Tras la discusión en el comedor y la batalla verbal ganada por Quest, llegó el momento de que los reclutas y mandos se retirasen, dejando solos a Kurik y a Grey en la estancia, ambos recogiendo los restos de comida que había por el suelo y en las bandejas.
No estaban solos. Narel planificaba el siguiente turno de restauración, mientras que Buck Smith y Sarah Castle lavaban la cubertería, ambos ayudando en las obligaciones domésticas. Eylo había llegado para ayudar, aunque no era el momento oportuno para tener una charla con él. De hecho, Grey le había mirado un par de veces, pero no se decantó por hablarle, quizás por la vergüenza de tener que explicarle el porqué de su salida de tono, así como aquellas partes de su pasado de las cuáles, no estaba muy orgullosa.
Cuando terminó de recoger se percató de que Yilmaz ya no estaba en el comedor. No habían cruzado una palabra y la exsargento se temía lo peor, siguiendo al eridiano hasta el gimnasio tras haber caminado antes hasta la sala de telecomunicaciones, por si acaso pudiera encontrarle allí.
Necesita espacio. Está enfadado. Le vendrá bien la descarga de adrenalina...
Dunne decidió apartarse, caminando hasta la sala de esparcimiento. Comenzó a jugar una partida de dardos con Sue, fue un desastre, la pelirroja donde ponía el ojo marcaba, venciendo con diferencia a la veterana Grey. Fue allí donde esperó a que Eylo apareciese, cruzando la sala tras el entrenamiento, para dirigirse a las duchas. Calculó el tiempo para permitir que se aseara y vistiera, para a continuación, ir a su encuentro.
Los barracones estaban vacíos, a esa hora de la tarde todos estaban reunidos, charlando o preparando el armamento que usarían al día siguiente. Era una suerte poder disponer de aquellos momentos de intimidad.
Grey se acercó despacio hasta Yilmaz, caminando furtivamente mientras él le daba la espalda, pues estaba revisando su taquilla. La fémina había deslizado los brazos por la cintura del hombre, y apoyado los labios en la base de su cuello, a la derecha, mientras suspiraba despacio antes de saber qué decirle, pues a pesar de haber estado pensando en ello, todo era demasiado complicado de explicar.
- Lo siento... - Quizás fuera una buena manera de comenzar aquella charla, ya que la muchacha lo decía sin artificio, realmente estaba mal porque él también lo estaba - Te debo muchas explicaciones, lo sé... - Se separó un poco de él y le tomó la mano, mientras con la otra señalaba su cama, era un buen momento para sentarse y tratar aquel tema que sin duda, no le habría gustado nada escuchar - Y no sé por donde empezar... - Quizás ayudaría que él preguntara directamente por aquello que había sido dicho, a pesar de que Dunne rehuía su mirada, fijándose en la mano masculina, la cual no había soltado - Lamento que sea ahora cuando partes de mi pasado me estallen en la cara... Pero me merezco mucho de lo que actualmente me pasa... Ahora eso sí, nunca estuve con Bradley... Pero Dally jamás lo creerá, ya sabes que he roto matrimonios, me he ganado la fama a pulso... Comprendo que esto te disguste... Pero es posible que suceda más veces... - Tanteaba su rostro, como queriendo obtener información de sus sentimientos, necesitaba saber hasta qué punto Eylo estaba enfadado con ella y cuanto afectaría aquello a la relación que mantenían.
Dunne era buena caminando en silencio, y aunque Eylo tenía el oído muy fino, no estaba concentrado en escuchar como la mujer lo tomaba por la espalda. O puede que sí la oyera, oliera su aroma y por eso se dejó tomar por sorpresa. Fuera cual fuera la realidad, el contacto enseguida erizó cada uno de los pelos y su cuerpo reaccionó con una alarmante necesidad de prolongar aquel contacto.
—No te pedí que te disculparas —repuso volviendo su mirada hacia ella. El cansancio y la aspereza de la jornada estaban impresas en sus pupilas, un agotamiento más mental que físico, pero agotamiento al final y al cabo. Pero, a pesar de ello, le dedicó una sonrisa sincera con la que Dunne pudiera aferrarse para sentirse un poco más tranquila, de la mano se dejó llevar a la cama —. Y tampoco me debes nada..
Se sentó para escucharla, la miraba, sin perder detalle de su semblante ni de sus ojos. Es cierto aquello que dicen que cuando estás enamorado limas todos los defectos de la persona que amas, te ciegas a ellos, pero Eylo, ciego o no, no era capaz de culpar al enamoramiento el hecho de que no tenía la necesidad de que Grey se disculpara con él. A medida que las palabras de la exsargento le daban esas explicaciones, Eylo no la soltaba de la mano y, tras enmudecer, la primera respuesta que le entregó fue un abrazo. Un largo y sentido abrazo junto a un silencio que decía más que el mejor de los discursos que Eylo o cualquiera pudiera dar.
—Dunne.. no me importa tu pasado —las palabras al final llegaron, pero eran suaves e íntimas —. Es decir.. sí me importa.. quiero conocerte. Pero no me debes ninguna explicación, porque lo que me importa de ti es el ahora, lo que.. tenemos ahora.. —dejó su frente unida a la de ella, hablaba lentamente, como el vaivén de las olas del mar —. Las relaciones no se rompen por solo una parte. Siempre hay dos. Y las culpas.. las culpas se reparten siempre. Si algo me duele.. y me gustaría ayudarte.. es el concepto tan terrible que tienes de ti misma. ¿Por qué? ¿Por qué eso?
Se separó un tanto, mirándola a los ojos. Claro que había sombras de duda en su cabeza, es inevitable que las palabras horaden en la mente, pero Eylo no pensaba ceder a habladurías o afirmaciones. Quería.. quería no dejarse llevar por lo que otros decían, ver, acompañar, vivir.. lo que él sentía o vivía para poder juzgarlo por si mismo.
—¿Tan convencida estás que volverás a romper algo? ¿A dañar a alguien? ¿A dañarme a mi? —la miró a los ojos significativamente, sin acusación ni recriminación —. Si sufres por ello.. significa que no querrías hacerlo.. que puedes elegir. Que, si es necesario, puedo ayudarte..
Dunne se fijó en el rostro cansado de Yilmaz y no pudo evitar acariciarle la mejilla con dulzura. Era difícil que sus compañeros pudieran deducir cómo de cariñosa era la mujer cuando se mostraba en intimidad, pues aparentaba en ocasiones frialdad, marcando distancias, una actitud aprendida que le servía para actuar de observadora. Aunque con él se rompía la norma y se permitía ser ella misma.
- Sé que no lo has pedido, pero mereces la disculpa y la explicación. No dártela sería como dar a entender de que no me importa lo que pienses de mí... - Y estaba claro que para ella eso era relevante, su mirada determinaba hasta qué punto - Te equivocas, Eylo, sí te debo... Mucho a decir verdad... Creí que no volvería a sentir jamás... - Y es que la relación con Ícaro le había desgastado mucho en lo personal hasta el punto de estar completamente cerrada a conocer a gente nueva, pero la conexión existente entre ambos le había llevado a relajarse, hasta el punto de sentir que lo único que realmente le importaba en el Domo era que él supiera la verdad, cualquiera de las realidades de su existencia y que le narraría gustosa conforme las solicitara.
De tomarse la mano pasaron a abrazarse. Ella cedía sin reparos a su contacto y los labios femeninos volvieron a posarse de nuevo en su cuello, aspiró su aroma y aunque no lo decía, le reconocía como suyo, como si ambos formasen parte de una unidad que no tenía sentido separar.
- Sí te importa saber de mí, Eylo, por eso has estado mal toda la tarde... Yo... No quiero que pase el tiempo y que te digan en algún momento alguna verdad sobre mi persona y que no te guste lo que escuches, que te decepcione o pienses que no podrías estar con alguien como yo... - Estaba claro que partes de su pasado no estaban nítidas y que la muchacha mostraba inseguridades muy grandes, la dualidad en querer decirlo todo y a la par, reservar lo más problemático - Y yo, valoro mucho lo de ahora como para que termine desapareciendo... No quiero perderlo - Le miró a los ojos, un cruce de verde conexión - No quiero perderte....
Las frentes de ambos se rozaban, así como los suspiros eran compartidos, las palabras surgían y sí hubo una duda de Yilmaz que hizo trastabillar la seguridad de la mujer, la cual se tomó un tiempo para responder la cuestión, minutos de silencio intenso que determinaban palabras dolorosas y contenidas.
- Tengo un mal concepto sobre mí misma porque lo merezco Eylo. Mis acciones a un lado de la balanza hacen que la diosa justicia se quite la venda y me señale - Aquello Carl lo habría tomado como una broma, pero Dunne no se reía, mantenía una seria actitud - He hecho daño a personas, eso no es propio de una soldado espacial... No lo es... - ¿Tan convencida estaba de que volvería a dañar a alguien? Quería pensar que no, pero no lo sabía, no lo tenía claro - A ti no podría dañarte, no me lo perdonaría... Pero no puedo negar que mis acciones han escapado a mi control y he hecho cosas de las que me avergüenzo, que no quiero que se repitan, pero no confío siquiera en mí misma para ello... - No quería decirlo, pero pensaba que Eylo se merecía a alguien mucho mejor y aquella aseveración la consumía
Eylo no rebatió a Grey, se decidió a escucharla con paciencia, consciente de que no iba a cambiar las cosas en apenas unos días lo que parecía que llevaba años macerando. Realmente apenas la conocía, todo aquello había brotado de forma espontánea, tan intensa como una supernova, y aun se sentía caminar sobre tierras inseguras. No iba a negarle que parte de la razón por la que había estado sobrepasado era por ella, aunque lo de la Anomalía, Kalina, Townhall, Lizza.. eran muchas cosas acumuladas con las que Eylo no esta acostumbrado a lidiar. En la Rust las cosas eran más simples, había menos frentes y conocía a las personas, aquí sentía que por cada paso adelante con alguien, retrocedía dos con otro.
—¿Recuerdas lo que te dije en la Eagle, verdad? —dijo al fin, aceptando y fortaleciendo las miradas de ambos conectadas —. No me iré. No me vas a perder.
Respiró hondo, no terminaba de entender qué cosas tan terribles había hecho, o se suponía que había hecho, para verse a si misma como ese monstruo que parecía que lo destruía todo. Y, a pesar de todo, la mano de Eylo seguía sujeta a la de Dunne sin soltarla.
—Todos hemos hecho daño a alguien, Dunne. Todos, en algún momento —dijo lentamente, recordó en ese momento las palabras de Kimball de tantas veces que le había arengado, animado, espabilado.. —. Todos cometemos errores, pero lo que importa es cómo nos enfrentamos a ellos, y cómo actuamos en consecuencia. Has hecho daño a personas, de acuerdo, no sé que cosas tan terribles has hecho.. pero.. también depende de nosotros arrepentirnos, pedir perdón, resarcirnos de nuestras culpas.. arreglar las cosas.. seguir intentándolo. No rendirnos. Y yo no me voy a rendir, n contigo. Tengo la mala costumbre de cumplir con mis promesas —tomó su mano con solidez —. Y cumplir esta.. no me requiere ningún esfuerzo.
Cuando habló de soldados espaciales y su integridad, el semblante de Eylo se endureció un poco. No por ella, sino por lo que para él había llegado a significar aquello.
—Para mi los soldados espaciales, durante mucho tiempo, fueron monstruos. No mejores que fanáticos como los lucerianos —respondió con dureza, pero con honestidad —. Las buenas obras, hacer lo correcto, sacrificarse por los demás.. eso.. eso no es algo de los soldados espaciales. Es propio de las personas, de los seres humanos. Yo he visto la maldad, Dunne. He visto cómo me marcaban como un animal y como los que se suponía que venían a rescatarnos disparar sin importarles que un niño de doce años estuviera en la línea de tiro —narró la experiencia a flor de piel. La tenía superada hace tanto, pero a veces.. bueno.. uno nunca llega a superar del todo algunas cosas —. Puede que los skullreps sean terribles, monstruos.. pero.. entre nosotros también los hay. Y tú no lo eres, ni tampoco eres una mala persona. Las malas personas no se arrepienten ni se avergüenzan de sus malas acciones —mientras decía esto la miraba a los ojos, dejándole claro a Dunne que para él no era la persona tan terrible como a si misma se veía.