4º día de la Vieja. Mes del Doncel. Año 242 D.D.
Segunda hora de la noche.
Lugar: Pasillo de la torre de invitados.
Tras un largo día, lord Urthen precisaba de un momento a solas para despejarse, por lo que había optado por darse un par de vueltas por los jardines. No muy largo, por supuesto, pues la fractura de sus costillas aún era reciente y se había comprometido a no hacer esfuerzo físico alguno. Así que había ido lento, al paso que se podía permitir sin que le doliera, tomando asiento cuantas veces fuera necesario hasta volver a la torre de invitados.
Cuando volvió, seguido de dos guardias unos pasos más atrás, se encontró con la agradable sorpresa de lady Bessa en las proximidades. - Lady Bessa - inclinó su cabeza en señal de respetuosa reverencia - ¿Me buscabais o solo ha sido una alegre coincidencia encontraros aquí? - preguntó con una sonrisa animada.
La novia recorría los pasillos de Fuerte Floresta como había hecho siempre, sin ningún impedimento, mientras pensaba en todo lo sucedido aquel día, pues ya era tarde y después de darle algunas vueltas, todo terminaba teniendo una perspectiva diferente. Bessa llevaba el mismo vestido que había usado aquella mañana, uno de color blanco exceptuando la franja verde que rodeaba su cintura. Sin embargo, se había deshecho el peinado y ahora su rubio pelo caía libre por su espalda.
Cuando lord Urthen la llamó, ella parecía despistada, pero enseguida se volvió mostrándole la mejor de sus sonrisas.
—Lord Urthen —saludó, inclinando su cabeza como había hecho él—. Me temo que ha sido solo cosa del destino, una coincidencia agradable pues ahora que le veo —dijo, haciendo un gesto que recorría sus costillas en la distancia—. Creo que habría sido adecuado estar con vos y así poder ayudaros en lo que necesitaseis pues no veo a lord Valder por aquí. Ni siquiera me avisó para sustituirle —añadió mientras se acercaba a él.
—¿Qué tal os encontráis? —preguntó, una vez a su lado, tan cerca que casi podía sentir el calor que emanaba el cuerpo de lord Urthen—. Os invitaría a pasear conmigo, pero creo que preferiréis algo menos movido.
Se quedó en silencio, esperando a su respuesta mientras su vista se dirigía a una de las ventanas que daban a la oscura noche que había acogido ya a todo Fuerte Floresta.
—¿Habéis podido disfrutar de mi hogar? —preguntó con curiosidad mientras se volvía hacia él, esperando a que le diera su permiso para ayudarle a moverse.
Sería algo así el vestido, aunque con menos tela colgando.
El comentario de su prometida sobre la ausencia de su hermano le sacó una sonrisa divertida. En realidad no le habría molestado que se relevaran para acompañarlo, pues disfrutaba de la presencia de ambos, y cualquier excusa para pasar tiempo charlando con ellos era buena.
Resultó ser que mi bastón tenía otros planes - bromeó ampliando la alegre mueca en sus labios mientras esta se acercaba. Al ver la proximidad que tomaba, casi anulando por completo la distancia entre ambos cuerpos, su expresión delató un ligero nerviosismo - Si os referís a mis costillas, creo que están un poco mejor que hace unas horas. No debéis preocuparos, estoy seguro de que podré mantenerme en pie sin problemas durante nuestra boda. - le aseguró con una suave sonrisa.
Podríamos ir a caminar si quisieráis. Lento, con vuestra ayuda, y con muchas pausas, pero sin duda disfrutaría de un paseo a vuestro lado con la tranquilidad de tener un momento para nosotros - contestó con una sonrisa, pues hasta ahora solo habían tenido breves instantes entre medio del caos. - Quizás podriáis mostrarme vuestros lugares favoritos de Fuerte Floresta. He visitado los jardines y el estanque, pero sin duda me encantaría escuchar sobre los mejores recuerdos que guardáis de vuestro hogar - propuso animado - Será un placer hacer lo mismo por vos cuando viajemos a Puño del Río. - añadió un momento después, entusiasmado con la idea.
La joven miró las costillas del lord Urthen con detenimiento antes de alzar el rostro para volver a mirar directamente hacia él.
—Me alegra que estéis mejor, lord Urthen —dijo, sonriéndole—. Quizás por eso vuestro hermano ya no consideró necesario acompañaros, espero que su otro plan sea tan agradable como compartir estos momentos con vos.
Bessa asintió conforme con la propuesta de pasear juntos.
—Con vuestro permiso —dijo, acercándose a este. Bessa tomó el brazo de su prometido y lo pasó con cuidado por encima de su hombro, dejando que su pelo cayera sobre este. Luego pasó el suyo por la cintura del joven. Aquello le daba un poco de vergüenza, y tardó en romper el silencio que había mantenido mientras se preparaba para acompañarlo.
—Estaré encantada de mostraros mi hogar —anunció, antes de mirar hacia la ventana—. Si ya habéis visto los jardines y el estanque, y ya es demasiado tarde para llevaros al bosque, que es mi lugar favorito. Puedo enseñaros el interior de Fuerte Floresta, no dará tiempo a mucho —añadió, bajando la mirada hacia su cuerpo—, pero espero que lo que pueda contarle sea de vuestro agrado.
»Pues de pequeña odiaba las flores que hay en los jardines —empezó a contar—, muchas tienen espinas y me hacían daño cuando corría por ahí, jugando… —Hizo una pausa—. Ahora ya no correteo tanto y he empezado a apreciar otras cosas, como su aroma y su belleza.
Caminó, ayudando a su prometido a avanzar mientras lo sujetaba lo mejor que podía.
—La verdad es que no tengo grandes historias aquí dentro, quizás cuando empecé a practicar con las armas. Como supondrá, no soy tan diestra como vos, e hice más de un desastre con alguna espada demasiado grande para mí —contó, sin darle mucho interés a sus propias palabras—. Cuando era pequeña pasé mucho tiempo entreteniéndome yo sola, intentando batir a terribles enemigos invisibles: dragones, gatosombras y gigantes. Una vez incluso batí a una horda dothraki sin ayuda. No tenía mucha gente con la que jugar, Ser Guileon es bastante mayor que yo y no tenía tiempo para una niña.
Hizo un gesto con su mano libre, como si propinara una puñalada al aire.
—Así que jugaba con lo que encontraba por ahí y siempre se me ha permitido todo, es lo que tiene ser hija única y, además, tan esperada. No me solían negar muchas cosas. —Movió los ojos hacia él—. ¿Tenéis interés por algo en concreto, o algo que os gustaría saber sobre mí? —preguntó, sonriéndole.
Ante las primeras frases de su prometida, lord Urthen solo sonrió, pensando que de seguro su hermano habría encontrado algo más divertido que cuidarlo. Seguramente sería lady Bessa la única que viera en el plan de acompañarlo una inversión de tiempo tan deseable.
Por supuesto - le permitió, esperando a que quizás le ofreciera el brazo para afirmarse. Grande fue su sorpresa cuando notó que le pasaba el brazo por el hombro y lo tomaba por la cintura con bastante más confianza, aunque emitió queja alguna. Era una posición mucho más cómoda para él, sí, y suponía que nadie los culparía por pasear de forma más cercana faltando tan poco para su enlace. Después de todo, solo lo ayudaba a caminar por sus heridas, así que no era precisamente material de escándalo.
El interior bastará por hoy, podéis mostrarme el bosque otro día. Seguro tenéis algún rincón favorito, o algún árbol cuya sombra prefiráis en días calurosas, y me encantaría conocerlo. - respondió mientras comenzaba a avanzar junto a ella, atento a sus historias. Una sonrisa graciosa apareció en sus labios al oír las razones por las que odiaba las flores, motivo que jamás se le habría pasado por la cabeza a él pero ciertamente derrochaba lógica. Además, en cierto aspecto, le parecía una buena lección de vida. Muchas veces uno desarrollaba un rechazo a alguien o algo frente al primer daño por accidental o bien intencionado que fuera, perdiéndose otros aspectos que pudiesen resultar mucho más favorables. Lo difícil era distinguir las flores con espinas, hermosas a pesar de sus espinas, de las hiedras venenosas, que solo buscaban hacer daño.
Aunque la dama parecía no cautivarse mucho con su propia historia, lord Urthen sí la observaba fascinado y sin duda alguna divertido. Lo primero porque no tenía idea de que en algún momento hubiese tenido interés en aprender a manejar la espada, y menos aún de que realmente lo hubiese intentado, y lo segundo porque imaginarla luchar con ejércitos imaginarios y criaturas fantásticas siendo solo una niña era una de las cosas más adorables que hubiese escuchado jamás. Incluso dejó escapar una alegre carcajada al ver como simulaba apuñalar al aire, lo que le hizo arrugar la nariz por el dolor, aunque apenas llegó a apretarle un poco el hombro con cariño.
Estoy seguro de que debéis haber sido el terror de los dothraki. Quien diría que mi prometida sería tan diestra con la espada - bromeó con una sonrisa - Quizás debierais haber entrado vos conmigo a esa arena. Sin duda habría salido mejor parado en ese caso. - amplió su sonrisa, guiñándole un ojo con complicidad. Lord Urthen no era el tipo de hombre que se echaba a morir por una derrota. Era de los que se paraban y lo intentaban otra vez. Claro, ahora para intentarlo nuevamente tendría que esperar a sanarse, pero eso no le evitaría tomárselo con el mejor humor posible, sin despreciar la lección aprendida.
¿Os gustaría aprender a blandir la espada? - inquirió en respuesta a su pregunta - Si os interesara, podría enseñaros lo que sé, y a cambio vos podriáis fingir no morir de vergüenza cuando me vieráis intentar usar un arco - bromeó con una sonrisa - Soy un estudiante persistente, os lo prometo. La maestre Hazzea me avala como tal. - añadió, mirando entonces al frente con un leve suspiro.
No sé si hay algo en concreto que quisiera saber de vos. En realidad, creo que quiero saberlo todo, pero al mismo tiempo estoy tranquilo pues tendremos una vida entera para descubrir los gustos y aficiones del otro - le sonrió dulcemente, volviendo a mirarla a los ojos - Además, no quisiera convertir esto en un interrogatorio para vos, cuando dejandoos libertad puedo oír historias como la que acabáis de contarme - añadió, de buen ánimo, pues sin duda eran ese tipo de cosas las que había esperado cuando le había pedido un recorrido que incluyera sus recuerdos - ¿Hay algo que queráis que sepa de vos, o algo que os entusiasme contarme?
Perdón D: No pude contestar antes =(
La carcajada de lord Urthen hizo a su vez que ella mostrara una sonrisa, satisfecha por el hecho de que le hubiera gustado la historia que para ella no tenía mucho más que ser un recuerdo de aquellos pasillos, uno como tantos otros. El rostro de Bessa cobró un aspecto más bello al sentir la confianza que le trasmitía su prometido, pues sus ojos despedían un brillo que junto a sus dulces facciones creaban las condiciones necesarias en las que nadie en su sano juicio apartaría la mirada de ella.
—Cuando Fuerte Floresta está en peligro, una debe tomar las armas —dijo, continuando la broma que había iniciado él—. ¿Yo? ¿En la arena? —Negó con el rostro—. No era mi deseo arrebataros esa posibilidad de gloria —añadió con una sonrisa divertida.
La primera pregunta de su prometido hizo que alzara las cejas e intentara simular una alegre indignación. Siguió escuchando, y aunque ella no tenía pensando juzgarlo por su destreza con el arco, asintió al final de su discurso en el que admitía su gran perseverancia.
—Nunca pensé que tuvierais en tanta estima vuestras habilidades, pues acabo de deciros que derroté a una horda dorathki y aún creéis que podéis enseñarme algo —bromeó, sin perder la sonrisa que adornaba sus facciones—. Estaré encantada de que me enseñéis vuestros trucos, todos ellos, y a cambio puedo enseñaros a tirar con arco. Aunque no sé si valgo como maestra. Aun así espero que os guste, así podremos visitar el bosque pues es el lugar que más me agrada para practicar y, como sabéis, lo tenemos pendiente.
Las últimas palabras de lord Urthen hicieron que los ojos de Bessa bajaran y sus mejillas se sonrojaran ante aquella verdad que tenían delante y de la que aún no se había hecho completamente a la idea, pues esta era totalmente cierto, tendrían muchos años para hablar de todas estas historias y apenas tenía importancia por cual empezaran.
—No estaba segura de que os fuera a gustar, lord Urthen —dijo, bajando el tono de su voz—. Gracias, por vuestras palabras, me ayudan a conoceros mejor.
Tras esa breve pausa siguió ayudándolo a caminar, sintiendo la cercanía del cuerpo de su prometido, pero en lo que más se concentraba la joven era en que lord Urthen pudiera moverse sin sufrir ningún dolor, así que se esforzó todo lo que pudo por cargar gran parte de su peso sobre ella, a pesar de que por su constitución se podía intuir que no tenía demasiada fuerza.
Aquel pasillo no tenía mucho más que mostrar que lo que se podía ver en cualquier otro de Fuerte Floresta, así que aunque podía contar detalles menores sobre la distribución de su hogar y a donde llevaban las puertas de aquella parte del castillo. No había mucho más que realmente tuviera interés para ella.
—No sabría por donde empezar —respondió, tomando una actitud reflexiva—. Quizás podría contaros aquella vez que me subí a un árbol y no podía bajar, e intentándolo me quedé colgada de una rama, boca abajo. Pero tampoco quiero que os riáis de mí tan pronto —añadió, dirigiendo su sonrisa hacia él—. Así que no os diré los motivos y me los guardaré para otra ocasión.
Alzó su mano para señalar un tapiz que mostraba Fuerte Floresta a lo lejos, visto desde un pequeño claro en el frondoso bosque que rodeaba la parte oriental del castillo de los Hawick. Luego guardó silencio un momento, dejándole tiempo para que se fijara en la hermosa pieza.
—Por eso os contaba lo del árbol, sabía que estaba por aquí. Ese claro existe —anunció—. Y ahora me gustaría que me contaráis algo de vos, pues después de hablar tanto de mí, me temo que quiero dejar de ser el centro de atención y poder así escuchar vuestra voz. Deseo saber que os hace feliz y que deseos tenéis para nuestro futuro.
Verla tan animada y en un ambiente tan distendido, hizo que lord Urthen no pudiera ni quisiera evitar la sonrisa permanente que apareció en sus labios. Debido a las cartas había temido que, a pesar de llevar una relación cordial, les costara desarrollar la confianza para bromear y reírse juntos. Ahora que lo hacían incluso de sí mismos, disfrutando de la compañía del otro, parecía una tontería haberse preocupado por ello.
Tanto con la imagen de lady Bessa, que por propia admisión no sabía manejar una espada, luchando y ganando contra todos en la arena, y sus bromas respecto a como no podría enseñarle nada pues ella ya había probado su valía en la batalla, Urthen dejó salir unas cuantas risotadas más. Le dolían, claro, y de vez en cuando jadeaba entre risa y risa, pero vaya si valían la pena. Definitivamente, aquel paseo y la charla de lady Bessa estaban animándole el día.
Fantástico, entonces. Seguro seréis una maestra excelente. - intentó inspirarle algo de confianza en sí misma con una sonrisa - La mejor de Poniente, si vuestra capacidad para enseñar se parece en algo a vuestra puntería - añadió, aún claramente impresionado con el derroche de habilidad demostrado en la competencia - Además, practicar junto a vos me parece una excelente excusa para visitar el bosque, y la mejor forma de verlo a través de vuestros ojos. ¿Quizás mañana, tras la cacería? - sugirió, ansioso no solo por empezar las lecciones, sino por la posibilidad de volver a pasar algo de tiempo a solas antes de la boda. Empezaba a resignarse a que no tendrían mucho tiempo para disfrutar de la compañía del otro en paz mientras las celebraciones duraran.
Al encontrarse con el rubor en las mejillas de su prometida, y su repentina esquiva mirada, Urthen suavizó la expresión en su rostro y le permitió, con paciencia, el tiempo que necesitara hasta volver a hablar, aunque no tuvo que esperar demasiado para oír su voz otra vez.
No me gustó, me encantó - sonrió cálidamente - Y no debéis agradecerme nada. Quiero que me conozcáis, aunque siendo justos, yo he compartido bastante menos durante esta conversación de lo que habéis hecho vos - admitió avergonzado, pues si bien en cartas le había hablado de miles de cosas, ahora había estado tan concentrado en aprovechar la forma en que la dama se abría a contarle sobre ella que había olvidado del todo ser recíproco ante eso - Quizás incluso os debo unas disculpas por ello - añadió, exhalando sin perder la sonrisa, para luego fijar sus ojos en los de ella. - Así que os pido perdón. No querría enfadar a la conquistadora de dothraki. - bromeó, ampliando la mueca en sus labios.
Mientras caminaban, Urthen habían notado el enorme esfuerzo que su prometida ponía para ayudarlo a caminar, y aunque su primer instinto le había dicho que dejara de apoyarse en ella del todo para no hacerla sufrir más con su peso, le pareció que eso sería despreciar su esfuerzo. Así que, intentando buscar un punto medio que no la ofendiera y esperando que no lo notara, había seguido apoyándose en ella con parte de su peso pero había reducido un poco la carga sosteniéndose por sí mismo.
¿Pero como acabastéis dada vuelta...? - preguntó incrédulo, con el ceño ligeramente fruncido mientras contenía la risa - Ahora debéis decirme los motivos. O prometerme que cuando me los digáis, me dejaréis reírme a gusto, porque algo me dice que tendré razones para ello - al menos, tendría la expectativa y las ganas acumuladas a partir de ahora, y sin duda en el bosque se preguntaría cual sería el árbol que había atrapado a su prometida. Si sus hijos acababan pareciéndose a ella, estaba claro que no pararían quietos, pero eso no le desagradaba en absoluto. A pesar de que él hubiera sido un niño tranquilo, creía que era mejor que fueran pequeños torbellinos y disfrutaran de jugar todo lo que pudieran, al menos hasta que tuvieran que tomar responsabilidades propias de su estatus.
Una vez llegaron al tapiz, lord Urthen lo examinó con la mirada con especial atención. El impactante castillo de Fuerte Floresta, rodeado de árboles y bosques frondosos, a exceptuar por un pequeño sector que parecía el exacto opuesto de un oasis en el desierto. Un claro, entre medio de todo.
Tendremos que visitarlo entonces también. - propuso enseguida - ¿Tiene alguna explicación, en mitología u historia? He escuchado sobre los orígenes de Fuerte Floresta y la Casa Hawick, y ya quisiera yo que los Haffer tuviésemos leyendas así detrás. - admitió, fascinado con las historias que había escuchado al respecto. Si eran ciertas o no quedaba a las creencias de cada uno, claramente, pero incluso si se pensaban como mera ficción eran indudablemente interesantes.
Ante las preguntas de su prometida, Urthen sonrió algo avergonzado y alegre al mismo tiempo - Me temo que soy un hombre sencillo, lady Bessa, y no necesito demasiado para ser feliz. - se encogió de hombros - Me hace feliz pasar tiempo con la gente que quiero, aún si alguno de ellos de vez en cuando me dan algún dolor de cabeza - su sonrisa se ladeó, claramente pensando en Valder y sus travesuras con la segunda parte de su oración - Me gusta entrenar hasta el agotamiento, pasar un buen rato nadando... Ese par de cosas pueden cambiarme el día si estoy de mal humor. - aseguró sonriendo - ¿Que más me hace feliz? - pensó para sí mismo desviando la mirada un momento, para luego volver su atención a lady Bessa - Bueno, me hace feliz mi hogar. No sabéis cuanto extraño Puño del Río ahora mismo. Y no es que no me fascine Fuerte Floresta, pues lo hace y es simplemente precioso, pero le tengo un cariño especial a mis tierras. - se encogió de hombros, sin saber muy bien como explicarlo. ¿Como explicar lo que era para ti tu hogar, aunque otros fueran más bonitos? - No puedo esperar a llevaros, para que conozcáis mi castillo y los pueblos cercanos. Y para haceros de guía por los recuerdos, como prometí que lo haría - sonrió con complicidad.
Y sobre mis deseos para futuro... - continuó, respirando profundo sin perder la sonrisa - Tampoco son del todo complejos, al menos en lo que respecta a mí. No tengo grandes ambiciones, ni cambios radicales planificados para mi vida - como entendía que mucha gente los tenía - Solo quiero ser un buen hombre, lady Bessa - la miró a los ojos, sin vergüenza alguna por la sencillez de su deseo, pues lord Urthen creía que aunque en apariencia simple era bastante más complejo de lo que parecía - Quiero ser un buen esposo, un buen padre, un buen hijo, un buen hermano, y un buen Lord. Eso es todo lo que deseo. - entonces volvió a sonreír - Pero sé que vos me preguntasteis por nuestro futuro, no por el mío - y el solo había aprovechado de poder compartir con ella un poquito más. Girándose un poco para quedar frente a ella, continuó, manteniendo la mirada fija en la suya - Espero ser el esposo que os merecéis, lady Bessa. No seré perfecto, pues nadie lo es, pero os prometo que pondré todo de mi parte para haceros feliz y mejorar día a día. - con suavidad, tomó una de sus manos, acariciándola suavemente - Sois una mujer fantástica, y os merecéis todo lo bueno de este mundo y más. No apuntaré a daros nada menos que eso. Y aunque sé que esta boda no ha nacido del amor, sino de un acuerdo entre nuestras familias, espero que sepáis que me siento honrado y ansioso de poder compartir una vida con vos a mi lado. - sonrió suavemente con la comisura de los labios, apretando con delicadeza la mano que sostenía antes de seguir acariciándola con el pulgar - Con vos y los hijos que decidamos tener, por supuesto - añadió, intentando encauzar su respuesta otra vez - Siempre he pensado en al menos tres, pero me conformaré con que no sea solo uno. No sé que habría hecho sin Valder en mi vida, y seguro que vos como hija única podréis entender la falta que hace alguien con quien jugar - dijo, pensando también en lo que lady Bessa había mencionado de su falta de compañeros de juego - Más allá de eso, no tengo muchos planes sobre nuestro futuro, pues no puedo planearlo por ambos sin hablarlo con vos. No quiero planearlo sin hablarlo con vos. - enfatizó, sonriendo.
Aunque - continuó de inmediato - sí hay algo que me gustaría pediros al respecto, pero esperaba a que tuviéramos ocasión de hablarlo luego de la boda - admitió, ruborizándose levemente - Si os pareciera bien, me gustaría que tras la boda nos fuéramos por un tiempo a Puño del Río. - le pidió, aún sin dejar los mimos en su mano - Si de mí dependiera nos quedaríamos ahí permanentemente, sin duda alguna, pero sé que no os gustará tanto como Fuerte Floresta, y no querría que vivieráis extrañando los preciosos bosques que rodean vuestro castillo y donde tanto os gusta practicar el arco. Respecto a vuestra familia podría ofreceros viajes constantes, pero respecto a eso... - sonrió un poco más - Además, aquí yo tendré dónde entrenar, y ríos donde nadar también. Puedo adaptarme más fácilmente - apuntó para que no creyera que sacrificaba demasiado de venir él aquí - Pero sí es importante para mí que conozcáis mi hogar, y que la gente que habita los pueblos cercanos os conozca. Son mis tierras, y nada me haría más feliz que dar a conocer a mi esposa, o a mi familia si nuestro primogénito llegara pronto, entre la gente que vive en ellas. - suspiró suavemente - Si os pareciera bien, podríamos volver tan pronto naciera nuestro primer hijo, o antes de que lo hiciera si para vos fuera importante que naciera en Fuerte Floresta - le ofreció como alternativa. Era fácil ver que a él le hacía bastante ilusión presentar a su familia ante la gente de sus tierras, pero también estaba dispuesto a respetar los deseos de lady Bessa, y los límites que ella pudiera imponer - ¿Creéis que podriáis hacer eso por mí? ¿Irnos una temporada a Puño del Río tras la boda, para empezar allí nuestro futuro juntos?
Aunque escuchar las carcajadas de lord Urthen había arrancado más de una sonrisa sincera por parte de Bessa, ya le habían advertido que el diálogo y las costillas rotas no eran buenos compañeros, por eso no podía evitar mirar hacia su pecho, preocupada por si aquello le hacía más mal que bien.
—¿No tendréis suficiente con la cacería? —preguntó, sorprendida por su propuesta. Tras aquella pregunta siguió una sonrisa amable y un asentimiento—. Lord Urthen me sorprende vuestra voluntad. Si queréis empezamos las lecciones mañana, pero os aviso que seré exigente, pues quiero lo mejor para vos.
Después, entre sonrojada por los agradecimientos de lord Urthen y luego, debiendo negar las palabras de disculpas provenientes de él por no haber hablado suficiente, pues no creía que fuera razón para sentirse mal por ello, la joven guardó un instante de silencio antes de responderle.
—No me habéis enfadado, os lo puedo prometer.
Más adelante, tras haber caminado un rato por el pasillo. Lord Urthen le preguntó por como había terminado del revés, pero para aquella pregunta solo mostró una sonrisa mientras lo miraba a sus ojos alzando las cejas. Finalmente, negó con su rostro, evitando responder a ella pues ya le había dicho que no lo haría en esta ocasión y debía mantener su palabra.
—No sé, únicamente conozco la leyenda —contestó a la pregunta sobre el bosque—. Según dicen, cualquier invasor podría perderse entre sus sendas, pues estas están protegidas por el propio bosque y los espíritus que habitan en sus árboles. Dicen que enormes encinas que un día están en un sitio, a la mañana siguiente pueden haberse movido. —Sonrió traviesa—. Hubo un tiempo que intenté averiguar si era cierto, pero luego me di cuenta del problema, y es que yo no era una invasora por lo que esos espíritus me permitían el paso por sus sendas sin mayor perjuicio, pues se dice que los árboles se abren al paso de los Hawick. Las sendas más anchas, son aquellas en las que se pueden ver menhires, unas enormes piedras, y bajo ellas yacen los cuerpos de los primeros Hawick e incluso creo que también fueron enterrados algunos Hijos del Bosque. Diría que no debe haber ya mucha diferencia entre los muertos y los propios espíritus de los árboles.
»Me gustaría deciros que esos caminos indicados por piedras podrían ser seguros para los desconocidos, pero me temo que los muertos también protegen el bosque, quizás con más malicia que la propia floresta. Es probable que de ahí venga el nombre de mi hogar, por la fuerza que tienen las profundas raíces del bosque y aquellos que lo guardan. Quizás mañana podamos escuchar las canciones de la tierra y ser testigos de su magia —concluyó, contenta por su propio relato.
Luego Bessa siguió escuchando a su prometido, en silencio, mientras hablaba de los pequeños detalles que le hacían feliz. No le parecían muy diferentes a los que pudiera tener cualquier otra persona, pues quien no quería su hogar y su familia si estos habían sido buenos. Ella amaba a sus padres y también Fuerte Floresta, y lo podía asegurar sin ningún ápice de duda.
Cuando tomó su mano diciéndole que era fantástica, Bessa sonrió con dulzura y asintió segura cuando dijo que quería tener hijos, varios.
—A mí también me gustaría tener varios, aunque vistos los problemas que tuvo mi madre, me conformaría con tener al menos uno —añadió, después de lo dicho por él. Luego guardó un pequeño silencio antes de decir—: Tenéis muy buenos deseos para nosotros, espero estar a la altura de todos ellos, pues creo que también deseo todo lo que decís.
Después, llegó ese momento en el que dejaba de ofrecer todas aquellas bondades para hacerle una de las peticiones que más había temido. La expresión de la joven tomó un matiz mucho más serio, sus ojos miraron hacia abajo mientras pensaba su respuesta, aunque no creía que pudiera decir otra cosa que no fuera aquello que de verdad quería.
—No puedo prometeros eso —respondió, alzando los ojos y mirándolo con tristeza—. Pues vos tenéis un hermano y vuestro padre seguiría teniendo esa compañía, pero aquí mis padres solo me tienen a mí y temo que dejarlos solos pudiera ser demasiado duro para ellos. He hablado con mi padre varias veces y creo que una parte de él se entristece por que vaya a pertenecer a otro hombre, o algo así. Por eso me gustaría mostrarle que puedo estar con los dos. No sé si me entendéis.
»Tampoco quiero que me malinterpretéis, quiero conocer vuestro hogar, de verdad, pero he de admitir que me da miedo. Vos ya habéis venido aquí varias veces, sin embargo yo no he visitado Puño del Río. No estoy segura de poder acostumbrarme a vivir en otro sitio que no sea Fuerte Floresta. Al igual que vos, le tengo demasiado cariño.
Bessa respiró profundamente, mirándolo apesadumbrada.
—Aunque hay una cosa que si me gustaría de la que habéis dicho, deseo que nuestros hijos nazcan en Fuerte Floresta. —Se acercó a él—. También me gustaría deciros algo, creo que si en Puño del Río tuviera, como decirlo... ¿Una mayor alegría para estar ahí? Algo que me hiciera sentirme como si estuviera aquí, me resultaría mucho más fácil el cambio. Quizás podáis ayudarme a que sienta ambos sitios como si fueran mi hogar. Sé que más adelante lo serán, pero ahora tengo que admitir que me da miedo. —Dio un suspiro—. Quizás no soy tan valiente como os hice creer cuando dije que me enfrenté a una horda dothraki. No debían ser tantos —concluyó, intentando que su respuesta no fuera tan seria.
Tras aceptar las primeras lecciones, aunque con la advertencia de que probablemente solo podría observar su técnica pues no creía estar en condiciones de ampliar el pecho al tensar la cuerda, y escuchar atentamente las historias sobre el castillo de los Hawick y los vanos intentos de su prometida de ponerlos a prueba, con especial atención en los últimos apuntes de esta que le resultaban novedosos para lo que él sabía hasta el momento, lord Urthen sonrió con calidez ante la preocupación de la dama.
Uno estará bien en ese caso. Intentaremos tener varios, pero dejaremos que los Siete decidan. - intentó tranquilizarla, pues no quería que se sintiera presionada. Sabía que había gente muy tajante en ese aspecto, y no pretendía ser uno de ellos. - Y no debéis temer. Estaréis a la altura, porque lo estáis ya. - le aseguró, con absoluta convicción, pues no le cabía duda alguna de ello.
Con el nerviosismo ante el siguiente tema, lord Urthen se obligó a prestar especial atención. Pensó en discutir que mientras Lord Esthal tenía a Lady Morna, su padre no tenía a nadie más que a su hijo, así que en realidad más que ventaja era una igualdad de condiciones en compañía, sin embargo no quiso transformar aquello en una discusión. Entendía que siendo la única hija esperara poder estar ahí para ellos, y más si su padre era tan celoso como sonaba.
Es justamente porque no habéis visitado mi hogar que me gustaría que lo conocieráis, lady Bessa. Es importante para mí, y sé que sabréis apreciar la relevancia de compartir las cosas importantes para ambos - le recordó con una sonrisa en la comisura de los labios - Pero no debéis preocuparos, porque todo lo que habéis dicho tiene solución. Podríamos volver antes de que nuestro primer hijo naciera, por supuesto, y para que os sintierais más a gusto, más en casa, vuestra doncella podría ir con nosotros también. Sé que es muy querida para vos, y me encantaría que pudieráis tener a una amiga cercana a vuestro lado - respondió alegremente - Eso debiera solucionarlo todo, ¿no es así? Y entonces podríamos pasarnos allí una temporada, unos meses, hasta volver para que dieráis a luz a nuestro hijo en Fuerte Floresta como queréis. - poniendo una mano sobre la de lady Bessa, mientras la sostenía con la otra, se tomó un momento para mirarla a los ojos - Pensadlo, no tenéis que responderme ahora. Podremos hablarlo luego, aún tenemos unos días. Pero tened en cuenta que así como para vos no es fácil despediros de Fuerte Floresta para siempre, para mi sería imposible no volver, aunque fuera por unos meses, para despedirme del lugar en que nací, crecí, y cultive cada buena memoria que he recolectado con el paso de los años. - su gesto se volvió un poco más serio, casi triste - Solo unos meses, lady Bessa. Eso es todo lo que os pido. - dejando aparecer entonces una sonrisa, continuó - Esta vez, nos enfrentaremos a la horda dothraki juntos. Nunca más estaréis sola.
Aquí se acaban las conversaciones.
Pasamos a: Capítulo 4: Cacería.
Poco después de despedirse de su prometido, Bessa se dirigió a sus aposentos con el propósito de irse a dormir enseguida, pues la cacería empezaría de buena mañana. Seguía pensando en las palabras de lord Urthen, pues estas son las que más le habían marcado, pues una cosa era hacerlo por Thaena y otra muy distinta era hacer eso por alguien a quien acababa de conocer. No le había gustado esa insistencia, es más le había resultado desagradable. No quería ir, sabía que tendría que hacerlo, pero había esperado que fuera mucho más adelante.
Ella conocía el lugar donde había nacido su padre, pero en aquel caso, estaba segura que su padre se había quedado a vivir aquí, en Fuerte Floresta, y nunca había puesto ninguna objeción. Así debía ser pues no podía haber ningún lugar más bello que su hogar.
Cuando terminó de desvestirse, la joven se arrojó sobre la cama soltando un bufido. Había hablado mucho aquella tarde, y había tomado la decisión de al menos interceder en la liberación de Guileon. Le había gustado hablar con él, no lo podía negar, lo sentía mucho más cercano que al resto, y más sincero, creía firmemente en que podía confiar en él. Además, sabía que la amaba y aunque quizás sus sentimientos no fueran tan intensos, sí los tenía, le apreciaba mucho. Por eso, hacer que pudiera volver con su madre le parecía algo bueno y por lo que había entendido, su madre se aprovecharía de ello, lo cual dada la situación de la Casa no le parecía mal. Todos iban a salir ganando; unos y otros.
Pero inevitablemente sus pensamientos volvían una y otra vez a lo mismo, a la idea de tener que ir a Puño del Río. Aquello era una de las cosas que más le desagradaban, y cuanto más lo pensaba, más deseaba no poner nunca un pie en ese lugar. «¿Por qué tenía que ir?», se repetía una y otra vez, si a ella no le importaba donde había nacido lord Urthen, y ni siquiera la criatura que crecía en su interior iba a tener nada que ver con aquel lugar. Eso sí, sería suyo, al igual que Fuerte Floresta.
Lo cierto es que aquella noche, antes de conciliar el sueño, algunas lágrimas cayeron recorriendo el precioso rostro de la joven hasta terminar en las suaves sábanas. No quería ir a Puño del Río, no quería a lord Urthen y, por supuesto, no tenía ninguna intención de planear nada junto a él. Haría lo que ella creyera conveniente.
Con ese último pensamiento la joven se quedó dormida con los ojos llenos de lágrimas y un nudo en la garganta que desapareció poco después, cuando la tranquilidad de la noche la envolvió y dejó que descansara hasta el amanecer.