Partida Rol por web

Silas te conduce a través de un camino boscoso que discurre desde el cementerio hasta la colina - el tramo de ascensión te deja jadeante - en la que media docena de casas se alzan juntas.

La casa de Silas es de pequeñas dimensiones, dos alturas y puede que un sótano pero todo muy compacto. Observas que Silas mira su casa con cariño y a todas luces está orgulloso de ella y se siente afortunado de vivir donde vive.

Abre la puerta con una llave enorme - aunque te das cuenta de que la cerradura no es muy sofisticada precisamente - y te hace un gesto para que vayas al interior.

El hall da paso a unas escaleras y una puerta a cada lado, le sigues por la de la izquierda y te encuentras en una salita algo lóbrega para tu gusto, los árboles de exterior quitan bastante luz, Silas enciende varios candiles y después - tras hacerte un gesto de que tomes asiento en un sillón de orejas frente a la chimenea- enciende la chimenea. Cuando ésta arde con fuerza, Silas va a la cocina y al cabo de un par de minutos, vuelve con dos tazas de té humeantes.

- Usted dirá señor Hall - tras lo que da un sorbo al té sin pestañear pese a que esté ardiendo.

No tardamos en llegar a su hogar, una casita en medio de una colina lo suficientemente cercana al cementerio como para no resultarme atractiva, sin embargo él se muestra complacido con ella.

No juzgaré yo ninguno de sus gustos, al menos por el momento, pero quizá aquello me daba una pista que explicara su amabilidad. No veía posible que tuviera demasiadas visitas... Aunque no era una casa solitaria y eso me hizo querer observar al resto de los cercanos edificios ¿todos mostraban el mismo aspecto exterior?

Las sombras de los arboles se proyectaban sinuosas en la adoquinada fachada, tiñéndola con una oscuridad propia de la más tenebrosa escenografía de terror. Desde luego parecía un lugar abandonado por el hombre en el que nadie corriente acostumbraría a pasar sus días por decisión propia... Bajo mi humilde opinión necesitaba una buena limpieza. ¿Cómo podía vivir rodeado de tanta maleza?

Una vez en el interior, lo único que pude echar de menos fue la luz del sol, resultó un poco impactante tener que recurrir a la luz de los candiles y del fuego a esas alturas de la  mañana, incluso con aquel temporal; pero por lo demás, no encontré nada de qué quejarme. Su amabilidad continuaba como hasta ese momento y se vio reforzada además por una hospitalidad que era de agradecer.

-Gracias. – Recibí la taza con la precaución necesaria para no quemarme. A pesar de que aquel hombre parecía completamente inmune, el vapor me había advertido.

-Le preguntaba si era usted de este lugar... – comencé nuevamente donde lo habíamos dejado, al menos no me constaba que me hubiera aclarado su procedencia.

-Y si durante todo el tiempo que compartió con el profesor Philip, pudo usted percibir sus serios problemas de corazón.

Suspira antes de contestar

- Bueno... lo cierto es que soy de Boston. Allí nací y allí me crié, toda mi familia es de Boston desde que mis antepasados ingleses vinieran a este país - aquello explicaba el ligerísimo acento propio de las gentes de alta alcurnia de Nueva Inglaterra que habías percibido vagamente -me trasladé a Providence hace muchos años. Y sobre mi queridísimo Philip, he de decirle que en efecto, era un hombre que a menudo se llevaba la mano al pecho, a veces comentaba que notaba cómo el corazón quería salírsele del pecho por sí mismo. Yo siempre me reía cuando escuchaba aquello, ahora me arrepiento...- dice resignado y da otro largo sorbo de té. Pasados unos segundos se limpia con un pañuelo que llevaba en la chaqueta y continúa hablando

-Nunca pensé que moriría de un infarto...

Asentí a lo largo de su exposición, dándole así seguridad y confianza, evidenciando que sus palabras eran bien recibidas y agradecidas.

-¿Conoce usted a su familia? – Pregunté cuando hubo terminado de referirse a la enfermedad cardíaca del difunto.

-Desgraciadamente no soy capaz de ubicarlos en la ceremonia... – Añadí compartiéndole mi interés en conocer, por su parte, si habían asistido al entierro.

-Y en relación al resto de los asistentes, ¿conocía usted a todos los presentes? ¿La presencia o ausencia de alguno de ellos le resultó extraña? – Quizá me había sobrepasado con las preguntas, pero opté por esta opción ya que así podía contestarme con total libertad, a su propio ritmo, sin que nuestro encuentro pareciera un interrogatorio.

Parece confundido con la pregunta -a decir verdad... yo conocí antes a Julián que a Philip, nos hicimos grandes amigos hace ya muchísimos años, por él me vine a Providence donde conocí a Philip. Un gran tipo Julián, hombre piadoso donde los haya sin duda. Conozco al resto, a los tres hijos de Philip y a Ángela, bueno el resto de los asistentes ya sabe... gente de la Universidad, el Juez, el enterrador y poco más- dice sin dar más detalles -de los hijos de Philip  sólo vino Emmot, no sé dónde andarán los otros. Han salido a su tío con esa sed de aventuras y de recorrer el mundo.

-¿Entiendo que usted también era un gran aventurero? ¿Se conocieron así Julián y usted, verdad? – De otra forma hubiera sido muy difícil haber entablado amistad con alguien así. Las comisuras se vieron impulsadas levemente por una sonrisa imperceptible, producida al intentar imaginarle en aquella época, ataviado como los hombres de los documentales  televisivos. Era fácil suponer que, de estar en lo cierto, sería también algo nostálgico pero a la vez agradable para él. -¿Dónde ha estado? – añadí con curiosidad ingenua.

-Debe ser maravilloso poder viajar y conocer lugares lejanos... – Añadí dando a entender que de alguna forma a mí también me gustaría hacerlo y que sin embargo no tenía la posibilidad. Quienes lo hubieran hecho deberían de sentirse afortunados.

-¿Qué pasó para que dejaran de hacerlo? – Observé los alrededores del interior de la casa, los muebles, los adornos y luego me detuve al llegar a la ventana... –Este lugar, este barrio, parece demasiado solitario y aburrido para un viajero... –Aunque no olvidaba que también se dedicó a la enseñanza, algo un tanto dispar... ¿había ocurrido algo en su vida que provocara ese cambio?

- Pues si le soy sincero, he estado un poco en todas partes: Centroamérica, Suramérica, Norte de África y Europa. Un poco en todas partes que se suele decir, en uno de mis viajes conocía  julián cuando éste estaba de misionero, no recuerdo con certeza el país... ¡hace tanto tiempo! , el caso es que nos hicimos amigos y bueno varios viajes después me envió una carta recomendándome Providence, ¿ha viajado usted mucho? a todo viajero le llega un momento en el que el gusanillo del viaje muere. Entonces decide aportar a su vida algo de estabilidad y bueno en fin, que una cosa lleva a la otra y cuando uno se quiere dar cuenta, está viviendo sólo en una casita en lo alto de una colina jajja - está varios segundos riendo, como si lo que hubiera dicho fuese lo más divertido de mundo - si tiene ocasión... vea mundo.

-La situación de Julián fue un tanto diferente ¿no es así? Tal vez la invalidez le obligó a retirarse... –Pretendía saber qué suceso le había postrado en una silla de ruedas suponiendo que había ocurrido en alguno de sus aventuras...

-Quizá necesite visitarle, ¿podría indicarme su dirección? Y ya de paso la de Emmot... – Bueno no estaba de más avanzar en las posibles direcciones futuras de mi investigación ya que no había tenido de hablar con ellos durante la ceremonia y nunca se podía descartar ninguna posibilidad...

-Me encantaría viajar y si tengo oportunidad lo haré. Sin embargo, me temo que tendré que esperar a la jubilación. – Le acompañe en su risotada, al contrario que él, que los viajes le jubilaron, yo suponía que debía recorrer el sentido contrario.

-Aunque quizá sea lo mejor que puedo hacer, ¿de otra forma como afrontar tanto tiempo libre? ¿Qué hace usted ahora para mantener la mente ocupada? – Desde luego no era tan mala idea visto de esa manera, era preferible pasarse el retiro viajando que encerrado ¿haciendo qué? Bueno con esta pregunta casual quizá descubriera algo más de este tipo tan singular.

Empezó contestando la última pregunta

- He escrito ya varios libros y estoy a punto de terminar el último. Antropología pura y dura ya sabe... cuando uno ejerce una profesión con vocación verdadera no puede pensar en otra cosa. - contesta a la pregunta sobre Julián titubeando - bueno... es algo complicado - como sin saber muy bien cómo responder - Julián era fuerte como un toro y de reprente ¡zas! una enfermedad que le dejó en silla para siempre. Muy extraño todo, los médicos no daban crédito. De la noche a la mañana además. No creo que sea un buen momento para ir a visitar a Julian, estará lógicamente afectado y no es tan... hopitalario como puedo serlo yo. En cualquier caso le dejo la dirección - se acerca a por un pedazo de papel y un lápiz y apunta una dirección, te tendió el papel y pudiste comprobar que no se hallaba muy lejos de la de su hermano fallecido.

-Quédese con la dirección -mira el reloj - ¡CARAY! es ya mediodía por Dios santo!  se nos ha ido el santo al cielo, debería aprovechar para escribir un rato, si no le importa que lo dejemos aquí claro.

-Oh vaya.– Sin duda escribir libros era algo que encontraba productivo y que por supuesto admiraba pues no era algo que yo estuviera capacitado para hacer... – No me importaría leerlos aunque desgraciadamente no tengo ni idea de antropología… – Reí disculpándome por no poder apreciar su obra como seguramente merecería.

-Por supuesto... – exclamé con cierto apremio ante su evidente sorpresa respecto a la hora que habíamos alcanzado con suficiente facilidad. Era obvio que no pretendía robarle su tiempo en una tarea tan protocolaria e informar como aquella.

-Pero antes de irme... ¿sabría decirme si Philip se encontraba actualmente inmerso en algún tipo de proyecto? – saber si dedicaba sus últimos días a algo que no fuera habitual podía ser una información muy valiosa aunque no tenía esperanzas de que fuera así.

 -Ha sido un placer conocerle. Cuídese. –Me incorporé para despedirme y tras abandonar su casa me tomé un tiempo para encender un cigarrillo.

Di unas cuantas caladas mientras pensaba que hacer hasta las tres, hora en la que debía reunirme con el doctor, pero no encontré nada verdaderamente atractivo. Mejor comería con tiempo y descansaría un poco hasta que llegara la hora.

Mientras te acompañaba a la puerta te comentó

- No recuerdo que estuviera trabajando en nada específico, se limitaba a dar clases en la Universidad. Un trabajo bastante absorbente, lo sé por experiencia... - dijo estrechándote la mano - es un placer conocerle, ya sabe que si necesita saber algo más sobre algo haga como yo: busque una buena biblioteca o un buen periódico. No se imagina la cantidad de cosas que descubre uno en las hemerotecas... bueno ya sabe donde estoy. Adios.