Era de noche, Narel había dejado la limpieza de la cocina a manos de Buck Smith, el muchacho que incansablemente le acompañaba en la cocina, decían las malas lenguas que tenía un interés claramente romántico por Dotter, aunque parecía que la fémina, no estaba demasiado interesada en alentar aquellas habladurías, manteniendo siempre la distancia adecuada como para no dar una idea errónea ni al interesado, ni al resto de sus compañeros de Domo.
Había quedado con René en el pasillo para dirigirse hacia la sala de telecomunicaciones, porque tenían un asunto pendiente que tratar con Eylo, una petición que bien sabía Narel, quizás se extralimitara en lo que su amigo podía hacer. Pero claro, ella siempre miraba a largas distancias y estaba segura de que su solicitud, solo mejoraría la calidad de vida de sus compañeros y en consecuencia, la convivencia general.
- Buenas noches, Eylo, ¿se puede o estás ocupado?...Hemos venido René y yo para hablar contigo, es porque queremos ponernos en contacto con alguien un tanto... particular... Una especie de mensajero.... - Comenzó a decir la muchacha, clavando los ojos verdes en su coterráneo, sabiendo que las explicaciones debían ser algo más profundas - Hay un objeto que Carracci quiere recuperar porque tiene una simbología importante para él y que se lo dejó a alguien que iba a traerlo de manera ilegal a Protect, el problema es que dicha persona no sabe dónde tiene que hacer la entrega... Le ofrecí a hablar contigo porque confío en ti y en tu silencio, quieras o no hacerlo, eso siempre es respetable... - Comentó la fémina no mintiendo en sus pretensiones, no iba a actuar contra Yimaz ni a engañarle con vileza, le quería lo suficiente como para respetar que pudiera negarse y aceptar ella su última palabra, quizás ahí radicaba parte de su encanto, hablaba con claridad, no tenía sombras y siempre respetaba las opiniones y decisiones de sus interlocutores.
Miró a Carracci y a Yilmaz, posiblemente entre ellos hubieran detalles que comentar y algún cruce dialéctico o cuestiones sobre el tema que estaban tratando.
René estaba feliz de que Narel le ayudara tan amablemente, a pesar de que quizás aquel tema estaba en el límite entre lo legal y lo ilegal. Entró con ella en la sala de telecomunicaciones y escuchó las explicaciones que la muchacha le daba a Eylo.
Mientras Narel hablaba, René la miraba con total atención y con una sonrisa en la cara. Después de la conversación que había mantenido con ella unos días atrás, aquella mujer le había resultado fascinante, y esa fascinación se traslucía en los ojos del hydriano mientras la miraba hablar. No se trataba únicamente de la delicadeza que había mostrado Narel, sino sobre todo de la profundidad de sus palabras, que habían sido como un espejo a través del cual René había podido escudriñar su propio interior.
Esa chica de ojos verdes había logrado hacerlo pensar, había escarbado con delicadeza pero con una avezada intuición espiritual en el alma de René, había conseguido que el muchacho le abriera a ella una pequeña portezuela con vistas a su interior. El hydriano sentía ganas de seguir escuchándola y de conocerla más, pues se notaba que era una mujer con una profunda vida espiritual, algo que el joven adoraba en la gente. Por eso le gustaban las charlas privadas, y no en grupos, pues aquel tipo de conversaciones sólo se podían dar en la intimidad del tú a tú, de la escucha personal. Aquella muchacha era una de las pocas cosas que todavía lo hacía aferrarse a aquel lugar horrible que era Protect.
Después de que Narel hablara, René se vio en la obligación de aclarar algunas cosas a Eylo:
—Eylo, verás... —empezó con algo de timidez. Por momentos miraba a Eylo y, por momentos, desviaba la mirada al suelo o hacia otro lado, con cierto nerviosismo tímido—. El objeto del que habla Narel... Es un cuchillo... Es el cuchillo que perteneció a mi padre... Es... —Se detuvo un segundo y tragó saliva. Aquello removía algo en su interior y no le gustaba mucho hablar de algo tan íntimo. Para encontrar algo de confianza, miró a Narel, que ya le había escuchado hablar de aquello, antes de decirle a Eylo—: Es lo único que me queda de él. Yo... Antes de llegar a la Tierra me habían advertido de que nos requisarían nuestras pertenencias y... mandé ese cuchillo y otro pequeño objeto simbólico a un emisario que lo trajera a Protect... Su nombre es Zvetan Procjacka.
Miró a Eylo en silencio con algo de detenimiento, pensando que quizá aquel nombre le dijera algo. Luego continuó hablando:
—Como ha dicho Narel, no quiero ponerte en un compromiso y entiendo perfectamente... bueno, entiendo si no quieres... o si no puedes... o lo que sea... Lo entiendo. Quisiera contactar a este hombre, para que sepa que estoy aquí, pero... No quiero ponerte en un compromiso... Entiendo que ahora respondes ante el teniente... Yo... Sea como sea, te lo agradezco.
Trató de esbozar una sonrisa al terminar de hablar. Creía haberlo hecho. ¿Era aquello una sonrisa? Nunca tenía del todo claro cómo comportarse.
Eylo sonrió abiertamente a Narel cuando entró, una bienvenida cálida, auténtica, y es que con ella Eylo podía disfrutar de una porción de lo que él llamaba hogar. Cuando la vio acompañada de René alzó un tanto la ceja, extrañado, pero no dijo nada dejando que fluyera la conversación.
—Claro, pasad —dijo el eridiano extendiendo la mano a unos asientos cerca de dónde se encontraba —. ¿Qué necesitáis? —preguntó antes de cualquier comentario, intuyendo que el extraño binomio Narel-René no había venido junto para pasar el rato.
El eridiano escuchó a los dos, el semblante de Eylo adquirió una cierta severidad. En Eylo no era raro leerle el estado de ánimo, no se esforzaba en ocultar lo que podía estar pensando, pero a veces era bien capaz de esconder cualquier rastro de expresión en su rostro. Miró alternativamente a una y a otro, frunciendo el ceño con lo que escuchaba. Durante unos instantes parecía muy claro que Eylo se iba a negar, pero intercambió una significativa mirada con Narel, y ella fue la primera que entendió que su esa no era, de lejos, la intención de Eylo.
—Solo espero que ese cuchillo no lo uses para apuñalar a Jim —repuso con un humor sutil, que pretendía desengrasar toda la tensión de la conversación. Eylo miraba a René con claridad, y el hydriano pudo ver en los ojos del eridiano una profundidad y una comprensión que trascendía lo usual, si en algo podía destacar Eylo era en la forma en cómo miraba. No había perdido detalle de lo que decía, empatizando con su habitual facilidad —. Tienes alguna forma de contactar con él, entiendo.
Eylo se giró hacia la consola de comunicaciones, introdujo unos parámetros iniciales con sencillez, y se volvió hacia René dejándole hueco para que introdujera el contacto. Antes de que se pudiera volcar, Eylo lo interpeló.
—Pero antes respóndeme a una pregunta, por favor —le dijo captando su atención —. ¿Por qué crees que te pedí que, junto a Keira y Anne, organizaras los ejercicios de disparo? —lo miró significativamente, entre intrigado y curioso, pero dejándole el hueco necesario para que respirara y meditara la respuesta. Desde luego, por la forma y el tono que usaba, no esperaba una respuesta convencional.
El rostro de Eylo, al comienzo, había adoptado un gesto serio y René supuso que la aventura de buscar su cuchillo iba a terminar ahí. Sin embargo, el hydriano se fijó en como ese gesto cambiaba después de que Eylo intercambiara miradas con Narel. Realmente, aquella muchacha era un ángel, como había pensado días antes René, un ángel cuya sola mirada encerraba algún poder o algún hechizo.
La broma que Eylo hizo sobre Jim lo pilló por sorpresa, pero ayudó a que el muchacho se relajara. En su rostro se dibujó una sonrisa sincera e incluso se le escapó una suave carcajada.
—No, no, te prometo que no. Me gusta hacer figuritas de madera con el cuchillo. —Miró a Narel de reojo después de decir eso: en el bolsillo tenía la talla para ella, ya terminada. Al salir debía dársela.
Después, al mirar a Eylo, René notó algo distinto que otras veces, pues esa vez se sintió, ¿cómo podía decirlo?, ¿abrazado?, por esa mirada. Se sintió ligeramente abrumado, aquella mirada le recordó a las profundas miradas que Narel le había dirigido días atrás. ¿Qué magia escondía en sus ojos la gente de Eridani?
—Eh... —René titubeó un poco, todavía descolocado por aquella profunda mirada—. Creo que sí... Eh... No sé, sí...
El muchacho miró aquella consola totalmente desconcertado. Él no había visto algo así en su vida. Tecnología desconocida para un joven acostumbrado a vivir en el bosque.
Pero antes de que pudiera pararse a pensar qué hacer con tanto botón y pantalla, Eylo le hizo una pregunta sobre las clases de disparo. René lo miró de nuevo. Antes de contestar, miró a Narel; mirar a aquella muchacha le transmitía seguridad y calma, paz de espíritu, como si todos los problemas se diluyeran, como si las dificultades desaparecieran. Como una tabla a la que un náufrago podía agarrarse en un mar tempestuoso.
—No lo sé, Eylo —le respondió con humildad mirando de nuevo al hombre—. Yo no soy bueno para esas cosas, ya sabes, pensar y tal. Juegos mentales, estrategia. A mí no se me da bien eso. Lo siento. —René sentía que estaba decepcionando a Eylo con aquella respuesta. Bajó la mirada antes de seguir hablando—: Sobre eso, por cierto, creo... —Suspiró—. Creo que yo no soy la persona adecuada para dar esas clases. El día del ataque de los skullreps me di cuenta... me di cuenta de que no tengo nada que enseñar a mis compañeros. Y además... bueno, no soy tonto, me doy cuenta de que no les caigo bien... Nadie querrá tener clases conmigo. Y no les culpo... No tengo nada que ofrecer a nadie aquí... No sé qué hago en Protect...
Era extraño. Nunca pensó que aquello fuera a importarle, que lo que pensara de él un grupo de semidesconocidos pudiera afectarle y, sin embargo... notó un dolor en su pecho. Por primera vez, le afectó aquel rechazo que notaba a su alrededor. ¿Por qué le pasaba eso? ¿Qué le estaba pasando? ¿Eran aquellos dos eridianos y sus hechizos lo que lo estaba desarmando?
Narel había expuesto el problema que tenía Carracci a Eylo, su coterráneo, un joven que se llevaba muy bien con ella y que casi se sentían de la misma familia, como si ambos fueran hermanos, quizás por eso la muchacha pudiera entender el gesto de severidad en el rostro de Yilmaz, lo que le estaba pidiendo era saltarse las normas y él, al preocuparse por ella, era un tema que no debía agradarle demasiado.
La bonita Dotter explicaba la necesidad de recuperar ese objeto que era importante para el natgrewniano, sin saber que con sus acciones posiblemente estaría ganando un nuevo amigo amigo, porque el que ya tenía, Yilmaz, demostraba con su mirada que la petición no iba a ser negada, aunque no le agradase en absoluto lo que iban a hacer.
Narel solía obrar con inusitada buena voluntad, cocinaba a diario sin tener obligación de ello, jamás se quejaba y siempre tenía una sonrisa para el resto de los reclutas. Aún así en el Domo, no dejaba de ser invisible, quizás por sus silencios, o puede que de alguna manera, la gente no pudiera creer que existiera en ella tanta bondad. Pudiera ser que aquel movimiento de Dotter para ayudar a Carracci llamase la atención, así como los entrenamientos matutinos e insanos que Kurik le proporcionaba y que marcaba todo su cuerpo.
Cuando René tomó la palabra la joven de ojos verdes se calló, dando muestra de un respeto exquisito por aquel que decidía exponer sus propios argumentos, aún así, la mirada clara y empática de Dotter miraban a Eylo con una súplica interna que quizás Yilmaz quisiera satisfacer, pues al fin y al cabo la petición de Carracci era algo que le unía sentimentalmente a su pasado, un objeto que no dañaba a nadie por mantenerse entre las posesiones del cadete.
- No debería ser complicado para ti localizarle, teniendo en cuenta tus habilidades - Dijo Narel mirando a Eylo, tras sonreír levemente a René, como si estuviera intentando decirle que su amigo eridiano era muy capaz de conseguir lo que se propusiera, tenía firme confianza en él.
Eylo hizo un comentario que podía ser tomado como una broma o quizás una advertencia. Si le traían el cuchillo no podría apuñalar a Jim, quizás eso hiciera perder parte del énfasis en René, o pudiera ser que convertirse en asesino en serie no fuera una de sus máximas prioridades. En cualquier caso, Yilmaz aceptaba a ayudar y Narel le dedicó una sonrisa amplia cargada de agradecimiento.
- Eres el mejor - Le susurró mientras el experto en telecomunicaciones trasteaba los paneles para permitir el contacto. Narel miraba los engranajes no muy sorprendida, como si estuviera acostumbrada al manejo de aquella tecnología, y es que de hecho, ella tenía algunos conocimientos básicos como para poner dicha sala a funcionar, eso sí, a nivel de usuario.
La pregunta de Yimaz sobre las clases de disparo provocó que el natgrewniano mirase por unos instantes a Narel, devolviendo ella el gesto curiosa, a pesar de lo callada que solía permanecer, se mantenía expectante a cómo las conversaciones fluían, sintiendo curiosidad por las opiniones de cada cual, decidiendo romper el silencio en un momento concreto, cuando Carracci determinó que no tenía nada que ofrecer allí.
- ¿Estás seguro de lo que dices, René? - Dijo con su tono suave, tranquilo y casi musical, pues aunque jamás lo hiciera en público, la joven tenía una bonita voz y tarareaba algunas canciones cuando se creía sola en la ducha - ¿Podría ser yo un soldado de la Space Force o sencillamente sobro? - Le miró con la profundidad de sus ojos verdes, no había reproche alguno en sus palabras, solo un razonamiento profundo - Soy experta en comercio pero no sé pelear, no soy tan buena con las armas como tú y tuve mucho miedo cuando vi a los skullreps... Solo se me conoce por lo que cocino, y sé que Becky es mucho mejor cocinera que yo... Tú y yo quizás no seamos tan diferentes... - Una leve sonrisa encantadora - O puede que sí, en caso de ataque, tú podrías salvar a alguien, yo no tengo tanta habilidad... Por eso te necesito en Protect, a mí puedes enseñarme a disparar porque no soy buena en ello... Y... Espero que te hayas dado cuenta de que a mí sí me caes bien... - Dijo la joven al Natgrewniano con una aseveración tan marcada que no era posible refutarla - Yo sé que haces en Protect... Vas a intentar encontrarte, y cuando sepas quien eres cambiarás las cosas que no consideres justas, formarás comunidad y entrarás en comunión con el universo. Este es muy amplio, aún te falta alcanzar tu estrella... Pero no dudo de que lo conseguirás...
Y así fue como Dotter miró a Yilmaz, quizás esperando que él añadiera algo que pudiera dar calma al muchacho mientras las comunicaciones seguían buscando al intermediario comercial, hasta que una señal dio el código de contacto.
Eylo escuchó un tanto decepcionado a René, pero no era una mirada admonitoria, no pretendía amonestarle con ella, sino que la dirigió a Narel que tomaba la palabra. La eridiana le daba una dimensión importante a lo que él mismo pretendía, asintiendo como si los uniera una armonía ensayada y, porque René sabía que todo aquello había surgido de ellos dos, sino podría creer que Eylo y Narel se habían confabulado contra él.
—René.. solo te daré una orden, una sola, en calidad de líder del Domo.. que espero que cumplas —el eridiano miró a los ojos a René, tenía el semblante serio, pero no se mostraba hosco —. Nunca jamás dudes de tu valía. Nunca. No la voy a aceptar —volvió la mirada hacia su coterránea, la que sonrió con complicidad —. Escucha a Narel, tiene buen ojo, mejor que el mío cuando se lo propone.
El eridiano se retiró un poco, devolviéndole el espacio personal al hydriano. Dejó sus manos descansando sobre sus muslos, consciente de que los recientes acontecimientos aun laceraban, aun dolían. El tiempo le había permitido recordar vagamente la reacción de René junto a Sarah.
—Me importa una mierda si explicas mejor o peor, René. Ese nunca ha sido el objetivo. Quiero que conozcas a los que te rodean, que veas que son personas como tú, como Narel o.. como Kalina —mencionó a la croata cauto, pero sabiendo del profundo vínculo que les unía —. Con sus miedos, sus inseguridades, sus sueños, sus habilidades, sus aciertos.. sus errores.. —remarcó esto último, acariciando las palabras con calma —. Todos cometemos errores, René. En realidad, lo único que controlamos, es cómo reaccionar a ellos y tomar decisiones al respecto. Crees que a la gente del Domo no les caes bien, ¿por qué? ¿Les has preguntado? ¿Les has dado la oportunidad de conocerte? ¿O los has prejuzgado por algo que no te ha gustado de ellos? —lo miró fijamente, interesado en sus reacciones —. René.. no sé quien eres. Qué vida has tenido. Qué éxitos has tenido. Qué fracasos.. y no, no veo una mala persona, veo a un corazón bondadoso —echó una mirada a Narel, como si con ello reforzara ese hecho, volviendo enseguida al hydriano —. Somos las notas disonantes de una armonía cósmica, René. Que buscamos incansables nuestra partitura para brillar en esa armonía, porque ese es nuestro privilegio, poder elegir cual será nuestro lugar ahí.. —movió la mano haciendo una clara referencia al firmamento —.. no eres menos que nadie. No eres un despojo. No eres una carga. Y firmaría por tener a mil compañeros como tú, antes que tener a alguien a quien no le importan una mierda sus compañeros. Escucha a Narel —sonrió quedamente, regresando al origen de sus palabras —.. encontrarás tu estrella, pero no te has de rendir. Hay millones y, joder, a veces es complicado atinar a la primera. Y, si te sirve de algo —se puso en pie dándole una palmada en el hombro —, yo quiero tenerte a mi lado como compañero y estoy seguro de que Sarah diría lo mismo.
Dicho esto, volvió hacia la consola incitándole a que introdujera los datos para llamar al contacto.
René había verbalizado una de sus dudas. Ciertamente, tras el ataque de los skullreps había quedado muy afectado; no sólo por la pérdida de Sarah, sino también por su conciencia de haber sido incapaz de salvarla.
Y la respuesta de sus dos compañeros le abrumó. Pero en el buen sentido. La fuerza con que aquellos dos eridianos expresaron su compromiso hacia él e incluso cierto afecto, podría decirse que le sobrepasó. René tenía problemas manejando los sentimientos, los propios y los ajenos, a veces no sabía bien cómo responder ante ellos. Pero agradecía internamente las muestras de cercanía que le ofrecían Narel y Eylo.
Narel le respondió primero, con ese estilo afectuoso y delicado que René ya había visto anteriormente en ella. Pero unas palabras que dijo, aunque estaban dichas con cariño, se le clavaron: «en caso de ataque, tú podrías salvar a alguien». Eso era lo que lo atormentaba: que no había podido. Pero escondió ese dolor, pues sabía que Narel sólo trataba de ayudarlo.
Cuando ella expresó que lo necesitaba, que a ella le caía bien, esa amargura casi pareció disiparse. Siempre hablaba así, en ese tono tan personal, tan sincero y cercano, que hacía que uno se sintiera importante, único y especial, como había hecho días atrás: «Haría cualquier cosa por ti y tu bienestar», le había dicho. René le sonrió a Narel cuando ella le dijo que le caía bien. Fue una sonrisa sincera, con el rostro iluminado por la inocencia.
—Gracias, Narel, tú también me caes muy bien —dijo tímidamente, antes de escuchar aquellas bellas palabras que la muchacha decía sobre su propósito en Protect.
Una vez más, Narel parecía tener una magia especial para conocerlo, para intuir lo que había dentro de él.
—Comunión con el universo —susurró René, repitiendo esas palabras de Narel. Aquel ideal formaba parte de su credo más íntimo, pero era una expresión que no había escuchado desde que salió de Natgrew, y volver a escucharlo pareció encender unas brasas marchitas en su alma. Definitivamente, Narel era una joya espiritual.
René le transmitió su agradecimiento con una sonrisa. Pero entonces Eylo también le contestó. Escuchó sus palabras con atención. Le «ordenó» que no dudara de sus capacidades, le hizo varias observaciones, varias preguntas incluso, pero la parte que más cautivó la atención del hydriano fue aquella en la cual Eylo le habló de música, de armonía, de estrellas. Y de Sarah.
Aquella mención tomó por sorpresa a René, cuyo corazón le dio un golpe en el pecho. Sintió que su cuerpo se ablandaba en el asiento. No se había esperado las palabras de Eylo, a quien hasta ahora había escuchado hablar de forma más impersonal, casi podría decir con la impostación de un oficial. Pero esta vez le estaba hablando de forma diferente, personal y directa. Y le gustaba. Sabía que en algunas de las palabras de Eylo había reproches hacia su actitud, pero eran reproches hechos con un tacto casi paternal. O quizá maternal; al fin y al cabo, René no sabía muy bien qué era «paternal». Le respondió, con calma:
—Lo intentaré. Intentaré acercarme más al resto... Pero no puedo ser amigo de todo el mundo, Eylo —lo miró con un gesto que mostraba impotencia, casi una súplica—. Yo nunca he tenido muchos amigos, no sé cómo hacerlo. No puedo entregarme a cualquiera, no puedo, no sé cómo hacerlo, no puedo. Puedo acercarme más, eso creo que puedo, pero no puedo ser amigo de todo el mundo... ni de muchos, seguramente.
René había desviado su mirada al suelo y parecía estar casi hablando consigo mismo, como si estuviera tratando de aclararse las ideas a sí mismo, aunque a veces levantaba ligeramente la vista hacia Eylo y Narel, fugazmente.
—Oh, yo los veo correr de un lado para otro, de una persona para otra. Quizás para ellos eso está bien, ellos lo consideran amistad, ellos pueden establecer vínculos así, eso es suficiente para ellos, pero... pero para mí la amistad requiere paz, calma, tiempo, pausa... Espíritu —dijo esta última palabra levantando los ojos y clavándolos en Eylo, la dijo con mucho énfasis, como si hubiera encontrado la palabra precisa.
Después miró alternativamente a Narel y a Eylo, con un gesto que quizá no era propiamente afecto, pero que se debía parecer bastante:
—En vosotros veo ese espíritu. Pero... —Su rostro se ensombreció un poco—. Pero en otros no lo veo. En otros incluso veo sólo agujeros dañinos y peligrosos —Después, dijo casi en un susurro, mientras volvía a desviar su mirada al suelo—: Yo también tengo mis propios agujeros, a decir verdad… —Quedó pensativo—. Me acercaré un poco más, lo intentaré. Pero en otros no lo veo... Quizá tenga que mirar mejor. Lo intentaré.
Volvió a mirar la consola de comunicaciones cuando Eylo se la ofreció. Recordó un código de contacto que le habían facilitado y lo susurró mientras miraba esa consola y movía sus manos por sobre las pantallas y teclas sin saber muy bien dónde introducir aquel código:
—ZP-4509-NPT… ZP-4509-NPT…*
Pero entonces, mientras todavía dudaba qué hacer con aquel código que repetía en voz baja, dijo algo más, recordando una de las palabras que habían dicho tanto Narel como Eylo hacía un momento:
—Estrellas... —Quedó pensativo una vez más, deteniendo sus manos por un momento—. ¿Vosotros creéis que Sarah sigue con nosotros? —La pregunta había surgido con una espontaneidad inocente. René había levantado la mirada de la consola de comunicaciones, pero no miraba a ningún punto en particular, estaba mirando al infinito—. Yo creo que sí. Pero no la podemos ver. Ella nos ve. Seguro que está mejor con Audrey y con Jensen, sí, también está con ellos. Pero a nosotros también nos ve.
Miró a Eylo y después a Narel con una mirada transparente, una mirada un poco ausente. Desde la escaramuza con los skullreps, a veces los ojos de René se quedaban con ese gesto, como si por un momento no estuviera del todo allí.
—¿Creéis que puede ayudarnos? ¿Creéis que los que ya no están vivos nos pueden ayudar? —Miró la máquina de telecomunicaciones y la señaló con una mano—. ¿Creéis que nos podemos comunicar con ellos?
René tenía fuertes creencias espirituales, pero también estaba lleno de preguntas. Preguntas que le rondaban la cabeza desde hacía años, preguntas que a veces no se atrevía a hacer y preguntas que otras veces simplemente no tenían respuesta.
Hala, tomad tocho, por si no hubiera suficientes tochos en la escena principal XD
*El código ese... por ejemplo, yo qué sé XD
—No quiero que seas amigo de todo el mundo, René. Eso es imposible —dijo con sencillez mientras se encogía de hombros —. Siempre habrá un imbécil al cual no tragues o un idiota que te saca de quicio, pero convivir tiene esos problemas —el registro de Eylo a la hora de hablar de esto era un tanto chocante, pero, paradójicamente, investido en su tono cercano —. Y más cuando hay la posibilidad de que nuestras vidas dependan las unas de los otros. Solo te sugiero que no prejuzgues a las personas, que les des una oportunidad. A veces.. uno se sorprende de lo que encuentra tras la máscara que uno se pone para enfrentarse al mundo.
Eylo asintió de acuerdo con la visión que tenía René de la amistad, el eridiano mostraba una conformidad absoluta sobre cómo el hydriano entendía las relaciones.
—Márcate los tiempos que necesites, René. Eso ya es tu decisión —repuso como si para Eylo fuera sencillo aceptar eso, sonrió un poco —. Todos tenemos ese espíritu. Pero no todos lo escuchamos y, ni mucho menos, le damos la oportunidad de darle entidad. Me basta con eso, René. Es decir, como si al final sigues viendo las cosas igual, yo no tengo que decirte cómo te han de caer mejor o peor las personas, pero has dado en el clavo. Todos tenemos agujeros, todos. Pero al menos tú los ves, otros los ignoran toda la vida y terminan siendo agujeros negros.
El eridiano siguió con la mirada el proceso de conexión con el contacto de René, empezó a realizar las labores de cuadratura, contacto o lo que hiciera falta. Escuchó su comentario acerca de la situación de Sarah, de las posibilidades e, invariablemente, miró a Narel a los ojos. No dijo nada al principio, se centró en la triangulación de la señal, pero al final le dio una respuesta.
—No lo creas. Es así —respondió como si para él las cosas no estuvieran sujetas a la duda —. Algún día alguien dirá que las corrientes ectoplasmáticas de la décimo sexta dimensión interactúan con la nuestra, que las consciencias simplemente trascienden a otra cosa y se podrán medir con aparatos transdimensionales.. —explicó con toda esa rimbombante jerga técnica, y luego volvió la mirada hacia René —.. pero tú todo eso ya lo sabías sin necesidad de toda esa técnica. Tú ya sabías que las personas que se han ido siguen con nosotros de alguna forma. Sí.. —volvió la mirada, una vez más, a la consola de comunicaciones —.. los muertos vuelven, a veces, de una forma u otra, y nos guían en los momentos cruciales de la vida. Es así.
En este punto, Eylo fue absolutamente contundente en las cosas, casi parecía que hablaba por experiencia propia. No extendió más la explicación al respecto, se concentró en acordar un punto de entrega adecuado y una fecha para el contrabandista que debía traerle su preciada navaja a René.
René sonrió de forma cómplice, casi divertida, mientras levantaba las cejas, al escuchar a Eylo decir que siempre habría algún imbécil al que no podría tragar. Asintió al resto de palabras de Eylo en silencio, pensativo.
Miró con atención, pero sin entender nada, como Eylo introducía los códigos y parámetros de contacto de Procjacka. Mientras lo hacía, el eridiano le respondió a su pregunta sobre los fallecidos, con una contundencia que sorprendió a René, pero que le gustó.
—Yo no sé de los etoplásticos esos, no, ni dimensiones... Pero me alegra saber que tú también crees en eso. Bueno, que lo sabes, como has dicho. En mi trabajo, estoy acostumbrado a tratar con científicos terrícolas, biólogos, que... Bueno, se burlan de esas cosas... —Puso un gesto serio mientras miraba la consola de comunicaciones, pero después levantó la mirada una vez más, hacia Eylo y luego hacia Narel, con una sonrisa satisfecha—. Vosotros no, vosotros lo entendéis. Y eso me alegra. Nunca estamos solos —dijo esto último de forma reflexiva, no tanto como una afirmación, sino más bien como si estuviera tratando de convencerse de ello, de darse seguridad.
Vio finalmente como Eylo acordaba un punto y fecha de entrega para su cuchillo. Una vez que terminó, miró al eridiano con firmeza amistosa, mientras le llevaba una mano al brazo:
—Gracias, Eylo. Esto significa mucho para mí.
Cuando ese asunto estuvo resuelto, recordó que ya tenía la figurita de Narel terminada y se volvió hacia ella.
—Por cierto, Narel —dijo René mientras sacaba del bolsillo la talla del centinela de la mañana, que había estado tallando días atrás. Se quedó mirando la tosca pieza significativamente. El centinela de la mañana. El canto de esperanza al final de la noche. La promesa del despertar, de un nuevo día, como ya le había explicado a la muchacha eridiana—. El centinela de la mañana... Pareciera que ahora significara más aún, ¿no te parece? —dijo pensativo y sin separar su mirada de la figurita. Después, levantó la mirada hacia Narel—. Ya la he terminado. Toma. Es para ti, como te prometí. Además... —René se sonrojó y bajó ligeramente la vista, antes de decir con timidez, incluso bajando el volumen de voz por la vergüenza que sentía, trastabillándose por lo que le costaba expresar aquello—: Es muy apropiado... es muy apropiado que la tengas tú... porque tú... porque tú me has dado algo de esperanza... en la oscuridad de mi noche. En cierto sentido... tú eres... tú eres mi centinela de la mañana.
Trató de esbozar una sonrisa, pero posiblemente todo lo que pudo hacer fue dibujar una tímida mueca vergonzosa entre el sonrojo de su cara. Se notaba que expresar de esa forma sus sentimientos le suponía un esfuerzo enorme, incluso físicamente.
Eylo volvía a tomar la palabra, dando una orden importante a René. No dudar de su valía, mirando posteriormente a su coterránea, valorando sus opiniones. Dotter sonrió a Eylo, ¿cómo era posible que sin apenas decir nada se comprendieran? ¿Tan resistentes eran los hilos invisibles, de su lugar de procedencia, que llegaban a conectar a las personas como si fueran una unidad?
Yimaz se afanaba en que Carracci se diera a conocer y venciera la barrera invisible auto impuesta. Allí de una manera u otra, poca gente había llegado a intimar, Narel comprendía que se podía hacer mucho más, pues aunque ella conocía a Sarah, no hubiera podido escribir más de diez líneas sobre su pasado, y eso, no era bueno para crear la comunidad que parecían querer formar los mandos del Domo.
- Aquí todos nos intuímos, porque sabemos quiénes somos y qué podemos esperar unos de otros. Pero nadie se conoce, para llegar a eso hay que escuchar, relacionarse, hablar y aprender. Todos somos necesarios y precisos. Yo sola no puedo luchar contra las skullreps, para eso preciso a los que mejor manejan armas, pero ellos no pueden prepararse si nadie les facilita viandas, y para eso estoy yo... Nos unen con sentido, René. Tu fortaleza es mi debilidad, y mis miedos, solo tú puedes espantarlos.... - Las palabras de Yilmaz habían sido preciosas. La muchacha estaba muy contenta de que fuera el líder del Domo, pues buscaría siempre el bien general y nunca proyecciones personales que le satisficieran.
Las palabras de Carracci, a su vez, correspondían a la eridiana, ambos se caían bien y no era la frivolidad de un comentario hecho para agradar. Era una sinceridad pasmosa, unas afirmaciones con sentimiento que apostaban por dar pasos a conocerse aún más. Comunión con el universo lo había llamado, un concepto amplio que por lo visto, no solo en Natgrew existía.
- Haces bien en intentar querer conocer a los demás - Dijo Dotter con su más bonita sonrisa - No necesitas ser amigo de todo el mundo, aún dentro de una familia hay afinidades, conócelos a todos, y elige en tu tiempo libre con quienes deseas estar, pero no te cierres puertas. Piensa que dos personas tímidas nunca podrían llegar a conocerse si ninguno de los dos decide a dar el paso... - Los miedos e inseguridades de Carracci salían a relucir, así que Dotter le acarició el antebrazo, cariñosa, para darle calma y quizás, algo de sensación de paz - No hace falta forzar nada, René... Acércate, escúchales, y el tiempo pondrá todo en su lugar. Sabrás hacerlo... - Le transmitió una mirada serena - Si lo necesitas, puedo acercarme contigo, estar a tu lado si eso te ayuda a sentirte bien - Luego hizo un comentario con respecto a las palabras de su hermano eridiano - Y evita usar el término idiota si alguien no te cae bien. por algún extraño motivo, la gente no suele tomarse bien ese tipo de palabras poco asertivas... - Había comentado a modo de broma, pero remarcando de alguna forma a Eylo, que no era bonito pensar así de los demás, aunque alguien fuera rematadamente estúpido.
René veía en los eridianos ese espíritu que unía almas, y es que ambos se habían criado en unas condiciones muy específicas, que apoyaba siempre el bienestar comunitario antes que el personal.
- Puede que tú seas la argamasa para cerrar el agujero dañino del espíritu de alguna persona - Indicó la joven inclinando la cabeza - Nunca se sabe pará qué valemos hasta que nos encontramos como pieza útil del puzle. Ojalá pronto encuentres tu sitio, René. nada me haría más feliz - Y así era, porque sería el momento en el que no dudaría más, formando parte de la unidad comunitaria del Domo 12.
El natgrewniano había metido el código que Yilmaz le solicitaba, mientras hacía una pregunta sobre Sarah, ante la cual Dotter tenía una clara respuesta, sobre todo tras cruzar sus ojos verdes con los de su hermano.
- Claro que está con nosotros - Una seguridad tan pasmosa que casi se podría decir que la tenía delante - Y puede ayudarnos. La esencia de los que se van permanece siempre cerca de las personas a las que querían en vida. Y Sarah Castle no se ha ido de aquí - Narel había sido muy cercana a Sarah, ambas junto con Lizza y William habían pasado bastante tiempo juntos en las noches, compartiendo ocio, y eso les había unido - La comunicación es siempre algo difícil, pero conozco una medium en nuestro sistema solar que si estuviera aquí, podría intentar comunicarse con ella... Es bastante cara. Se hace llamar Quimera, algunos la llaman la Dama Nocturna... - Comentó Narel con seriedad, estaba claro por su actitud que se tomaba muy en serio la conversación.
Narel había escuchado las palabras de Carracci sobre los científicos y las burlas hacia lo extrasensorial - Se ríen porque temen a lo desconocido, porque quieren saber todo y pensar que la vida encaja en una ecuación, pero no todo son números... Es más te lo demostraré, en el comercio una navaja de Natgrew tiene un precio, pero la tuya, la que quieres recuperar, no hay numerarios que puedan cubrirla. Así que el valor comercial es relativo, al igual que el conocimiento científico, y lo mismo que el sentir del universo... - Intensidad en su mirada - Al final hay muchas realidades, la tuya, René, encaja con la nuestra, al fin y al cabo, no vemos la vida tan distinta... No estamos solos, y vivir es mucho más que respirar...
Carracci se volvió hasta ella y le enseñó de nuevo la figurita, aquella que tallaba hacía días y que parecía estar acabada - Muchísimas gracias. me encanta... - Le dijo ella tomando la figurita entre sus manos, admirando su belleza con un toque de alegría, la perfección de lo imperfecto, la esperanza que cada día debían portar los reclutas en el Domo 12 para continuar su formación sin decaer, o dejar que la oscuridad de la noche les atrapase con su oscuro manto - El centinela de la mañana... Siempre estará conmigo... Velará cada una de mis noches y me dará fuerza para daros vigor en la mañana... - Y sí, ella aceptaba ser la esperanza de su compañero, la pieza de puzle que representaba Dotter en Protect, había llegado a la posición adecuada, y por eso la joven, se sentía feliz.
Narel abrazó a René, siempre que él consintiera ese gesto. El tacto femenino era suave, medido, y aún así, cargado de afecto. Su mirada verde brillaba, aquel regalo que le había entregado, tenía profundidad, y estaba claro que ella, sabía valorar su precio en el mercado. Infinito.
A continuación le dio un beso a Yilmaz en la mejilla. El punto de encuentro había sido pactado, en la pantalla habían unas coordenadas, un día y una hora. El encuentro debía efectuarse al día siguiente a las 10. Más les valía que no hubiera instrucción para poder ponerse en contacto con el mensajero.
- Eres el mejor Eylo. Te debo una - Le guiñó el ojo a Yilmaz. Él sabía mejor que nadie que ella, independientemente de la ayuda, siempre estaba de su parte.
Chicos, a este rol tendremos que cambiarle la fecha casi mejor a día 4 para que René ya pueda disponer de su cuchillo para dentro de dos actus....XD
Una vez más, Narel sabía cómo transmitir seguridad y calma a René. Era extraño, pues la muchacha era casi demasiado dulce, demasiado inocente y bondadosa para el gusto de René y, sin embargo, las palabras, las ideas concretas que le transmitía, conseguían atravesar la coraza del natgrewniano. Conseguía hechizarlo. Era muy extraño.
Seguramente, también tenía que ver que, en los últimos días, René se había sentido especialmente indefenso, como pocas veces antes; quizá sólo dos veces antes, para ser más precisos... Dos oscuros momentos de debilidad en su vida, que eran los que habían forjado su carácter hasta llegar a Protect. Pero aquella muchacha lo calmaba; lo calmaba con sus palabras, pero también con sus afectuosos gestos, que René no rechazó.
No, de ella no rechazó ese abrazo final, después de que le diera la talla del pájaro natgrewniano. Recibió el abrazo un poco tenso al comienzo, pero en cuanto notó el afecto sincero que había detrás del gesto, se abandonó y lo correspondió muy tímidamente, y también torpemente, en silencio.
Pero antes de ese momento, Narel había incidido en algunas palabras de Eylo y había añadido algunas más, a las que él había prestado mucha atención. René guardaría cada palabra pronunciada ese día en ese lugar.
Le gustó pensar que él podía ayudar a Narel, «espantar sus miedos», como había dicho ella, pero no creía que eso fuera posible.
—Yo te ayudaré en todo lo que necesites, Narel. Lo que sea. Sólo tienes que pedírmelo y estaré a tu lado. Que lo sepas —le dijo con toda seriedad—. Pero... contra los skulkreps nadie puede luchar solo. Nadie. Ni tú ni yo. —Esto le entristecía, pues le traía de nuevo a la memoria lo ocurrido hacía sólo dos días, que le provocaba dolor, pero también rabia y un sentimiento de impotencia, de debilidad. Le hubiera gustado decirle a Narel que él no iba a permitir que nada le hiciera daño, pero ya no podía hacer esa vana promesa, pues ahora sabía que no podía proteger a quien que le importaba: no había podido hacerlo por Sarah. Él había tenido un concepto demasiado elevado de sí mismo, probablemente, pero lo ocurrido aquel día había sido un duro aprendizaje, cuyas lecciones todavía no terminaba de sacar en claro el hydriano, aunque las empezaba a intuir en mitad de su confusión. Sin embargo, todavía le daba miedo enfrentar ciertas respuestas, que atentaban contra algunas de sus creencias más firmes.
Pero cuando Narel dijo que no llamara idiota a la gente, sonrió divertido.
—Está bien, intentaré no llamar idiota a nadie... aunque a veces no pueda evitar pensarlo y en algunos casos me va a costar aguantarme —bromeó. Aquella muchacha estaba empeñada en sacar sólo lo mejor de él y, si seguía insistiendo, quizás hasta lo conseguiría. Pero no, ese punto de ¿divertida? malicia que René tenía no se lo iban a sacar. Eso no. No tan fácilmente.
—Cerrar el agujero dañino de otra persona... —repitió pensativo las palabras de Narel, un poco incrédulo. Quizá fuera por inseguridad o incluso quizá por un disimulado egoísmo, pero no creía que él tuviera ese poder. Nunca creía haber sido capaz de algo así. Era más bien él quien había buscado siempre alguien que lograra tapar sus agujeros; era él quien siempre había caminado entre incertidumbres, entre inseguridades. Él no creía tener la fuerza para ayudar a otros a lograr ese sentido. Él carecía de la magnética fuerza y seguridad que tenían Narel, Eylo o... Suspiró, pero no se atrevió a exteriorizar todo esto. Aún no estaba listo. Aun así, le sonrió a Narel agradecido por sus, una vez más, amables palabras.
Le llamó la atención la idea de la médium y miró con curiosidad a Narel cuando dijo eso; con una curiosidad que denotaba atención e interés. ¿Podría...? No, no era posible. Además, quizá no estaba muerto... Y aquella Quimera o Dama Nocturna no estaba allí.
Cuando salió de la sala de telecomunicaciones, estaba contento por saber que al día siguiente tendría al fin su cuchillo y el diente de minotauro, objetos que le entregaría Procjacka. Pero, al mismo tiempo, se dio cuenta de que aquellos dos objetos tenían su vida propia y ya no lo unirían únicamente con su padre y con Leonora, respectivamente, sino también con Narel y Eylo, quienes al ayudarlo habían dejado esos artículos impregnados un poco con su propia alma. Porque, para René, los objetos, ciertos objetos, eran mucho más que materia: eran historias, eran los espíritus de esas historias, eran la vida que había tras esas historias. Y las historias nunca terminan del todo. A su manera, eso también lo había expresado muy bien Narel anteriormente.
De pronto, René se dio cuenta de que su vida en Natgrew y su vida en Protect estaban empezando a conectarse de formas insospechadas. Se resistió, quería resistirse, ¿cómo podía ser que ese espantoso planeta pudiera estar conectado con Natgrew? No quería aceptarlo. Pero se daba cuenta, en parte, de la respuesta, y era la misma que la del cuchillo: era una historia la que estaba empezando a conectar de forma invisible esos dos planetas en su mente, su historia, en la cual él ya no era el único personaje y, quizá, ni siquiera fuera el protagonista...
Perfecto con adelantar esta escena al día 4. Cuanto antes, ¡mejor! XD
Por mi parte, creo que este post sería mi último post en esta escena, que ya viene el comienzo del capítulo 2. Quedaría en todo caso un post más de Eylo, si es que quiere/puede.
Eylo dejó espacio para que Narel y René conversaran, se dedicó a programar la llegada del contacto que le había dado en hydriano. Dadas las circunstancias actuales del Domo, cualquier acercamiento seria suicida, por lo que entendió que el contrabandista debería permanecer a la espera de que los soldados espaciales que guardaban el Domo 12 fueran recolocados. Iba a necesitar ayuda de Grey para eso, por lo que suspiró.
—Puede que tarde, René. Ya sabes, con la prohibición de salir del Domo, el viaje al PEC.. —enumeró la situación, pero añadió para calmar a su compañero —. Pero procuraré asegurarme de que llegue, ¿de acuerdo? Vas a tener que tener paciencia.
El beso de Narel fue un bálsamo para el eridiano, sonrió inconscientemente contento, como si toda la presión de esas jornadas fueran infinitamente más livianas. Negó con la cabeza sin perder la sonrisa.
—Lo eres tú, no me debes nada, ya lo sabes —meneó con la cabeza, aunque a continuación pensó con detenimiento —. Bueno, sí puedes hacer algo. ¿Qué te parece empezar a gestionar los recursos del Domo? —la miró con detenimiento, sabiendo que era lo que ella buscaba ser en la Space Force —. Monta un equipo con quien estimes oportuno, y empieza a inventariar el equipo, recursos, materiales.. todo lo que consideres importante tener registrados, así podremos saber de qué disponemos y qué pedir en caso de necesitarlo. ¿Crees que podrás hacerlo?
Perdón, se me pasó ^^u
Dadme collejas sin piedad cuando me pase esto xD
Si había algo que caracterizaba, en líneas generales a la condición humana, era la incongruencia. Las personas generalmente se definían por gustos concretos y específicos, pero sucedía que a veces y contra todo pronóstico, se solía elegir algo muy dispar a lo que habitualmente agradaba. Esa era la magia de las relaciones humanas, quizás un carácter no casaba perfectamente con otra forma de ser, pero la unión de personalidades opuestas, quizás marcasen la atracción o hasta puede que la aceptación por nuevos conceptos. Así debía sentirse Carracci ante Narel, ella era excesivamente dulce, pero alcanzaba una profundidad en su proceder, que podía actuar como la luz de un candil ante una luciérnaga perdida en una noche sin luna.
René no rechazó el abrazo tierno de la joven. Al principio fue un gesto tenso que tras unos segundos, se fue relajando, a la par que unía con unos hilos no visibles al natgrewniano y la eridiana, dotándoles de una complicidad íntima que, de ser trabajada, podría llegar a ser una profunda amistad.
- Confío en ti, René. Sé que me ayudarás cuando lo necesite, al igual que yo haré contigo - Afirmó la joven sin emitir ni un solo ápice de duda. Allí había una declaración de intenciones futura, personas que no se abandonarían entre sí, caminando juntos hacia su nuevo futuro - Contra los skullreps solo hace falta aunar fuerzas. Hemos matado a 50 sin apenas entrenar. ¿Qué no conseguiremos bien formados? - Había seguridad en sus palabras y lo mejor de todo, a pesar del dolor de la pérdida, seguía habiendo esperanza.
El comentario de Eylo sobre la prohibición de salir del Domo era una eventualidad con la que Dotter no había contado, así que la joven muchacha se mordió el labio, pensando que su coterráneo tenía razón. ¿Cómo harían para conseguir ese objeto si no podían salir al encuentro del mensajero?
Inconscientemente el eridiano dio la respuesta a su duda interior al conferirle un poder que antes no tenía, el de comenzar a gestionar los recursos del Domo.
- ¿Hacer los inventarios? ¡Es genial!... - Había poco por lo que sonreír dadas las circunstancias, pero la joven logró hacerlo tras aquella petición de Yilmaz - Voy a contar con Grey, ella tiene mucha más experiencia en estos temas y conoce como funciona las peticiones oficiales a abastecimiento. También con Buck, es muy bueno fijándose en los detalles y elaborando listas... Sobre lo del cuchillo hay una forma sin tener que salir. Nuestro mensajero se pondrá en contacto con nuestro portador de suministros, le harán el pago y lo traerán directamente a esta nave. Lo pediremos como recursos de cocina, para despiezar la carne se precisa un buen instrumental, así que no creo que esto pueda disgustar a nadie - Una sonrisa picaresca, quizás fuera la primera vez que Narel mostraba picardía públicamente, y por la agilidad con la que había pensado la manera de encontrar una solución viable a su problema, denotaba que era como una ardilla, lista pero tímida, una joya que pasaba desapercibida por su pequeño tamaño, pero posiblemente de valor incalculable. ¿Cómo sería realmente ella cuando tomara mucha más confianza con sus compañeros? Solo el tiempo lo diría, pero una cosa estaba segura, al día siguiente el cuchillo estaría en posesión de Carracci y sin necesidad de salir del Domo, una labor que sin los eridianos, jamás hubiera sucedido.
Queridos, aquí se cierra este rol. Maravilloso por cierto...^^...
René a partir del día 5 tienes tu cuchillo y puedes usarlo onrol... ;P