Pasaron varias personas. Los Lannister. Rhys. El Maestre.
Escuchó, e incluso repasó en los segundos que siguieron, todas las palabras de Sebastian. No solo lo que hablaba de John y lady Mirah. Tendría sentido, incluso Lenia se le parecía un poco. Pero era lo demás, y que ahora él pedía una explicación que hasta hace escasos minutos jamás planeó dar a nadie.
- Dices algo, cualquier cosa, y juro ante los siete arrancarte los ojos yo misma. - hablaba en serio.
Toda la vergüenza, la soledad, y el dolor le asaltaron, retorciéndole cada fibra de su ser. Y lo que había sido más lacerante, sin que jamás se lo hubiera admitido a sí misma, la soledad. Se sentó en un banco, derrotada a sí misma.
- Jamás lo había resentido. - dijo, refiriéndose a haber sido el Ama de Llaves, o una criada, aun con la voz temblorosa y la mirada ausente, en el vacío. - Hasta ese día, solo tenía gratitud para ellos.
Mirando aun al vacío, silenciosas lágrimas bajaron por su rostro. Debía decirlo, con alguien. Con quien guardara silencio. Necesitaba desesperadamente alguien en quien confiar esa parte de ella misma.
- Fui la amante del lord - lo dijo, con un dejo de ironía y una ceja alzada.
Aquellos días pasaron fugaces frente a sus ojos. Las cabalgatas, el lago, todo, aquella historia que comenzó con ella cuidándolo en su enfermedad y ambos perdiéndose en la mirada del otro. Aquellos meses clandestinos, que tanto había intentado enterrar. Una sonrisa triste y amarga le salió de la boca.
- Nunca fue interés, ni lujuria. Teníamos algo. Era suya, y él era mío. Pero era compartido. - Vaya forma de resumirlo. - No quería lastimar a mi señora tía, y el siempre resintió que no era honorable con ninguna de las dos. - Viendo a la distancia, sin el resentimiento, podía ver la dimensión de lo ocurrido y el porqué de la separación. Ahora lo sabía.
- Pero extraña fortuna, estaba embarazada. - y aquellos días de miedo e ilusión le volvieron. Distraídamente, aun tenía la mano sobre su vientre. - Iba a irme. No iba a decir nada a nadie. Rhys ni siquiera lo supo. Pero como puedes ver, ni me fui ni tuve ningún hijo.
Torció la boca, en un gesto de amargura. Extraño, se sentía aliviada de algo, menos sola. Pero no podía retener las lágrimas que seguían bajando, en llanto silencioso.
- No tengo pruebas para acusar al maestre, y si hago algo él puede atacarme con eso. Tampoco tengo pruebas, pero sé que me robó una carta de mi hermano que pudo habernos ayudado. No puedo atacarlo, pero él a mi si. Y parece que también los ha atacado y los está amenazando desde las sombras a todos ustedes. ¿Te das cuenta de la crueldad de ese hombre? ¿Por qué todos estamos en peligro?
Asintió a Ginevra cuando le pidió guardar el secreto. No tenía intención de contarlo y al recibir la amenaza sonrió. -Aprecio mis ojos lo suficiente para mantener la boca cerrada. No te preocupes, tu secreto está a salvo.-
La amante del Lord. Sebastian no parecía tan sorprendido como cabía esperarse. Si era algo mutuo no era quién para oponerse. La mayoría de matrimonios no eran por amor y estas infidelidades eran mucho más comunes de lo que parecía. Solían tener un final triste o trágico y ésta no parecía ser una excepción. ¿Un hijo que nunca tuvo? Estaba claro que Ginevra culpaba al Maestre y tras escuchar su historia entendió que era un odio muy personal.
A Sebastian le quedaban algunas dudas, y aunque le supiese mal preguntar más cosas se arrepentiría si no lo hacía. -Entonces era mutuo. ¿Lord Rhys te trató bien? ¿Nunca te forzó? No querría confiarle todo si hizo algo así.- Continuó -Entiendo que no le dijeses nada dada la situación, ¿pero el Maestre lo sabía?-
Hizo un apunte al tema hablado anteriormente sobre Lady Vaelys y John. -En cuanto a Lady Myriah y John, son solo rumores. Hay muchos más, así que no me fiaría demasiado de esas historias. A John lo juntan con alguna otra Vaelys, y al mismo tiempo juntan a esa Vaelys con al menos dos hombres más. Si todos los rumores fueran ciertos, en nada seremos todos familia.- Lo dijo en broma. Esperaba no herir a Ginevra con esas palabras. -Sugiero que no confiemos en todos esos rumores, podrían nublar nuestra percepción de las cosas.-
No pudo evitar una sonrisa al escuchar la broma. Los viejos tiempos aun podían volver, aunque fuera en fogonazos.
- Jamás me forzó. Siempre me trató bien. - Muy bien. Volvió a sonreír, por el recuerdo. - Si había amor. Pero no futuro.
Alzó la cabeza arriba, hacia los dioses. Tenía las mejillas húmedas, los ojos brillantes, pero una sonrisa más serena.
- Los rumores siempre tienen algo de verdad. Mucho de mentira, pero es mejor que nada. Y necesitamos cualquier posible pista. Lo que sí sé, es que hay pasadizos, que hay una amenaza externa, y que quiero a todos a salvo.
Al decir lo último bajó la cabeza, mirándolo con una nueva fuerza.
Sebastian asintió algo aliviado ante la primera respuesta de Ginevra.
La nueva expresión de ella era mucho más convincente -Bien, ¿por dónde empezamos? Intentaré conseguir un momento de Lord Rhys. Haré lo posible, aunque no puedo asegurarlo. Si se te ocurre alguna buena excusa soy todo oídos, lo conoces mejor que yo. ¿Dónde lo llevo para reunirnos?-
Ella iba a ir a las Mazmorras. Tenía que hablar con el dragón, cara a cara.
- Yo iré a las Mazmorras. Cuando apartes a lord Rhys, búscame, pero no entres: allí está Viserys Targaryen. No quiero que te vea.
Más valía extremar precauciones. La segunda cuestión era más difícil. Debía ser algo casual, que al escucharlo no despertara la alarma, pero que si justificara su ausencia. El lugar más cercano y seguro que conocía para hablar cerca de ese punto era el sótano, en las criptas. Se cruzó de brazos y se llevó un dedo a la sien, pensando.
- Ante todos di que llegó un mensajero sobre un invitado que se encuentra en la posada. Demasiado impersonal, y di que le viste indumentaria sureña, si alguien pregunta algo, pero que es urgente para que puedas apartarlo pronto sin mayor explicación. Pero en privado dile que lo veré en la cripta de Richard Risefeller.
Asintió. -Entonces cuando esté a solas con él le diré que lo verás en las criptas y mientras tanto voy a buscarte a las mazmorras. ¿sí? ¿O me quedo con él en las criptas?
Lo pensó un segundo. No le gustaría que el Targaryen lo viera, pero tampoco tendrían tiempo que derrochar. Deseó tener alas... o quizá, las tenía rotas. Como el dragón, que herido tras tantas batallas se arrastró por el suelo, ciego, pero con el oído fino y husmeando en el aire por sus hermanos.
- Búscame, para saber que tengo que ir a su encuentro.
Se levantó, pero antes de irse... lo abrazó. En uno de esos abrazos que ella no derrochaba, y que por eso significaban más.
- Gracias. - dijo por primera vez aquella palabra en mucho tiempo. Y con una última mirada, ella se fue a enfrentar al dragón que sin alas se movía como una serpiente.
Nos separamos!
Sebastian se sorprendió ante el abrazo. No se lo esperaba y tardó en reaccionar, pero acabó devolviéndolo. Asintió -Igualmente.- Sonrió levemente y se marchó en dirección al Gran Comedor.
Sebastian va de los Jardines Traseros al Gran Comedor
Es de noche y está muy oscuro, está diluviando y cualquier intento de encender una antorcha fracasa y se apaga.
Al dirigirse hacia el lugar donde debía estar el cuerpo de Lady Myriah no lo encuentran. Hay restos de cristales y sangre diluida con el agua, pero ni rastro de su cuerpo. ¿Verdaderamente había muerto o alguien se habría llevado el cadáver de la Señora?
Alester se había sentido en tensión de camino de la capilla a los jardines. Había esperado complicaciones y reacciones de incredulidad e inconformidad cuando anunciara quién era, pero no había esperado esa sucesión de acontecimientos. Una madre suicida, algunas hijas en cuya mente solo estaba casarse por encima de lo ocurrido con sus padres. Y él temía por la vida del maestre. ¿Quién sabe lo que podían hacer ciertas personas para evitar que él tomara lo que es suyo? Aunque él fuera a conseguirlo tarde o temprano, lo último que quería era ver al hombre que tanto lo había apoyado asesinado por la causa.
¿Me habrán hecho caso los guardias?, se preguntaba una y otra vez, con el ceño fruncido.
Caminaba mirando a todas partes, sospechando que alguien pudiera atacarlo incluso a él mismo. Sabía que Alyra estaba armada, pero alguien que los pillara desprevenidos tenía mucha ventaja.
- ¿Conocéis mucho a Ser Mordred? –le preguntó a Alyra, pues le había sorprendido esa complicidad procedente de un hombre que tanto odiaba a esa familia-. No lo veía desde la guerra, buen soldado. Sé que tomó cargo de las tropas de vuestro padre, pero ignoraba que, desde entonces, hubiera pisado por la Fortaleza, teniendo en cuenta… sus diferencias con Lord Rhys –dijo, usando palabras más suaves de las que tenía en mente.
Salieron a la noche lluviosa. No había amainado ni una pizca desde que comenzara la tormenta a media tarde. Si acaso, la lluvia se había hecho más fiera. Eso, unido a la hora que era, no hacían posible caminar con facilidad por el jardín. A los dos segundos, las ropas estaban empapadas y sentía sobre su piel el frío del agua.
Siguió a Alyra, pues ella sabía bien por dónde había tenido que caer el cuerpo. Cuando estuvieron cerca, Alester miró hacia arriba. Vio la ventana rota de la capilla, pero en el suelo no vislumbraba ningún cuerpo. ¿Cómo era posible? Miró a Alyra con el entrecejo fruncido, lleno de confusión. Se acercó aún más, agachándose, y distinguió pequeños cristales y hierba ligeramente teñida de rojo, aunque la sangre había quedado bastante diluida con la lluvia.
Pero no había ni rastro del cadáver.
Se puso de pie y caminó unos metros alrededor. ¿Sería posible que el cuerpo hubiera rodado al caer? Cuando comprobó que su suposición tampoco había sido cierta, se paró ante Alyra.
- No lo comprendo. ¿Quién puede habérselo llevado? Nos habríamos cruzado con esa persona de camino –dijo, casi a gritos, pues el estruendo de la lluvia hacía difícil escucharse. Aunque esa opción era solo posible si dicha persona hubiera tenido la intención de llevar el cuerpo a la capilla. Pero ¿quién podría querer ocultar el cadáver de la mujer? ¿Qué conseguían con eso?
Lo siento, mi señora. Dijo Marvin al tiempo que salía junto a ellos de la capilla. Pero si verdaderamente su padre está muerto y con el suicidio de vuestra madre... yo... Estaba claro que para Marvin el duro golpe de la Señora había sido horrible. Decidle a Mira que la quiero, que si necesita algo estaré en la posada de mi hermano, y a vos, seguro que sois una gran señora y... bueno... espero que podáis haceros cargo de las arcas de la Casa Vaelys, habéis aprendido bien y si finalmente no sois la heredera podréis hacer de castellana y encargaros del dinero, estoy seguro que lo haréis mejor que yo.
Cuando veais a vuestra madre decidla... en ese momento se quebró su voz y Marvin Curton salió corriendo tras la puerta de la fortaleza. Otro más que abandonaba la Fortaleza de Sangre.
Marvin los detuvo, para Alyra no fue desconocido la extrema conmoción que le produjo la noticia, pero lo que comenzó a balbucear la dejó pálida, temblando como un papel, pues sentía una mezcla de pena, rabia y decepción pues era verdad lo de la ilegitimidad de una de sus hijas, pero eso no era lo relevante, sino que su madre había cometido la idiotez de ponerlas a todos en peligro, a todas por un revolcón y de seguro en venganza a lo que hacía su padre. Apretó los puños y su rostro mostró aquella cólera que sentía incluso encontrar de su amigo y maestro que no le permitió replicarle nada, porque salió corriendo a pesar de que Alyra avanzó hacia él e intentó llamarlo sin que Marvin la escuchara. Alyra se giró sobre sus talones y miró a Alester, pobre, se encontraba con toda esa mierda, así, de golpe y porrazo, lo que le hizo sentir una vergüenza galopante que mantuvo sus mejillas sonrojadas. Por mucho que fuera su prometido, apenas se conocían un par de horas, si es que así podría decirse y Alester ya se encontraba con todo los pecados de los Vaelys.
— nadie debe saber sobre lo que Curton dijo, nadie, nunca, quizás a Mira se lo cuente en algún momento, pero ella no debe saberlo ahora, es demasiado pequeña como para entenderlo y no es el momento — Alyra habló en un susurro compungido, con su mano en su pecho, sumergida en la angustia de saber que su hermana y todas las demás, podrían ser despojadas de su honor y de su nombre si aquello se sabía.
Ambos siguieron caminando por los pasillos hasta salir al jardín, Alyra no iba tomada de él, era testaruda y mantenía esa postura firme y seria, incluso cuando le preguntó sobre Mordred aunque cuando el hombre levantó la voz tras lo ocurrido con Marvin, Alyra suspiró y se giró hacia él, deteniendo un poco la marcha.
— él... es.. digo, fue, mi maestro de armas, me entrenó luego de que volvió de la guerra, John ya no podía enseñarme y la salud de mi padre fue debilitándose cada vez más, aunque antes de la guerra también me dio instrucción, él es lo más cercano que tengo a un padre, por eso me dolió tanto escuchar a mi padre acusándolo de traición, de odiarlo, y pensar que puede estar detrás de todo esto... realmente me deja sin palabras, la verdad es que ya no aguanto más Alester, quiero que todo termine de una vez más, pero ahora Marvin ha puesto el peso de las finanzas en mí, pero si Astrid se hace la heredera, dudo que quiera que tome ese cargo — eso le hizo chocar contra una posibilidad, una cruenta posibilidad, desconfiaba de su hermana, aún los rumores de que ella sea la culpable de todo aquello seguía con mucha fuerza, y después de todo lo acontecido, se había dado cuenta que todos rumores algo de verdad tienen — Alester, si Astrid toma la regencia de la casa, incluso sobre tu propio derecho porque no podemos probarlo... deberemos escapar, lucharemos desde fuera por recuperar la fortaleza, pero no podemos quedarnos, Lady Astrid no tiene corazón, por eso tantos sirvientes me ayudaron e intentaron, incluso ahora, para ser regente de esta casa, porque saben que ella los llevará a la perdición... — tomó sus manos con fuerza, temía por la vida de Alester y luego de las promesas realizadas, quería confiar en él, por eso, se agachó, e hizo el mismo gesto que hizo antes con Lady Bernard, pero ahora con su otra pierna, en donde sacó otro puñal, gemelo del que le entregara al menor de los Risefeller, — tome, estamos en peligro, sobre todo usted, por eso debe protegerse, y yo lo defenderé también, es mi prometido —.
Salieron al jardín y Alyra volvió a tomar la vanguardia del grupo, buscaban a la señora de la casa, o más bien su cadáver. La lluvia arreciaba con violencia y la joven Vaelys iba sin capa alguna, así que el agua pronto comenzó a empaparla por completo, pero Alyra no retrocedió ni se intimidó por un poco de agua, debía llevar el cuerpo de su madre a la capilla para su responso, pero las circunstancias habían decidid no dejar de reírse de la joven que contemplaría impávida cómo estaban los rastros de aquella caída, incluso la sangre que comenzaba a diluirse por la lluvia pero no el cuerpo de su madre. La joven cerró el ceño y todo se hizo más lento y alejado, mientras intentaba encontrar alguna explicación lógica a aquello.
— búsquenla, por todos lados, no dejen piedra sin levantar... que todos los sirvientes, criados, todo el que esté en esta fortaleza debe buscar a la señora de esta casa, quien se la llevó sólo pretende hacer cundir el pánico — les dice a los guardias que estaban con ellos y que los habían seguido cuando los vieron ir hacia la torre por petición de la joven, ahora, los enfrentaba a ellos y les daba una orden directa — no deben piedra sin mover, escondite sin revisar, debemos encontrala— les dice a los hombres, y vuelve a mirar a Alester, él la puede ver más pálida que nunca, con los labios azulados, y el vestido empapado y que se apegaba a su cuerpo.
— está muerta y alguien se la llevó — le asegura, pues, el estar viva era irracional y el sólo planetario podría despertar la superchería de los guardias aunque era una posibilidad que de todas formas no descartaría. La otra opción y la más obvia es que se la llevaron, ¿quién?, ¿Evan como venganza?, eso era estúpido, no expondría a Mira a eso, ¿Mordred? no, él y Marvin lucían sorprendidos con la noticia. Podría haber sido cualquier, pero la pregunta más importante era el porqué, ¿por qué hacer desaparecer su cuerpo?. ¿apurar las bodas?. Astrid...
— ayudarme a revisar la pared, puede haber un pasaje o algo — ahora comienza a rodear la muralla, tanteando con las manos, pero con la lluvia y la oscuridad era una tarea imposible, incluso poder rastrearla y ahí Alyra perdió la compostura y golpeó con ambos puños la roca — mierda... — era una terrible palabra para una dama de alcurnia, como ella, pero no estaba para guardar composturas, no tenía ni las fuerzas ni el control — ya... ya basta... ya basta... — afortunadamente estaban ya solos, cuando Alyra se desmoronó y terminó de rodillas ante los vidrios rotos y la sangre de su madre que ya desaparecía. — ya quiero que pare... — con los puños en el suelo y el agua cayendo con más rabia sobre ellos, sólo podía contemplar el lugar donde debería estar su madre y alguien se la llevó para hacerlos sufrir.
Las palabras de Marvin dejaron helado a Alester, que no imaginó que él fuera a renunciar a su puesto. Por cómo habían hablado esa mañana, el caballero supo lo mucho que apreciaba el castellano ese puesto. Escuchó la petición de Alyra, pero no llegó a comprender bien a qué se refería. ¿Lo de Curton? Entonces, en su mente fue uniendo hilos hasta llegar a una conclusión: Los rumores eran ciertos… a medias.
- Sabía lo de Lady Mira, pero me habían dicho que su padre era John Kalhan. Una lástima, por lo poco que he hablado con él, lo consideré un buen castellano –dijo, negando con la cabeza, al pensar que habían perdido no solo a alguien que claramente abogaba por ellos como señores, sino al primer amigo… No, no había llegado a amistad. Al primer aliado que había hecho en la Fortaleza-. Debéis saber, de todas formas, que no soy el único enterado. Hay más personas que saben la situación de tu hermana. Así que yo hablaría con ella cuanto antes. Mejor escucharlo de tu boca que de un rumor malintencionado –le aconsejó a su prometida. Aunque, en última instancia, era ella quien debía decidir cómo actuar con respecto a su hermana.
Alester asintió a la explicación de Alyra sobre su relación con Ser Mordred. Claramente había sido una profunda puñalada la que había debido de recibir al escuchar tales sospechas sobre alguien a quien consideraba un padre.
- Siento mucho cómo ha salido todo. Como te comenté antes sobre Ser Tyler, aprecio mucho a mis antiguos compañeros de armas. No me gusta pensar mal de ellos y él fue uno de esos compañeros. Por eso nunca sospeché nada –dijo, llevando su mente a la noche anterior-. De haber imaginado… Anoche lo vi en la taberna lanzando pestes sobre tu padre. Pero estaba borracho. Pensé, simplemente, que hablaba por hablar. Todos los presentes lo pensamos, nadie imaginó que querría venir aquí para atacar a nadie.
Negó con la cabeza. Tal vez ni siquiera era cierto que Ser Mordred hubiera atacado a nadie. Como les había avisado Marvin hacía unas horas, era una simple sospecha. Ninguna prueba concreta lo señalaba como culpable de nada. Y había parecido realmente preocupado por el estado de Alyra. Alester no sabía qué pensar. Pero no dijo nada más al respecto, simplemente pasó a reconfortar a la joven sobre su futuro.
- Escaparemos, sí. Pero mantengo la esperanza de que las últimas palabras de Lady Myriah hayan hecho efecto sobre alguien. Ella confirmó que yo sería el heredero, por tanto poco debería poder hacer Astrid –Frunció de nuevo el ceño. La primogénita de Lord Rhys había resultado ser una complicación mucho mayor de la que había esperado-. De ser ese el caso, huiremos a Marcaceniza, no te preocupes. Allí no podrán hacer nada. Además, por lo que tengo entendido, tu hermana ha perdido el favor de Lord Lannister hace tiempo, mientras que toda mi familia y yo lo seguimos manteniendo. Su regencia no durará mucho, tenemos la razón de nuestra parte –le aseguró.
Sorprendido vio cómo Alyra sacaba un segundo puñal de entre sus ropas y se lo entregó. Lo tomó, asintiendo con la cabeza, y se lo guardó bajo la manga de su brazo izquierdo, listo para ser tomado si se presentaba la ocasión-. Eres una caja de sorpresas. No había visto a nadie tan preparado en su propia casa… ni siquiera durante la guerra –dijo, con un tono de elogio en su voz.
Pero el asunto que más preocupados los tenía, la desaparición de Lady Myriah, no se iba a solucionar con un simple puñal. Era un misterio tan grande que la mente de Alester quedó completamente bloqueada. Alyra daba órdenes a los guardias, algo que era más adecuado dejárselo a ella por ahora, pues él aún no había sido nombrado señor y puede que los soldados tomaran mandatos con mejor actitud si procedían de la joven.
- Sí, está muerta. La vimos morir –confirmó, asegurándose él también. Ese día había dudado sobre la existencia de un mundo más allá del terrenal. El fantasma que vio, la curación tan repentina de los males que asolaban a las hermanas. Pero eso iba más allá de todo lo que uno podía creer. La mujer había caído desde una torre. Un primer piso, cierto, pero no dejaba de ser una locura pensar que hubiera podido sobrevivir, levantarse y salir de allí sin decir nada.
Ayudó a Alyra a revisar las paredes, pero estaba tan oscuro y la lluvia era tan fuerte, que apenas veían nada.
- Tranquila. Los guardias la encontrarán. Nadie puede huir con un cuerpo tan fácilmente –le aseguró. Se agachó ante ella, le tomó de las muñecas y tiró hacia él, abrazándola con fuerza mientras la lluvia no paraba de caer sobre ellos. Apoyó el rostro de la muchacha sobre su hombro, mientras le acariciaba el cabello mojado con una mano y, con la otra, la agarraba de la cintura. Durante unos segundos permanecieron así, aún de rodillas sobre el suelo, hasta que al final se apartó de ella y dijo:- Haremos que pare, ¿lo has oído? Haremos que pare.
Se levantó, ofreciéndole su mano a Alyra para ayudarla a ponerse de pie.
- Volvamos a la capilla. Estarán esperando el cuerpo y tendrán que saber de su desaparición.
* Me había olvidado de Marvin. u.u'
**¿Al final los guardias no siguieron? Sé que tú les dijiste que nos acompañaran, pero no sé si te han hecho caso. xD
Que la abrazara así no se lo esperaba o mejor dicho, no esperaba sentirse como se sintió, con el corazón acelerado pero esa primera impresión fue menguada por la desesperación, sin embargo, se acomodó contra su pecho, con su mejilla en su hombro, y comenzó a temblar, sentía frío y pena. Sus brazos se levantaron y cruzaron entorno a la espalda de Alester, apegándose con fuerza a él, con mucha fuerza, pues en ese minuto, Alester, aquel hombre al que uniría su vida pero del que apenas conocía algo, era lo más cercano a un aliado y a un amigo, a un salvador en medio de ese caos. Alester era su salvador, pues, pudiendo escoger casarse con cualquiera, incluso con la misma Astrid, la había escogido a ella.
— sí... debemos volver, debemos — se separa de ella y Alyra lo detiene un poco — avisar a mis hermanas, y unirme a la búsqueda de mi padre y de madre, Lenia debe estar haciendo eso eso — se pone de pie, y se aferra a su brazo, buscando su apoyo — aunque deberé pasar a mi cuarto, necesitas más armas, — vuelve a mirar los vidrios rotos, y se muerde el labio inferior.
— ¿Astrid perdió el favor de los Lannister?... eso no lo sabía, ¿madre lo habrá sabido? — comenta mientras se alejan de ese lugar, Alester tendría que contarle algunas cosas, como ella también tendría que contarle.
Alester se puso en marcha hacia el interior. Poco parecía importar la lluvia a esas alturas, pues tan empapados estaban que más agua sobre ellos no podía empeorar su situación. Aun así, intentó llevar un ritmo ligero para entrar cuanto antes a remanso.
- A tus aposentos no creo que te pueda acompañar, no si los soldados aún cumplen las órdenes de tu madre de no dejar entrar en la Torre a nadie que no sea de la familia –le dijo a Alyra, no muy convencido de que fueran a hacerle caso tan pronto-. Aunque puedo esperarte abajo.
Su cara reflejó el asombro que sintió cuando escuchó que Alyra no tenía ni idea de la relación que mantenía su familia con la casa más poderosa de Poniente.
- ¿Tu madre? Claro que lo sabía, fue ella misma quien me lo dijo… No de muy buenas formas, debo añadir –dijo, recordando los malos modales que Lady Myriah había tenido con él incluso desde antes de saber su identidad-. Cuando me presenté ante ambas, quise entablar conversación con Astrid, para conocerla y, sabiendo que había pasado una temporada en Roca Casterly y recordando que Lord Lannister la había mencionado un par de veces en aquella época, saqué el tema. Tu madre me miró como si hubiera querido sacarme a patadas de la Fortaleza y me dijo que ya no tenían relación con los Lannister, que tu hermana fue repudiada por ellos cuando… cuando comenzó el tema de la maldición –le explicó a Alyra, sorprendido de que no conociera la historia de su propia hermana.
- Sinceramente, no creo que ese fuera el motivo -continuó, en referencia a la maldición-. Conozco a Lord Tywin y no es un hombre dado a las supersticiones. Es posible que tuviera que ver con el hecho de que Lord Rhys no acudiera a su llamada a las armas durante la guerra -opinó, mientras seguía caminando hacia el interior-. Aunque no puedo estar seguro de ello, me parece la opción más probable.
Cuando quieras, pon adónde prefieres ir ahora, si a la Capilla o a la Torre del Fénix (para dejarlo cerrado antes de fin de turno). A mí me da igual, lo dejo a tu elección.