Mes 2. Día 7. Hora 10:00 a.m. Hangar
La conversación de Carracci con Arkest había sido muy intensa, ya no solo en palabras sino también en acontecimientos. Las quejas del recluta recibían dagas afiladas como respuestas que, ya fueran ciertas o no las afirmaciones, el caso era que le habían llevado a firmar un documento de renuncia, una petición expresa de abandonar la oportunidad que la Space Force le brindaba. Pero al fin y al cabo, ¿no odiaba René el ejército? ¿No simbolizaba opresión y humillación para el ciudadano medio? Según Eleonora sí, pero Sarah se había criado en un PEC y creía en ello. ¿No habría, como en todas partes, personas con una moralidad diferente? Unos más extremos, otros más laxos. Diversidad.
Carracci llegó ante Townhall y tras cuadrarse ante él, siéndole devuelto el saludo, tal y como correspondía, el teniente le miró con total interés, preguntando por los últimos acontecimientos. Estaba claro que estaba al tanto de lo sucedido en la consulta. No obstante, tuvo a bien preguntar al cadete por su versión y opiniones, permaneciendo callado mientras el natgrewniano le explicaba su sentir y los motivos que le habían llevado a su renuncia.
- No tiene que pedirme disculpas a mi. Esta es una decisión de vida. Por favor, venga, suba... - Le señaló la escalerilla del Starliner, ascendiendo el mando antes que él, guiándole hasta la cafetería de la nave - ¿Quiere tomar un café? Tengo también bizcochitos, Gleason se ha ofrecido a preparármelos. Son deliciosos - Eso sí que era toda una novedad - Le seré sincero, recluta Carracci... ¿Puedo llamarle por su nombre de pila?... Llámeme Harry siempre que sea en privado. Me cuesta mantener una charla próxima usando los títulos oficiales...Veamos... Lo que le estaba diciendo... Es normal que esté desolado, lo raro sería que alguno de ustedes no lo estuviera... Yo no conocía personalmente a la cadete Castle, pero sí a gente del Domo 6 y me habían hablado de ella mil maravillas. Las personas que se hacen querer mucho dejan grandes vacíos con su marcha... Y todos los que llevamos un tiempo sirviendo en la Space Force hemos perdido a alguien, sin excepción... - Sirvió unos cafés y los puso sobre la mesa, así como unos pastelillos de almendras. El teniente tomó asiento, esperando que su interlocutor hiciera lo propio - Hay varios psicólogos en el PEC, los que nos asignaron fueron dos de los mejores, que no los únicos... Alice tiene una manera de trabajar muy extrema que o bien quiebra al soldado o bien le saca mucho más fuerte de su consulta, eso ha pasado con uno de sus compañeros. Y luego está Gerald Target, es civil y siempre tiende a la amabilidad, aunque me temo que quizás para casos como el suyo le cueste algo más saber dirigirle porque sus pérdidas no son en campo de batalla...
El tono de voz de Townhall era pausado, cercano, y preocupado quizás por lo que pasaba por la mente del recluta. Parecía que se esforzaba en hacerle sentir bien, aunque dejaría claro que no por el hecho de necesitarle, si no porque no le agradaba que las personas pasaran malos ratos.
- Seguir o no adelante depende de usted. No le voy a mentir, siempre se necesitan soldados, pero no se puede convencer a alguien que no desea estar. Más que nada porque si no se ama el ejército y lo que representa, la persona vive una mentira que puede acabar dañando al resto de sus compañeros, y a él mismo... - Le miró con interés - Alice en consulta puede llegar a ser muy violenta, o te encantan sus métodos o los odias. Conmigo por ejemplo no encajaría bien, necesito más que me escuchen desahogándome que chillándome para intentar que reaccione...
Parecía que René se acomodaba más con el teniente que con la psicóloga. Narrando su estado de ánimo, así como sus pretensiones. Deseaba una segunda oportunidad para sufrir y morir por sus compañeros.
- Preferiría que no muriese por ellos. Que ninguno lo hiciera. Me conformaría con que viva por ellos y sus necesidades - Asintió ante la petición demostrando que era un hombre afable, quizás no muy reactivo en algunas situaciones, pero no por ello mala persona - Tenemos un problema con su evaluación psicológica, Arkest la ha dado como negativa... Por mi parte no tengo problema en romper su carta de renuncia pero debería ir a hablar con Alice y convencerla de que quiere formar parte del ejército para que haga el cambio en su expediente. Y ya le aventuro que no será algo sencillo... Pero eso sí, yo hablaré con ella antes, a ver si puedo conseguir que se ablande un poco... Regrese mañana a la consulta, intentaré que le den cita de nuevo... A ver si tenemos suerte... - Sonrió con amabilidad y le dio unos golpecitos a la espalda - Por cierto, ¿qué le parecen los pastelitos?... Adoro las almendras...
Pendiente de que repostees aquí tu mensaje. Mañana te lo respondo con seguridad.
Mes 2. Día 7. Hora 10:00 a.m. Hangar
René nunca había conversado antes con su teniente. No había conversado con ninguno de los oficiales, de hecho. Su primer intercambio habían sido unas desagradables palabras con la entonces todavía sargento Dunne Grey en la Starliner que los llevó a Protect, quien lo había reñido agriamente por hacer lo que consideraba correcto y honesto.
Su siguiente intercambio había sido con Malbone, un intercambio que básicamente le había valido el apodo de «Subnormal» y unas cuantas collejas. Recordaba perfectamente aquel momento, pero no porque le hubiera pegado collejas a él; recordaba perfectamente que él se había llevado esas collejas con la esperanza de que Kalina no se llevara collejas también. Esas eran las collejas que lo habían molestado, las que Malbone le dio a ella. A él no le importaba recibir golpes, pero no soportaba ver que golpeaban a quien le importaba.
Y eso había sido todo.
Sin embargo, Townhall lo trataba con una familiaridad que distaba mucho de aquellas otras ocasiones. Francamente, esto descolocó a Carracci, quien siguió al teniente hacia la cafetería de la Starliner.
—¿Café, señor? Eh… —preguntó sorprendido y dubitativo ante el ofrecimiento del teniente.
En realidad, René nunca tomaba café. Prefería otras bebidas, infusiones herbarias de Natgrew. Pero Townhall le sirvió uno y prefirió no decir nada.
—Gracias, señor. ¿Por mi nombre de pila? Puede llamarme como le parezca correcto, mi teniente. ¿Disculpe? —le preguntó confuso cuando le dijo que lo llamara simplemente Harry.
Carracci estaba muy desconcertado. Él no podía llamar a aquel hombre por su nombre de pila. Él estaba acostumbrado a tratar con respeto a la gente que tenía cierta posición y edad. No le parecía una falta de respeto ni de cercanía tratar de usted a alguien a quien se le debía este tratamiento. ¡Al contrario!
—Mi teniente, si no le importa, prefiero llamarlo «señor». No me siento cómodo tratando a una persona de su edad y su posición por su nombre de pila, señor, ni tuteándolo. Le pido que me disculpe. Así me educaron.
Dijo mientras tomaba asiento después de que el teniente lo hubiera hecho primero. Lo escuchó atentamente. Aquel hombre se comportaba de un modo diametralmente opuesto al de otros oficiales del Domo. Era todo tan raro allí para Carracci. No lograba entenderlo, pero al menos estaba aliviado de que Townhall lo tratara bien. Después de la tormenta con la brigada Arkest, aquella conversación con el teniente era un oasis, a pesar de que a René le ponía un poco nervioso esa extraña cercanía de Townhall. Prefería un término medio entre Malbone y esto. Algo como Eylo, quizá, con seriedad, pero acogedor. Sí, algo así. Townhall se pasaba de dulce, como si él mismo fuera uno de esos pastelitos de almendra que tanto le gustaban.
—Señor —le respondió a las palabras de que preferiría que no muriese—, en mi vida en Natgrew yo era cazador. Sé muy bien que todo lo que vive debe morir. Vivir por mis compañeros y por sus necesidades al final significará que moriré por ellos. Y no tengo miedo de hacerlo, señor.
Townhall le manifestó su disposición a romper la carta de renuncia que él había firmado, pero le dijo que era necesario (y difícil) convencer a Arkest de que merecía seguir en la Space Force.
—Lo haré, señor. Puedo imaginar que no será fácil, pero haré lo mejor que pueda para convencer a la brigada Arkest de que quiero formar parte de la Space Force y de que mi intención es servir. Gracias por esta oportunidad, señor. Mañana estaré en la consulta de la brigada. Gracias por su ayuda, mi teniente.
Cuando Townhall le preguntó qué le parecían los pastelitos, René se sintió en la obligación de probarlos, por educación. No los había tocado aún, también por educación. Tomó uno y le dio un mordisco. Diablos, aquella bruja de Gleason en realidad sí sabía cocinar.
—Está muy rico, señor. Gracias —le dijo después de tragar aquel bocado—. Señor, hay algo que quisiera preguntarle. Antes de morir en el campo de batalla, Sarah Castle me comunicó su última voluntad: me pidió que me comunicara con dos amigos suyos del PEC 6, Audrey y Jensen. Señor, me siento en la obligación moral de cumplir la última voluntad de mi compañera y amiga. Pero, en cierta medida, siento que no basta con un simple mensaje enviado por un Comunicador de la Space Force, que algo de esta importancia merece un mensaje dado cara a cara. Pero no lo sé, señor, es sólo mi impresión; a mí no me gustaría nada que me comunicaran algo así a través de uno de estos aparatos —dijo mientras se señalaba el CSF de su muñeca—. Sé que ahora tiene usted muchas cosas entre manos y quizá estoy abusando de su generosidad, pero quisiera pedirle su ayuda al respecto, para poder honrar la última voluntad de Sarah Castle.