Le había estado dando vueltas durante muchos días, pero una fuerza inenarrable retenía cualquier intento de acercarse a Grey. Eylo se resignaba a aquellas miradas en la distancia, que decían mucho más que cualquier conversación insustancial, pero la inseguridad fue limando asperezas con la necesidad. Y pudiera ser que necesidad era una palabra excesiva para lo que sentía el eridiano, pero tampoco encontraba una mejor para definir aquella intrigante atracción que le corroía.
Pero se decidió, volviendo al origen, Eylo dispuso todo para generar una ficción al plan original de Grey, preparando una de las lanzaderas con equipo de medición. Fue un poco brusco, pero quizá era la forma para que Eylo diera el paso final que necesitaba dar.
—Me tenías que mostrar algo, ¿no? —dijo arropándose con cierta actitud jocosa para hacérselo más fácil, ¿para quién? Bueno, seguramente para él mismo, pero era preferible eso quedarse bloqueado —. Tengo la lanzadera lista —dirigió una mirada hacia el hangar, luego la miró, con unos segundos de silencio y terminó por sonreír —. Piloto yo.
Dunne Grey le había estado observando desde la distancia. Siempre presente a la par de ausente. Luz y oscuridad. Encanto y frialdad. Con ella todo parecía ser un misterio sin resolver. La fémina se mantenía en las estancias donde Yilmaz solía encontrarse, callada, expectante. Quizás el único sitio donde le diera un respiro sería en telecomunicaciones, momentos que aprovechaba ella para desviarse hasta la biblioteca, donde podía permanecer durante una o dos horas. No pasaba desapercibido que Martín la miraba, así como Kurik la consideraba, parecía estar consiguiendo hacerse su sitio entre los reclutas del Domo, comenzando por los varones del lugar.
Hubo noches en que el experto en comunicaciones despertase, pensando que ella estaba cerca, a su lado, con una magia vibrante e itinerante entre ellos. Una energía que no podría describir como natural. No era enamoramiento, era algo mucho más poderoso, intenso y o bien se estaba volviendo loco, o era algo palpable, real.
- ¿Tenía algo que mostrarte? - Preguntó la mujer sorprendida de que un día, sin motivo aparente, le buscara - ¿Hay algo específico que quieras que te muestre? - Por la cadencia de su voz y sus palabras, podía haber sido una clara invitación sexual, pero teniendo en cuenta que cuando se duchaba lo hacía cuando nadie más estuviera en los aseos, girándose si se veía sorprendida bajo el agua, se podía descartar la posibilidad.
No, ella no lo estaba poniendo fácil, dejando un momento incómodo entre ambos antes dar un paso hacia adelante y susurrar algo en su oído. ¿Estaba nerviosa?
- Estoy deseando subirme a tu lanzadera. Y sí, siempre me ha gustado que mi acompañante pilote y lleve los mandos - Dijo sonriendo ampliamente, consciente que si el chico era tímido, le habría provocado un posible atragantamiento. ¿Cómo se tomaría Eylo esas palabras? - Vamos, no puedo esperar a ver cómo manejas el Eagle - Le tomó la mano y tiró de él, en ese momento la energía que entre ellos solía existir recorrió a ambos y ella lo había notado, pues desvió sus ojos verdes hacia el hombre y aguantó la respiración por unos instantes. Abrió la boca pero se pensó bien qué decir, cambiando las palabras que tenía en mente por otras más adecuadas.
- ¿Te gusta pilotar? ¿Dónde aprendiste a hacerlo? - Le preguntó dirigiéndose a una de las naves - Yo cogería la 12, ese número siempre me dio suerte. ¿Estás de acuerdo o comenzaremos a discutir antes de subir? - Amplia sonrisa, parecía ser una mujer que controlaba mucho las situaciones y se notaba el deje de mando, aunque parecía que en el fondo, deseaba que él se soltase y diera su opinión, que rompiera para relajarse - Hay muchos sitios que podemos visitar, colinas, depresiones, zonas radiactivas, algún domo privado, ir a buscar skullreps... ¿Cuál es tu idea de pasarlo bien, Yilmaz? - Mirada coqueta - Quizás no quieras salir del Eagle...
Habiendo pasado esas semanas ¿jugando? al gato y al ratón con Grey, un tira y afloja que no hacía otra cosa sino aumentar una tensión invisible que llenaba de estática el lugar en el que ambos se encontraban. Incluso cuando la soledad de la sala de telecomunicaciones le permitía respirar, la presencia de los ojos verdes de la exsargento seguían vívidos en la cabeza del eridiano. Hubiera sido sencillo definir aquella atracción como algo romántico, pero poseía un componente más profundo e íntimo que provocaba que Eylo actuara con más cautela, si cabe, de la que solía ejercer.
Pero al final de cada día, con la sensación de tener a Grey junto a él, Eylo se descubría a si mismo ¿añorándola? Incluso se sintió estúpido fijándose de más en Martín o Mikhail por la aparente cercanía que ambos demostraban con ella. Aunque vencido el iluso fantasma de unos celos que no eran tal, seguía escarbando en las razones, los motivos, en la mujer que era Dunne Grey. Si había claro de todo aquel pandemonium mental que tenía en la cabeza, era que quería estar cerca de ella y, especialmente, conocerla mejor.
—Eh.. ah.. lo que me dijiste el otro día —aunque claro, la primera fue en la frente y sin anestesia. Eylo respiró hondo, se deshizo de cualquier malinterpretación furtiva y, viendo cómo actuaba Grey no pudo hacer otra cosa salvo sonreír levemente —. Bueno, es la excusa estúpida que pone un chico que quiere sacar a pasear a una chica.
La energía de Grey le desbordaba, y también le hechizaba. Incluso cuando de nuevo las palabras volvieron a coquetear con el doble sentido, Eylo procuró hacer todo aquello de la forma más natural y cómoda posible para ella. Y, todo sea dicho de paso, para él.
—Nadie lo diría —repuso con un tono divertido al verse arrastrado por ella de la mano, casi tropezándose en un principio, pero apretando suavemente la mano sin quererla soltar bajo ningún concepto —. No te hagas ilusiones, ya pesa sobre mi una amenaza de que como ralle uno me defenestran —bromeó recordando la charla con Daya.
En el hangar observó a los Eagle perfectamente alineados y mantenidos, obra del equipo de ingenieros del Domo 12. Cualquiera que los hubiera visto en ese momento, de la mano, con la naturalidad que empezaba a formarse a su alrededor, hubiera pensado algo que no era. Le costó, pero la soltó de la mano, y su cuerpo sintió añoranza casi de inmediato, respiró hondo exigiéndose claridad y echó una ojeada al Eagle 12 que proponía Dunne.
—El 12, ¿eh? —la miró de soslayo con una sonrisa burlona en los labios, apreciando el paralelismo numérico con el Domo —. Apuraré tu suerte pues, a ver si me empieza a hacer caso a mi, porque creo que he llenado el cupo de discusiones para todo un año —bromeó encaminándose hacia la astronave. Mientras lo hacia, respondía a su pregunta. Eylo eliminó, quizá inocentemente, el hecho de que Dunne conocía su historial, pero no le importaba. Un informe no definía una vida, una personalidad, una mirada, y eso.. desde que había empezado a conocer a Grey lo tenia claro.
—Si te digo la verdad, nunca me ha entusiasmado —admitió poniendo una mueca —. Lo mío era hacer el vago en la cubierta de observación mientras otros lo hacían, pero bueno.. —la miró de soslayo encogiéndose de hombros, con actitud jocosa —.. tuve que aprender. Vivir en el espacio hace que haya ciertas cosas de las que no puedes librarte y, oye, hasta puedo decir que no se me da mal del todo. No nos estrellaremos, palabra —prometió alzando la mano derecha parodiando un juramento.
Eylo escuchaba con atención la forma de expresarse de Grey ,y aunque era inteligente, fascinante, atractiva, tenía la persistente sensación de que aquello era una mascarada tan bien ensamblada que apenas había empezado a rascar la superficie de la mujer. Escuchando las opciones que ponía sobre la mesa, Eylo fingió pensárselo mucho. La miró con una sonrisa confiada, a juego con su mirada coqueta, sin decir palabra alguna, pero poniendo una cara de plantearse la opción de no salir del Eagle, como si aquello significa un mar de interpretaciones ambiguas.
—¿Mi idea de pasármelo bien? —comentó reflexivo, dio un par de palmadas sobre el casco de la Eagle. Iba a decir algo, la miró y se calló. Eylo sonrió ladino, sin malicia, junto a una mirada evocadora al encuentro de los ojos esmeralda de la exsargento, retándola con aquel gesto —. Sube y lo descubrirás.
Claro que después de esa cháchara, uno recordaba que los Eagle eran naves monoplaza. Iban a ir muy estrechos.
Los ojos verdes de Dunne se movían felinos recorriendo la escasa distancia que le separaba de Yilmaz. La mujer tenía una mirada intensa, mostrando con claridad que para romper el hielo lo mejor era empezar el juego, lanzar pullitas y recoger las reacciones del muchacho, las cuáles irían rellenando con peces su mar de dudas sobre él, y el porqué de aquella sensación.
Le gustaban sus ojos, eran un reflejo de los suyos, verdes como las praderas de Natgrew, su hogar. Pero lo más destacado era su naturaleza tranquila y el trato con el que se relacionaba con los demás. Le había estado estudiando desde la distancia, rompiéndola eventualmente, y cada vez que aprendía algo nuevo sobre él, más parecía querer conocerle. ¿Qué diablos le pasaba? Había pasado mucho tiempo desde entonces, desde la última vez que sintió así.
Dunne sonrió divertida ante el arranque de sinceridad de su acompañante, no iba a ponerle las cosas fáciles, no de inicio, ¿hasta dónde podría llegar? Sentía curiosidad e iba a comprobarlo.
- ¿Y por qué un chico, digamos como tú, quiere sacar a pasear a una chica, como yo? - Le taladraban sus ojos verdes - A lo mejor es la chica la que saca a pasear al chico. Todo depende de quien tenga más experiencia. ¿No crees? - Estaba siendo muy mala y lo sabía, dejando marcada la sutileza sexual de fondo, hasta el punto que pensó que quizás, iba a salir Yilmaz huyendo de su lado. Más de uno ya lo habría hecho - No te preocupes, no muerdo... - Y dicho esto se mordió el labio, coqueta, intentando ser algo más abierta de lo que estaba siendo - Hay muchas cosas que me gustaría enseñarte del planeta, y algunos lugares que sin duda te sorprenderían, pero no te preocupes, tenemos tiempo e iremos viéndolo... - Prometió verbalmente, sorprendida ante una de las declaraciones del joven, mientras ambos mantenían sus manos unidas, y cómo no, ella dirigía, mandando - ¿Te defenestran?... Einar no creo, es un comentario que tan solo podría hacer una mujer. ¿Yum quizás?... No, ella es demasiado correcta y tímida.... - Le miró antes de decir la respuesta correcta, aunque no engañaba a nadie, ella lo sabía - ¿Daya?... Es muy guapa Banerjee... ¿Ya tenemos el primer idilio en el Domo?
Preguntó porque le interesaba. Les había visto salir juntos, habían estado mirando las estrellas, pero no quiso salir para acompañarles. Quería, pero no debía. Dudó si aquel sentimiento era solo unidireccional y estaba completamente equivocada con respecto a Eylo. Desde ese día sentía cierta inseguridad y, aunque había seguido estando pendiente, no podía quitarse de la cabeza la posibilidad de estar sintiendo algo demasiado intenso que no podía comprender, mientras que el foco de sus atenciones pensaba en otras cosas. Sí, ella era celosa, pero no de manera enfermiza, simplemente sufría en silencio y tenía capacidad para aceptar derrotas. Aún no tenía claro que esta fuera una de ellas.
Ambos separaron su contacto cuando llegaron al Eagle 12, siguiendo la charla con tranquilidad - Hacer el vago en la cubierta de observación. Es una gran profesión, creo que en el PEC hay vacantes para ese puesto, pero se lo suelen quedar los mandos - Hizo una broma que muy probablemente tuviera ciertas dosis de razón - Y espero que no me estrelles, de lo contrario estarías haciéndole un favor muy grande a mucha gente, y dar tanto karma de golpe no es bueno. Hay un dicho que dice que después de algo muy bueno, algo malo va detrás. No quieras estropear tu suerte - Le guiñó el ojo divertida.
La máscara de Grey estaba vigente en aquel inicio de la conversación. Era como si ella estudiara sus movimientos y quisiera jugar con la ventaja de conocerle aún un poco más, mientras que la vida de la fémina seguiría siendo un completo misterio. Pero eso sí, ella había prometido responder con sinceridad una pregunta que cada cual le formulase, y hasta el momento, nadie había efectuado cuestionamiento alguno, así que sus secretos, seguían estando bien custodiados en el fondo de su alma.
Ella le había preguntado cual era su idea de pasarlo bien y él la retó a subirse al Eagle, acción que la mujer no tardaría en hacer, eso sí, tras dedicar una mirada coqueta a su acompañante, denotando que no tenía miedo de las consecuencias.
- ¿Vas a sorprenderme Yilmaz? Pocos lo hacen... ¿Vas a ser distinto a los demás? - En realidad aquella pregunta era más una duda personal que ella tenía, formulada al mundo para evaluar sus respuestas - Confío en ti, no me estrelles - Nada más subirse a la nave la mujer se acomodó en el espacio y se le quedó mirando, callada de repente mientras le observaba, permaneciendo así durante un tiempo prudencial.
Era extraño, normalmente Dunne guiaba siempre a las personas para que hicieran lo que ella deseaba, que Eylo tuviese iniciativa en hacer algo, le llamaba la atención. Si él era como creía quizás le llevase a ese lugar secreto que estaba a tan buen recaudo, el sitio donde parte de la historia comenzó. En aquel domo perdido y abandonado que muchos ya no recordaban, habiéndose perdido en el tiempo.
Eylo empezó a dejar atrás las dudas y ese encorsetamiento que le provocaba tratar con Grey. No se trataba de incomodidad, sino de una cautela mucho mayor de la que hubiera tratado con cualquiera. Era como si una voz en su interior le exigiera calma, seguridad, pero esta se peleaba con otra más vibrante y alocada, y Eylo, en medio de ambas, trataba de equilibrarlo todo. Pero cuando ambos se quedaban atados a los ojos del otro, entonces, y solo entonces, el eridiano sentía que todo estaba bien.
—Porque los chicos como yo.. —sintió esa mirada de nuevo, frenó el ritmo de sus palabras, pero se dejó taladrar por ella —.. saben que las chicas como tú no pueden negarse a que alguien les pilote la nave —esbozó una sonrisa burlona, natural, y luego le devolvió la intensidad de la mirada con cierto toque ambiguo, misterioso —. Entonces este chico es el afortunado en este paseo, ¿no? —sin intención de competir acerca de la experiencia, esbozó una sonrisa torcida, de truhán, una faceta que rara vez sacaba Eylo a relucir. Y eso era un indicador, uno que demostraba la paulatina comodidad que sentía al estar junto a Grey.
—Te tomo la palabra —respondió mientras chequeaba el estado de la nave, pero la expresión no verbal de Eylo respondían sin palabras a la la promesa de no morder de Grey con una sonrisa burlona, aunque con intriga por los sitios que prometía que le iban a sorprender —. Daya —respondió con sencillez, y se sintió un poco raro al mencionarla, más cuando la exsargento sugirió el hipotético amorío y aquella afluencia soterrada de celos.
—Nos entendemos bien, pero no.. no.. nada de amoríos —explicó tratando de no apurar ni forzar nada, aunque ahora un tanto ortopédico, nervioso por no querer provocarle un malentendido a Grey, ¿por qué le preocupaba tanto? Bueno, sí lo sabía, su subconsciente, pero él aun no lo sabía aún —. Le expliqué mi increíble capacidad para rayar el casco de la Rust y me amenazó con no tocar ningún Eagle si lo repetía —resumió con sencillez, con un encogimiento de hombros, aunque enseguida recondució cualquier pensamiento intruso acerca de su hipotética relación con Daya —. A Daya le he contado muchas cosas, pero contigo quiero compartir algo que.. no he compartido con nadie antes.
La forma de decir aquello poseía algo trascendental, y al menos para Eylo lo era, quizá para Dunne no significaría más que una experiencia que sumar a las suyas, pero.. después de aquellos sueños, de aquella conexión.. sentía ese impulso de unirse a ella de una forma más personal. Al comentar sobre el rol de los mandos, el karma y el estrellarse, Eylo recuperó el hilo más distendido de la charla. Decir que no podía imaginarse quién pudiera quererle algo así, o si estaba bromeando, pero Eylo ya no era un adolescente y la vida le había enseñado que es dura, gris y terrible a veces. Por lo que lo resolvió con un comentario jocoso a juego.
—Bueno, si le estoy haciendo un favor a tanta gente seguro que me lo compensarán con un bonito funeral —se encogió de hombros, a lo que añadió a continuación —. De otro modo, se pueden ir a la mierda. Ya volveríamos como fantasmas a joderles la vida —soltó una breve carcajada tendiéndole el equipo y el casco de la nave —. Pero no, prefiero conservarnos de una pieza, porque los chicos que sacan a pasear a chicas como tú, les suele gustar repetir la experiencia —le comentó guiñándole el ojo entrando en la carlinga del Eagle.
A pesar de la confianza que demostraba, la comodidad que sentía junto a Grey, el pulso de Eylo estaba disparado. Trataba de racionalizar todo aquello con normalidad, pero en su caja torácica había un verdadero festival de percusión. Por un momento sintió la amenaza de los mareos por la gravedad de los primeros días, pero enseguida se deshicieron al volver a encontrarse con los ojos esmeralda de la mujer. El eridiano sonrió de corazón, inconsciente del hecho, y, quizá, aquella era la sonrisa más auténtica que hubiera podido ver Grey en toda la conversación.
—Puedo prometerte una experiencia pura e intensamente eridiana —respondió con un deje burlón mientras chequeaba los sistemas del Eagle, hacia una comprobación de los sistemas. Tardó un poco en hacerlo, no estaba acostumbrado a manejar naves de ese tamaño, pues lo más parecido eran pequeñas lanzaderas civiles que no tenían, ni por asomo, la maniobrabilidad que podía tener una Eagle.
Eylo puso la mano sobre el panel de control de la astronave, se concentró unos segundos como si realizara un salmo y, en cierto modo, así lo estaba haciendo. No pidió nada, no lanzó ninguna oración, solo quiso sentirse vinculado a la nave que le iba a devolver, de nuevo, al espacio, un sitio que añoraba a rabiar. Tras hacerlo hizo las últimas comprobaciones, miró a Grey unos segundos, le sonrió con cierta luminosidad, confiado, al escucharla decir que confiaba en él.
—Eso sí es una apuesta arriesgada —le dijo como si en ello pareciera entrañar un significado más profundo, pero antes de cualquier reacción posible los motores arrancaron y la Eagle despegaba —. ¿Un poco de música? A mi me encanta esta canción —habiéndose ganado su fama de disc jockey del Domo 12, se había agenciado una de sus canciones favoritos, que empezó a sonar por los altavoces de la nave.
La astronave aceleró rápidamente sobre la superficie de Protect, y así describió la ruta mientras Eylo comprobaba los sensores para trazar el rumbo hacia la exosfera del planeta. Volver a estar a los mandos de la nave provocó un estímulo eléctrico por todo el cuerpo, no podía haber llegado a imaginar lo mucho de menos que echaba aquella sensación. Y con el espacio acercándose a ellos a gran velocidad, Eylo se volvió hacia la mujer con cara de circunstancias.
—Creo que te he mentido antes —admitió con humor —. Sí me entusiasma esto, lo echaba de menos —dicho esto realizó un trompo con el Eagle atravesando la última capa de la atmósfera de Protect mientras soltaba una carcajada que contenía toda la añoranza que había cristalizado de su hogar. Durante unos instantes, la Eagle pareció quedarse suspendida en el vacío a pesar de ir una velocidad de cientos de kilómetros por hora. Eylo buscó por la carta de navegación la ubicación, programó la ruta en el HUD y lo siguió —. Vas a tener que echarme una mano —miró a un lado y le dio golpecitos en un monitor de sensores —. Es un campo de desechos. Basura espacial. Por lo que vi en telecos, a veces se usa como campo de prueba para los pilotos —explicó mientras en el monitor iban apareciendo pequeños puntos que se iban acercando a gran velocidad, y añadió divertido —. ¿Qué tal se te da disparar, chica?
En el acercamiento, Eylo se permitió cerrar los ojos. Quizá era la sugestión, pero creía sentir los propios vientos cósmicos que desprendían las estrellas, conectarse a una navegación como más íntima y personal con el espacio, como un eco de los antiguos viajes navales de la Tierra. Quizá era la sugestión, pero Eylo no necesitó más. Se adentró por el campo de desechos, y aunque no tomó una ruta especialmente peligrosa, sí jugó con algunos de los más grandes.
—Objetivos marcados en 12.3, artillera —le dijo sin darle opción alguna a oponerse a ello. Sonrió burlón, y aceleró la Eagle —. Que no quede ni uno.
Grey rio abiertamente ante la primera respuesta de Yilmaz, le había gustado mucho la seguridad en sí mismo que el joven mostraba, dando por hecho de que ella no iba a negarse a pasear con él, y quizás fuera esa actitud desenfadada la que más provocaba que ella le mirase con profundo interés.
- No voy a negarlo, las chicas como yo, desean que alguien les pilote la nave - Y ante el gesto del truhan del joven eridiano ella se rindió aceptando la evidencia - Sí, claro, este chico es el afortunado en acompañarme hoy - Le pasó el dedo por el pecho hasta su barbilla, dándole un toque final a esta, mientras con su mirada determinaba algo, le gustaba el desenfado que entre ambos surgía - Y quién sabe, si te portas bien quizás hasta puede que me acompañes más veces... - Tuvo un leve gesto de timidez que surgió natural, mirando hacia el lateral, algo que corrigió para no dejar caer su máscara de seguridad y control.
El nombre de Daya al ser pronunciado obtuvo toda la atención de la exsargento, la cual guardó silencio para escuchar las opiniones que Eylo tenía con respecto a la bonita piloto, sin prejuzgar sus palabras ni sacar conclusiones precipitadas, para eso Grey era muy comedida. No deseaba crear un muro ante el diálogo que ambos comenzaban a desarrollar. Se sentía cómoda y confiaba plenamente en lo que le decía.
- Comprendo que Daya te lo va a hacer pasar mal si se te ocurre atentar contra los Eagles - Sonrisa relajada - Pero no tanto como yo si me estrellas... - Aseguró, sorprendiéndose de que con ella quisiera compartir algo que no había compartido con nadie. Parecía que aquello interesaba y agradaba a la fémina de ojos verdes a partes iguales - ¿Y por qué conmigo es diferente? - Se mordió el labio, estaba muy interesada en cada una de las cosas que le decía, porque aquella sensación o sentimiento extraño que le asaltaba de manera continuada era recíproco, quería entender que así era. No podía estar inventándoselo - ¿Por qué me diferencias de las demás?... - Aunque la real pregunta debía hacérsela a sí misma, ¿por qué él era distinto? Se había aproximado a otros de sus compañeros pero ni por asomo llegaban a despertar el más mínimo interés por su parte. Aquello era potencialmente extraño y quería respuestas que apaciguaran sus dudas.
Cuando hablaron del karma, Eylo dijo una palabra que provocó un parpadeo el Grey - ¿Fantasmas? ¿Crees en... fantasmas? - No había burla en sus ojos ni en su sonrisa. Apretaba los labios. Aunque en ese instante la mujer se puso el traje espacial y el casco, diluyendo la pregunta entre un sinfín de acciones, como prepararse para el vuelo, cambiando de tema nada más surgió la oportunidad - Es posible que a las chicas como yo, les guste que los chicos como tú quieran seguir teniendo interés en pasear muchas más veces.... - ¿Era una invitación indirecta?
Yilmaz le prometía una experiencia eridiana mientras comprobaba los sistemas de la nave y tras ello, comenzó el despegue, no sin antes ponerle una canción que la joven no había escuchado nunca, pero al saber que era del gusto del muchacho, le prestó atención con toda la intencionalidad de memorizar parte de la letra, entendiendo que era algo muy personal que estaba compartiendo con ella.
- Es la primera vez que la escucho... Me gusta... Aunque en mi tierra se estilan más los instrumentos musicales, yo... siempre he adorado el sonido del violín, me evoca muchos recuerdos... - Dijo la mujer antes de hacer referencia a una parte de la canción - Por cierto, ¿Puedes llevarme más alto, Eylo? - Y por lo visto sí podía, elevándose hasta el firmamento para decir una realidad, le había mentido. Dunne miró al joven con un gran interrogante en su rostro, como si quisiera saber en qué, una respuesta que no tardaría en llegar cuando llegasen a la exosfera del planeta y cruzase la línea que le separaba de Protect, haciendo un trompo con el Eagle, una maniobra que provocó que Grey se aferrase fuertemente a los asideros de la nave y aunque la fémina no dijo nada al respecto, había palidecido su piel.
Yilmaz dejó el Eagle en estado de suspensión y la mujer intentó recuperar la calma, forzando una leve sonrisa mientras el muchacho determinaba que había un campo de desechos, preguntándole qué tal se le daba disparar - No se me da mal... - Comenzó a decir y se calló, aunque quizás debiera haber añadido que "en tierra y con subfusil", no esperando la exsargento que Eylo acelerase la nave y marcase un objetivo sobre el que abrir fuego, incitándola a ello.
La joven, por el contrario, permaneció rígida y comenzó a respirar con un ritmo acelerado, intenso, como si sufriera una crisis de ansiedad. Aquella actitud era característica en gente que padecía fobia a volar y, aunque Dunne parecía no tener miedo a nada, aquel campo lleno de objetos junto con la velocidad de la nave, hacía que su máscara cayese completamente, para mostrar una de sus mayores debilidades. Un defecto que intentaba mantener oculto.
La única reacción que tuvo Grey fue la de coger el antebrazo derecho de Yimaz con muchísima fuerza. No era una acción medida, la joven estaba en completo estado de pánico, mientras se acercaban a un objetivo particularmente grande que Eylo debería esquivar si no deseaba impactar sobre él. Y fue entonces cuando algo muy extraño, sucedió.
Eylo miró a Grey a los ojos, ella estaba enfadada, su mirada verde refulgía, como las radiaciones que emitían algunos planetas gaseosos e inestables del sistema solar donde habías nacido. Elevaba las manos como si intentase explicar algo que tenía mucha lógica y que estaba siendo completamente ignorado. Elevaba la voz y casi podías sentir lo que decía, a pesar del silencio de la propia Eagle en la que os encontrabais.
- ¡No puedes seguir así! ¡Tienes que parar ya! - Se acerca hacia ti y te coge la mano derecha, te intenta quitar algo, es entonces cuando miras tu extremidad y observas que no está el mando de la nave, sino una botella con licor igniano, uno de los más potentes de todo el universo conocido - ¡Para la nave! ¡Tengo miedo! - Te impacta esa sinceridad profunda con la que lo dice, pero en el fondo no te sale hacerle caso, quieres hacerle daño y no usas tus puños para ello, decides usar tus palabras, sabes que duelen más.
- Todo esto es por tu culpa. ¡Tú culpa, maldita zorra! ¡Si no fuera por ti seguiría viva! ¡Tú la mataste! - Lo has gritado tú, Eylo, aunque no te reconoces en la voz y tampoco entiendes porqué, ni intuyes tu propio razonamiento, solo sabes que Dunne te mira con una tristeza infinita en el rostro, sin haber dado aún esa guerra por perdida. Se dispone a hablar pero tras mirar por la ventana solo puede gritar - ¡Vamos a impactar!
Miras el asteroide e intentas virar, pero sabes que el ala de la nave chocará inevitablemente contra la mole de roca, mientras la vibración del vehículo violenta la estructura y cruje, si se hace una brecha en pocos minutos moriréis, lo sabes, pero te da igual, te has dado un golpe en la cabeza y solo quieres dormir y ella... ¡Qué se la lleve el diablo!... Quizás si todos murieseis la vida tendría mucho más sentido. Sería mejor.
No llegó a responder con claridad a la pregunta de Grey acerca de qué la hacia especial. Eylo sencillamente la miró a los ojos, dejando que la unión de ambos digiriera una respuesta tan nítida que solamente ambos podían interpretarla. Porque, aunque Grey no lo supiera, sí podía sentirlo, que Eylo no había mirado jamás a una persona, a una mujer, de ese modo tan especial.
—No creo en fantasmas, hay fantasmas —dijo convencido, aunque con un sentido tan ambiguo que lo dejó a la libre interpretación de Grey. Eylo, nativo de Eridani, tenía muy clara la existencia de los fantasmas, ella había visto una, o lo que pudiera asemejarse a uno, pero también había los fantasmas que nosotros creamos con nuestro pesar. Quizá, el más nocivo y peligroso de ellos.
—Entonces.. te debo un concierto —dijo esto con un poco de chanza, pero con la disposición de tocar para ella— solo para tus oídos. Cuando recupere mi violín, o me haga con uno —una coincidencia más, un vínculo más, aquello estaba acelerando el corazón y mente del eridiano a una velocidad que rivalizaría a las alcanzadas por el Eagle. Se obligó a centrarse, y cuando Grey le preguntó si podía llevarla más alto, volvió la mirada hacia ella buscando la suya, sonrió con suavidad.
—Siempre.
Entonces algo se torció. Confiado en que aquel viaje le permitiría conocer más profundamente más a Dunne que a Grey, aceleró la nave hacia el campo de escombros. No se esperó, ni en mil años, de que a pesar de estar en lo cierto, fuera a ser de aquel modo. Sintió la presión en su antebrazo, lo que hizo que la mirada de Eylo girara hacia ella viendo la cara de la mujer. Al eridiano se le hizo un nudo en el estómago, no esperaba eso, no quería eso y, entonces, por su mente cruzó aquella escena. El tiempo fluctuó de un modo distinto, ajeno a la carlinga de la nave, y Eylo se vio atrapado en un cuerpo, en una mente y en un tiempo que no eran los suyos. Sintió miedo, sintió desprecio, sintió rabia, sintió impotencia.. y cuando, tras esa fracción de segundo, el eridiano volvía a ser dueño de si mismo pudo esquivar in extremis el enorme desecho espacial con el que estuvieron a punto de impactar.
Eylo no había tomado una ruta peligrosa, por lo que sus reflejos y la ayuda del aparataje de guiado ayudaron a evitar el choque catastrófico, aunque el Eagle se llevó una rayada bastante significativa y el eridiano luchó por mantener el control de la nave. Durante unos segundos, la nave amenazó con empezar a hacer trompos sin control, pero Eylo logró atajarlos manejando la palanca del piloto y una parada de emergencia. Todo había sucedido en apenas veinte segundos, la respiración del piloto estaba acelerada, así como su corazón, pero no sabía si era más debido a la experiencia extrasensorial que había tenido o al choque que había sorteado.
Trató de serenarse, y fue automático, tomó la mano de Grey y la miró, la vio aterrorizada y el corazón se le encogió. Buscó llamar su atención, hizo de tripas corazón para mostrarse sólido a pesar de los nevios.
—Grey.. Grey.. —repitió sumidos en aquel silencio cósmico, en el que solo estaban ellos. Respiró hondo, tratando de capturar su mirada, su atención —. Dunne..
Era la primera vez que decía su nombre de pila, pero el instinto le exigió que lo hiciera. Tras comprobar que el soporte vital del Eagle estaba bien, se quitó el casco e hizo lo propio con el de la mujer. Conocía esos ataque de pánico, él los había vivido en alguna ocasión, necesitaba aire, espacio, reconectarse.. el casco solo oprimía. La miraba con genuina preocupación, sin saber, pero sabiendo, porque estaba así.
—Dunne.. estoy aquí. Vuelve conmigo.. —sin querer presionarla más, le dejó ese espacio para ella, pero no le soltó la mano. El eridiano no había dejado de hacerlo y, en aquel subconsciente que ya sabía más cosas de Eylo de si mismo que el propio Eylo, sabía que no la soltaría jamás mientras Grey.. Dunne.. la aceptara.
Se quedó en silencio, con el Eagle flotando en medio de una oscuridad bañada por la luz de miles de estrellas, las cascos flotaban perezosos a su alrededor por la falta de gravedad y, quizá para aliviar su propia carga emocional, Eylo pensó que Daya le iba a matar por la rayada que acababa de dejar en el caza.
Las miradas entre Eylo y Grey eran muy evidentes, la atracción que entre ambos existía se hacía patente en cada pequeño gesto de expresión que les envolvía, ya fueran suspiros o silencios. Yilmaz podía estar seguro de que Dunne no le miraba como a los demás, incluso cuando jugaba a hacerse más atractiva delante de todos, momentos que utilizaba para llamar la atención sobre sí. Y ella suponía lo mismo, sintiéndose inconscientemente correspondida, de una manera tan especial que daba miedo dar un paso al acercamiento, pero aún más, pensar que pudiera alejarse.
- Hay fantasmas... - Repitió ella sus palabras con seriedad, sin burla de tipo alguno en su comentario - Te creo - La firme aseveración de la mujer implicaba muchas otras verdades, como que cualquier cosa que él le dijera era axioma absoluto para la fémina, sin cuestionamiento ni dudas, simplemente confiaba en su palabra y ésta la anteponía ante cualquier otra realidad.
La sonrisa de Grey se hizo muy amplia cuando el eridiano le prometió hacer un concierto para ella. Siempre le había gustado el sonido relajado y envolvente de los violines, la música tranquila le agradaba y solo el hecho de pensar que Yilmaz iba a tocar para ella, le hizo sentir un vuelco en el corazón que no podía seguir obviando. Le gustaba, y era en ese preciso instante cuando aceptaba ese hecho, aunque se había dado cuenta mucho antes.
- ¿Dónde está tú violín? Conseguiré que te lo traigan. Tengo contactos - Fue sencillo hacer esa promesa, Dunne tenía mucho potencial para lo ilegal, y conseguir materiales de contrabando no era algo demasiado complicado de obtener. Había muchas formas de lograr ciertos caprichos - Estoy deseando escuchar como tocas... - Estaba nerviosa, sentía magia en su interior, hacía tiempo que no vibraba de aquella manera por nadie, y llegaba a extrañarse de volver a sentir así, pues llegó incluso a pensar de que había perdido la ilusión por conocer a gente nueva, descubriendo con aquella experiencia, todo lo contrario.
Es un nuevo comienzo, una nueva oportunidad... Puedo intentar ser yo misma de nuevo...
Y todo parecía ir bien hasta que el ascenso de vuelo les llevó al campo espacial de escombros, donde los elementos parecían tener vida propia mientras orbitaban. La mujer no pudo disimular entonces su secreto mejor guardado, tenía miedo a volar; un pánico que en algunas ocasiones podía controlar, aunque según el movimiento de la nave provocaba en ella ataques de ansiedad, y en ese preciso instante no sólo eso había sucedido, sino que de manera extraña, y relacionada con la conexión que ambos sentían, Eylo pudo ver un fragmento del pasado de Grey con Ícaro, habiendo asumido Yilmaz el cuerpo del piloto, como si de una experiencia extrasensorial se tratara.
Fue toda una suerte que Eylo recuperase el control en el momento oportuno para virar la nave y no estamparla contra los restos que les rodeaban. Aunque eso sí, tras haber realizado un rayón considerable al Eagle, una marca que haría sufrir a Yum desde lo más profundo de su alma, y que provocaría que Daya se viera obligada a cumplir su palabra de no dejarle tocar otra de esas naves que con tanto cariño pilotaba.
Yilmaz hizo parar la nave en el momento preciso, cuando no había ningún peligro acechante alrededor, y se movió rápido hacia la mujer que le acompañaba, tomándole de la mano, llamándola por su nombre, intentando que ella reconectase con el mundo de nuevo, que le mirase, que volviera. Le quitó el casco y comprobó la respiración de la mujer, ansiosa al inicio como si no hubiera demasiado aire en la cabina de pilotaje, pero con el paso del tiempo y la voz masculina reclamando la atención, la serenidad parecía regresar a la exsargento, despacio eso sí, pero poco a poco recobraría la compostura y sería mucho más nítida al hablar de lo que jamás mostraba.
- Yo... Lo siento, Eylo... - Le llamaba por su nombre, tomando la actitud de quien le conocía desde hacía años, pues así se sentía a su lado, como si fueran amigos de toda la vida. Le apretó la mano con suavidad, un gesto que determinaba que volvía a tener cierto control sobre sí misma, no como cuando le cogió el antebrazo - Odio volar... A... A veces me supera... - Primera vez que Grey se mostraba vulnerable - Fue desde el accidente que tuve con Ícaro hace dos años... Estuvimos a punto de morir y... - Tomó aire - Antes me encantaba... - Reconoció la joven - Quería aprender a pilotar incluso, sentir la emoción en cada viaje, pero... Ahora no lo soporto... - Lo cual implicaba lo mucho que se controlaba para poder cumplir con sus obligaciones y cómo de mal tuvo que estar en el Starliner hasta llegar a Protect.
La mujer no planteaba separarse de Yilmaz, permaneciendo en silencio y suspirante durante un tiempo más, hasta que decidió volver a tomar la palabra tras haber estado pensando algunas ideas que le pasaban por la mente.
- Lamento haber estropeado tu plan, Eylo... De verdad, quería haber conseguido controlarme... - En cierta medida ella intentaba probarse a sí misma - Ya viste que no soy para nada perfecta... ¿Dónde nos deja eso? - Temía la respuesta, pero en el fondo ella era especialista en provocar daño, o al menos así se sentía - Quiero saber qué piensas y hasta qué punto estás decepcionado. Mejor ahora que más tarde, luego todo duele más... - Le miró con la profundidad de sus ojos verdes, ¿acaso cortaba con él, aún sin haber empezado nada?
Aquella conversación de Grey hacía intuir muchas cosas, como el mal concepto que ella tenía de sí misma, quizás fuera un momento ideal para conocerse, ahora que tan solo estaban ellos dos y el firmamento.
- Si quieres hay un Domo abandonado en Protect, podemos ir allí para charlar o quedarnos aquí... - Le informó dejándole elegir el sitio donde estar, pero eso sí, para volver a dirigir la nave, debería antes recuperar su mano.
El corazón de Eylo seguía latiendo como si temiera que parar significase el final, el eridiano sostenía la mano de Grey con firmeza, sin asomo de intención de soltarla. A pesar de tratar de mostrarse sereno, rocoso, para que Dunne pudiera agarrarse a algo, su cabeza seguía aturdida por aquella experiencia extrasensorial, quería buscarle un sentido lógico a lo que acababa de vivir. Pero las palabras de la mujer le persuadieron de hacerlo, pues su atención se volcó en ella.
—No, no me has de pedir disculpas —aseveró Eylo negando con la cabeza al escuchar a la mujer. Escuchó lo que le narraba, y escuchar de sus labios la experiencia que le había causado aquella fobia hizo que el vello se le erizara, que reafirmara la idea de que aquello no había sido una alucinación —. Él iba bebido, ¿verdad?
No era una pregunta capciosa, sino un soporte más, un convencimiento más, de que lo que había vivido era real. Una parte de él ya se había entregado, pero su raciocinio aun peleaba por imponer la tesis de que aquello no había podido haber pasado. Con la mano sujetando la suya, se acercó un poco, y acabó abrazándola sin decir nada. Un abrazo un tanto incómodo por los trajes, pero cuyo sentido trascendía el plano físico al emocional.
—Lo entiendo, Dunne. Perdona por haberte hecho pasar por esto.. —respiró el aroma que desprendían sus cabellos, una fragancia que competía a erizarle el vello, pero con un sentido completamente opuesto al anterior. Se separó unos centímetros de ella, los justos para que el verde de los ojos de ambos se sintieran íntimamente ligados. Dejó que el silencio llenara el escaso espacio que había, respiró hondo sin decir nada, quería hacerlo, pero temía que dar un paso en esa dirección rompería aquel instante. En lugar de hablar, Eylo sonrió con una claridad propia, calmada, intentando contagiar a la misma Grey de esa placidez.
—No has estropeado ningún plan —negó lentamente con la cabeza —. Ninguno. Yo.. —paladeó una pregunta, pero no se atrevió. Su corazón seguía latiendo, pero ahora poseía un matiz nervioso por la cercanía de ambos —. No quiero, no quisiera al menos.. que fueras perfecta.. —dijo al fin, con esa familiaridad naciente —. Quiero que seas tú misma. Dunne. Ni la sargento, ni la recluta, ni otra persona salvo tú.. una vez me dijiste que no seamos nosotros mismos es chatarra.. yo.. —de nuevo un silencio, su mano izquierda, la que lucía aquel tatuaje de infausto recuerdo, acarició la mejilla de Dunne —... quiero poderte ver sin toda esa chatarra que nos ponemos encima para poder salir adelante. No estoy decepcionado, Dunne. Estoy, extrañamente, contento.. de conocerte al fin.
Tenia tantas preguntas, tantas. Se le acumulaban en la cabeza, y Eylo peleaba por ordenarlas como podía. Se sentía mal por ¿saber? cosas personales de ella, descubiertas por.. ¿intuición? ¿empatía? ¿telepatía? Pero en esa conversación le había pedido conocer a la persona que era ella, y Eylo estaba más que dispuesto a corresponderla del mismo modo.
—Quería hacer algo contigo, y creo que.. ahora más que nunca.. puede que te ayude —dijo lentamente, respiró del mismo modo y miró hacia el espacio antes de regresar al refugio de la mirada verde de Dunne —. ¿Podrás confiar en mi?
La conexión entre Eylo y Dunne no solamente había sido mental compartiendo unas escenas de las vivencias pasadas de la mujer, si no también física pues las manos de ambos permanecían unidas, en íntimo contacto y no había motivo aún para que cada uno ganase su espacio. Grey no deseaba soltarle, como si gracias a Yilmaz estuviera aferrada al mundo.
- Iba bebido...Discutí con él por eso antes de que saliera del hangar, pero no logré imponerme... No debí haberme subido a la nave. Pero si no lo hacía y le pasaba algo, jamás me lo hubiera perdonado - Explicó la mujer sintiendo que apenas le quedaban fuerzas dentro de sí - Pensé que cuando estuviera en vuelo se dormiría. El plan era apagar el sistema de navegación y encender el de anti gravedad para no colisionar con cuerpos que orbitaran. Y esperar a que se despertara antes de volver al PEC... - Tal y como ella lo planteaba era aguantar dentro de una nave durante horas solo para mantener la seguridad de Ícaro, y sin avisar a nadie que pudiese dar parte del piloto - Pero tuvimos el accidente...
Eylo la atrajo hacia sí y ella, obviando la incomodidad del traje, se dejó atraer, acomodando sus brazos sobre los hombros y pecho del hombre. Suspiró al sentir el contacto de su mejilla con la piel de su compañero, nunca habían estado tan cerca, y a pesar de todo el estrés del momento, aquel instante para la mujer implicaba mucho más de lo que Yilmaz podría llegar a imaginar.
- Tú no lo sabías, no tienes culpa de nada - Le dijo mientras las miradas verdes de ambos conectaban y se hizo un silencio que curiosamente para Dunne no resultó nada incómodo, quizás necesario para calmar sus propias emociones. Suspiró sin apartarse, manteniendo aquella proximidad tan sumamente envolvente durante unos instantes, hasta que Eylo le dijo a la exsargento unas palabras que ella misma le regaló no hacía demasiado tiempo, frases que implicaban que debían ser ellos mismos, sin artefactos que pudieran alterar lo que eran en esencia.
Quizás algo que Grey no esperaba, es que alguien le dijera alguna vez que estaba contento de conocerla. Ella solía resultar atractiva para los demás con todas sus máscaras puestas, para impedir que se viera más allá de lo que en realidad era. Dunne tenía miedos, fantasmas acompañaban su pasado y no controlaba todo como quería hacer ver a los demás. Algunas situaciones en su vida le habían superado y estaba siempre en el continuo proceso de intentar sobrellevarlo todo, de vencer sus propias adversidades.
- No estás decepcionado... - Era una afirmación que le hacía dudar, y quizás por ello buscase en su mirada la verdad que esa aseveración podía esconder, no encontrando engaños de por medio, tan solo aquel hilo conector que provocaba que no quisiera separarse de su lado - ¿Confiar en ti? - Sonrió con suavidad antes de darle una respuesta segura de la que tampoco se admitía dudas - Ya lo hago... - Se mordió el labio inferior antes de decir algo que creía, debía comentar - Me siento ligada a ti, Eylo... De una manera tan intensa que no podrías siquiera imaginar... - El rubor apareció en las mejillas de la fémina, algo muy poco común. Ella nunca se achantaba ante ningún tipo de palabras o comentarios, y ahora que le expresaba algo muy íntimo de su persona parecía mostrar una timidez que pocas veces relucía - ¿Es sólo cosa mía o tú también lo sientes?... - Se aproximó con suavidad hacia Yilmaz, dejando muy poco espacio para que los labios de ambos conectasen y así estuvo un tiempo, hasta que viera alguna señal en el joven que mostrase deseo, solamente en esas circunstancias le daría un beso cálido, suave y tierno. No era un gesto que partiera de una necesidad corporal aún sin cubrir, sino algo profundo, una muestra de afecto que hacía bombear el corazón de la mujer de manera frenética.
Dunne no quería ser invasiva, por eso medía mucho sus reacciones. Si él decidiese tomar espacio para no besarla, sabría mantener el tipo y respetar su decisión. Cuidaba sus gestos, pero él podría intuir que su contacto era una de las cosas que en aquel instante, más ansiaba ella.
El carrusel emocional al que ambos se habían montado seguía girando. Era una espiral casi endiablada, incontrolable, a la que Eylo aun le causaba vértigo. Aquella visión seguía rondándole en la cabeza, también la experiencia que tuvo en el Domo, e incluso se llegó a cuestionar si todo aquello eran delirios de un anhelo que fuera real o que estaba sucediendo verdaderamente.
—No siempre fue así, ¿verdad? Me refiero a Ícaro —dijo sin saber cómo explicarle a Dunne que sabía más, mucho más, de lo que decía, pero.. quizá la mejor manera de hacerlo era.. hacerlo simple —. Yo también siento esa conexión —empezó hilándolo a la confesión de Dunne —. No la esperaba.. no.. la esperaba. Te parecerá una locura, pero.. algo me hace sentir que debo estar contigo. Y no sé lo que es. Y esa sensación.. crece.. día tras día.. —tragó saliva, jugando con los dedos de Grey lentamente —. Antes.. lo he visto —se hizo un silencio tan profundo como el del propio espacio, mirándola a los ojos —. No sé cómo. Pero.. yo era Ícaro, y no lo era, vi lo que os pasó. Él estaba furioso por algo, te.. acusaba de la muerte de alguien —fue cauto al decir esto, porque intuía que ahondaba en un doloroso recuerdo para ella —.. el día que nos conocimos lo vi, ¿sabes? Cuando dijiste que hay gente que no lo soporta, el PEC, y llegan a.. quitarse la vida —tomó su mano con firmeza, como si estuviera dispuesto a sostenerla frente a un abismo, impidiendo que cayera —. Perdiste a alguien. Y.. creo.. creo que te sientes responsable de eso.
Dejó que el silencio volviera a imponerse entre ellos, pero los ojos de Eylo contaban una historia. Porque durante mucho tiempo él se sintió responsable de la muerte de sus padres, sus amigos, su familia.. solo porque había sobrevivido. Aun hoy, aquella sensación regresaba como los fantasmas que ambos habían descrito, y sabía cuanta destrucción podían hacer esas creencias. No sabía la historia de Grey y, aun queriendo descubrirla, permanecería junto a ella. Porque nadie merece atravesar la oscuridad solo, porque todo el mundo merece tener una luz que le guíe.
—Dunne.. no me iré —prometió —. No.. no me iré —repitió con convicción. No sabía si todo aquello era una treta del destino, si había fuerzas que conspiraban por juntarlos o era un simple y llano enamoramiento. ¿Qué importaba? Eylo la miró queriendo descubrir cada uno de sus secretos, asumiendo el riesgo que correría por ellos, pero.. ¿acaso lo más valioso que nos depara la vida es sencillo? —. No me iré.
Las voces fueron menguando, engullidas por silencios que decían más que las palabras, ella se acercó a él y él se acercó a ella, en una sincronía escrita en algún lugar. Su corazón, paradójicamente tras todo lo vivido, se sentía manso, tranquilo, como si supiera que todo estaba bien. Eylo sonrió con complicidad cuando apenas les separaban unos milímetros.
—No retrocedí la primera vez que hablamos, no lo haré ahora —susurró para que, instantes despues, sus labios se alcanzaran en un prolongado y suave beso, tierno al principio, fogoso a continuación. Como un incendio que prende de sus brasas y que liberaba unos sentimientos tan intensos como no los hubiera sentido jamás antes por nadie.
Cuando, centímetro a centímetro, pero no demasiados, se separaron, Eylo la miraba con fascinación sin que ninguna palabra se atreviera a escaparse para quebrar el momento. El eridiano acarició su mejilla suavemente y sonrió, una sonrisa única, que solo tenía para ella.
La proximidad entre ambos provocaba que aquella atracción fuera mucho más fuerte que nunca. Se intuía en las miradas, en el contacto que intentaban mantener y en las palabras. Dunne Grey nunca había sido tan explícita con nadie como lo estaba siendo con Eylo, diciéndole las cosas tal y como las sentía, sin filtros ni oscuridades, con la máscara no solo quitada, sino bien alejada de sí.
- Ícaro no era así. Él era un hombre maravilloso. Uno de los mejores pilotos del PEC - Desvió la mirada avergonzada por unos instantes como si no supiera cómo continuar la explicación, aunque Yilmaz le ayudó en ello, puesto que le habló de la conexión que entre ambos existía, indicándole que también era consciente de ello - También lo sientes... Es algo tan especial... Único...Yo, no quiero separarme de ti, sé que debo estar contigo... No entiendo porqué, tampoco quiero entenderlo, solo quiero sentirlo, vivirlo... - Parecía ser una declaración de intenciones, aunque para eso, debía decir muchas más cosas, y algunas implicaban al anterior nombrado, el piloto del PEC 12 - Estuve con Ícaro hace cuatro años. Era un hombre encantador, muy atento y... él... - Sintió vergüenza al decir el resto - Estaba casado... Yo en aquella época no pensaba en las consecuencias de mis acciones, tan solo quería... Vivir, disfrutar, deseaba tenerle, era un sentimiento muy fuerte y él me correspondía, pero no quería dejar a su esposa porque tenían un hijo en común y según me decía, lo apartaría de su lado... Yo, no tenía problemas en aceptar que tuviera que regresar todas las noches a su camarote con su familia, porque al fin y al cabo estaba convencida de que a quien quería era a mí - Sorprendía aquellas palabras sobre todo por la diferencia de edad que el piloto y ella aparentaban llevarse - Al año de estar juntos su mujer se enteró, no fuimos discretos y nos vio juntos. Se subió a una nave con el niño y tuvieron un accidente cuando aterrizaron en el planeta Tierra. Ambos murieron... - No podía mirarle a la cara, jamás había verbalizado lo que mucha gente sabía - Él comenzó a beber desde que murieron y fue cuando comprendí de que realmente no me amaba... Pero tampoco hice por apartarme... - Habían quedado hilos sueltos sin narrar, quedando la historia explicada a grandes rasgos.
Eylo tomaba su mano con firmeza y comentó otra de las cosas que sabía de Grey por sus gestos. Ella había perdido a alguien y desde luego no era la esposa de Ícaro.
- Mi hermana... - Su voz sonaba débil, sentida - Mi hermana pequeña quiso ser soldado espacial como yo y la incentivé a ello. No lo soportó. Tuvo una vida de mierda... - Resultaba curioso que la muchacha hiciera ese comentario, como si de alguna manera no valorase ni su propia infancia. ¿Cómo habría sido Dunne de pequeña? ¿Seguirían vivos sus padres?
La mirada verde de Dunne se fijaron de nuevo con intensidad en Eylo cuando le aseguró de que no se iría, quizás sorprendiendo su seguridad - Yo no quiero que te vayas - Otra gran verdad, aseveraciones de los deseos internos de la fémina - Pero temo que te quedes porque a mi lado las cosas nunca funcionan bien. Townhall me dijo una vez que siempre buscaba conflictos y que debía aprender a elegir cuidadosamente mis acciones. Yo no soy como era antes, Eylo, no quiero volver a ser así, pero el pasado siempre vuelve y no deja de recordarme todas las cosas malas que he hecho - Y había más, Dunne volvía a callarse pero su mirada delatora decía que sus secretos eran muchos, quizás incontables, y todos le afectaban como si fueran lastre de plomo cuando estar en un mar de dudas.
La cercanía entre ambos y la sinceridad expuesta les estaba acercando mucho más que nunca. Yilmaz se aproximó a la mujer y le dio un beso en los labios, inicialmente fue dulce, tierno y ella no se lo pensó dos veces para continuarlo, como si deseara beber de él, y sentirle de forma similar a como sus sentimientos explotaban en el pecho, desbordándose e invadiendo todo su ser. La intensidad subía en el contacto, así como la fogosidad provocaba que ella quisiera continuar, aunque el sitio donde se encontraban realmente no era la ubicación más cómoda para una pareja.
- Me encantas... - Las palabras dichas iban cargadas de dulzura, una magia que Grey sabía regalar, aunque no a todo el mundo. Esas formas de tratarle no era como cuando jugaba con Kurik o Martín. No, aquello era otra cosa, sentimientos en forma de oración, aunque una sola mirada de ella bastaba para indicarle que él era especial y que en una gran habitación llena de reclutas, solo le importaba lo que él pensaba - Háblame de ti, Eylo Yilmaz... Sé por tu expediente algunas cosas, pero quiero llegar a tu esencia, donde las informaciones no puedan definirte... ¿Por qué la Rust? ¿Por qué saliste de Eridani? Sé que atacaron tu estación, pero, ¿por qué no fuiste a otra?... Hablas de tu sistema planetario como si desearas volver... Pero no lo has hecho... ¿Temes el regreso? - Besó la mano que fue a acariciarle la mejilla, nadie intuiría jamás lo cariñosa que podía ser Dunne en los momentos de intimidad.
Eylo escuchó la narración de Dunne sobre su tormentosa relación con Ícaro, aunque el contacto visual entre ambos era constante, el eridiano procuró no convertir aquello en una forma de enjuiciar su comportamiento. No podía juzgarla, ni tampoco quería hacerlo, solo intentaba comprender y entender lo que le contaba. La cercanía con ella era embriagadora, sentía la pulsión cada vez más constante de tenerla cerca, aprovechando cada instante por disfrutar de su tacto, de su cariño.
—No puedes hacerte responsable de eso —dijo al fin mirándola a los ojos, consciente de lo fácil que era decir aquello y lo difícil que era hacerlo verdad —. Yo.. Dunne.. no he vivido esas cosas —admitió —. Pero sé lo que siento ahora, por ti.. y sé la fuerza, empiezo a ser consciente de ello, que me atrae hacia ti. Y no.. no es justo que te culpes por algo de lo que no eres responsable —bajó la voz, sujetando la mano de Grey con firmeza —. Mira.. no conozco a Ícaro, ni pretendo saber cómo es o cómo piensa, pero.. él decidió eso.. él decidió engañar a su mujer.. y, joder.. siento decirlo así.. te utilizó a conveniencia —dijo con dureza, puede que un poco enojado —. He.. vivido ese momento en su piel.. he sentido lo que él sentía, y he sentido esas cosas horribles que te decía. Y no, joder.. no.. no eres la culpable de lo que pasó.. —en un arrebato, negándose con firmeza esa posibilidad, buscó sus ojos para fortalecer esa resolución —. Puede que tú erraras al aceptar mantener esa relación con él, pero.. sintiendo lo que siento yo por ti.. sabiendo como es esto.. tampoco sé si podria resistirlo. Pero no.. no eres la responsable de lo que pasó. E Ícaro no ha sido capaz de enfrentarse a esa culpa, huye.. sigue huyendo.. y es un cobarde echándote la culpa a ti —apretó los labios, contuvo un poco el ritmo de sus palabras y unió su frente a la de ella —. ..y yo.. si quieres, si me dejas.. estaré junto a ti para que no tengas la tentación de huir. O, al menos, tengas una luz que te ayude a volver.. Yo no creo que seas una mala persona, Dunne. Las malas personas no se arrepienten jamás.
Era extraño sentirse de aquel modo, el ronroneo de los motores de la Eagle permanecía subyacente entre ellos, y el brillo de las estrellas dotaban el interior de la nave de una miríada de luces con las miles de historias que traían con ellas. Escuchó acerca de la pérdida de su hermana, de la responsabilidad implícita que sentía por el destino de esta, y Eylo reforzó la cercanía y apoyo que ya le daba. No podía decirle ninguna palabra de ánimo que pudiera alumbrar esa sombra, ni tampoco quería presionar a que le contara más. Eso fluiría poco a poco y, desde la perspectiva del eridiano, pretendía compartir mucho.. mucho tiempo con ella.
—Ven.. —le susurró entonces. Se levantó del asiento y tiró de ella suavemente liberándola del cinturón, la atrajo al interior del estrecho espacio de la Eagle, donde Eylo parecía moverse con una fluidez natural. Estaba claro que estaba en su elemento, y, lentamente, el eridiano se liberó del traje de vuelo, haciendo lo mismo con Grey, hasta dejarles solo con las prendas de diario. Con delicadeza y tacto, también liberó los cabellos dorados de Grey, dejando que estos flotaran en rebeldía causándole cierta impresión a Eylo, ya que la vio tremendamente atractiva —. Quiero compartir algo contigo..
Contempló a Dunne con calidez, con un sentimiento que germinaba cada vez con mayor ahínco, y la atrajo hacia él fundiéndolos en un abrazo. Era la primera vez que sentía el cuerpo de la mujer pegado al suyo, sintió el calor crecer en él, el deseo natural de esa atracción erizándole el vello. El eridiano permaneció unido a ella en aquella unión íntima, ambos flotando en el corazón de la Eagle arrastrados perezosamente por la gravedad, formando una espiral en la que ellos eran su centro. El silencio era ominoso, propio del espacio que los rodeaba, pero acompañado por los latidos de sus corazones que se fueron alineando y sustituyendo al zumbido constante de los aparatos de la nave.
—Somos las notas disonantes de una armonía mayor, notas esperando encontrar nuestra partitura con la que brillar por nosotros mismos —susurró manteniendo aquel profundo abrazo, la gravedad seguía ejerciendo su fuerza, pero casi pareció obedecer el tempo de los susurros de Eylo —. Si crees que eres la suma de tus errores, también eres la multiplicación de tus aciertos. Somos el polvo de las estrellas que contarán nuestra historia cuando nos hayamos desvanecido, y se nos ha entregado el don de poder decidir cómo vivir, cómo disfrutar, cómo ser.. en un universo vasto y lleno de luz. Yo creo en ti, Dunne. Creo que eres más brillante que las sombras que pretender cernir sobre ti.. y yo.. —se separó un poco, acariciando la mejilla de la mujer, besándole la frente con infinito cariño —. ..yo elijo estar junto a ti. No para darte ningún perdón.. no para decirte lo que debes hacer..eso es algo que debes hacer tu para ti misma.. yo elijo acompañarte, socorrerte, apoyarte.. porque cuando te niegues a ver tu propia luz.. te haré mirar las estrellas.. y te recordaré que tú eres parte de ellas.
Volvió a abrazarla, a sentirla, a necesitarla, porque en cierto modo.. él también había encontrado a alguien en quien apoyarse. Alguien importante, que había desatascado un lago de agua estancada y ahora el agua fluia clara en su interior. No sabía si era la Anomalía, no sabía si era otra cosa.. pero Eylo no se preguntó si había una fuerza inivisible manejando los hilos de todo aquello, solo sabía que el lugar donde quería estar era junto a ella. Contemplándola con adoración, con cariño, Eylo volvió a besarla beatificando todo aquel sentimiento y aquella unión en su acto culminante.
Eylo se deslizó a la espalda de Grey, abrazándola por la cintura, pegándola a su cuerpo sin perder el contacto con ella. Besó su cuello y acarició este con la barba, casi emitiendo un dulce ronroneo con aquel gesto. Jamás había compartido algo así con nadie, apenas había tenido una relación de pareja, si pudiera llamarse de algún modo, con Diana Bowden en la Rust, y nunca fue nada formal. Pero con Dunne, con Dunne tenía la necesidad de sentirla, de cobijarla.. y desde ese instante, toda la contención se había ido al garete, aquel era su lugar y era donde quería estar.
—Es raro encontrarme aquí y ahora —respondió con calma, arrebujándose en el cuerpo de Grey, respondiendo a sus preguntas —. Cuando fui mayor de edad, debí ingresar en la Space Force. Para eso sirven los orfanatos de la Comandancia, preparar a los niños para que ingresen como buenos soldados.. pero bueno.. yo nunca acepté esto sin más. Rechacé unirme a la Space Force, para cabreo de mi tutor.. el comandante Kawalski —sonrió un poco al recordarle, no había tenido noticias de él desde hacia años —. Era un hombre duro, muy marcial, pero.. se preocupaba por nosotros. Aunque yo lo odiaba de adolescente, ¿sabes? Yo era bueno.. rebelde.. —sonrió un poco, la necesidad le llevó a besar el cuello de Grey cariñoso —. .. y siempre me ganaba sus broncas. Pero la madurez te da perspectiva.. y he llegado a apreciarlo, realmente se preocupaba por mi. Aunque nunca he llegado a decirselo —tras una breve pausa, intentó hilar sus pensamientos.
—Durante un año malviví en las calles de Celenis, siempre mirando al cielo, tratando de volver al espacio —narró besando su nuca —. Me enrolé en una nave de transporte minero, un trabajo de mierda.. pero en ella llegué a Paracelso —recordaba esa estación con cariño, por lo que significó para él —. Puede que no te lo creas, pero en esa época.. era bastante pendeciero. Me metía en follones, broncas.. tenía una necesidad constante de ser castigado por algo. Estaba furioso con todo y con todos y, especialmente, conmigo mismo —puso una leve mueca recordando esa etapa —. Y me topé con Dwayne —en ese momento practicó una pausa, se deslizó de nuevo para que los cuerpos de ambos se encararan un poco, aun flotando ante la ausencia de gravedad —. Has de imaginarte a Dwayne como una mezcla de Sarah y John, enorme, bruto y bravucón.. estaba en el bar de la estación escuchando lo bueno que era todo.. pilotar, pelear, jugar.. —lo enumeró con una sonrisa melancólica —. Me metí con él, creo que la lancé un vaso de agua a la cara y él me soltó una tunda que me dejó medio lelo. Luego me cogió del cuello del abrigo y me levantó, me preguntó porqué lo había hecho.. y yo le respondí que no me gustan los fantasmas —le puso un poco de suspense a la narración, y, aprovechando la pausa, la besó, ahora con más naturalidad que antes —. No sé cómo, pero le caí bien. Empezó a reír y me llevó con su tripulación.. —la voz de Eylo se fue conteniendo, rememorando aquel momento —. Allí estaba Diana, Carter, Gina, Tessa y.. Kimball.. Cade Kimball, el capitán de la Rust, Dwayne me presentó y.. no sé cómo explicarlo, pero sentí una calidez y un cobijo.. como no lo hubiera sentido desde Políxene.. —la mano de Eylo acariciaba la nuca de Grey tranquilamente, arrullándola con el gesto, pero sin abandonar detalle delos ojos de la mujer —. Enseguida supe que estaba en el lugar adecuado.. y Kimball me miró. Es un hombre que sabe cómo eres nada más mirarte, que te inspira, que saca lo mejor de cualquiera.. lo hace mejor.. —hablaba con profunda admiración por aquel hombre, con emoción en las palabras —. Lo admito, me quedé sin palabras. Me aceptaron como uno más, bebí con ellos, reí con ellos.. y cuando se marcharon, Kimball me dijo en qué muelle estaban y cuándo se marcharían.
Recordar todo aquello le conmovió, recordarles le hizo ser consciente de lo mucho que los echaba de menos, y se sintió fatal por no haberlos llamado aun. Miró a Grey a los ojos, teniendo esa misma sensación de calidez y familiaridad que sintió con la tripulación de la Rust, y sonrió.
—No lo pensé mucho. No lo pensé nada.. —admitió besándola una vez más, encomendándose a aquella electricidad estática que compartían en cada contacto íntimo de ambos —. ..claro que deseo volver. Lo echo de menos, los echo de menos, pero.. hice una promesa.. —la mano de Eylo despertó un poco, la condujo desde el vientre de Dunne hasta el cuello, cuidando un camino pulcro, pero sugerente, con las yemas de los dedos. Sintió el deseo por ella, un fuego brioso que le consumía, pero que, por el momento, retenía en virtud de aquel importante momento de intimidad. La mano terminó en el colgante que llevaba Grey en el cuello —. Son las cenizas de mis padres.. de la gente de Políxene.. los encontré quince años después de lo que pasó. Quizá te parecerá una locura, pero.. una más qué importa ya.. —sonrió un poco, preso de las circunstancias —.. Eidolon me guió hasta ellos, retuvo la estación todos esos años en su órbita para que los encontrase. Cuando los lucerianos me apresaron.. una chica me guió a través del tiroteo, me sacó de aquel infierno.. nunca la había visto antes. Era.. —la miró a los ojos, consciente de cómo sonaba, pero convencido de ello —.. como un fantasma. Y la vi.. años después, en la Rust, señalándome el sitio donde estaba la estación de mis padres. No la he vuelto a ver, pero.. —tomó el colgante con la mano, con calidez, dejándolo sobre el pecho de Grey —. ..sé que de algún modo, vela por mi. Cuando los rescaté.. sentí que debía hacer algo por las personas.. algo más que vagabundear por el espacio. Me alisté en la Space Force para salvar a las personas, para ser mejor que esos soldados que dispararon a discreción contra los que debían salvar.. y esto.. el colgante.. me recuerda esa promesa.
Se quedó en silencio pensativo, sentía el ligero tirón gravitacional que los envolvía, cómodo junto a Grey, buscando sus ojos y sus labios a cada instante. Con el corazón preso de altibajos cuando esa cercanía se hacía más intensa e íntima, Eylo acabó por respirar hondo y sonrió.
—Quédatelo. Quiero que te lo quedes.. creo.. no.. creo no.. sé que.. —la tomó de la mano y la condujo al colgante, tomándolo con las manos de ambos —. ..debía llegar hasta ti. Y yo conocerte a través de él.
La intimidad que se fraguaba en la nave proporcionaba a la pareja la suficiente tranquilidad como para que las conversaciones pudieran fluir, haciendo que entre ellos comenzase a surgir una complicidad, que partiera desde el conocimiento profundo de cómo habían sido sus pasados, un previo necesario para llegar a conocerse bien. Aunque, ¿realmente eso era relevante? Ambos se intuían y comprendían más allá de las palabras y los hechos, las miradas y las sensaciones compartidas les había llevado a ser una unidad que, posiblemente, costara se separasen.
- Todos somos responsables en mayor y menor medida de todo lo que a nuestro alrededor sucede, ya sea por acción o inacción - Comentó la joven con cierta firmeza, y es que estaba claro que su acceder en la relación con Ícaro había tenido consecuencias fatales para otra persona, y esto de alguna forma Dunne no se lo perdonaba - Él no lo hizo bien, pero yo accedí a seguir su juego. No fui utilizada, quise ser parte de... - Se calló un momento, no encontraba la palabra adecuada - No se bien de qué... Supongo que quería que alguien me valorase por encima de todo y todos... Pero salió mal. Es curioso, es más fácil ver los errores en las historias ajenas a la propia...
Quizás lo que Grey no entendía era que Yilmaz había sentido como Ícaro cuando la visión sucedió, y lo que había vivido por unos instantes, no era para nada agradable. Un alma atrapada, llena de ira y odio hacia sí mismo, que minimizaba de manera inconsciente y culpando a los demás ante sus propios fracasos.
A Dunne los comentarios de Eylo le daban cierta estabilidad emocional, que alguien no la culpase y la viera con otros ojos, parecía ser precisamente lo que necesitaba. No sumar culpas o problemas, sentir que era especial su forma de mirarla le daba calma moral, una tranquilidad que hacía tiempo, no sentía.
- Quiero quedarme contigo - No había pensado lo que decía, solamente habló y expresó lo que de su alma salía, una afirmación limpia, nítida y que proponía continuidad. Yilmaz quería ser su luz, y ella que lo fuera. No le conocía de antes, más allá de lo que dejaban los expedientes a relucir, pero no precisaba más, todo su ser clamaba por no separarse, cada poro de su piel pedía contacto con ese hombre al que no podía dejar de mirar, sintiendo una atracción inequívoca hacia su mirada - Confío en ti y sé que eres mi destino... - Firme convicción. Lo era. No podía ser falsa aquella atracción, trasgredir las normas por acercarle a su colgante, el objeto que le unía a su pasado y por supuesto, el bombeo frenético de su pecho cuando él estaba cerca. Jamás había sentido algo así, tan intenso, profundo, constante.
No soy capaz de apartar mi mirada, de responder sus preguntas... Quiero decirle todo, aunque muchas cosas me avergüencen... Sé que esto es un principio y no quiero que encuentre final. ¿Será el que deba morir a mi lado?...
Los pensamientos de Grey se aglomeraban en su mente mientras los motores del Eagle seguían su rítmico cantar. Le pidió que le acompañara y ella accedió, liberándose ambos del traje de vuelo, acomodándose con las prendas habituales que portaban, una manera de encontrar relajación. Dunne se dejaba llevar, no le molestaba que le soltara los cabellos, ni que trastease sus ropas con el fin que pretendiera. Le gustaba su contacto y la mirada verde de la mujer no rehuía a éste, casi parecía pedir a gritos que continuara, que hiciera más. Su respiración constante se aceleraba por momentos cuando el contacto se hacía más íntimo.
El abrazo entre ambos provocó en la joven un suspiro, era como sentir finalmente que había llegado donde quería, a sentir la piel de alguien que se preocupaba por ella. Sus manos recorrieron la espalda del eridiano y tocó su pelo, dejándose llevar por caricias tiernas que mostraban un lado que solía dar poco a conocer.
- Yo ya sé cual ha sido el mayor de mis aciertos... Y tiene que ver contigo... - Susurró con suavidad en aquel eterno abrazo, sin explicar que en realidad, había sido ella quien le eligió para la Space Force, bajo el criterio de su intuición - Solo espero que no nos separemos... Jamás... - Dijo la mujer apretándole contra ella, sintiendo que su cuerpo reaccionaba, inevitablemente, al contacto masculino. Ya no solo les unía lo físico, las palabras de Yimaz, indicando que creía en ella, era algo que la hacía vibrar, encontrar su alma gemela era una cuenta pendiente que tenía con el karma y sentía que esta vez, el universo se había alineado para que se encontrasen - Eylo, me... gustas mucho.... me... encantas... - Era pronto para decir otras aseveraciones, pero necesitaba transmitir aquello - Quiero que formes parte de mi vida, que esto no cambie, que no te vayas.... - Le besó en los labios, pero aumentó levemente la intensidad, el cariño ya mostrado daba paso a otras reacciones en su actuar, la necesidad de un contacto más íntimo y ansioso, pero aún había tiempo, Yilmaz dirigía las acciones de la fémina y ella se amoldaba, con la mejor de sus sonrisas a los cambios de postura, a los juegos inocentes, a las caricias que provocaban que su deseo aumentase.
- Eras un rebelde... Eso me gusta... Seguro que tuvieron que castigarte muchas veces de pequeño por lo trasto que eras... - Dijo Dunne haciendo mención al pasado de Yilmaz, sobre sus ganas de llevar la contraria y no unirse a la Space Force - El comandante Kawalski es el mayor mando del PEC 3, si alguna vez quieres ir a verle podríamos hacer una escapada... Aunque seguramente si se entera que te saltas la formación en Protect acabe tirándote de las orejas como si fueras un crío - Rio levemente, y es que algunos eran conocidos en la flota por su firmeza a la hora de cumplir con protocolos y órdenes
Dunne estaba recostada sobre el pecho del eridiano, escuchando la historia de su vida, la joven se mostraba atenta, curiosa, como si quisiera saber los pormenores de la existencia de Yilmaz, conocer en detalle sus percepciones y pensamientos, le gustaba la complicidad que entre ambos surgía de manera natural.
- Comprendo esa sensación de estar en tierra y aspirar a algo mejor... - Dijo la mujer soltando una nueva prenda que seguramente tuviera relación con su pasado - No te imagino pendenciero - Aquello provocó que girase su rostro hacia él, entre sorprendida y divertida - De verdad has sido un chico muy, muy malo... - Le dio un mordisquito en el labio inferior, para dejar que continuara su relato, explicando cómo era Dwayne - ¿Una mezcla de Sarah y John? Eres un suicida en potencia. ¿No podías meterte contra alguien como, Duncan?... - Risa, beso, mirada, acomodarse el uno en el otro. Fluían - En la Rust encontraste una familia, por eso es una parte del pasado que recuerdas con cariño. De hecho mírate, estás sonriendo mientras me lo cuentas... - Le puso el dedo índice en la mejilla, un gesto cariñoso y juguetón - ¿Y por qué decidiste cambiar de vida? ¿Por qué dejar la Rust y dar el paso a lo que no deseabas inicialmente, Eylo?... Tus ojos me dicen que los extrañas, quizás debas darte una escapada para verles o al menos llamarles, tienes la opción con teleco... - El deseo de Yilmaz de querer volver hizo que Grey se tensara, quizás por miedo a que decidiera irse y perderle - Una promesa... ¿Qué tipo de promesa? - La mano del eridiano se deslizó entonces desde el vientre de la mujer hasta el cuello, haciendo que toda su piel se erizase y sintiera cierta sensación de urgencia en la parte más baja de su vientre.
Maldito seas, me estás provocando Eylo Yilmaz. No voy a dejarte escapar de esta nave si sigues así....
La calma sobrevino cuando hablaron del colgante y las cenizas de la familia del eridiano - No me parece una locura lo que cuentas, Eylo - Y por la seriedad de su voz, estaba claro que no le mentía - Viste una chica que te salvó, y que era como un fantasma... - Repitió ella con silencio respetuoso, entendiendo finalmente el porqué Yilmaz había decidido formar parte del ejército, así como la simbología de su objeto especial, el cual le iba a devolver hasta que él le indicó que se lo quedase - Tú hiciste una promesa con respecto a este colgante, Eylo... Al dármelo me haces fideicomiso de tu palabra... - Giró su cuello hacia él para volver a besarle, con ternura y un cariño infinito - Vas a ser soldado espacial, Eylo Yilmaz, yo te ayudaré en todo lo que necesites, y cambiaremos de la Space Force lo que no sea fiel a nuestra ideología... Y a la vez te hago una promesa, cuando acabes la formación de soldado iremos juntos a Eidolon, a la estación Políxene. Vamos a buscar a la mujer que te salvó. Le debo mucho, gracias a ella hoy estás aquí... - Sus ojos verdes quedaron pendidos de los del joven, aseverando que cada palabra que le decía, ella le creía, por difícil y poco lógica que fuera la cuestión. Dunne Grey no ponía en duda sus percepciones, apoyando con firmeza sus pensamientos. Y era más, actuaba como si de alguna manera supiera que ese era su destino.
La mujer se giró completamente hacia Eylo, sentándose a horcajadas sobre su regazo. Los labios femeninos buscaban su cuello, dejando que la piel se rozase, así como otras regiones anatómicas de su cuerpo. Estaba claro que la muchacha tenía en su mente una idea muy clara, forjada previamente debido a las caricias y besos regalados durante toda la conversación. Ella era fuego, su proceder poco calmo determinaban sus acciones. Sentía y se lanzaba al ruedo, sin miedo ni tribulaciones.
- Todas las promesas deben sellarse con un pacto... ¿Quieres que firmemos el nuestro y nos unamos?... - Una manera muy sutil de pedirle lo que realmente necesitaba, sentirle aún más cerca de lo que ya estaban y desde el punto de vista físico. Era el momento que quizás Eylo debiera pararla y enseñarle lo que era saber esperar, o por el contrario, seguir dándole pie a unirse, y él aprender lo que era tomar una decisión sobre la marcha. Y es que la intensidad de la sargento, a veces no daba tregua a la calma.
El calor hubiera permitido que la calefacción del Eagle se tomara un descanso, el eridiano también sentía esa urgencia comiéndole por dentro. Aguantó, resistió, no supo bien porque, pero deseaba prolongar aquel juego un poco más, aun a costa de arder por haber volado demasiado cerca del sol.
—Es posible —repuso el eridiano, no le faltaba razón a Dunne al asumir su propia responsabilidad en aquello —. Aun así, no llevabas esa nave, e Ícaro.. tú lo has dicho, no te amaba, te usaba. Os.. ¿utilizasteis mutuamente? Bueno.. tú sí sentías algo por él, intentaste estar a la altura, él no. Él.. —movió la cabeza volviendo a recordar esas sensaciones que le abrumaron —.. huyó de su responsabilidad, Dunne. Te cargó a ti con una responsabilidad que no era la tuya. Puede que tú accedieras, pero no eres la responsable de su accidente, ni de cómo pueda estar ahora Ícaro. Eh.. —buscó su mirada, conectándola, como si con ello permitiera que sus siguientes palabras cobraran una fuerza adicional —..no eres una mala persona por ello. No mereces tanto castigo, Dunne.. No lo mereces..
Se acomodó junto a Dunne, se dejó llevar por la gravedad disfrutando del tacto tanto, aunque brevemente, anhelado de la mujer. Sentía auténtico deseo fluyendo por sus cuerpo, una exigencia difícil de rechazar. Volvió a besar su cuello, dulce, respondiendo con calidez a sus palabras.
—Yo también quiero quedarme contigo —no podía decir ni sentir nada más, ni tampoco lo deseaba. Sonrió levemente al escucharla hablar del destino, pero.. ¿cómo no podía pensar de otro modo después de lo que había pasado? Desde la perspectiva de Eylo, todo el había conducido hasta allí, hasta ese lugar junto a Dunne y aunque se sentía un poco manejado por hilos invisibles de marioneta, aquellos sentimientos no eran menos sinceros —. Yo confío en ti. Y sé que mi lugar.. es contigo.. —la tomó de la mano con dulzura y besó el dorso delicadamente.
Las palabras, las casi súplicas, de Grey causaron cierto vértigo en Eylo. De repente sintió una responsabilidad tremenda, pero aquel sentimiento era fugaz, pasajero, pues deseaba asumir esa responsabilidad. Pero hubiera sido muy mezquino llamar responsabilidad aquello, no, Eylo no pensaba así, él sentía que aquella unión poseía un significado trascendental, aun incomprensible. No, no era una responsabilidad, era un regalo, un diamante en bruto salido de las minas de Celenis, de aquellos que se usan para fabricar los sistemas de escudos y, adherido a ese simil, Eylo quería ser el escudo de Dunne y, a su vez, quería que Dunne fuera el suyo. Trabajar juntos en aquella relación naciente, hacerla vibrante, hermosa, duradera..
—No quiero irme ahora que te he encontrado, Dunne —prometió con voz suave, y, de repente, tras el beso, todos esos temores y pensamientos atribulados carecieron de sentido —. Y yo quiero formar parte de la tuya.. quiero compartir contigo algo más que.. yo mismo —la verdad es que para los sentimientos no era del todo hábil, nunca había sentido algo así de fuerte por nadie. Simplemente sabía lo que sentía, pero explicarlo.. ay.. explicarlo era otra cosa —. Si cambia.. cambiaremos juntos. De eso.. se trata, ¿no? Yo quiero hacerlo. Estar contigo. Descubrir cosas contigo, reír contigo, viajar contigo.. descubrir.. descubrir que mi lugar siempre ha sido encontrarlo junto a ti y que mi canción siempre estuvo incompleta porque eras la nota que faltaba en ella.
Sintió ese fuego, y respondió con una intensidad gemela. Pero por fortuna de esa conversación, Eylo era más calmado, que no más frío. Afortunadamente el rumbo de la conversación otorgó algo de tregua, incluso le hizo reír.
—Estar cabreado con el mundo te hace ser un rebelde, sí. La mayoría de veces sin causa —admitió dándole un beso en la nariz a la mujer. Descubrir en qué PEC estaba destinado Kawalski le agradó, pero también le inundó de una pasajera y perceptible inseguridad. En lo más profundo de Eylo había un miedo a no estar a la altura de las exigencias de Kawalski, algo de lo que nunca tuvo que temer, pero que para Eylo era importante. Aun recordaba la mirada de decepción cuando, cumplida la mayoría de edad, rechazó unirse a la Space Force —. Me presentaré ante él cuando sea soldado espacial, no antes —dijo convencido, mirándola a los ojos, haciéndola sentir que era importante para él —. Quiero.. quiero que esté orgulloso de mi.
Era la primera vez que verbalizaba esto, casi sintió un mareo, admitir que, a fin de cuentas, el comandante era alguien importante para él. A pesar de su dureza y marcialidad había cuidado de él, de los demás chicos del orfanato. Intentando sacarse aquel regusto amargo de la vergüenza por haber decepcionado a Kawalski. Estos sentimientos fueron soterrados por la charla de la Rust y su tripulación, sintió el amor, el cobijo que le ofrecían las palabras y gestos de Dunne, hasta el punto que le sorprendía la calidez y el cariño de la mujer, algo que recibió gustoso y correspondió con igual mimo.
—Ya te digo.. en esos tiempos era un bala perdida —admitió sin sonrojo —. Aprendí que lo mío no son las peleas, cuando muerdes el polvo por sistema te das cuenta de que quien tiene el problema no es el otro, sino tú —esta perla de filosofía barata le provocó cierta sonrisa burlona en los labios, previa a robarle un nuevo beso a Dunne —. Es cierto.. estaba con una familia, la mía, la de la Rust, pero.. en el fondo.. sentía que no era mi lugar. Dicen que los eridianos somos nómadas buscando nuestro lugar y, bueno, creo que siempre lo he buscado —reflexionó un poco, dejó su cabeza descansando sobre el pecho de Dunne —. A veces me pregunto la persona que hubiera sido si.. no hubiera perdido a mis padres. Cuan distinto seria, si tendría los mismos valores o aspiraciones, ¿sabes? Pero luego me doy cuenta que es absurdo hacerse esas preguntas, ese Eylo nunca existirá. Creo que.. quería hacer algo más, algo importante, proteger a la gente y que no pasara por lo mismo que yo. Me gustaría creer que por algo que he hecho, un niño, una niña.. aspirará a ser quien quiera ser sin el miedo de perder a alguien. A no ser.. —Eylo se sintió entrar en una ciénaga muy oscura, una que le daba pavor, genuino pavor, haciendo que se le agarrotara la garganta. Miró a Grey buscando confianza, seguridad, reclamándola a silenciosos gritos —...a no ser un desarraigado. A no ser un vagabundo sin rumbo. Me he sentido culpable toda mi vida por haber sobrevivido, Dunne. Culpable de.. ¿por qué me salvé yo? ¿por qué no otros? En la Rust lo encontré, encontré un hogar, una familia, pero.. a pesar de que los hecho de menos a rabiar.. creo que sigo buscando.. —tomó entonces la mano de la joven, se apartó un poco para mirarla —. Y he encontrado que este es el camino adecuado. Te encontré a ti en él. Así que.. tomé la decisión correcta. A veces.. lo correcto duele —terminó por asentir lentamente —. Debería llamarles, pero siempre están en movimiento. Sé que en tres meses estarán en Kuiper para celebrar el Día de la Llegada*, les llamaré entonces. Es una tradición.
Con una sonrisa más calmada, que pretendía suprimir la ansiedad de haber contado aquello, Eylo abrazó una vez más a Grey como si temiera caer a pesar de estar suspendidos en la gravedad cero de la Eagle. Las palabras que siguieron de la mujer provocaron que el eridiano la mirara aliviado de su reacción, aunque en el fondo sabía que iba a reaccionar bien. La promesa mutua que se entregaron se forjó con una mirada, y asintió lentamente ante el futuro viaje que ambos pretendían compartir. Sí, le debía mucho a esa.. aparición.. y descubrir el significado oculto en todo aquello le entusiasmaba en cierto modo.
—Lo haremos juntos —aseveró sin necesidad de decir más, convencido de esa perspectiva, con una gran sonrisa tan radiante como el sol que alumbraba Protect. Eylo fue medio tomado por sorpresa por la exsargento, la contempló sobre él y los nueve males (placenteros) le recorrieron el cuerpo, la tomó de la cintura entregando su cuello a los besos y al deseo. Su corazón se le aceleró más y gustoso se iba a entregar, pero trató de respirar hondo y mirar a Grey —. Deseo hacerlo, Dunne. Incluso antes de saber cuanto te deseo y.. siento lo que siento por ti —se trabó en este punto, ya que le costaba definirlo del todo.. ¿amor? —. Bajemos a Protect. Muéstrame ese Domo abandonado.. quiero.. conocerte como tú ya me conoces.
Era consciente de que podía sonar a huida para adelante, pero Eylo necesitaba, gozaba entusiasmado por conocer más de ella y descubrir la mujer tras el uniforme más de lo que ya había profundizado. Quería amarla, la amaba, pero por completo, sin miedo.. Quería que aquella unión fuera absoluta, perfecta, simbiótica. Se impulsó con habilidad hasta los mando llevándola con cuidado junto a él.
—No te equivoques.. —volvió la mirada hacia ella mientras intentaba retomar los controles de la Eagle —. Te deseo, Dunne Grey. Me gustas como jamás una mujer me ha.. hecho sentir. Y pienso hacerte el amor hasta agotarnos el uno al otro y perder la noción del día y la noche —sonrió radiante, feliz, una felicidad rara y auténtica en él. Una que no era ensayada, honesta con lo que estaba viviendo, y tras prepararse para el descenso.. Eylo puso la mano sobre el panel de los mandos y por su mente se le cruzó una frase furtiva, el eridiano volvió la mirada hacia ella, respiró hondo y le dijo arrancando los motores.
—¿Y qué tal el que deba vivir a tu lado?
*Día en el que llegaron las naves Atlas y Kuiper a Eridani
El Eagle parecía un meteorito que entraba en la atmósfera y se fundía con ésta, haciendo que la temperatura del material fuera prácticamente incandescente. La pareja se miraba, se besaban, tocaban sus pieles y sentían la necesidad imperiosa de fundirse, pero Yilmaz había sido capaz de encontrar la negativa adecuada para contener a Grey, una mujer que demostraba tener mucho fuego en su interior, no pareciendo quedar del todo conforme con la espera.
- He estado en alguna relación sin haber amado, de eso hace años. Pero a Ícaro sí le quise. Mucho. Tanto como para... - No lo dijo pero era evidente, aguantar sus malos modos, gestos, desprecios y palabras que ahondaban en su culpabilidad - Eylo, no soy una persona fácil y a veces mis errores salpican a los demás. Temo que algún día me veas como realmente soy y acabe no gustándote, como ya me ha pasado antes - Y aquella era la charla de alguien que había sido abandonada muchas veces, de quien buscaba aún su sitio en un mundo variable y lleno de aristas, siendo particularmente sensible a las heridas.
Las palabras de Yilmaz que aseguraban que deseaba quedarse con ella, le hicieron suspirar, una reacción que para la joven, denotaba alivio - Lo que nos une es extraño, mágico pero suficiente como para saber que no quiero a otra persona - Declaraba la mujer buscando la mirada verde del atractivo eridiano, el hombre al que no había podido dejar de mirar desde que le pidió, ya en la comandancia, el colgante que ahora era su propia responsabilidad.
Escuchar que no iba a irse, que compartirían la vida a partir de ese momento y que iban a descubrirse juntos, era la música que faltaba a la triste letra de la canción de vida de Grey. Dunne le miró y le dedicó la sonrisa más bonita y sincera de cuántas Yilmaz hubiera podido encontrar. Un sonido de fondo que les unía y acompasaba, que dotaba de magia aquel instante en que sus almas habían conectado.
A la mujer le gustaba escuchar las historias del pasado de Eylo, sonrió cuando le dijo que había sido un rebelde, ella podía comprenderlo, también lo había sido y aunque su recién formada pareja no lo supiera, aún lo era.
- Es imposible que Kawalski no pudiera estar orgulloso de ti, Eylo. Aunque, ¿por qué quieres agradarle? No quisiste aceptar el camino que te marcaba y al final has acabado en él. ¿Por qué? ¿Tenía razón el comandante en la manera que tuvo de educarte? - Preguntó, ella estaba al tanto de muchas informaciones de fondo, aunque no hablaba de manera abierta con Yilmaz de ello pues prefería que él le contara lo que pensaba y así la joven, poder sacar sus propias conclusiones - No lo tuyo no son las peleas... - Le tocó con el dedo índice el bíceps, buscando una manera de bromear con él, como diciéndole "no eres demasiado fuerte" - ¿Crees que podría tumbarte? - Físicamente ella era muy parecida a Yilmaz, tenía la fortaleza del entrenamiento pero no una constitución particularmente potente, lo que implicaba que quizás a la larga, no le sería difícil poder tener algún juego de combate contra ella, y posiblemente, viendo que evitaba entrenar, no le tendría que ser muy difícil superarla. Tras la broma volvió a ponerse seria para seguir la conversación - Espero que ya hayas encontrado tu lugar y que así lo sientas - Le dijo acariciándole la cabeza cuando la acomodó en su pecho, dándole un beso en ésta, mostrando lo cariñosa que podía llegar a ser cuando todas sus máscaras caían.
- No puedes saber cómo serías si tus padres hubieran vivido, pero estimo que poco habrías cambiado. Eres una persona fuerte, valiente, con valores, alguien confiable... Representas todo lo que busca la Space Force, Eylo, y todo lo que yo busco para ser feliz. Eres perfecto como eres... - Suspiró afirmando una realidad - Tus primeros años de vida con tus padres, Kawalski en el orfanato y el tiempo que estuviste en la Rust te han forjado. Estoy muy agradecida a todas esas personas porque han conseguido que seas el hombre que hoy en día eres - Los ojos verdes de Grey evidenciaban orgullo - Y sí, debes llamar a tus amigos para ver cómo están y para decirles que sigues teniéndoles en mente. Les agradará saber de ti...
Cuando Eylo dijo el término desarraigado la mujer quedó callada, pues en parte ella misma también lo era - Culpable por vivir... - Entendía a Yilmaz más de lo que él estimaba, puesto que su hermana se había acabado quitando la vida, y en el fondo, cada día lamentaba no haber sido ella quien estuviera pudriéndose bajo tierra. Pero no dijo nada, solo quería saber de él, escucharle, sentirle, sacar de su mente sus propias redes, las que a veces, no le permitían avanzar - Te salvaste para hacer cosas grandes, Eylo. Por eso estás vivo, y honrarás la memoria de tus padres con cada acción que hagas que conlleve salvar una vida, ya sea física o moral - Le mostró el colgante donde estaban las cenizas de sus progenitores, mostrando ella un respeto profundo al manipular el objeto, como si fuera su más preciosa posesión.
El abrazo entre ambos se hizo intenso, era como si sus cuerpos encajasen a la perfección. La joven parecía ansiar su piel a cada instante, no solo desde el punto de vista íntimo, que también, era como si tuviera una carencia afectiva que requería una constante renovación. Había estado sola demasiado tiempo, cargando con problemas que le hacían sentir cada vez más miserable. La llegada de Yilmaz y su cariño estaba cubriendo unas necesidades básicas que pensó, jamás iba a llegar a satisfacer.
Dunne se precipitaba a buscar caricias más íntimas con el eridiano pero él, más cabal y calmado, pudo parar a tiempo el desembolso de besos y caricias, pidiendo que bajaran ambos al Domo abandonado, haciendo que ella lo pensara durante unos instantes antes de asentir con la cabeza, consintiendo la separación entre ambos.
- Bajemos, tenemos aún mucho tiempo, invirtámoslo bien. Hagamos que este día sea especial - Dijo la mujer desplazándose hacia su asiento y asegurando bien los cinturones de seguridad, una manía pues siempre los comprobaba dos veces, dejando que Yimaz tomara de nuevo los mandos de la nave, indicando una finalidad que provocó una bonita sonrisa en la natgrewniana, él quería hacerle el amor hasta agotarse, algo a lo que ella respondió - Yo no tengo fin, Eylo Yilmaz, no vamos a separarnos nunca, tenlo presente - Una mirada picaresca que mostró el brillo de la ilusión cuando él le dijo de vivir a su lado - No me prepares café en la mañana, prepárame tu vida. Tú ya tienes la mía - Y más firme de convicción no podía mostrarse. Se estaba enamorando, y lo sabía.
La bajada hacia la superficie de Protect no supuso problema alguno. De hecho, y a pesar de que Grey sujetaba el reposabrazos como si su vida dependiese de ello, no se quejó. Ahora la conocía más y podía darse cuenta de esos detalles que antes le pasaban desapercibidos.
- Estoy deseando fumar un cigarro - Dijo la mujer, la cual estaba catalogada como fumadora social, aunque por lo visto, el estrés también le hacía caer en aquel vicio. Pudiera ser que no lo controlase tanto como en más de una ocasión, había confirmado.
La conversación mientras bajaban al planeta y buscaban el Domo abandonado se basó en preguntas poco trascendentales, cuestiones básicas que la mujer quería conocer de su pareja y que a la par, ella misma respondía. Le gustaba el color azul, su comida favorita era el estofado natgrewniano, prefería el dulce al salado, adoraba el chocolate y de todos los reclutas nuevos que habían entrado en esa promoción, quien menos le gustaba era Noor Joyse, siendo su persona favorita él, de entre los chicos, y Narel de entre las chicas.
Tras haber proyectado el Eagle hasta el Domo abandonado, la mujer esperó pacientemente a que las compuertas fueran abiertas, dándole la ansiada libertad. Momento en que ella escapó rauda y veloz del aparato. Estaba claro que no le gustaba nada volar ni encontrarse en un sitio tan cerrado.
- Por fin - Se estiró como si de una gatita se tratara - Bienvenido a mi espacio personal, mi feudo - Rio divertida y es que aquel lugar estaba incrustado en la roca, dejando fuera de la misma la abertura, como si de un búnker se tratara - Este sitio sirve como zona de reunión entre mandos de otros domos antes de hacer actividades conjuntas... ¿Vamos dentro?
La mujer tecleó una clave puesto que la puerta tenía un sistema de seguridad electrónico, algo que el mismo Eylo hubiera podido hackear en caso de ser necesario. Fue así como accedieron al interior del lugar mientras la mujer se quitaba la camisola que portaba, dejándola caer al suelo y mirando a Yilmaz de manera provocadora.
- Hace calor, ¿no crees?... ¿Pero dónde están mis modales?... Si aún no te he enseñado el sitio... Quizás quieras ver todo el lugar o... los barracones... - Se mordió el labio, la mujer era todo fuego, y aunque no se había lanzado hacia él, todavía, le iba provocando poco a poco, jugaba, buscaba como acabar atrapándole en su tela de araña - ¿Qué deseas hacer, Eylo Yilmaz? Quiero satisfacerte... - Quizás fuera un buen momento para que Eylo le diera a Dunne el juego que le pedía, o puede que lo mejor fuera contenerla, porque lo cierto era que aún habían muchas conversaciones pendientes y tiempo como para tomar con calma los pasos a dar. Ella era todo fuego y la calma de Eylo, le complementaba
Una vez más, Dunne cargaba contra si misma. Esa compulsión de la mujer por afearse preocupaba a Eylo, no porque creyera que fuera cierto, sino no le gustaba que se minusvalorara de ese modo. Acarició la mejilla de aquella mujer que le estaba revolucionando por momentos, y la miró con férreo compromiso y apoyo.
—¿Qué errores son esos que no salpican a los demás, Dunne? —se preguntó, besó delicadamente su frente con mimo —. Puede que llegue ese día, puede que no me guste, puede que ese día decida seguir a tu lado, porque crea que vale la pena hacerlo. No quiero estar contigo para cambiarte, Dunne. Pero si esto tanto te preocupa, estaré contigo para ayudarte a mejorarlo. A que vivas sin ese miedo permanente a perderme, o perder a los que aprecias.
Él también tenia lagunas oscuras, solo que las suyas estaban ocultas y contenidas con presas de años de autocontrol. En esas lagunas había un dragón de ira y odio, dormido bajo unas engañosas aguas mansas. Eylo también tenía miedo de esa faceta escondida, sentía su tirantez a veces, un canto de sirena al que hasta el día de hoy, desde que abandonó el orfanato y se unió a la Rust, había logrado ignorar. Con esos pensamientos en la cabeza, terminó por sonreír a Dunne, besándola con la entrega del que ama, pero aun no lo ha verbalizado. Era pronto para esas palabras, muy pronto, ¿pero hacían falta esas palabras?
—Yo tampoco quiero estarlo —añadió con mimo queriéndose abandonar un poco más entre los brazos de la mujer.
Hablar de Kawalski revolvía a ese dragón, las preguntas de Dunne eran saetas que jugaban a provocarlo, pero no para despertarlo, sino para preguntarse porque estaba allí. Siguió sorprendiéndose por haber admitido que quería que estuviera orgulloso de él. Jamás. Jamás se hubiera imaginado en esa tesitura, pero ahí estaba y, en cierto modo, se sentía liberado.
—No lo sé —admitió dubitativo ante la afirmación de Dunne, hacerlo le causó un leve miedo —. No lo sé —repitió temblándole imperceptible la voz, pero para Dunne eso era claro como luz en medio de la oscuridad —. Kawalski.. no. Creo que siempre ha sido excesivo.. sus formas, las entiendo, pero no las comparto. Hay otras maneras, creo. Pero, a pesar de todo, era alguien que se preocupaba por nosotros. No.. no disfrutaba siendo duro, le sabía hasta mal, lograba que.. te sintieras mal por decepcionarle, por obligarle a que te castigara —hizo una mueca, durante mucho tiempo, a pesar de tener esos sentimientos, a Eylo nunca le importó hacerlo. La rabia era mayor que cualquier otro sentimiento —. Sabías que, tras el castigo, podrías seguir contando con él para lo que fuera. Creo que.. por eso quiero que esté orgulloso de mi. O puede que sea lo que quiera creer.. —terminó con una sonrisa leve, arrebujándose entre los brazos de Dunne.
Pudo reír un poco ante la comparación de fuerza o capacidad con Dunne, el eridiano se acomodó un poco más en esa nula gravedad, ambos estaban, técnicamente, en paralelo al suelo del Eagle y respondió con una ocurrencia.
—Ya lo has logrado —bromeó besando sus hermosos cabellos pajizos —. Y sin pelea de por medio.. eres buena.. —rio divertido mientras se permitía el lujo de hacerle algunas cosquillas en los costados. Cuando el juego de las cosquillas terminó, volvió a abrazarla y le susurró como si fuera algo tan importante que ni el propio Eagle debía enterarse —. Creo que empiezo a encontrar el camino para encontrarlo..
A todos nos gusta que nos alaben y Eylo, a pesar de que trataba de ser modesto, también le gustaba. Escuchar a Dunne refrendó su resiliencia cuando debía enfrentarse a los episodios amargos de culpa, se lo agradeció con miradas, besos y abrazos. Cuando Dunne coronó esas palabras con la importancia de llamar a los suyos en la Rust asintió prometiendo que lo haría, a lo que hizo que la mirara unos instantes.
—¿Y tú? ¿No tienes amigos o familia a la que llamar? —le preguntó con naturalidad, pero con una calmada cautela, como el explorador que se adentra en territorio inexplorado —. No sé nada de ti.. ¿por qué decidiste ingresar en la Space Force? —la miró a los ojos al preguntar, intrigado, curioso por saber más de la mujer que le tenía hechizado.
Cuando iniciaron el descenso, las palabras que le regaló a Dunne le robaron las suyas. La miró de soslayo, sus ojos se entregaron mutuamente un pedacito del alma de cada uno y también lo sintió. También se estaba enamorando de esa mujer, y a ello se arremolinó un pandemonium de sensaciones. Desde las más excelsas a las más pesimistas, pero en ese momento, Eylo se dejó acariciar por las luminosas.
La charla distendida hasta llegar al Domo que le indicaba Dunne se fue resolviendo con un intercambio de pareceres. En contraposición a Dunne, a él le gustaba el rojo, probablemente por referencia al permanente color escarlata en el espacio de Eridiani, para comer no era muy exquisito, pero recordaba con cariño los guisos de Dwayne en la Rust siendo la comida salada su preferencia. No había comido mucho chocolate en vida, pero era curioso, para Eylo un manjar era agua pura, sin procesar, algo muy caro en Eridani. El joven no pudo decirle quien le gustaba más o menos, no lo tenía claro al menos, aunque compartió el hecho de su persona favorita era ella, le habló de Narel definiéndola como una hermana para él. La mención de Noor le sorprendió un poco, no la conocía apenas, y le preguntó porque no le caía bien, pensaba que esa posición iba a corresponder a Anne.
—Mírala, como corre la pisatierra —sonrió divertido al ver como Dunne huía del interior de la Eagle usando argot eridiano para definir los que viven en planetas —. Tu feudo, ¿eh? —miró el lugar con curiosidad. Cuando le contó para qué servía tomó muy buena nota del lugar, sus sospechas acerca de lo que les esperaba eran ciertas. Rezó internamente para que el Domo acabara unido y funcionando, porque de no ser así.. no iban a poder estar a la altura de los otros. Poco se imaginaba que poco más de un mes después la situación en el Domo iba a rozar lo catastrófico —. Claro, te sigo.
La curiosidad de Eylo competía con la necesidad de mirar a Dunne, había podido frenarse en el Eagle, pero ahora iba a convertirse en una tarea muy difícil de cumplir. La siguió con la mirada, metiéndose en su juego, sonriendo ambiguo para tampoco revelar sus cartas de inmediato y, mientras introducía el código, se acercó a ella muy sutilmente para que apenas notara el roce de su presencia embebido en aquel juego mutuo.
Después de esto, pasó el primero al interior avanzándola por el lateral estirando la cuerda del juego, se giró sobre si mismo caminando de espaldas.
—¿No habrá ninguna trampa de la que deba preocuparme, verdad? —la miró a los ojos al decirlo, con una sonrisa burlona, la suficiente como para que Dunne entendiera que no se refería a ninguna trampa real, sino que jugaba a echarle la pulla de quien la había tendido era ella —. ¿Qué es lo que deseo, Dunne Grey? —comentó pensativo llevando la iniciativa como si supiera adónde iba, solo para provocarla a que fuera a rebufo de él. La deseaba a ella, joder, la deseaba hasta quemarle de la necesidad, pero aun sentía una residual inseguridad que no sabía de dónde acababa de venir.
—Ven.. —se detuvo y le tendió la mano finalmente con un gesto dulce, entregado, con una sonrisa que ya no dejaba lugar a dudas de que se había enamorado de ella —. ..enséñame el sitio.
Llevar la delantera estaba bien para el juego, y seguiría jugando, pero el lugar que quería que tuviera Dunne en su vida.. era a su lado.