Partida Rol por web

La lavandería era una habitación enorme pintada íntegramente de blanco donde la única luz natural se filtraba de un pequeño par de ventanucos en la pared norte. El olor a detergentes y lejías impregnaba toda la habitación en la que destacaban 3 lavadoras de distintos tamaños, una secadora y varios hilos de tender conectados a la corriente eléctrica que proporcionaban un sistema de secado rápido en aquel sótano.

Junto a la puerta se encontraba una plancha de aspecto industrial junto a varios carritos con ruedas repletos de ropa de gala de distintos tipos, para hombre, mujer, de cocktail, de gala. De la barra superior de los carros colgaba una etiqueta con cada uno de los apellidos. Stein, Wallace, Bullocks y la lista seguía.

En la esquina más alejada a la puerta había una pequeña mesa de madera decorada con un bonito mantel blanco y rojo, como de esos restaurantes italianos tan coquetos, rodeada con 8 sillas. Funcional para que comiera el servicio pero extrañamente alejada de la cocina.

Sir Gustave entró en la lavandería impulsado por una corazonada. Algo le decía que allí podía haber algo importante para su investigación, allí debía haber alguna pieza oculta pero por el momento no veía nada. Había algo que le había extrañado a Sir Gustave en su llegada a la lavandería. Las habitaciones del servicio si tenían cerradura, en cambio, las suyas no.

No se oía nada de lo que estaba sucediendo en el piso superior pero lo podía imaginar. Miradas de sospecha, insinuaciones veladas y aquella maldita arpía haciendo de las suyas.

Dejo la puerta entreabierta de modo que tenga vistas al pasillo para poder ver llegar a la cocinera o la sirvienta a sus cuartos cuando entrasen y acercarse a ellas para hablar.

Mientras, investigo un poco la sala. Especialmente, pego la oreja a los conductos de ventilación o tuberías vistas que suban hacia la planta superior.

Sir Gustave intentó encontrar algún tipo de tubería por donde poder pegar la oreja pero desgraciadamente no había ninguna. En cambio, si que encontró algo que parecía ser un conducto para tirar la ropa sucia que parecía venir de bastante arriba. El conducto podría tener algo más 1 metro de ancho por lo que alguien lo suficientemente en forma podría subir o bajar por él si era necesario. Los conductos de ventilación estaban pegados en el techo y sin subirse a algún tipo de alza no estaban a su alcance.

Ni la cocinera, ni la doncella vinieron después de 10 o 15 minutos de espera. Debían estar retirando la mesa y haciendo los preparativos para la siguiente comida.

Apenas me puedo creer que el servicio no pueda espiar a los invitados desde aquí. ¡Qué decepción!

Busco algún pequeño montacargas para traer la comida desde el piso superior. Después evalúo el conducto de la ropa y mi forma física - ¿seré capaz? - Me pregunto a mi mismo.

Después paso a otra cosa.

Salgo en dirección a los baños de la planta -1 para hacer tiempo hasta que llegue una de las mujeres.

Sir Gustave buscó un montacargas pero no lo había ya que la cocina estaba en el otro extremo de la casa, si había una forma de llevar la comida desde la cocina hasta allí debía estar en otra habitación.

El conducto de la ropa era un tubo de acero 8 metros de altura y un metro y 20 centímetros de ancho que se adentraba en la pared. A Sir Gustave le recordó a algo casi biológico, como una de las venas del organismo vivo que suponía la casa. Era factible subir por allí, aunque no pudo evitar sonreírse al pensar en Carl intentando subir sin atorarse, aunque no parecía fácil.

Tirado

Sir Cavanough intentó fijar los pies y los brazos a ambos lados del tubo para comprobar si podría subir y por un momento funcionó, no era tan difícil como parecía aunque resbalaba y era factible que alguien escalara por allí, pero ese alguien no parecía ser él. Un resbalón le hizo perder apoyo y volver al suelo. Un par de intentos sin mucho interés le llevaron al mismo lugar, el suelo.

No llevaba la ropa adecuada y no estaba hecho un chaval, aunque odiara admitirlo, pero estaba seguro que si su vida dependiera de ello subiría, con una mano si hiciera falta.

La voz de la cocinera resonó en alguna parte de la ala opuesta a la que se encontraba Sir Gustave. A pesar de la distancia pudo notar la urgencia y la angustia de aquella voz.

"NOOOO, CE N'EST PAS POSSIBLE.... MADEMOISELLE, ESTÁ BIEN?? ME OYE?? SOCORRO!!"

Salgo corriendo en pos de la voz

Sir Gustave y Catherine llegaron al comedor de servicio que permanecía vacío tras su última visita. El camino entre las escaleras de la cocina y la lavandería no tuvo más banda sonora que los gemidos de la cocinera que se dejaba a llevar como una niña indefensa. 

En cuanto llegaron se dejó caer pesadamente sobre una silla, hundió las manos en su rostro y comenzó a sollozar

"Nos matará a todos..... va a matar a su niñera..... tenemos que escapar...... el bote. Sabe conducir un bote Gustave?" dijo mirándolo con unos hermosos ojos pardos que invitaban a proteger.

Gustave busca algo para hacerle una tila a la mujer.

El bote será el modo en que matará a otro. Está claro. No puede dejarnos marchar. No. Nuestra única escapatoria es localizarle y acabar con él. - Digo con tranquilidad.

Termino de prepararle una tila y se la acerco.

Antes de ofrecérsela, bebo yo un trago.

¿Ve? No hay veneno. Puede tomársela

Le tiendo la taza y le dejo beber.

Dígame, Madmoiselle, usted es María Stewart, ¿verdad? Y el mayordomo su ¿marido? ¿hermano? ¿padre? Puede confiar en mi. Sé que le teme, pero él no está aquí. Él causó las 7 muertes, ¿verdad? Usted sólo es su complice y actuó por miedo. Cualquier tribunal la exculparía. Yo la exculpo. Puede hablarme con sinceridad. Soy su amigo. Y es importante que no haya secretos, pues solo así encontraremos a Dark y saldremos de aquí. Yo la sacaré de aquí. Solo confíe en mi.

Le cojo una mano y la acaricio con suavidad mientras hablo.

La mujer poco a poco se va rehaciendo de su estado de nervios y sonríe al escuchar la referencia al veneno y coge la taza sin reparar en lo que pudiera haber dentro. Tras un par de sorbos rápidos empieza a hablar titubeante y con los ojos enrojecidos por el llanto

"Monsieur, se supone que la que envenenó al señog Gelish fui yo... pego no lo hice. Yo estuve al caggo de los platos y nadie los tocó hasta que subiegon al caggo paga segvig. Sile pusiegon venenó tuvo que sej en los cubiejtos o copas o entgre la cociná y el comedog..."

Pero su gesto se tornó en hosco y sombrío cuando escuchó que le acusaban de ser la señorita Stewart y la invitaban a sincerarse y confiar en el escritor. Con una negación vigorosa de la cabeza le clavó la mirada en los ojos retándole a contradecirla

"Eso es una tontegía monsieur. Yo no conozco a la mademoiselle Stewart pego creo que el mayogdomo está gelacionado con ella... Pog lo que me dijegon mi contgratación se dio poj que la cocinega que tenia que venig se puso enfegmá.... Desde que llegué el mayogdomo ha sido muy hostil hacia mi, me da miedo, el y la señoga Hemmens...ella... tiene infogmación sobgre mi que no deseagía que se supiega jamás....y ya que somos amigos señoj Cavanough, me podgria decig pog qué alguien como usted ha matado a alguien?. Usted me pgrotegé, c'est bien, pego quien me pgrotegé de usted?"

Al decir eso retiró la mano de entre las manos del escritor y lo miró con cautela. Como una presa miraría a un depredador, evaluando si estaba demasiado saciado para atacar o si debería empezar a correr para evitar ser su cena.

El escritor dejó ir la conversación en torno a los señores Stewart. Si ella le ha convencido o no, no es algo que manifestara abiertamente. Lo que sí hizo fue afirmar cuando ella aparta la mano y manifestó su desconfianza.

​Sería absurdo por su parte no desconfiar, madmoiselle Rennard - Dijo utilizando su nombre ​falso, de modo que transfiere de algún modo que creía en sus palabras.

​Pero ya lo he dicho en el comedor. Nos está juntando a inocentes con quienes son asesinos como si fuesemos lo mismo. No lo somos.

Dejó pasar unos segundos y su gesto se ensombrece. Después comenzó a hablar.

Es cierto que hay un muerto en mi historial del que soy responsable, pero no soy un asesino.

​Sorprendí a un amigo guardando el botín de un robo. Diamantes. Él desenfundó y me amenazó, yo reculé y acabé junto a una chimenea. Él me dijo que debía matarme para que no le delatase y disparó. Tuve suerte y el arma se encasquilló. Luego descubrí que él era un ladrón de guante blanco y probablemente habían pasado años sin que  llegase a usar su arma, así que estaba sin el mantenimiento adecuado. Eso me salvó. Yo eché mano a lo primero que pillé y me defendí. Le abrí la cabeza con un atizador. Ese es mi muerto.

​Habló con pesadez y con voz grave, haciendo muchas pausas, lo que es todo lo contrario a su modo de hablar habitual. Nuevamente, dejó escapar los segundos.

​Usted es la primera a la que le cuento la verdad. Algo en usted me hace confiar - ​Probablemente ella fuese asesina de varias personas, si no era Stewart solo podía ser la rusa y no sabía cuál era peor, así que si algo le hacía confiar, probablemente fuera su busto. - ​Así que, respondiendo a su pregunta, usted está a salvo de mi... Siempre que no intente matarme. - ​Añade con una sonrisa irónica que sirvió para cortar el hielo y devolver algo de luz a su rostro.

​Siento haberle acusado de ser usted la señorita Stewart. Vi su mirada de miedo hacia el mayordomo y también vi el modo en que él la protegió del bóvido antes incluso de que nadie pudiera reaccionar y uní esos hechos con el listado de nombres. Aunque... si le digo la verdad... es de agradecer que me haya equivocado y usted siga soltera*.

El gesto de tensión de la mujer se atenúa ligeramente mientras evalúa si lo que está haciendo Gustave es tomarle el pelo o jugar con ella.

"A mi me sogpgrendio que me defendiega también, siempgre había sido hostil y amenazante....cgreo que me quiere paga él, no pegmitirá que nadie le quite el cagamelo, quiege matagme con sus pgropias manos.... tengo miedo, pego si algo me pasaga no podgría quejagme, yo también maté a alguien" Dijo bajando la voz y haciéndola suave, más hablando para si misma que para Gustave "Yo tgrabajaba en una de las cocinas más famosas de Fgranciá cuando le conocí, ega un hombgre bgrillante, el mejob cocinego que he conocido nunca, pego ega un tigano en la cocina y como venganza le grobé sus gecetas, con ellas monté mi pgrimeg gestauganté y conseguí la fama... Él no lo pudo sopogtag y se suicidió..... no fuegon mis manos" dijo enseñándole la fina biel blanca que las cubría "pego fui yo la que puso la pistola en sus manos. Inocente? Tal vez delante de un tgribunal monseiur Cavanough... tal vez. La señoga Hemmens lo sabe y pog eso la obedezco, pogque puede destgruig toda mi caggrega. Bueno, y ahoga usted también, monsieur " dijo sin especificar si sus dudas respecto a la inocencia se referían a ella, a él o ambos

Recibió con una pequeña y adorable risita la mención a su seguridad siempre y cuando no intentara matarle

"Non, monsieur, pgrometo pog mi vida que no le matagé. No quisiega enemistagmé con todo el impegio Bgritanicó... " Entonces sonrió y le miró coqueta, una mirada que contrastaba con los ojos rojos de haber llorado "y sí, estoy soltegá... no he tenido demasiada suegté en el amog...y usted está casado? Admigadogas no le deben faltar, segugo"

Así que usted también carga con la culpa de una muerte, usted también se aprovechó de alguien para conseguir la fama y usted también podría salir declarada inocente de cualquier juicio. Algo nos une ya. Bueno... algo más - Dice entrelazando otra vez su mano y dedicándole una mirada cercana. Después cambió de tema.

Efectivamente, me ha oído bien. Si ha leído mi mayor éxito de ventas, sabrá que tiene muchas similitudes con la historia que ya le he contado. Me inspiré en mi propia experiencia para alcanzar la fama. Se puede decir que robé la inspiración.

Endulza la voz.

Pero si hubiese conocido a alguien como usted, no habría necesitado robar la inspiración a nadie. Dice que su fama es de las recetas de otro, pero sus manos tienen un don. Él podía crear sobre el papel, pero usted puede crear belleza. Dicen que la belleza llama a la belleza. ¿No era así el dicho?

Después continúa el flirteo.

No puedo creer que usted no haya tenido suerte en el amor. - Después le devuelve la pelota - Seguro que pretendientes no le faltan.

La bella y famosa cocinera siguió con la mirada el movimiento de la mano de Gustave y, una vez que las manos se volvieron a enlazar, siguieron su camino de vuelta a los ojos del escritor. Una sonrisa tímida afloro danzante en sus labios mientras los ojos de la mujer adoptaban una nueva intensidad

"Monsieur me va a haceg engojeceg como una colegiala." La mujer se retira un mechón de la cara mientras mira al noble inglés "Estoy seguga que todo eso se lo dicé a las jovencitas que he visto con las que salé en las gevistas?. Quien fue la ultimá? La actgriz esa tan famosa? No gecuerdo..." Dijo con una sonrisa pícara "Mis manós están bien pego soy como una falsificadoga de cuadgros, los puedo pintag pego no soy capaz de cgreag. Un día alguien descubrigá el fgraudé y todo se habgrá acabado.... "

La sonrisa de la mujer se tornó más seductora mientras miraba al escritor
"No hay mucho tiempo paga el amog cuando se tgrabajá 15 hogas al diá paga levantag un negoció monsieur. He tenido mis pgretendientes pegó... le tengo que confesag que me abuggó de ellos pgrontó.... Es usted abuggido Gustave? Quiegué pgrobag suegté? Muchos lo han intentadó... y ya me vé, soltegá sin más compañía que mis gatós...no como usted, un dia una actgriz, otgró una modeló....cgreó que es demasiado peliggrosó paga alguien como yo..."

Sonrió con intimidad a la hermosa cocinera.

Ya que estamos con confesiones, déjeme que le confiese algo, madmoiselle. Las jovencitas de las que usted habla con las que comparto apariciones en revistas, son promoción mutua. Usted sabe tan bien como yo que para tener éxito las apariencias son casi tan poderosas como el talento y el trabajo duro. E igual de necesarias.

No desvía su mirada de los grandes ojos de ella.

Aunque, en honor a la verdad, no le negaré que a veces, si hay mutuo interés, se pueden llegar a mezclar los negocios y el placer.

Creo que eso responde a sus primeras preguntas, pero también a su curiosidad sobre mi. - Dice refiriéndose a la pregunta sobre si es aburrido - Aunque estoy más que dispuesto a profundizar en esta respuesta

Se levanta y rodea la mesa para posar las manos sobre los hombros de ella.

Veo que la tila no ha terminado de surtir efecto, está usted muy tensa. Déjeme que le relaje esos hombros

Le dice mientras empieza un masaje en los hombros de ella. En cierto momento se inclina sobre su oído y le susurra.

Estas manos no solo sirven para escribir... y puede jurar que me encantaría probar suerte