Viserys continuaba hablando con Tabitha mientras la mayor parte de los presentes se iba marchando de la sala.
¿Prisioneros dices? Yo no veo que estemos encarcelados, no veo que estemos esposados y creo que vuestra hermana Alyra y el supuesto futuro Lord Vaelys no muestran mucha preocupación por nosotros. Se han marchado de aquí sin dar órdenes sobre nosotros, creo que ahora mismo tenemos la oportunidad de hacer lo que consideres, en tu mano dejo la decisión, es tu familia y decidas lo que decidas, dijo mirando el arma de Tabitha con ojos emocionados, yo te apoyaré. Pero, ¿por dónde empezamos?
Mordred esperó en silencio a que los presentes se fueran marchando. Cavilaba sobre lo que había estado sucediendo y sobre qué quería hacer. Al ver quién quedaba en el Septo, decidió poner en palabras sus últimos pensamientos.
- ¿Es este el final de esta historia? -pregunto a Ser Edric- ¿Así ha de caer la gloria de esta Casa, a manos de un nuevo Señor que ha estado aprovechándose de su situación ventajosa de un modo tan deshonesto? Nos hemos dormido en los laureles, Ser Edric. Parece ser que así ha sido, pero al menos yo he despertado, para ver que el mal sueño es real. ¿No haréis algo por demostar que merecéis ser Señor de esta casa? ¿No ha de valer más el arrojo y los méritos conseguidos que una simple cuestión de edad? El tiempo no da tregua, ni tampoco deberíais darla vos. Tan solo decidme, ¿No lucharéis por lo que es vuestro?
Se giró entonces hacia Tabitha y alargó la mano hacia ella, en un gesto que ya había hecho antes. En esta ocasión, sin embargo, la chica se encontraba en peor situación para negarse a su petición.
Escribo desde el móvil, perdonen cualquier problema de edición y cosas así :P
El Targaryen tenía razón en todas y cada una de sus palabras. Tabitha estaba demasiado dolida como para deducirlo por ella misma. - Ahora entiendo porqué me enamoré de ti. Eres la luz que alumbra mi camino y quien me encuentra cuando me pierdo. - Le susurró la joven con ternura.
- Para ganar, a veces hay que perder. - Dijo acontinuación mirando a Mordred y a Ser Edric. - Y quizás será más práctico, dejarle el trabajo sucio a otros y que se maten entre ellos.
Tabitha cruzó unas palabras con su amado, por los gestos bastante cariñosas, antes de girarse y mirar a ambos hombres. Escuchó atenta las palabras de Ser Mordred al bastardo quien parecía querer que le sirviesen todo en una bandeja de plata antes que pelear por ello. Lo más curioso era que Rowain estaba dispuesto a luchar por él.
La joven sacó la espada de entre sus enaguas, bajo su vestido y la tomó con firmeza por el mango de la misma. - ¿Cómo se que no la usaréis contra mi amado o contra mí? - Preguntó con cierta y bien merecida desconfianza al caballero. - Creo que mi situación está clara, al igual que la suya. Lo único que me ata aquí ahora, es que me case el Septón. No quiero salir de esta casa con el apellido Vaelys. Me han humillado y deshonrado aquellos con quienes compartía apellido. Quiero salir de aquí siendo la esposa de Targaryen y aprovechar la noche para huir lejos. Desaparecer de la vista y oídos de todos y tener a nuestro hijo en paz - Apretó con fuerza la mano de su amado mientras sostenía con la otra la espada, cuyo filo brillaba con los ligeros movimientos que la joven hacía con ella.
- Esos son mis deseos. Por mí como si decapitáis a Ser Alester con esta misma espada. Decidme Ser Mordred, ¿hasta que punto podéis hacer que todo esto se cumpla? Cuanto antes lo resolvamos, antes podrá seguir peleando por hacer a su protegido Señor de la Fortaleza de Sangre. - Ya no había nada de dolor en la voz de la joven, solo el resentimiento y sus ojos expresaban el deseo de salir de allí, desposándose con su amado.
El Targaryen no dijo nada, solo se mostró emocionado al ver la espada de Tabitha y aún más al escuchar sus palabras. Temía que Ser Mordred se vengase de él, pero Viserys ya no suponía un problema.
Devolvió el fuerte apretón a su amada, esperando a ver cuál iba a ser la respuesta de Ser Mordred. Si tenían que huir de allí, al menos esperaba que alguien se vengase.
Mordred no se movió. Se quedó con la mano alargada y la mirada puesta en Tabitha. Ni siquiera cuando esta habló cambió un ápice su postura, ni cuando contestó a sus palabras.
- No habrá boda, Tabitha. Aunque el Septón aceptara, tu hermana os encerrará a ambos en la torre hasta decidir la suerte de Viserys. No podrás casarte, no aquí. -tomó aire y lo expulsó sonoramente.- Pero os recuerdo que en las cuadras, Tiago sigue debiéndome un favor que dudo me pueda cobrar ya. Id a Rowain, donde podré acogeros hasta que nuestros destinos deban volver a separarse. Y si esta promesa no te pareciera suficiente, tienes mi palabra de que no atacaré a Viserys salvo que mi propia vida u honor se vea en peligro. ¿Será suficiente para que me confies esa espada, que podría haberte arrebatado a la fuerza si así lo hubiese querido?
La voz de Mordred sonó calmada, casi paternal, en todo momento. Y allí se quedó, como congelado, con la mano extendida y los ojos en los de la muchacha.
- Lo se, salvo que Ser Edric logre su propósito con vuestra ayuda, Ser Mordred. Entonces si podría haber boda y huida de este maldito lugar, donde las traiciones no hacen más que sucederse, junto con las mentiras y los secretos. - La joven no pudo evitar sonreír cuando Mordred la dijo que podría haberla desarmado ya. - ¿Queréis intentarlo? Os recuerdo que aprendí a usar la espada desde muy pequeña. - Siguió sonriendo. - Más sabéis que no la usaré contra vos. Ambos sois los únicos que podéis vengar mi humillación logrando el control de esta Casa. - Bajó el arma y, cogiéndola con cuidado por la hoja, se la tendió al caballero para que este la cogiese por el mango.
Tabitha estaba bastante tranquila y templada de lo que cabía esperar, más aún después de todo lo ocurrido. Una vez sin la espada en sus manos, regresó al lado de su amado y le agarró de nuevo por la mano, entrelazando sus dedos con los de él. Aquello dejaba claro que era lo que la estaba dando fuerzas para seguir y mantenerse firme. Por si fuera poco, la joven se acarició el vientre con ternura. - ¿No sería hermoso, salir de aquí, de esta casa, siendo los tres Targaryen? - Miró a Ser Mordred con gesto suplicante.
- A parte de Ser Edric, en quien más confiáis en este lugar. Esperaremos en los establos, junto a Tiago, con las monturas preparadas para partir, salvo que mandéis a alguien a buscarnos. Esa será la señal de que lograsteis haceros con la Fortaleza de Sangre y podríais casarnos. - Miró a Ser Edric con esa última frase, buscando confirmación en sus ojos. - Cualquier otra persona que se acerque, ajena a vuestra confianza, hará que ambos espoleemos los caballos y salgamos de estas tierras para siempre. - Le indiqué nuevamente a Ser Mordred. Estaba claro quien iba a llevar las riendas de todo aquel lugar una vez Ser Edric lograse hacerse con el poder y Tabitha lo tenía claro.
Esperó a la reacción del caballero y sus palabras, antes de salir de aquel edificio donde tanta sangre y dolor se iba acumulando.
Sin poder evitar mostrar cierta sorpresa, Mordred se permitió dejar escapar una risa sincera.
- Vaya, no sé qué tal serás con la espada, pero si eres al menos lo mitad de buena que descarada, más de un soldado debería temerte.- tomó la espada.- Pero por ahora seguiré pensando que una dama de corte sabe menos sobre el manejo de las armas que un comandante veterano.
Observó el estado del arma y la maniobró un par de veces para tantear las cualidades de la herramienta que empuñaba, mientras escuchaba y reflexionaba sobre las palabras finales de Tabitha.
- Así que este será el desenlace... -dijo para sí mismo, tras lo que se giró hacia Tabitha con una media sonrisa.- No puedo prometer demasiado, pues me temo que seguimos teniendo pocas opciones, pero creo que Ser Bernard podría ser aun un amigo en estos tiempos oscuros. ¿Quién si no él, a quien han arrebatado la mujer amada? Id a los establos, y si no fuera Ser Bernard, Ser Edric o yo mismo quien fuera a buscaros, huid hacia el oeste y que mis tierras os acojan con mayor gracia que estas. -fue a girarse, pero recordó entonces algo más.- Antes de irte, hay algo más que debo pedirte. La espada de tu padre, es ahora cuando realmente la necesitamos. Dime dónde está, y si se encontrara en algún punto de la Fortaleza vedado para mí, te pido que me acompañes o que me la traigas, antes de que se corra la voz entre los guardias de que ya no llevas el nombre de esta Casa.
Se giró entonces hacia Edric, con una mirada firme y una pose altiva. Hablaba ahora el comandante.
- Preparaos, Ser Edric. Ha llegado la hora de que demostréis qué clase de Señor necesita esta Casa.
- Era la espada de John, quien me enseñó a utilizar ese tipo de armas. - Respondió seria, tratando de ignorar aquella especie de ofensa que se había atrevido a pronunciar hacia ella. - De seguir siendo una Vaelys no os hubieseis atrevido. - Pensó y se planteó incluso decirlo en voz alta. Pero ahora ya no tenía arma alguna con la cual defenderse.
- De acuerdo. Esperaremos en los establos. Solo espero que todo esto termine pronto. - Dijo con resignación en sus palabras y comenzó a caminar junto a Viserys hacia la salida del Septo. Pero Ser Mordred no había terminado de hablar y la joven se detuvo y se giró a escuchar sus palabras. Cuando preguntó por la espada de su padre, Tabitha miró con dolor a su amado, al cual besó en una mejilla para fijar su vista en el caballero y en su protegido. - ¿Cómo se lo digo a Ser Mordred sin que Viserys se entere y se enfade? - Pensó para sus adentros y volvió a mirar a su amado.
- No te enfades por esto, amor. - Le susurró mientras le acariciaba la mejilla y miró nuevamente a los dos hombres antes de hablar. - No la tengo. Desconozco por completo donde se encuentra ahora mismo. - Dijo seria y solemne. - Mi amado me dio la espada y la llevé a mi dormitorio oculta bajo mis ropajes. Al día siguiente, cuando yo ya desprendía aquel apestoso olor, después del desayuno, regresé a mi dormitorio. Ginevra vino a verme y me informó de que Viserys estaba en las mazmorras, apresado por coger la espada de mi padre. - ¿Quién mató a Ginevra? - Le llegó esa pregunta de golpe a la cabeza.
- Decidí autoinculparme y la entregué la espada, diciendo que se la diese a mi padre y le dijese que había sido yo quien la había cogido, para alejarla de las manos del Targaryen y poder estar segura de si el motivo de su regreso había sido yo u otro. De paso, mi amado saldría de las mazmorras. - La joven miró a Viserys, sus ojos estaban cargados de amor al igual que de miedo por temer la reacción del hombre. - Decir en las mazmorras que aún la tenía, era la mejor carta a mi favor. Espero que lo entendáis. - Esa última frase, quedó dirigida por completo a su amado, aquien seguía mirando con temor. Se volvió hacia Ser Mordred. - Y sabiendo lo que pasó después, Ginevra no llegó a cumplir su encargo a tiempo o bien ni lo hizo... o... que más da ya. - Negó con la cabeza. - Buscar esa espada ahora es perder el tiempo, algo que yo ya no tengo.
De pronto un fuerte temblor sacudió los cimientos de la Fortaleza de Sangre. Aquellos instantes parecía que hubiesen durado horas.
Grandes trozos de piedra de la fortaleza se vieron precipitados contra el suelo levantando gran cantidad de polvo. La mayor parte de los objetos que componían aquella sala cayeron al suelo y todo parecía venirse abajo.
Después, un fuerte estruendo en el exterior y una gran nube de polvo que se mezcló con la lluvia que aún seguía precipitándose en el exterior. Algo se había caído o algo se había derrumbado. Pero fuese lo que fuese había hecho pedazos la fortaleza durante unos instantes.
Cuando se disipó el polvo de la sala vieron una imagen terrible. Ser Edric Colina estaba situado bajo un montón de escombros que se habían precipitado del techo. El temblor había sacudido tan fuerte la capilla que los pedruscos habían golpeado tan fuerte al bastardo que lo habían dejado... ¿muerto?
Afortunadamente el resto no habían sufrido ningún daño, pero... ¿los demás estarían bien?. Sin duda, la peor parte se la había llevado Edric Colina y después la Fortaleza de Sangre que claramente necesitaría ser reparada de inmediato.
XDDDDD
BOOOOOM!!!
Y esto se acaba, señores y señoras... Lo ideal sería que fueráis yendo al recibidor para hacer la ceremonia y despedirse de los señores.
En cuanto la fortlaleza empezó a temblar, Viserys agarró fuertemente a Tabitha del brazo y la apretó contra su pecho y le protegió la cabeza y su tripa. No podía dejar que le pasara nada, ni a ella, ni a su futuro hijo. Antes de que se disipase la nube de polvo, Viserys sintió que había llegado el momento de largarse de allí, con espada o sin espada. Será mejor que nos marchemos ya. Quizá este temblor haya sido la oportunidad que necesitábamos para huir de aquí. Vayámonos a los establos y marchémonos de aquí.
Cuando el humo se disipó y vio el resultado de Edric Colina, no mires, cariño, Edric... larguémonos, vámonos ya. Dijo obviando todo el tema de la espada y sin darle más importancia y a aquel tema. Había llegado el momento de marcharse y los dioses le habían dado la oportunidad.
Tabitha tembló ante aquel estruendo y sintió como su amado la protegía con su propio cuerpo, tanto a ella como a su pequeño no-nato que crecía en su vientre. La joven se aferró al cuerpo de Viserys con fuerza y, a pesar de que el temblor ya había cesado, continuó en brazos de su amado, quien trataba de calmarla y la decía que no mirase.
- ¿No mirar? ¿A quién...? - Giró levemente la mirada para encontrarse a Ser Edric sepultado bajo las piedras, apresando nuevamente su cabeza contra el pecho de su amado tras aquella horrible visión, Tabitha le dio la razón a Viserys. - Los dioses han hablado. - Susurró entre sus brazos. - Quizás la misma Fortaleza, sea quien haga justicia en esta casa. - Acarició el rostro de Viserys.
Pero a pesar de todo, Tabitha había sido educada como una dama y no olvidó a Ser Mordred. - Será mejor que nos acompañe, caballero. Saben que está del lado de... - Se la hizo un nudo en la garganta. Había visto a sus seres queridos muertos, pero jamás le había impresionado tanto un cuerpo. - ... y porta una espada en sus manos ... quizá es el momento de que huyáis también, pero sin blandir esa espada. - Tal y como hiciese él minutos antes, Tabitha tendió su mano hacia el hombre.
- La ocultaré como lo hice anteriormente, no podemos correr riesgos. - Le indicó a Ser Mordred. - Pero no se lo piense mucho, no nos quedaremos más tiempo en este cruel lugar.
Pueeeesssss.... que creo que huímos valientemente xDD
Viserys escuchó como la puerta sonaba y agarró del brazo a Tabitha para tirar de ella y arrastrarla hacia el pasadizo que se hallaba detrás de la estatua para largarse de la capilla sin que nadie les viese.
La capilla del septo de los dioses se hallaba en la Torre de los Cuervos de la fortaleza de Sangre. Estaba situada en la primera planta y en ella había una gran capilla con la estatua de El Guerrero. Tenía un pequeño altar con unos bancos de marfil para sentarse frente a él. Detrás del altar estaba la figura de El Guerrero apoyándose en el mango de una gran espada y gran parte de la figura estaba inmersa en la pared pero se había corrido dando lugar a lo que parecía una puerta secreta.
Una de las vidrieras del septo estaba hecha pedazos y por ahí entraba un aire gélido y se apreciaba la fuerte tormenta que estaba cayendo en el exterior.
Un montón de cascotes se había precipitado sobre la capilla rompiendo algunas de las figuras y destrozando gran parte del lugar. Pero la peor parte se la había llevado Edric Colina que había quedado sepultado bajo los escombros. No lejos de allí se hallaba Ser Mordred que miraba perplejo lo que había sucedido.
El bastardo no parecía hacer ningún movimiento, ni tampoco gritar de dolor, ¿habría muerto tras el derrumbe?
Un poco después el caballero llegaba de nuevo a la capilla, presto a perder el tiempo, obligado a ello por ya el primer politiqueo al que tenía que asistir. El hombre pudo ver allí a dos de los invitados, al menos no se encontró la sala vacía.
- Ser Mordred y Ser Edric. Intuyo que están bien.
La estancia no parecía especialmente afectada por el terremoto que derribó al menos un muro de la fortaleza.
- Y bien, cómo va todo. Me pidieron que me asegurara de que todo aquí estaba en orden.
No se le había escapado el detalle de que el Targaryen no estaba presente. Temía que ya se hubiera marchado, hasta podría ser tarde ya para capturarlo.
- Qué saben de Viserys.
Trató de indagar aunque no sabía sobre qué estarían ellos charlando, quizás preferían que les dejara solos.
Viendo que ambos estaban ocupados, el caballero prefirió optar por retirarse.
- Les veo en la recepción. Hasta pronto.
Indicó mientras se marchaba.
Mordred escuchó a Tabitha hablar, y cada palabra de la chica le iba calentando más la sangre. Había perdido una gran cantidad de tiempo por culpa de ella y su estúpido noviazgo prohibido, y aquello era el colmo. Pero por suerte para ella, la propia tierra evitó que le cruzara la cara.
Se echó al suelo para esquivar un gran cascote que caía amenazante hacia él, pero al hacerlo se llevó un golpe en la cabeza contra uno de los bancos. Se protegió como pudo, hasta que el polvo lo cubrió todo. Sus recuerdos después de aquello fueron algo confusos, pero recuerda movimiento y gente hablando. La cabeza le daba vueltas y tenía la vista borrosa. Cuando finalmente se recobró, observó el destrozo producido en la sala. No parecía haber nadie más, hasta que prestó atención a un montón de cascotes bajo los que se distinguía un cuerpo de cabellos rubios. Corrió hasta él, algo tambaleante, solo para confirmar sus temores. Se quedó arrodillado junto al cuerpo de Edric, en silencio, mientras en su interior maldecía a todos los miembros de la Casa Vaelys. Se levantó finalmente y recogió la espada. Ahora que su candidato a Señor de la Casa había fallecido, solo tenía pensamientos oscuros en mente. Lo primero que haría, se dijo, sería entregar al Targaryen a los Lannister o matarlo si intentaba resistirse. Después, tomaría a Tabitha como trofeo y descargaría en ella toda la frustración que aquella visita a Fortaleza de Sangre le había provocado. Pero mientras estuviera en estas tierras desagradecidas no tendría forma de llevar a cabo ninguno de estos nuevos objetivos. Esperaba que la pareja aceptara su propuesta de huir a Rowain, donde sus hombres capturarían a ambos en cuanto Mordred alzara un solo dedo.
Caminó dolorido hacia la salida, esperando no toparse con nadie con ganas de reprocharle alguna tontería, pues no se veía capaz de encontrar la compostura suficiente para que fuese su boca, y no la espada, quien hablara.
Mordred sale.