- Señor, ante su reiteración a ignorar mi petición y abrir la puerta, me veo obligado a entrar de todos modos.- Aviso John y comprobó si la puerta estaba cerrada del otro lado en un intento civilizado de abrirla.
De no ser posible procedería a cargar contra la madera y tirarla a bajo si era necesario pero esa rata blanca no se le escaparía.
En su mente concebían tres opciones. Que estuviera y les ignorase por arrogancia o por dormir profundo cual oso invernando. Que se hubiera escapado antes de su llegada o que estuviera muerto. Ninguna de las tres era deseable mas hasta no abrir la puerta todo era conjeturas.
La puerta del dormitorio de Viserys estaba cerrada con pestillo. Justo en el momento en que Ginevra llegaba con refuerzos, el ayudante del mayordomo se dispuso a cargar contra ella. El pobre tullido aún pensaba que estaba en la misma forma que antes de ir a la guerra. Y entre la cojera y que estaba manco, más que derribarla, se dio un topetazo contra la puerta, hiriéndose el único brazo bueno que le quedaba.
El golpe resonó por toda la estancia. Y fue entonces cuando se escuchó una voz somnolienta. ¿Quién llama? Preguntó Viserys. Unos segundos después, se escuchó el sonido del cerrojo, abrió la puerta y se le pudo ver vestido con lo que sería el pijama de la época. Aún así, Viserys Targaryan lucia hermoso como solo él lo era. ¿Qué queréis?