Mordred no pudo evitar reconocer de inmediato al castellano Curton, pues ciertamente era tal y como le habían descrito que era. Tampoco pudo evitar cagarse en todos sus muertos cuando el fulano, de buenas a primeras, pasó de él como de la servidumbre. Aquello le hirvió la sangre, sintió que ya nadie respetaba el estatus de los Seres hoy en día. Se devolvió amargado hacia su caballo, tomándolo de las riendas y se ocupó de él llevándolo a los establos para que descansara bajo techo durante la fiesta que tendría en la Fortaleza de Sangre.
Mordred sale de las Murallas hacia los establos.
A mitad del camino vislumbró a la distancia la colorida y variopinta hueste mercantil que le acompañó desde el Dominio, a golpe de vista parecían ser bastantes más de los que llegaron con él.
Se acercó un momento para comprobar cómo de la noche a la mañana su puñado de mercaderes, artistas y guardias acompañados por sus respectivas familias habían atraído suficiente atención local para dar sitio a una modesta feria con algunos curiosos de diferentes partes de los siete reinos que habrían llegado tanto buscando como ofreciendo, y en alguna ocasión intentando tomar sin permiso; otros simplemente pululaban alrededor de los llamativos puestos a la espera de un rumor o cotilleo jugoso relacionado con la fiesta que estaría ocurriendo camino arriba.
La feria rebosante en entusiasmo, canciones, brindis y vitoreos se extendía como una medialuna cuya entrada miraba a la Posada y la curvatura apuntaba a la Fortaleza de sangre.
Desde el corazón de la misma nacía un fino hilo de humo grisáceo producido por el susurro del fuego entre un centelleante parche de brasas, rodeado por un círculo de rocas donde se doraban las jugosas carnes de las menos afortunadas criaturas del bosque aledaño. El apetitoso aroma de la carne asada se mezclaba en el aire con la intensidad del azafrán para el beneficio del mercader de vinos del Rejo que había agotado la mitad de sus barriles en el primer tercio de la jornada, su vino era muy popular porque ayudaba a bajar con facilidad las hogazas de pan duro rellenas de carne troceada.
Los artesanos más ruidosos intentaban tentar a las damiselas más vanidosas con joyería de plata con delicados motivos románticos, hacían apología a la soberanía de la belleza y naturaleza que caracterizaban al Dominio desde siempre. Piezas dignas de una dama a precios para campesinos repetían con una ensayada sonrisa en el rostro. Mientras tanto, los comerciantes más cercanos a las puntas de la formación ofrecían lanas, pieles y una humilde selección de tejidos.
Orbitando el exterior de la medialuna se encontraban dispersos como nenúfares en un lago pequeños manojos de público prestándole atención a músicos, poetas y una precaria compañía de actores que representaban los momentos más gloriosos de la vida de Tywin Lannister y su heróico apoyo a la justa victoria del Rey Robert I. Otros farsantes también decían ver el destino en la palma de la mano y hasta habían oído jurar a un bufón que tenía sueños proféticos.
De las entrañas de todo este caos animoso surgieron los dos miembros más fieles de su guardia personal acompañados de sirvientes robustos cargando los baúles con los obsequios traídos para la celebración.
Dedicó una mirada de complicidad a su guardia y soltó una carcajada de alegría al ver lo mucho que relucían los recipientes de su sorpresa; sabía que una primera impresión pesaba más que sus puño y apuntaba a causar una muy buena.
Después de todo había dado con ésta fiesta porque dejó caer como quien no quiere la cosa lo vacío que se sentía su Castillo y los rumores hicieron el resto. Se imaginaba que la predisposición de los guardias no podía ser buena para dejarle entrar sin invitación, aunque esperaba que los obsequios para la Casa Vaelys y su buena voluntad de concurrir desarmado inclinaran la balanza un poco a su favor.
Indicó entre susurros a sus hombres que le siguieran a una distancia moderada por el camino hacia la entrada a la Fortaleza y una vez allí les pidió que se ubicaran a un lateral de las puertas para que los baúles adornados fueran claramente visibles para la guardia. Él se paró tan cerca de la puerta como era prudente para un hombre de su desarrollado tamaño, abrió ambas manos cerca del torso en un saludo amigable que casualmente dejaba entrever que no estaba armado. Infló el pecho llenando sus pulmones de aire para luego profesar un enérgico y jacarandoso llamado de atención.
- ¡Saludos, hombres de bien! -soltó con una amplia sonrisa de bobalicón en el rostro- Soy el Señor Swann de la Casa Grizzli en el Dominio; como oís he viajado desde lejos para concurrir a esta celebración para presentar mis respetos, traigo obsequios para el Señor de la Casa y su familia.
Esperó alguna reacción por parte de la guardia acariciando la crin de su fornido percherón.
Me tomé la libertad de descubrir la hueste que menciona uno de los dueños anteriores de éste personaje, si hace falta cambiar algo agradezco si me lo hacen saber.
El soldado decidió llevar al recién llegado al recibidor. Allí era donde se estaba dando la comitiva principal, así que ese sería el lugar hacia donde se dirigirían.
Ante la amable disposición de la guardia su sonrisa de bobalicón se convirtió un solemne semblante de agradecimiento; se tomó un breve instante para observarle con atención, quería recordar el rostro del hombre que tenía delante ya que sería el primero al que agradecer si todo le salía a pedir de boca esa noche.
Volteó la vista en la dirección de la que había llegado para darse cuenta de que el pintoresco grupo que había conocido en el camino se había quedado atrás, posiblemente entretenidos con la variedad de distracciones que la feria mercantil ofrecía.
Levantando su manaza abierta a modo de amigable saludo se dirigió al guardia otra vez, en un tono simpático de voz grave y rasposa como si un oso bípedo estuviera gruñendo el idioma de los hombres.
- Venía un pequeño grupo de invitados conmigo-dijo indicando el camino por dónde venían- seguro no tardan en presentarse ante vosotros.
Sus sirvientes le miraron esperando indicaciones, levantó la palma hacia al cielo y casi inmediatamente los fornidos ayudantes cargaron los baúles de obsequios. Su guardia personal le seguía a poco más de una zancada de distancia y aunque se presentaban desarmados por respeto seguían siendo hombres de tamaños respetables con considerable preparación para la defensa sin armas.
Pugilismo era como habían comenzado a llamarle algunos pocos refinados señores del Dominio que buscaban una excusa para darse de tortazos como la plebe pero sin el riesgo de reducirse a la vulgaridad. Afortunadamente no era todavía una tendencia lo suficientemente popular como para ser conocida en los Reinos aledaños.
Una vez transcurrida una cantidad de tiempo apta para ser considerada una cortesía interrumpió la espera y el silencio redirigiendo su atención al amable guardia.
- A este ritmo parece que volveré a verles pasada la celebración-soltó sujetándose la barriga mientras reía estrepitosamente-¡Que pasen una buena noche buenos hombres, trataré de acercaros algo de comer para amenizar vuestra velada! Ahora, si son tan amables de indicarme en qué dirección está teniendo lugar el evento...
Dijo mientras erguía su postura como si una percha invisible tirase de él, sonriendo tan entusiasmado como curioso por saber si finalmente encontraría aquello que llevaba tiempo buscando, tenía la sensación de que esta vez sí podría estar en el sitio correcto en el momento correcto.
Esperó las indicaciones de la guardia para echarse a andar.
Apenas se lo señale la guardia se va derechito para el recibidor de la planta principal. Uno de sus guardias de confianza se separa del grupo para llevar al percherón a los establos.
Edita máster: Por favor, marca solo a los destinatarios que salen por defecto...
Además, ya te he puesto post en la siguiente escena, que es donde debes continuar. Todo tu séquito se queda fuera del castillo, pues ellos no tienen invitación