4º día del Herrero. Mes del Doncel. Año 242 D.D.
Cuarta hora de la noche.
Lugar: Aposentos de Lord Esthal.
Cuando caía la noche y dejaba aquellas ropas de noble para vestirse con su segunda piel. Ese era el preciso momento en que Mawney dejaba el disfraz para ser él mismo de nuevo. Para ser uno más con la oscuridad. El apellido postizo y las maneras educadas quedaban atrás y era de nuevo el asesino en que se había convertido. Aquellos días en Fuerte Floresta le habían demostrado que entre la nobleza las armas eran las palabras, y que muchas veces escondían filos ocultos. Las dagas que él usaba eran más directas, más sinceras, más letales.
No tardó en prepararse. La práctica le había vuelto más rápido. Sabía que tanto Lord Esthal como Lady Morna tenían cada uno una habitación privada, y que ambas se comunicaban con el dormitorio común. Las tres estancias estaban en el segundo piso de una de las torres del castillo. El primer paso era evidente: llegar ahí sin ser visto.
Areesa tenía razón: no había nadie como él colándose en lugares ajenos, y más si eran altos. Alcanzar las ventanas de aquel piso fue para Mawney algo relativamente sencillo, y llegó al alféizar sin hacer ni un solo ruido. La habitación común estaba vacía y con la cama revuelta. Parecía que alguien hubiera estado haciendo más que dormir recientemente. En el despacho privado, en cambio, Mawney tuvo más suerte. Lord Esthal estaba sentado a la mesa escribiendo algo. La estupidez de los nobles les hacía pensar que sentarse mirando a la puerta les haría estar más seguros, preparados por si entraba un intruso. Pero aquello era un completo error cuando la muerte entraba por la ventana.
Motivo: Discreción (Sigilo)
Dificultad: 15
Modificador: +4
Tirada (5): 6, 3, 5, 4, 3
Guardados (4): 6, 5, 4, 3
Total: 18+4 =22, Éxito considerable
Motivo: Brío (Trepar)
Dificultad: 12
Tirada (4): 5, 4, 3, 3
Guardados (3): 5, 4, 3
Total: 12, Éxito insignificante
Cuéntanos en tu post cómo quieres plantearlo y hacemos las tiradas :3.
No estaba arrepentido. Sentía correr la sangre en sus venas, cargada de energía, de fuego, de violencia y de control al mismo tiempo. Sin embargo, su cabeza estaba fría. Volvía a ser el asesino, y le gustaba.
Tras el ritual de preparación Mawney era otro hombre. Uno peligroso, concentrado. Vestido completamente de negro, embozado, la capucha caída sobre su rostro, las dagas preparadas para matar.
No hizo más ruido que el de la brisa en la noche, no se vio su paso más que el de la sombra más oscura.
Trepó sin contratiempos, ya lo había hecho antes, había estudiado las piedras, las esquinas, las zonas que podían traicionarle. Se detuvo frente a la ventana de la Torre del Lord. Un clic, un salto, una muerte... esa era la única estrategia.
Una vez dentro, avanzar en silencio fue aún más fácil. Y cuando le encontró, allí sentado, escribiendo lo que no sabía que serían sus últimas palabras, se quedó mirando su espalda un segundo, un latido. Visualizó lo que vendría a continuación, antes de que ocurriera. No había que dejar nada al azar, y había que ser rápido y preciso, pero con una eficacia total.
Se vio a sí mismo llegando en dos o tres zancadas silenciosas hasta él y sin darle tiempo a reaccionar, una mano por un lado y la otra por el otro, cruzaría ambas hojas de sus dagas en la garganta expuesta, cortando cuerdas vocales y tráquea, por un lado, y arterias del cuello por otro. No habría voz, ni grito, sólo un gorgoteo. El de la sangre brotando junto con el aire de unos pulmones reclamando oxígeno, inundados súbitamente por la hemorragia. Sería rápida la muerte, se desangraría en un breve momento, las arterias que bombean al cerebro seccionadas, dejarían de irrigar. No sufriría...
Los pasos de Mawney fueron mucho más que sigilosos: fueron el propio silencio. No hizo ningún ruido al colarse a través de la ventana, ni tampoco al acercarse al noble. La vela que tenía sobre la mesa alumbraba la estancia, haciendo que la sombra del asesino se proyectase hacia atrás. Ni siquiera la luz era la aliada del señor de Fuerte Floresta aquella noche.
Aún cuando lo tuvo justo detrás no se dio cuenta Lord Esthal de lo que se le venía encima. No hubo últimas palabras. No hubo último deseo, ni una petición de súplica a su asesino. Mawney realizó dos cortes precisos, uno con cada uno de sus dagas. El primero hizo que el Lord se llevase la mano al cuello, más asustado y confundido que alertado. La sangre ya empezaba a manar a borbotones, manchando el suelo, la pared y la ropa del noble. No pudo ni girarse. Antes de que llegara a hacerlo Mawney ya había asestado aquel segundo corte que hizo que la sangre saliese también hacia el frente a toda potencia.
Los documentos que tenía Lord Esthal delante se tiñeron de rojo y su pluma se le cayó de los dedos. Su cabeza se inclinó hacia un lado con los ojos bien abiertos, sin que su cuello fuese capaz de sostenerla. Las bocanadas de aire intentaban llegar a sus pulmones, alimentarle de vida, pero sólo se quedaban en un estertor que anunciaba lo inevitable. Y mientras tanto la sangre seguía manando, pintando el cuadro de la habitación de un rojo intenso al que Mawney estaba acostumbrado.
A pesar de sus intentos, Lord Esthal no logró detener la hemorragia con la mano que se había llevado al cuello. Ni siquiera logró sostener su propia cabeza. Pronto esa mano cayó a un lado de su cuerpo, inerte, y con el cambio de distribución en el peso su cierpo la siguió hasta caer al suelo. Bajo su cuello se seguía formando un charco cada vez mayor de sangre, pero ya no era el corazón el que bombeaba para sacarla de su organismo. Ya era sólo una cuestión de gravedad.
Probablemente a sólo unos pasos de allí, al otro lado de la puerta, habría un par de guardias que custodiaban aquel cuarto. Ajenos a lo que sucedía en el interior, probablemente estarían aburridos y cansados. Quizá uno de ellos estaba deseando que algo interesante pasase durante su guardia. No tenía ni idea de lo peligroso que es cuando, en ocasiones, los deseos se cumplen.
Motivo: Discreción (Sigilo)Discreción (Sigilo)
Dificultad: 16
Modificador: -1
Tirada (5): 6, 5, 6, 6, 6
Guardados (4): 6, 6, 6, 6
Total: 24-1 =23, Éxito considerable
Motivo: Ataque daga
Dificultad: 11
Tirada (7): 5, 6, 2, 4, 2, 1, 3
Guardados (6): 6, 5, 4, 3, 2, 2
Total: 22, Éxito increible
Motivo: Ataque daga 2
Dificultad: 11
Tirada (7): 4, 1, 2, 5, 4, 5, 6
Guardados (6): 6, 5, 5, 4, 4, 2
Total: 26, Éxito asombroso
Motivo: Crítico 1
Dificultad: 0
Tirada (1): 1
Guardados (1): 1
Total: 1, Éxito insignificante
Motivo: Crítico 2
Dificultad: 0
Tirada (1): 5
Guardados (1): 5
Total: 5, Éxito considerable
El primer golpe es un crítico que haría tambalearse a Lord Esthal e incrementará el daño del arma de Mawney en 4. Causa una herida grave.
El segundo golpe es un crítico tan potente que mata a Lord Esthal en el acto y dañaría a los enemigos cercanos. Causa la muerte.
Estaba hecho.
No se entretuvo en regodearse con la escena, aunque para Mawney tenía una belleza intrínseca que le hubiera gustado poder degustar con tiempo. Pero no lo tenía, Morna podía interesarse de golpe por su esposo, o los guardias podían entrar por cualquier razón.
Limpió sus dagas con la misma ropa de la víctima, y se aseguró de que nada de su propia ropa o de sí mismo quedara allí, en descuido. Nada podía señalarle.
Fue a salir rehaciendo su camino cuando vio, empapados en la sangre vertida, los documentos que Esthal estaba escribiendo. Los tomó, los limpió, los dobló y los guardó en su cinto. Quizá aún podría llegar a leerse algo interesante. O, si no, cuando encontraran el cadáver siempre podrían pensar que el motivo de la muerte había sido precisamente conseguir lo que fueran esos documentos que estuviera escribiendo.
No quedaba nada más por hacer allí, sí, estaba ya todo hecho.
Mawney salió por la ventana, tal y como había entrado, y no tuvo ninguna dificultad en escurrirse, silencioso como una sombra, y alejarse por tejados, almenas y pasarelas, hasta llegar a su dormitorio.
Allí, se encontró una figura esperándolo. Areesa estaba sentada en su cama con las piernas cruzadas y sus ojos se iluminaron al verlo.
—¿Está hecho? —preguntó, buscando su mirada para recibir una señal afirmativa. Y entonces dio una palmadita a su lado en la cama—. Tengo un montón de cosas que contarte, Ney. Ponte cómodo porque este castillo bulle como agua puesta al fuego.
Y en cuanto lo tuvo cerca, empezó a relatar.
—Mientras tú hablabas con tu señora noble, Lady Morna se llevó a Ser Guileon al dormitorio de este. Allí Ser Guileon estuvo hablando de que esperaba volver varias veces al año a visitar a la señora. Luego se desnudaron y empezaron a besarse y tocarse. Parecía que iban a consumar esa unión, pero al final... —La chica alzó el dedo índice hacia arriba— parece que el pequeño Guileoncito no funcionaba como debía —Con una risita fue doblando el dedo, imitando lo que debía haber pasado con el miembro del joven Vance—. No pudieron terminar con lo que habían empezado y eso debió dejar a Lady Morna bien caliente, ya verás luego por qué.
»Al mismo tiempo, en el estanque se reunían los dos chicos Haffer con la doncella de lady Bessa. Primero lord Valder y lady Thaena, que empezaron a besarse entre los árboles. Luego llegó lord Urthen. Parecían estar muy contentos. Los tres aprovecharon una distracción de los guardias de la puerta para escapar por una salida lateral y se alejaron del castillo a caballo, en la dirección del pueblo. Tardaron más de una hora en regresar —señaló, alzando las cejas—. Y lo hicieron exultantes de felicidad.
»La siguiente hora fue bastante tranquila, lo único reseñable que vimos fue a ti con Lady Gianna y Ser Guileon. Ya sabes lo que pasó, pues estabas presente.
»Después de eso, Lady Gianna pidió que le preparasen una tina para bañarse. Y en eso estaba cuando apareció Lady Morna en sus aposentos y se metió también en la bañera. Las dos empezaron a besarse y tocarse y no parecía que fuese la primera vez. Salieron de la bañera y terminaron en la cama, hasta que ambas quedaron saciadas. Luego bebieron y hablaron... su conversación parecía irrelevante, pero me dio la sensación de que cada frase de las dos tenía algún tipo de subtexto que se me escapaba.
»Mientras eso sucedía, lord Urthen acudió a los aposentos de Lord Lyonell, con unos pergaminos bajo el brazo. El chico convenció a su padre para que renunciase a su título en vida y se lo cediese a él. Al principio no quería y se rió de su hijo, pero terminó por ceder. Llamaron al maestre de los Tully para que fuera testigo y sucedió. Ahora el crío es Lord Haffer.
»Después de eso, Lady Morna se fue también a visitar a Lord Lyonell. Hablaron, lloraron, se echaron cosas en cara... Él le confesó que había hecho el contrato con nosotros. ¿Y te puedes creer que ella simplemente se quedó ahí, con él? Cualquiera habría pensado que se iría corriendo a proteger a su marido, pero no debía importarle demasiado. Él le dijo que sus hijos sabían que lady Bessa era su hermana y que ya no sería él el Lord. Y se despidieron con un beso en los labios.
Motivo: Sigilo
Dificultad: 15
Modificador: +4
Tirada (5): 2, 5, 6, 5, 4
Guardados (4): 6, 5, 5, 4
Total: 20+4 =24, Éxito considerable
Motivo: Trepar
Dificultad: 12
Tirada (4): 5, 1, 2, 6
Guardados (3): 6, 5, 2
Total: 13, Éxito insignificante
Esta info te la da al final de la noche, así que no puedes usarla ya en las otras escenas. Pero sí puedes responderle aquí a Areesa si quieres :).
Aquí se acaban las conversaciones.
Pasamos a: Capítulo 6: Enlace.
El embrollo era de cuidado, una verdadera telaraña de pegajosos lazos, en los que caían atrapados unos y otros, sin llegar a saber quién era araña y quién insecto inocente. Probablemente todos acabarían zampándose a uno o a otro. O a todos.
Mawney agradeció la información a Areesa, y le comentó que quizá necesitaría otro tipo de servicio en la jornada del enlace. También le pidió si tenía algún vial de veneno, ya que habían ido a por Esthal era posible que hubieran llevado alguno por si no podían cumplir el contrato con el acero.
También tanteó con sinceridad la posibilidad de dejar atrás la cómoda vida de la nobleza, y volver a la de asesino con la Hermandad.
Después revisó las hojas que había cogido del escritorio de Esthal, viendo si podía determinar qué tipo de documento eran, y a quién implicaban.
Cuando por fin se tendió en la cama, no se durmió enseguida. En su cabeza las conexiones iban y venían, y comprendió que sus razones habían dejado de tener sentido. Nadie le había dicho toda la verdad, nadie había confiado en él. Ni Guileon, ni Gianna. Estaba decepcionado, y harto. Deseaba vengarse de aquellos que habían arruinado la vida de sus padres, sólo eso, porque ahora ya no deseaba hacerlo por los Vance. No, no les debía nada.
Pero sería difícil, porque todos y cada uno de ellos eran peligrosos, y tenían aliados. Mawney sólo tenía la Hermandad.
Y entonces, sólo, en la cama, lanzó una sonora carcajada, y se durmió.