de su hijo tras llamar a la puerta. Pero no esperó contestación antes de entrar, Mawney entró tras ella y cerraron la puerta. Los guardias se quedaron fuera. Buscó con la mirada a su hijo e hizo un barrido de sus aposentos fijándose en los detalles. Se acercó a donde hubiera sillas y sin decir nada se colocó ahí. Con la mano le indicó a Guileon que se acercara. Respiró varias veces.

- Las mentiras se tienen que acabar. - dijo en un tono de voz neutro, tal vez algo duro.

- Te he dado no una, sino dos oportunidades. Y me has mentido, lo que nunca pensé que pasaría. - estaba enfadada, muy enfadada pero parecía querer contenerse. - Soy tu madre, te dije que te iba a apoyar fuera lo que fuera siempre que me lo contaras. Has decidido callar y confesar tus miedos y planes a otra.

Dejó que pasaran un par de segundos antes de proseguir. Quería analizar cada gesto de Guileon.

- He hablado con Ser Clarinthe, quería advertirme de ciertas cosas que podrían hacer peligrar nuestra alianza con los Tully y me ha contado que no tuviste problemas en airear delante de ella y de quien quisiera escuchar, tus sentimientos por Bessa y conspirar contra el heredero de los Haffer. Abiertamente. Te pregunté dos veces si habías hecho algo durante algún momento o durante la cacería que yo debía saber. Me dijiste que no. Me mentiste. No se si lo haces aproposito o si simplemente la educación que te han dado aquí, en Fuerte Floresta es inexistente. ¿Qué has hecho todos estos años hijo? ¿Qué has aprendido? - preguntó, la indignación iba creciendo.

- Te has puesto en peligro con tus palabras, me has puesto a mi en peligro pero lo peor de todo, es que has puesto a nuestra casa en peligro. Y eso es una linea que si se cruza, es muy difícil volver atrás Todavía estamos a tiempo de arreglarlo.- su tono iba creciendo en dureza.

- No sé que juegos te traes. No sé por qué piensas que tu madre es tonta y no se va a enterar de cada cosa que haces o dices .- dijo remarcando la palabra "cada". - ¿Qué tan mal te he hecho para que me trates así? ¿Para que trates así nuestro apellido? - preguntó de nuevo.

Se cruzó de brazos. Estaba intentando moderar su enfado.

- Solo tienes una oportunidad. Cuentame todo, aquí, ahora, delante de Mawney, tu amigo. No te atrevas a mentirme otra vez a la cara. No te atrevas. - le retó.

Mawney había entrado detrás de Lady Gianna con el semblante muy serio, y, si uno exploraba bien sus facciones, triste. Se adentró en la alcoba de su querido Guileon con naturalidad, buscando al muchacho con la mirada, los labios pegados.

Gianna encontró una silla, y se sentó. Él se quedó detrás de ella, de pie. Los brazos cruzados sobre el pecho, de cara a Guileon.

Y Lady Gianna empezó, volcando en sus palabras orgullo y enfado, amor por su hijo, y por su Casa, y requiriendo sinceridad. Tenía todo el derecho.

Mawney esperó, en silencio, sin despegar la mirada de su hermano.

A cada una de las palabras de Lady Gianna, Guileon volvía a sentirse como un niño díscolo, reprendido por su madre. Sus palabras, su tono, el modo en que ella hablaba, comprensiva y autoritaria al mismo tiempo, fueron minando cualquier voluntad que tuviese el chico de mentir. No podía mentirle, era su madre, era el orgullo de los Vance despertando en su pecho, la necesidad de sincerarse con ella y compartir el peso de sus hombros. 

Guileon se sorprendió ante la súbita irrupción en sus aposentos. Podría haber esperado a los guardias de los Haffer, incluso de los Hawick, pero no estaba preparado para quien había perpretado la intromisión, su propia madre. Escuchó las palabras que Lady Gianna profería con una expresión de culpabilidad en el rostro, evitando mirar a Mawney. Cuando Ser Clarinthe fue mencionada una sonrisa de comprensión, irónica, asomó en sus labios.

—Lo lamento madre, si no cumplo con vuestras expectativas —dijo en un tono contrito y la mirada baja, acercándose a la mesa de madera donde las copas de vino se acumulaban por doquier— Pero habéis llegado tarde... ¡Un año antes, y nada hubiera opacado la felicidad de ver vuestro rostro, el de Mawney...! Huir de las sonrisas condescendientes de este condenado lugar para finalmente forjar mi destino... Y ahora cuando por fin soy feliz aquí, habéis regresado, y todo me es arrebatado...

Se sentó a un lado de su madre, orientando la silla de manera que Mawney también pudiera ver su rostro.

—Todo lo que dice Ser Clarinthe es verdad, aunque llamar conspiración a la conversación que mantuvimos es estirar un tanto la realidad —admitió torciendo el gesto— Apenas si le manifesté que podríamos tener un enemigo en común.

Se encogió de hombros antes de proseguir.

—Por supuesto, eso fue antes que decidieran casarme con ella. Entonces lo ignoraba. ¿No es el lema de los Vance «Siempre hay elección»? Pues en mi caso parece que todos saben lo que me conviene, privándome la libertad. La conversación tomo lugar durante el torneo de bardos —explicó escuetamente— Cuando el condenado bardo no había cantado, así que mi secreto parecía a salvo. Ella lo intuyó, tanto como yo lo admití. Y no es cierto que se lo haya contado a todo el mundo... 

Cruzó una mirada de obsidiana con su madre.

—Y, sin embargo, solo tu sabes la otra mitad de la historia. Que yo ame a lady Bessa es irrelevante, una anécdota jocosa para inspirar a los trovadores. Tampoco creo que resulte tan sorprendente. Pero la otra parte, la que involucra al objeto de mi amor, es peligrosa. Y esa parte sólo la conocemos nosotros. Nadie debe enterarse, nadie debe jamás empañar el honor de Bessa.

Las últimas palabras del muchacho sonaron a amenaza. Guileon frunció el ceño, parecía que los acontecimientos se precipitaban inexorablemente.

—Esa es toda la verdad. Tal vez no sea un digno heredero de los Vance, tal vez estos catorce años me han echado a perder. Pero os juro que desde entonces no he levantado un sólo dedo para atentar en contra de lord Urthen. He comprendido que la canción del bardo no es más que un artilugio para culpabilizarme por un eventual asesinato contra el heredero de los Haffer, así que ahora nuestros destinos están unidos. Si algo le pasa a él, me temo que todos los ojos estarán puestos en mi.

Entonces su gesto se endureció al añadir.

—Y, considerando su comportamiento reciente, creo que no me equivoco al añadir que la verdadera conspiradora detrás de cualquier tentativa por detener esta boda no es otra que Ser Clarinthe Tully. Ya os he explicado, madre, las sospechas que mantengo en su contra.

Estaba dispuesta a escuchar a su hijo, a consolarle con las expectativas, a abrazarle y arroparle. Pero hubo unas palabras que pronunció que hicieron estallar a la Vance. Se levantó de la silla y se inclinó sobre su hijo roja de ira.

- ¡¿QUE YO HE LLEGADO UN AÑO TARDE?! - gritó. Gritó desde el corazón. Gritó como hacía años que no lo hacía. Era un grito de desahogo, un grito de dolor, un grito a su hijo al que en esos momentos quería zarandear. Se alejó unos metros para empezar a andar por la habitación- Llevo catorce años sin dormir por las noches pensando en ti. He movido mares y montañas por ti. He hecho cosas que no pueden pronunciarse en voz alta por ti. Porque volvieras. Lady Morna te tenía aquí atrapado, no quería que te fueras, se negaba a cada petición desde que cumpliste la mayoría de edad. Te ha retenido aquí, junto a ella, con la esperanza de que te olvidaras de tu casa, de mi casa, de nuestra casa, que dejaras de ser un Vance y fueras un Hawick. Te ha utilizado a su antojo y placer y no te has dado cuenta. Llevo catorce años con el corazón roto porque te robaron de mi lado... !¿Y TODAVÍA ME DICES “HAS LLEGADO UN AÑO TARDE” ?¡ - dijo sin poder evitar volver a gritar. Estaba dolida.

- ¡¿QUE YO TE HE ARREBATADO QUÉ?! Dime, qué te he arrebatado. DIME QUÉ TE HE ARREBATADO - le dijo a un palmo de su rostro.- ¿Crees que el matrimonio entre Bessa y Urthen ha sido cosa mia? ¿Que ha sido mi idea? No hijo, no. Lady Morna te habría casado con su hija para asegurar tu  lealtad pero al ver que ya te tenía en su red no ha visto la necesidad y ha ampliado alianzas.

Respiró varias veces y dio un par de vueltas sobre si misma. Sopesó la posibilidad de arrojar a su hijo varias de las copas de vino que había ahí pero trató de calmarse. Miró al techo y luego miró a Mawney. Finalmente miró a Guileon. Se llevó las manos al pecho. Le costaba respirar.

- No te das cuenta. Del ridículo en el que te pones contando a un tercero, que casualidad es la heredera de Aguasdulces, tus sentimientos por Bessa. Tu opinión sobre Urthen. No te das cuenta hijo. Cada muestra de afecto, cada información, cada palabra, son cartas que damos a nuestros enemigos, a quienes quieren el mal para nuestra casa.

Negó con la cabeza cuando escuchó el tono amenazador de Guileon. 

- Yo siempre guardaré tus secretos hijo mío. Siempre. Aunque me odies.

Cuando su hijo mencionó el lema “de los Vance” sintió otra puñalada en su corazón.

- Nuestro lema. Al menos el mío hijo. Todas las decisiones que he tomado han sido para que tú seas mejor señor Vance que yo. Para que heredes una casa sin las cargas que he soportado yo. Podrías ser señor de las tierras de los ríos y tu hijo o hija heredera de Aguasdulces. ¿No quieres ese futuro? ¿No crees que es digno de ti?- preguntó con una mano en su frente, empezaba a sudar de la ansiedad que estaba teniendo - ¿Acaso crees que yo he podido elegir libremente? Me casé con tu padre obligada por el mio y aunque no me enamoré de él, lo quiero y me ha dado lo mejor que me ha pasado en la vida, que eres tú. Mi hermana decidió ir a la guerra al bando perdedor y yo llevo media vida arreglando sus errores. Y peleando por ti, porque volvieras a casa.

- Bienvenido a la vida de un noble. Tu también has pagado los errores de mi hermana. Solo he trabajado para que cuando tengas que heredar, no heredes las cargas que yo he soportado. Pero te empeñas en tirarlo todo por la borda y no se por qué. - dijo al borde de las lágrimas.

Estaba cansada, muy cansada y profundamente dolida. No pudo contener las lágrimas.

- Si quedarte aquí es tu deseo y yo solo te he arrebatado tu felicidad, dímelo. Ten el valor de decírmelo y explicarme qué tan mal te he hecho. Por qué me odias hijo mío. Bessa se va a casar con otro hubiera venido yo o no.

- Si te preocupa el honor de Bessa olvídala, olvida esta casa del infierno. Vayamos a Nueva Esperanza a empezar una vida nueva. A recuperar el tiempo perdido. Antes te dije que necesitaba que abandonaras al niño y apareciera el hombre. No tenemos más oportunidades.

No interrumpió, siguió erguido, tenso, los brazos cruzados, escuchando simplemente. Su rostro no mostró cambios, ni siquiera sentimientos. Ninguno, no podía permitírselo.

Hasta cierto punto de la acalorada discusión.

Entonces dejó de mirar a Guileon, para mirar a Lady Gianna, buscando una pista, una reacción a las palabras que acababa de oír. No la hubo como tal, su respuesta no reflejó nada. 

Mawney volvió a fijar las pupilas en Guileon, y frunció el ceño. Molesto, no, dolido. No estaba en el secreto, le habían aislado. Algo que no había esperado, no después de lo que había hecho, estaba haciendo, por ellos. Por ambos, y por la Casa.

Finalmente, habló.

No interrumpió, siguió erguido, tenso, los brazos cruzados, escuchando simplemente. Su rostro no mostró cambios, ni siquiera sentimientos. Ninguno, no podía permitírselo.

Hasta cierto punto de la acalorada discusión.

Entonces dejó de mirar a Guileon, para mirar a Lady Gianna. Y luego Mawney volvió a fijar las pupilas en Guileon, y frunció el ceño. 

Finalmente, habló.

-¿Cuál es "la otra mitad de la historia", Mi lord, mi Lady? Esa que sólo vos sabéis, Lady Gianna, y que involucra al objeto de vuestro amor, Ser Guileon...?

Guileon quedo petrificado sobre su silla, sin atreverse a mover un palmo. Aguardó a que su madre se desahogara, casi anisaba que esta le volteara la cara, pero, pese a todo, Lady Gianna recobró el control.

—No he dicho que tu me arrebataras nada, madre... Lady Morna, lo ha hecho... la política de los grandes señores, las historias que nos preceden y en las que nada tenemos incumbencia. Pero aún así, lady Bessa me ha sido arrebatada.

El semblante entonces pálido del muchacho sólo conseguía acentuar la negrura de sus ojos, semejantes a dos grandes cuencas de oscuridad insondable. Ignorando la pregunta de Mawney, continuó.

—Yo soy un Vance. No os odio madre, ¿cómo podría? Pero no puedo responder por mis actos. Si queréis honestidad, os digo ahora: dejad a esos guardias apostados en la entrada de mi habitación. Ahorradme la ceremonia en el septo, el banquete, o tan siquiera el encamamiento. Si me encuentro presente cuando se lleven a Bessa al lecho junto a Urthen, juro por el Desconocido... —agregó temblando de furia— que la cabeza del Haffer rodará por las alfombras de Myr incluso antes de que este pueda posar su mirada extraviada sobre mi amada.

Lady Gianna estaba a punto de perder la paciencia con el romanticismo de Guileon sobre Bessa y miró a Mawney. Se acercó a su consejero y puso una mano en su hombro, con cariño. Sabía que su hijo había evitado responderle deliberadamente  y cuando ella fue a hablar con Mawney, Guileon explotó.

Atónita estuvo durante toda la exposición de motivos de Guileon. Parpadeó varias veces con la furia que había desatado el niño que ella había parido y cuando terminó de hablar, todavía cerca de Mawney sonrió. Aquella vez su hijo estaba siendo sincero con ellos y ella lo agradeció con un gesto de cabeza.

- Me alegra escucharte. Me alegra escuchar sensatez en tus palabras. Hijo. Los sentimientos no pueden dominarnos. Pero te criaste lejos de casa en casa extranjera. Como un rehén. Tus defectos como hijo son producto de mi ausencia como madre. Lo arreglaremos. - miró a Guileon y luego a Mawney.- Lo arreglaremos en Nueva Esperanza. Dejaremos esto atrás, mañana será un dia duro, pero luego todo pasará.

- Los guardias recibirán las órdenes. No podrás salir de aquí hasta que todo acabe y cuando salgas de aquí será para irnos a Nueva Esperanza. No permaneceremos aquí ni un minuto más de lo necesario. Vigilaran la puerta y los pasillos y también los apostaré bajo la ventana. Hijo mio, no rompas tu futuro. No vamos a dejar que rompas tu futuro y el futuro de la casa. Me alegra saber que estás de acuerdo conmigo.

- ¿Quieres agregar algo más hijo mio? En estos momentos de sinceridad.. ¿algo más que debamos conocer?

Si Guileon no tenía nada más que añadir, saldría de allí con Mawney.

El muchacho escuchó a su madre con el rostro impasible, pero cuando ésta dio muestras de tomarse en serio sus palabras, carraspeó, visiblemente arrepentido.

—Madre... pierdo los estribos. ¿Cómo me voy a ausentar de la boda? Pensad lo que dirían los invitados, los Hawick, los Haffer —apoyó las manos en las rodillas antes de continuar— No. Podré controlarme durante la ceremonia en el septo y el banquete. Durante el encamamiento... —su ceño se frunció una vez más— me iré a los jardines, para no tener que presenciarlo. Dejadme unos pocos escoltas, si dudas de mi palabra, para que sean ellos quienes me arrastren si faltara a mi palabra —levantó el rostro con determinación, en una mirada que abarcaba tanto a su madre como a su amigo— Pero no lo haré. Me controlaré, y me consolaré paseando al aire libre —aseguró— Así sabrás que he superado el asunto, que soy un digno heredero de los Vance.

Tras aquella petición, el muchacho se permitió una sonrisa más amable.

—No, madre. Ya sabéis todo lo que pasa por mi corazón.

Gianna volvió a quedarse ojiplática ante las palabras de Guileon. No estaba acostumbrada a tanta intensidad y a tantos bandazos. Aquello no era propio de un futuro Lord. Aquello no podía ser propio de su hijo. Estaba fuera de sí. 

- Hijo... hijo... - dijo acercándose para abrazarle.- te quiero. Eres mi heredero. - dijo y se separó del abrazo.

Lady Gianna estaba llorando. No lo disimulaba. No quería disimularlo. Estaba delante de personas a las que quería sin reparos. No se sentía débil, al revés, se sentía fuerte.

- Bessa no va a arruinar su futuro por ti. Eso debería ser señal suficiente para ti. Pero no terminas de verlo. Es mi deber como madre y cabeza de familia hacerlo por ti. 

- Es por tu bien. - sentenció.- Cuando se te pase la tontería lo entenderás. Agradecerás que no dejara que arruinaras tu vida, nuestra casa. No saldrás de estos aposentos hasta que mañana nos vayamos en cuanto termine todo. Diremos que estás indispuesto, que has cogido frio. No te preocupes. Es mejor que hablen un poco a qué acabemos enterrando nuestro apellido para siempre. Fuerte Floresta no será tu tumba, tienes mucha vida por delante. 

Gianna se giró hacia Manwey.

- Vamonos. Tenemos mucho que hablar todavía.- le dijo a su consejero y espero a que saliera con ella. Ya había dado las órdenes a los guardias pero añadió una última. 

- Como os he ordenado. Y si grita... amordazadlo. - ordenó y se marcharon dejando ahí a Guileon.

Una vez fuera reiteró las órdenes a los guardias y se marchó de allí con Manwey. 

- Guileon me dijo que Bessa le amaba. Es un iluso. Se lo cree de verdad. Ese era el secreto que supuestamente solo sabía yo. Es un ingenuo. - dijo. Gianna estaba completamente destrozada, necesitaba descansar. - Por los siete no te pongas en peligro... cumpliremos nuestra parte del trato y así podremos tener algo más de información. - miró a Mawney.- Cuando acabes.. podrías venir a mis aposentos.. solo si quieres.. hoy no quiero dormir sola.. tengo demasiado miedo.