Este mensaje es sólo para destacar la escena, Daya, que ya está abierta, por si no lo habías visto. Tú escribes primero.
Entró de nuevo en la enfermería, intentando no hacer ruido pero descubrió que René estaba despierto. Sus heridas eran menos importantes y por tanto la sedación había sido menor. Dejó una bandeja con comida sobre una mesa, no sin antes cerciorarse de que los médicos seguían en el quirófano, y se acercó a él, sonriéndole aún a pesar de sentirse tremendamente cansada. También tendría tiempo para él. Se sentó en el borde de su cama con cuidado para no moverlo bruscamente-¿Qué tal estas? He tenido que salir un momento, tenía que ver como estaban los demás...-alargó su mano para mover la pantalla del aparato de las constantes. Algunos valores habían cambiado, pero supuso que no era problema pues René estaba consciente y no pitaba nada, como había pasado con Lizza en un momento dado antes de entrar a quirófano-...Duncan quería que viera cómo están. El y el doctor Kepborn siguen con Lizza en el quirófano, creo que no les tiene que quedar ya mucho para terminar...
Se lo quedó mirando un instante, de frente, con la cabeza un poco ladeada y una sonrisa suave-Tienes mejor color que hace un rato. La morfina hace milagros. Si te empieza a doler de nuevo, dímelo. Pero te sigue haciendo falta otra cosa, dame un momento.
Se levantó y se dirigió a uno de los extremos de la sala, abrió un armario y trasteó dentro. Se escuchó como se rasgaba algo de plástico y agua corrrer un instante. No tardó en volver de nuevo a su lado con un pequeño cacharro lleno de agua y un paquete de gasas. Dejó el cacharro sobre la mesita y mojó una de las vendas en el líquido.
-Con tu permiso... creo que aún hay restos de esos bichos por todo el domo...-acercó su mano con la gasa al rostro de René y comenzó a limpiar su sien derecha-Aparte de que es un tanto asqueroso, es un foco de infección, no hay que ser médico para imaginarlo.
Le hablaba con tranquilidad y sosiego en voz baja, como si intentara no romper la quietud de la sala temiendo despertar a los demás, centrada en limpiar los restos del skullrep, sin mirarlo a los ojos para evitar que se sintiera violento.
Escuchó ruidos amortiguados que procedían del pasillo, una puerta que se abrió y se volvió a cerrar y luego una sombra que se movía por la enfermería. Esa sombra se sentó en el borde de su cama mientras lo miraba. La sombra le habló y le preguntó cómo estaba.
—Leonora, ¿eres tú? —le preguntó a la sombra.
Pero, entonces, la sombra mencionó los nombres Duncan, Kepborn, Lizza, y volvió a caer en la cuenta de donde estaba. Era sólo la recluta Daya Banerjee.
Por un momento, había pensado que estaba en casa, cuando su corazón estaba todavía rebosante de felicidad. Pero no. Estaba en Protect. Leonora le había traicionado y Sarah estaba muerta. Estaba en el infierno.
Daya le habló de morfina y del color de su rostro. Se levantó y volvió con una gasa húmeda para limpiarle algo en el rostro. Daya actuaba como si fuera una madre y René se dejó hacer como un niño. No pareció entender todo lo que le decía Daya, pues él simplemente preguntó, como si estuviera confundido:
—¿Están todos los demás vivos? ¿Kalina? ¿Alvin? ¿Narel? ¿Orestes?
René estaba aún confundido, pues se le había colado el nombre de su mejor amigo en Hydria, Orestes. Por lo demás, no sabía nada de lo que había pasado en el campo de batalla, sólo había visto a Sarah, a Duncan, a Einar disparando su fusil. No creía que le quedasen huecos en el corazón para una nueva herida, pero si alguno de esos otros recién mencionados por él había muerto, seguramente el corazón se le agrandaría un poco más sólo para que pudiera sufrir otra herida.
Tras decir esto, alargó su mano hacia el cacharro de agua que Daya había dejado sobre la mesita. No recordaba haber bebido agua desde el desayuno, que ahora parecía quedar días atrás, meses, años, quizá vidas atrás. Ni siquiera preguntó si era potable, sino que directamente agarró el cacharro y se lo quiso llevar a la boca para beber, en silencio, como un niño confundido.
Escuchó sus preguntas aunque el tono de su voz había sido bajo y pastoso. No le pasó desapercibida la preocupación por alguien que no era del domo al igual que el que la hubiera confundido a ella al sentarse a su lado. La sedación que le había tenido que poner Duncan, acompañada de los sucesos del día, tenían a su compañero entre la consciencia y el sueño, entre los recuerdos y la realidad. Entendió que debía estar confundido.
Siguió limpiando con cuidado los restos de skullreps mientras le respondía lentamente y bajito a sus preguntas, casi como si quisiera que con sus palabras, volviera a descansar-Sí, están todos bien. Vengo de verles ahora. He hablado con Kalina hace un momento, estaba muy preocupada por ti pero ya le he dicho que estabas bien, dormido y que solo necesitabas descansar para volver con ella y los demás-sus ojos se desviaron de los del muchacho para mirar allí donde su mano libre acababa de mover la sábana para dejar al descubierto la zona del cuerpo de René cubierta de vendas. El vendaje esta manchado con un poco de sangre, pero no pensó que fuera importante porque era muy poco y parecía estar ya secándose-Es muy tímida y reservada, he tenido que llamarla para que se acercase, creo que tenía miedo de preguntar como estabas porque temía por ti…-había visto la reacción en los ojos de la muchacha al decirle que René estaba bien-Alvin también está bien, estaba en la sala de esparcimiento como el resto, esperando noticias de cómo estabais lo que estáis aquí.
Hizo una pausa, desechando la gasa que tenía en la mano y mojando otra en el agua mientras sus ojos no perdían de vista a René. No estaba consciente del todo, eso lo tenía claro, quizás ni se acordase de aquella conversación cuando despertara finalmente, pero no veía gestos de dolor aunque sí de un poco de ansiedad al hablar.
-Narel está durmiendo…-no iba a preocupar a René hablándole más de la muchacha porque hacerlo sería entrar en detalles que afectaban a Billy y, por lo tanto, al final llevarían al muchacho a recordar más de lo sucedido y llegar al final a Kurik y Sarah. Ahora no era el mejor momento para terminar pensando en los dos compañeros que descansaban a pocos metros de ambos, no en ese estado de semi inconsciencia en el que nadaba ahora mismo.
Y Orestes. Miró a René un instante no sabiendo que contestarle al respecto y vio como su mano se lanzó a por el agua que había junto a la cabecera de la cama, agarrando el cacharro para intentar llevárselo a los labios. Daya intentó impedirlo, pero no fue lo suficientemente rápida como para evitar que parte del agua se derramara en la mesita, sobre la almohada de René y sobre él mismo antes de que su mano parase el recorrido del cacharro-Espera…espera…-le quitó el cacharro de la mano para que no siguiese derramándolo y lo dejó lejos de su alcance-Voy a traerte agua fresca, ¿vale? Espera un momento…No te muevas… ¿de acuerdo?-le dijo, temiendo que le diera por levantarse para ir el mismo a por el agua.
Puso su mano sobre la frente del muchacho, repitiendo un gesto aprendido de madre a hija y de hermana a hermanos, pero no notó que tuviera fiebre. Le secó con la gasa el agua que se había tirado encima antes de mirar el aparato que medía las constantes de Réne, pero en pantalla no salía la temperatura inicialmente aunque estaba segura de que se podría ver. Aquellas tres cosas le llevaron un solo instante antes de apresurar su paso de nuevo al mismo lugar de antes y volver rápidamente con un vasito con agua y una pajita. Benditas pequeñas cosas que se habían inventado para los pacientes. Se sentó de nuevo en el borde de la cama y le llevó la pajita a la boca-Despacio… un par de sorbos solamente, ¿vale?
Lanzó una mirada a la puerta del quirófano. Seguía cerrada.
Era evidente que René estaba en shock tras lo ocurrido en la escaramuza. Eso y la morfina le hacían confundir ese lugar con otro, a Banerjee con otras personas. Ese mismo shock hacía que la lengua de René estuviera más suelta, que sus pensamientos salieran por su boca sin control.
Escuchó las respuestas de Daya y suspiró aliviado al saber que sus amigos estaban vivos. Miró como Daya revisaba su herida de la pierna, dejando que la muchacha hiciera lo que tuviera que hacer.
Al intentar beber, derramó agua. Daya le puso una mano sobre la frente mientras intentaba ayudarlo. René se dejó hacer sin moverse. Daya limpió el desastre que el natgrewniano había hecho y, mientras lo hacía, René le dijo en voz baja.
—Oh, lo siento. Lo siento, Leonora —le dijo mirándola entre la penumbra del lugar. La tenuidad de la luz hacía que Daya quedara entre las sombras, lo cual favorecía la confusión de René—. No me has dicho nada de Orestes, pero seguro que también está bien, siempre ha sido un chico con muchos recursos. Lo quiero tanto… Pero me duele que se haya quedado tan enfadado conmigo, Leo… Ya se le pasará, como tú me dijiste, ya se le pasará. Sí… Ya se le pasará… Él es bueno. Seguro que lo terminará entendiendo.
Hizo una breve pausa mientras Daya le traía un vaso con agua y una pajita. Sorbió hasta casi terminar el vaso, a pesar de que ella le había dicho que bebiera despacio sólo un par de sorbos, pero él posiblemente no la había escuchado bien. Después continuó hablando, recordando uno de los nombres que le había mencionado Daya un momento antes:
—Kalina es tan inteligente. Lee muchos libros. Yo la miro leer en la biblioteca y me encanta. Oh, perdóname, Leo, no puedo evitarlo… Tú ya sabes que mi corazón es tuyo, para siempre. Eso ya lo sabes. Aunque tú no lo quieres, pero aun así es tuyo. No hay nada entre Kalina y yo, no puede haberlo, porque mi corazón es tuyo. Eso ya lo sabes, Leo, ya lo sabes. Pero Kalina es muy bonita y me hace reír con sus bromas. Y me escucha con tanta atención… Es muy bonita.
Volvió a hacer una pausa para apurar el vaso de agua. Dejó el vaso en la mesita y entonces llevó su mano a la mejilla de Daya, despacio, y la acarició suavemente mientras la miraba a los ojos:
—Kalina, eres muy bonita. No te lo he dicho nunca, no me atrevo. Pero yo sé que tú lo sabes, que sabes que me gustas. Pero seguro que yo no te gusto. Yo soy muy bruto para ti, ¿verdad? Perdóname. Voy a tratar de ser mejor, ¿vale? Lo voy a intentar… Si soy mejor y más inteligente, ¿te gustaré?
Por un momento, René pareció darse cuenta de que le estaba diciendo aquello a Daya, pues sacó su mano rápidamente de su cara y bajó la vista avergonzado.
—Kalina y yo vamos a pelear en el ring mañana por la mañana, para entrenar —dijo mientras miraba las sábanas, con la mirada cabizbaja—. Hemos quedado con Sarah para que nos ayude. Ella sabe pelear muy bien. Es una mujer peleadora. Y muy buena. Tiene un corazón enorme, más que su cuerpo. Ella nos va a ayudar a entrenar mañana —dijo volviendo a mirar a Daya, con cara de niño feliz por pensar que al día siguiente entrenaría con Kalina y con Sarah.
Pero, de pronto, ese rostro de niño feliz fue recorrido por una sombra y bajó la vista otra vez.
—No —musitó en voz baja—. No… Sarah está muerta. No, no puede estar muerta, seguro que lo he soñado. El médico seguro que la ha salvado.
Volvió a mirar a Daya, pero esta vez sus ojos estaban muy abiertos y se podía ver miedo en ellos. Agarró el brazo de Daya con fuerza:
—No te vayas —le susurró con desesperación mientras le agitaba el brazo—. No te vayas, Sarah. No te vayas. Prométeme que no te vas a ir. Prométemelo.
De pronto, una vez más, René pareció darse cuenta de donde estaba y de con quien hablaba, pues soltó rápidamente el brazo de Daya y susurró despacio unas disculpas:
—Oh, perdona, Daya, perdona, no quería hacerte daño. Perdona… Perdona…
Sentada en el borde de la cama veía las idas y venidas de su compañero que se debatía entre tres realidades que Daya intuía muy importantes para él. Si no lo fueran, su subconsciente no estaría ahora trabajando con ellas. Le sujetó la mano con suavidad mientras escuchaba sus desvaríos.
Adivinó con facilidad quien era Leonora y el dolor por dejarla atrás que él tenía que sentir, lo difícil que tenía que haber sido reconocer que no era correspondido y alejarse de ella. Entendía que ahora su mente le trajera recuerdos bonitos de quien quería mucho para intentar olvidar el dolor y la pérdida emocional que había sufrido, era la forma que tenía la mente de que el cuerpo sobreviviera.
Le apretó la mano un poco más cuando los dulces recuerdos de aquella chica se convirtieron en la preocupación por Orestes. Por que era preocupación lo que su rostro, libre de cualquier barrera impuesta por el día a día, mostraba pletórico de naturalidad. Lo había dejado atrás y temía por él, no quería perderlo, pero había tomado una decisión aún sabiendo que podía costarle su amistad. Le acarició la mano en silencio. Había sido fuerte en seguir sus deseos y no condicionarse por una amistad que no lo sería de verdad si no era capaz de entener la decición tomada. El no la veía a ella, no veía a Daya, pero percibía la presencia de alguien querido en su lugar. Y sentir a alguien querido siempre era bueno, aunque no fuera nada más que una ilusión, un truco de un cerebro que no tardaría en despertar a la realidad.
No le extrañó escuchar el nombre de Kalina en absoluto. Sonrió tristemente cuando escuchó hablar de ella. Pensaba que los dos estaban juntos de una forma u otra, pero no así. No con el dolor de saber que el corazón pertenecía a alguien que no le correspondía pero que no lo liberaba, dejándolo volar para que encontrara su propio destino. Estuvo tentada de hablarle, de decirle que pensara en aquello, pero sabía que solo serviría en ese momento para preocuparlo, para descolocarlo. Su mente tenía su propio discurrir y no debía ponerle freno en ese momento. El contacto de la mano de René en su mejilla la pilló desprevenida, porque ahora no era solamente la interlocutora lejana, la sombra a la que confundían sus emociones con las personas queridas. Ahora era el objetivo del principal deseo de René, de su principal preocupación en esos momentos. Daya sintió que iba a ser incapaz de contener las lágrimas, pero se esforzó en no hacerlo o quizás aquello descolocara a un René que podía no entender lo que veía. Apretó la mandíbula y cubrió con su mano la mano que René había apoyado en su mejilla. Los ojos de su compañero la miraban con una claridad abrumadora, con una sinceridad apabullante, con una fuerza capaz de poner a Kalina a sus pies si era capaz de transmitirle a ella sus preocupaciones y sus sentimientos con tanta sinceridad.
-No te minusvalores… René… no pienses así… -le dijo, sin pensar en las posibles consecuencias de que su voz irrumpiera en lo más profundo de René, intentando que él dejara de pensar en aquellos términos, sin pensar en lo que hacía. No tenía por que pensar así, nada estaba escrito. ¿Y si Kalina pensaba justo lo mismo? Nunca lo sabrían si no hablaban.
Y al pronunciar aquellas palabras, al hablar por primera vez, algo despertó en la mente de René. Vio como el brillo y la profundidad de la mirada cambiaron, enfocando, reconociendo… y su mano se quedó suspendida en el aire cuando René retiró la suya con un rápido movimiento. Fue a acariciar la frente de su paciente para intentar ahuyentar esa vergüenza tan evidente cuando él volvió a levantar la vista, situado ya en otro lugar, en otro momento, con otras personas. Y a Daya se le partió el corazón y le faltó el aire al escucharlo, dejando su mano suspendida entre los dos.
No, René, no…. No la nombres, no así, como si mañana fuera a levantarse de esa cama e ir contigo… René… no me hagas pasar por eso, por visualizar esa imagen... no aún...
Las lágrimas acudieron a sus ojos, nublando la vista. Tuvo que respirar profundo para intentar contenerse y agradeció, por primera vez, la luz tenue que les rodeaba. Se limpió las lágrimas que acabaron desbordando sus ojos por mucho que intentó que no pasara. Y no vio venir el agarre de René. Sintió la fuerza de su mano sobre su brazo, la necesidad de él de saber que no iba a irse, ella no, Sarah, la pobre Sarah, la urgencia de saber aunque no lo tuviera presente en ese momento, que ya se había ido sin posibilidad de volver atrás. Daya estaba segura de que, al igual que estaba hablando su mente sin prejuicios, su mano estaba apretando con todas sus fuerzas, sin filtro, sin control. Sintió como los dedos se clavaban en su carne, ahogó una queja, intentó soltar el agarre, pero no quería forzarlo, no quería hacerle daño ella a él. Pero no pudo aguantar más, no pudo evitar una queja. Si seguía apretando y moviéndole al brazo así... Tuvo un pequeño momento de pánico porque sabía que René no estaba controlando aquello.
-¡Arggg!
Y, de repente, la soltó. Sintió su brazo palpitar a la falta de presión cuando la sangre volver a circular de nuevo con normalidad y el dolor se acrecentó. Temió moverlo para evitar que doliera más aún si cabía. Levanto la mirada y se encontró a los ojos de René, mirándola fijamente. Y la llamó por su nombre. Comprendió que podía ser el momento, ahora estaba con ella.
Se levantó y pulsó la luz individual sobre la cama de René. Una luz fria y aséptica iluminó la cama y un poco de espacio alrededor, la suficiente para que un médico pudiera atender sin problemas a su paciente, suficiente para intentar mantener a René en aquel plano de la realidad. Le pareció que lo había conseguido cuando lo escuchó pedirle disculpas. Se notó respirar con alivio de sentirlo allí con ella. Se sentó de nuevo en la cama, evitando que se notara que el brazo le dolía, evitando moverlo más de lo necesario y sonrió a René lo mejor que pudo ocultando su dolor, no quería preocuparlo, ya se le pasaría, no era nada, quizás solo un cardenal, una pequeña hemorragia sin más.
-No hay nada de lo que disculparse, Réne-lo miró a los ojos directamente, intentando que su mente se mantuviera con ella allí, que no corriera de nuevo a refugiarse en los recuerdo-Pero necesito que te quedes conmigo, que no te vuelvas a dormir-avanzó su mano y le acarició la mejilla, ahora si-Necesito que hables conmigo… necesito saber que estás bien. Cuando salga Duncan me preguntará y tengo que decirle que eres el mejor paciente que he tenido hasta ahora.
Menuda tontería… pero necesito que se quede aquí conmigo… que no vuelva a ese estado…
-¿Tienes frio? -le dijo, arreglando la sábana que lo cubría aunque no hacía falta. Se dio cuenta de que los dedos de la mano le hormigueaban y estaba temblando un poco-Te has bebido todo el agua, espero que el doctor no me regañe por haberte dado un vaso entero….-le sonrió dulcemente, intentando recuperarse rápidamente para que él no notase nada, que no se sintiera violento por lo sucedido si es que se acordaba.
El quejido de Daya lo sacó de su ensimismamiento y lo devolvió a Protect, a la enfermería, a la noche en que Sarah estaba muerta, Leonora no estaba allí y no le había dicho a Kalina lo mucho que le gustaba. Sí, sabía que había dicho todo aquello, a pesar de seguir confundido. Delante tenía a Daya Banerjee, a la que había hecho daño con su mano. Le pidió disculpas arrepentido.
Daya encendió una luz sobre la cama y trató de tranquilizarlo. Ella le acarició la mejilla mientras le hablaba. Aquel contacto maternal le gustó, le tranquilizó, le puso un pie en la tierra y le hizo también recordar a su madre, a quien no había contactado desde que salió de Natgrew.
—Oh, ella entiende, ella entiende. El corazón de una madre siempre sabe. Siempre sabe —se le escapó, sin darse cuenta de que estaba hablando en voz alta, no simplemente pensando.
Daya le pidió que él también le hablara. Él la miró con ojos todavía confundidos. A la luz de la cama, le pareció notar en los ojos de Daya un rastro de humedad, como si se le hubieran salido algunas lágrimas. ¿Tanto daño le había hecho con su mano? ¿O lloraba por alguna otra razón? Se sintió mal por ella. Ella le arregló las sábanas y le dijo que había bebido mucha agua. René miró confundido hacia el vaso que había dejado en la mesita.
—Tenía mucha sed —dijo. Qué cosa tan estúpida para decir. Después de aquel ataque de delirio, en el cual su alma de pronto había estado abierta a dimensiones espaciotemporales tan diversas, todo lo que dijo fue que tenía sed—. No te sientas mal, Daya. Yo estoy bien, sí, yo estoy bien. No llores. ¿Te he hecho daño? Perdona, no quería hacerte daño. No quería hacerte llorar. Perdona.
De pronto recordó algo que había dicho Daya hacía un momento, aunque no recordaba muy bien las circunstancias en que lo había dicho.
—¿Por qué me has dicho que no me minusvalore? No entiendo —le dijo con un tono inocente, casi infantil.
René estaba con ella, había vuelto. Aún no del todo pero notaba los cambios. Centraba más la mirada enfocándola a ella, estaba siendo consciente de lo que le rodeaba y la expresión de turbación que le había invadido precedió a la máscara que usaba a diario y que empezó a dejarse ver.
Al contacto con su mano, René pronunció aquellas palabras que hicieron a Daya mirarlo con curiosidad-¿Es un dicho de Natgrew? Es muy bonito. Siempre me han gustado esas cosas. Los dichos, los refranes, las historias que surgen de un planeta, su magia, esa que se pasa de padres a hijos. Innum, mi planeta, es demasiado joven aún para tener cosas así. Bueno, el planeta no, la poca civilización que vivimos allí de forma permanente. Innum aún no tiene leyendas, ni magia…quizás con el tiempo.
No sonaba triste, solo era objetiva mostrando a René algo de su planeta, comentando lo obvio. Innum era un planeta habitado desde hacia relativamente poco, sin una población permanente demasiado grande. Aún sin recursos propios era, simplemente, un laboratorio de biología y geología en potencia en continuo estudio por los científicos que llegaban, estudiaban y se iban con sus resultados a estudiarlos a otra parte.
-Si es un dicho de Natgrew, le gustará conocerlo a mi hermano aunque, ahora que lo pienso, quizás ya lo ha escuchado-Daya hablaba con René buscando que no volviera a caer en ese esta de semiinconsciencia de antes, quería tenerlo con ella en el plano de la realidad. Si volvía a caer en esos delirios ella aún no sabía si podría ayudarlo y Duncan y Frank aún no habían terminado con Lizza y ella no quería molestarlos-Mi hermano está en tu planeta. Me ha dicho que es precioso. Le encanta ver a tantos animales y tantas plantas…Natgrew es totalmente diferente a Innum…
-¿Daño? No, tranquilo, no me has hecho daño, solo es que estoy emocionada por ver que estás despierto y bien-mintió, pero extrañándose de que comenzara a encajar ciertas cosas. Quizás había estado más consciente de lo que ella pensaba esos minutos atrás o su mente, simplemente, le estaba encajando los hechos, las palabras y el verdadero destinatario de ellas en aquella enfermería. Daya esperó que René no se acordase de lo que le había dicho, quizás se sintiera mal al saberlo. Ella guardaría todas sus palabras bajo llave, nunca nadie sabría lo que él había dicho en aquella cama, tampoco él. Pero entonces, él preguntó.
La pregunta era simple pero complicada de responder sin dar explicaciones. Guardó silencio unos instantes, intentando averiguar qué decirle sin decirle demasiado.
-Has hablado en sueños…quizás tenias un poco de fiebre o quizás solamente es cosa de la anestesia. Me dio la sensación de que tienes que quererte más de lo que lo haces. Dijiste que querías ser mejor, más inteligente, más culto… y yo me pregunté, ¿por qué piensa así? Lo dijiste como si…como explicártelo, como si te sintieras mal contigo mismo comparándote con alguien. Si hay algo de ti con lo que no estás conforme, lucha por cambiarlo. Pero que sea porque tu quieres cambiarlo, no porque te compares con otra persona. Cada uno es como es, y en eso reside nuestro valor, si no todos seríamos iguales y esto sería muy aburrido ¿no te lo parece? -se quedó un momento mirándolo a los ojos, esos ojos oscuros con los que no había hablado por costumbre desde que estaban allí. Quería hablarle de Kalina, quería decirle que no temiera hablar con ella si así lo sentía. Si a ella le gustaba, le gustaría tal y como era. Si no le gustaba, era mejor saberlo ahora que más adelante, el dolor sería menor, pero sobre todo le gustaría decirle que volara alto y solo, que dejara el pasado atrás y viviera el presente.
Lo miró, curiosa. ¿Hasta donde recordaba de la conversación? Si ahora le soltaba un "gracias por la explicación pero me acuerdo de todo" se iba a caer del borde de la cama de la impresión.
-Háblame de tu planeta, de algún sitio impresionante que visitar. A mi hermano le encantará visitar un sitio nuevo, estoy segura. ¿Teneis mar azul como en la Tierra? Es precioso... lo vi al ir a la prueba de selección. Es impresionante.
El azul del mar, el azul del cielo...el azul profundo que tanto decía sin palabras. Era maravilloso. Su color preferido. Se volvió hacia la puerta del quirófano, recordando.... solo por comprobar que seguía cerrada aún.
Cuando Daya le hablaba, a veces le parecía escuchar su voz como desde detrás de una pared y se perdía al tratar de seguir todo lo que decía. No siempre entendía bien y, cuando no entendía, sus ojos miraban confundido, su mirada parecía perderse en el infinito y esbozaba una sonrisa nerviosa en silencio, como si tratara de disimular su incapacidad para entenderlo todo.
Había recuperado un poco la consciencia, pero no estaba aún del todo ahí sino a intervalos. Sus gestos y su forma de hablar todavía denotaban cierta confusión. Sus palabras eran aún un poco más libres y caóticas que de costumbre.
Se dio cuenta de que debía haber dicho lo de su madre en voz alta, pues Daya le preguntó si era un refrán de Natgrew. Le dio un poco de vergüenza saber que lo había dicho en voz alta. Por suerte, Daya enseguida habló de que le gustaban las historias, los refranes, la magia de los planetas. A René le brilló la cara:
—Oh, en Natgrew hay tantas historias. En Hydria tenemos tantas. Y canciones... —Se quedó por unos segundos en silencio, con la mirada perdida, como si recordara algo, y entonces empezó a tararear una pausada melodía en voz muy bajita, casi para sus adentros. Después, empezó a musitar unas palabras con esa melodía, todavía en voz muy baja, apenas audible—. Debajo do sauce, brillaron tuos ojos... Debajo do sauce, tamén as estrellas...
Siguió tarareando la música, sin letra, durante unos segundos, siempre en voz muy suave. Después dijo algo más, mirando a Daya:
—Innum. No conozco Innum. Nunca había salido de Natgrew... Sí, es precioso Natgrew...
Daya le habló de su hermano. Creía haber escuchado esa historia semanas atrás, pero ahora ya no estaba seguro, pues en ese momento se le mezclaba el tiempo. Al escuchar hablar de los animales de Hydria, René suspiró.
—Sí, hay tantos animales... El hipotrago, el centinela de la mañana, la añosa, el pato pimpollo, el minotauro... —Hizo una pausa, en su cara se dibujó un gesto indescifrable al decir eso último—. El minotauro, el skullrep... No, no, no, ese no, no, ese no. —Su gesto se transformó en un gesto de miedo. Miró a Daya con ojos miedosos—. ¿Ya se han ido?
Tras decir esto último, miró a su alrededor nervioso, como para cerciorarse de que no había nada allí.
—Sí, sí, sí, ya se han ido. Ya se han ido, claro. Aquí no pueden entrar. En Natgrew no pueden entrar. No, no. En Hydria no pueden. El Hijo de los Bosques nos protege.
Después, pareció volver en sí por un momento, aunque todavía con esa extraña locuacidad en él, fruto de su confusión:
—A mí también me gustan mucho los animales. Trajimos unos bichitos, los gregatíllidos. ¿Sabías que se comen y son exquisitos? Kalina me lo contó. Ella sabe tantas cosas. Tenemos que comerlos un día, para probarlos. Voy a traer un saco de ellos, para que todos comamos. Vamos a poner un terrario en unas colinas, para que Kalina pueda estudiar los animales de Protect. A ella también le gustan mucho los animales...
Después, Daya le dio explicaciones de por qué le había dicho que no se minusvalorara. René no entendió del todo esas explicaciones.
—¿He hablado en sueños? —René sintió algo de vergüenza. ¿Qué le había dicho? Recordaba vagamente algunas cosas, pero no tenía conciencia de haberle dicho a Daya nada sobre ser más inteligente. Recordaba haber pensado en Kalina y haber pensado (como pensaba a menudo) en lo inteligente que era ella, pero no recordaba haberle dicho eso a Daya. ¿Lo había pensado o lo había dicho en voz alta como lo de su madre? ¿No había sido antes de que ella llegara, en su mente? Se sonrojó ante la posibilidad de haber dicho eso a Daya—. Oh... yo... No... No sé, Daya... No sé, no soy muy inteligente... No sé leer bien... —¿Por qué había dicho eso?
No supo qué responderle a Daya, que lo estaba mirando a los ojos. Estaba embargado por la vergüenza y retiró su mirada. No estaba seguro de haberle dicho todas esas cosas, pero en realidad prefería no saberlo.
Por suerte, Daya cambió de tema y le pidió que le hablara de Natgrew y del mar. El rostro de René volvió a iluminarse:
—El llagu. En Hydria tenemos el llagu. Vosotros le decís... Lago. El lago de Hydria. Es la fuente de vida de Hydria. El llagu, los arroyos del bosque. En Hydria, tenemos agua por todas partes. Agua y vida. Es hermoso. Pero aquí... Aquí no hay agua. Seco, todo seco. Arena, polvo... muerte.
Y de nuevo su cara se entristeció. Movió los labios, murmurando algo inaudible y se llevó la mano al muslo, donde estaba su herida vendada. Pasó sus dedos suavemente por la venda y dijo, mirando su pierna:
—Ahora tengo otra herida. Pero estoy vivo.
Dijo esto último con dolor, casi como si le molestara estar vivo, como si estar vivo fuera algo de lo que sentirse culpable. Decir aquellas palabras lo anclaba a la realidad, a ese planeta, a esa enfermería, al hecho de que él estaba vivo, pero no había podido salvar a su compañera. En ese momento volvía a la consciencia; pero la consciencia era demasiado dolorosa y por eso su alma buscaba refugios en otros lugares y en otros momentos.
—Yo estoy vivo... Pero estoy tan cansado... Tengo el alma cansada...
Suspiró y dejó la cabeza descansar en la almohada, como si sintiera el peso de la realidad aplastándolo. Entonces, volvió a tararear suavemente, muy despacio y bajito, una canción que sonaba triste:
—Al cayer de la tarde, al llagu averé... al llagu averé y les trémboles foles... de la lluz y de la mio cara'l reflexu... devolvíen...
La voz se le quebró y enmudeció, mirando a ninguna parte en concreto.
Escuchar cantar a René, aunque fuera bajito y en la enfermería, aunque supiera que él no estaba totalmente consciente, la alegró. No creía que fueran malas noticias para él el que fuera situándose poco a poco.
Cantó y recordó animales hasta llegar a uno que le hizo cambiar la expresión y mudar al miedo de nuevo. Daya le agarró rápido la mano, intentando transmitir seguridad-Sí, ya no están, René, todo pasó….-igual que vino, el miedo pasó y la mente se situó en un recuerdo más feliz-Sí, lo sé, son famosos en el domo… ¿se comen?-aquello le pilló por sorpresa. Llevaban escuchando hablar de ellos casi desde el primer día y saber ahora que se comían era, era, era como impensable. ¿Se iban a comer las mascotas de Kalina?-No sabía que eran comestibles. ¿Un saco? ¿Hay tantos ahí fuera? Eso tiene que pesar… Sí, se lo de Kalina y el terrario. Le tengo que decir que si quiere puedo ayudarla a llevar el material conforme vaya llegando. Y así Evan y ella se preocupan solamente de ir ensamblando las piezas como tengan pensado. Si quieres puedo llevarte también a ti a cazar los bichos esos… así veré como lo haces, siento curiosidad. Tienes una compañera piloto, aprovéchala -le dijo, guiñando un ojo, intentando que se riera un poco.
Daya pilló al vuelo que él recordaba lo que había dicho, que no se sentía a gusto habiendo dicho ciertas cosas en voz alta. Apuntó su problema con la lectura y vio como él cambiaba de tema rápidamente para no seguir hablando de eso. Lo dejó ir, pero no olvidó.
-Llagu, lago. Casi iguales pero nunca hubiera adivinado que significan lo mismo. Sí, me lo ha contado mi hermano. Hay agua por todas partes, como en Innum ¿sabes? Pero con una gran diferencia… La vuestra es agua transparente, potable, da vida. La de Innum es verde, no se puede beber, es vida. Si te bebes un vaso del agua de Innum, te puedes estar bebiendo cientos de microorganismos y es muy divertido para el estómago, nunca bebas agua de Innum. Sí… Protect es todo lo contrario, yo también noto la diferencia, pero no me importa, se que estoy en un sitio nuevo, me intento adaptar. Debes hacerlo tu también… René-aquello iba con segundas, sí, si el captaba el sentido-Hay que adaptarse el entorno, tenemos que hacerlo para sobrevivir y avanzar, ya tendrás oportunidad de volver a Natgrew cuando termine nuestra formación aquí. Solo hay que ser pacientes… Tenemos una buena oportunidad estando aquí y, si nos adaptamos y aprendemos de Protect, a trabajar en equipo, el tiempo se pasará más rápido y antes veremos de nuevo nuestros planetas. Por que en algún momento nos darán un permiso, ¿no?-le sonrió.
Su mirada fue hasta la mano de René, a su herida. Estuvo tentada de detenerlo, pero se dio cuenta de que no pensaba quitarse el vendaje, solo acariciarlo-Lo estás, y la herida se curará bien. Los médicos han hecho un trabajo fabuloso. Tu solo tienes que descansar… René, no te culpes, ¿vale? -le dijo al escuchar su tono de pesar- No has tenido la culpa, ninguno la hemos tenido…
René cantó de nuevo y Daya escuchó la melodía. No entendía la letra pero le pareció que tenía que ser algo triste o René le ponía el tono de lo que ahora mismo inundaba su alma. Cuando se quedó en silencio, mirando al infinito, no sabía si seguía allí con ella o no, pero ella le habló de todas, tenía que intentarlo-Vale, vayamos haciendo planes para cuando salgas de aquí. Tengo apuntada en la libreta… a ver… ir a cazar gregatílidos, ayudar a Kalina, porque posiblemente vengas conmigo a ayudarme con el material, ¿vale?, también vamos a darle un repaso a la lectura, es muy útil y leeremos cosas entretenidas-lo miró de reojo a ver si había reacción por su parte o no a aquel punto-¡Listo! Voy a traerte un poco más de agua...-se levantó rápidamente, evitando una contrarrespuesta a su última proposición si él pensaba hacerla. Lo había decidido, lo iba a ayudar con aquello si él se dejaba... y si eso ayudaba a que se sintiera mejor con Kalina, a que se decidiera a hablar con ella, sería fantástico.
Daya le agarró la mano cuando él sintió miedo. René se sintió bien con ese contacto, que le ayudó a calmarse.
—Sí, se comen, me lo dijo Kalina —respondió a la pregunta de Daya sobre los gregatíllidos—. Dice que son un manjar muy preciado... Había muchos en la cueva, muchos, por todas partes, pero parecían escurridizos. Kalina consiguió atrapar dos con unas pinzas y los metió en su frasco: Rachel y Alfred. Es muy hábil Kalina. —Sonrió durante unos segundos tras decir aquello—. Estaría muy bien contar con tu ayuda para llevar material, sí, sería genial... A Kalina le va a gustar mucho contar con tu ayuda. Díselo a ella cuando puedas, le gustará. Gracias, Daya.
Por primera vez, René le devolvió el gesto de la mano: apretó suavemente la mano de Daya mientras le daba las gracias con una tímida sonrisa.
Le escuchó hablar del agua de Innum. Puso cara seria, casi de disgusto, al pensar en ese agua malsana, algo inimaginable para él.
Después, escuchó aquellas palabras con las cuales Daya le decía que debía adaptarse al entorno, le dijo que ya volvería a Natgrew, que tendrían que trabajar en equipo... René puso gesto serio, dejando que sus ojos se perdieran un poco mirando la oscuridad, más allá del cerco de luz que los alumbraba a ellos dos. Suspiró. Hizo un mohín triste con los labios. No pudo ver la sonrisa de Daya, pues tenía la mirada perdida en la oscuridad. Guardó silencio. Esta vez sí guardó silencio, esta vez no respondió nada a las palabras de la joven mujer, mientras su cabeza se perdía en sus propias preocupaciones.
Volvió a hacer ese triste gesto con los labios cuando Daya le dijo que no había tenido la culpa de lo sucedido, que nadie la había tenido. Él se estaba mirando la venda y sus labios hicieron esa mueca de tristeza mientras pasaba los dedos suavemente por la herida. Levantó sus ojos de la venda y miró a la innumita con extrañeza, frunciendo un poco el ceño. Pero, una vez más, guardó silencio y se encerró en sí mismo, dejó que la almohada acogiera su cabeza cansada, se encerró en su música, en su tristeza.
Cuando René se quedó en silencio, Daya empezó a hacer una animada lista de cosas pendientes de hacer. Al escuchar el nombre de Kalina, René salió un poco de su estado de tristeza y se incorporó ligeramente de nuevo.
—Claro, Daya, yo voy a ayudarte con el material. Voy a ayudar a Kalina con el terrario...
No pudo responder a la propuesta sobre la lectura, pues Daya se levantó rápidamente tras decirlo para ir a buscar más agua. Pero René había puesto un gesto de sorpresa ante la idea de enseñarle a leer mejor. No le había ido muy bien en todos los años de colegio, así que no pensaba que la cosa fuera a cambiar mucho en el tiempo que tenían allí.
Esperó a que Daya volviera con el vaso de agua. Tomó un par de sorbos y dejó el vaso sobre la mesita. Después, se quedó mirándola a los ojos durante unos segundos, despacio, en silencio, con curiosidad, como si estuviera buscando algo allí dentro. Pareció encontrar algo, pues esbozó una sonrisa lenta, tenue.
Ahora fue él quien puso su mano sobre la de Daya, despacio, antes de decir:
—Gracias, Daya.
Después, se volvió a dar cuenta del cansancio anímico que lo embargaba y volvió a echar la cabeza sobre la almohada mientras daba un suspiro. Pareció quedarse pensando, quizá un poco apesadumbrado. Quizá recordando lo ocurrido ese día u otro día o quizá todo lo ocurrido mucho tiempo antes, antes de haber puesto un pie en Protect, antes de haber salido de Natgrew. Antes de que todo descarrilara.
Teniendo en cuenta que hay que cerrar las atemporales para el miércoles, supongo que podemos ir terminando, ¿no? Quizá, si quieres, haces tú una actualización más de cierre, por ejemplo, y si yo veo que tuviera que dar alguna respuesta, lo haré dejando también la escena lo más cerrada posible.
Observó con detenimiento como René bebía agua. Sus movimientos ya eran más firmes, más seguros. Estaba casi segura que ya no volvería a caer en el mismo estado que antes. El mismo dejó sin ayuda el vaso en la mesita antes de centrar su mirada en ella. Fue igualmente una mirada paciente, tranquila y sosegada pero exenta de la timidez que él solía demostrar algunas veces. Los dos se quedaron colgados allí durante un tiempo. El pensativo, fijo en la muchacha, mirándola como nunca antes lo había hecho, quizás incluso viéndola realmente por primera vez. Ella esperando su reacción, su comentario, saber qué pasaba por su cabeza en aquel momento. Se sostuvieron las miradas con comodidad, cada uno esperando algo de parte del otro y fue René el primero en romper aquel momento de cómodo silencio.
Daya respondió a su sonrisa con otra-No hay nada que agradecer...
Lo miró acomodarse de nuevo sobre la almohada, perdiendo de nuevo la mirada en el techo. Se incorporó levemente y bajó el nivel de luz circundante hasta igualarlo con el del resto de la sala.
-Tengo que ir a comprobar una cosa y después estaré en el almacén, es esa puerta de allí-le indicó la puerta a la que se refería dentro de la enfermería- Si necesitas algo, llámame, te escucharé y vendré… No intentes levantarte aún, por la herida, hasta que te la vea Duncan, ¿vale?-le dijo en voz baja, más baja de la que habían estado usando mientras habían estado hablando, quizás intuía que René estaba a punto de cruzar la línea del duerme vela en breve.
No esperaba realmente que le contestase pero se quedó allí unos segundos más por si necesitaba algo de última hora. Daya recorrió su rostro lentamente antes de irse, buscando señales de dolor o incomodidad, pero sin encontrarlas.
Cada persona de aquel domo tenía su historia detrás, a sus espaldas, sobre sus hombros. Sus miedos y las limitaciones que generaban sin apenas darnos cuenta. René había hablado en sus desvaríos de amor, de anhelos, de esperanzas en las que no creía o no quería creer. Le gustaría poder ayudarlo, quizás hablara con él en otra ocasión, cuando todo aquello pasara y todos estuvieran más enteros que aquella noche, cuando pudieran verlo todo desde la distancia. Quizás podría ayudarlo con la lectura, aunque no sabía si aceptaría trabajar en eso o si incluso querría mejorar o era un tema al que ya había dado por cerrado tiempo atrás. Con Kalina… ella era mala dando consejos de ese estilo, no se consideraba la mejor consejera en temas del corazón, pero quizás pudiera hacer algo aunque solo fuera decirle que se sincerara con ella…aunque quizás, él necesitase sentarse con él mismo a solas y sincerarse consigo mismo sobre su pasado. El pasado es muchas veces la cadena más gruesa que alguien puede llevar al cuello, la prisión sin llaves que agota al corazón. Pero él había dado un paso importante para librarse de aquel peso, fuera cual fuese y, ese paso, era haber venido allí, a Protect, rompiendo con el pasado. Solo necesitaba quererlo de verdad, querer empezar de nuevo.
O quizás, los desvaríos de René iban por otro sitio, por otra realidad que ella desconocía y que no se parecía a lo que se había imaginado después de escuchar sus palabras. Quizás esas palabras solo eran reflejos de sus miedos a los que su mente le había puesto nombres y situaciones inventadas para descargar la presión interna provocada por el ataque de los skullreps.
Quizás ella no era nadie para inmiscuirse en nada…
Todos somos polvo de estrellas que vagamos por el infinito hasta encontrar una estrella sobre la que girar y hacernos fuertes, formar parte de ella y de su sistema.
Lo importante es que él estaba allí, porque había sobrevivido al ataque y tenía una segunda oportunidad. Y, si él quería, podía acudir a ella cuando lo necesitase. Porque también era parte del sistema, porque giraban juntos, porque eran el Domo 12.
:)
Por mi parte, cerrado. Si quieres añadir algo más, perfecto.