Escuchó las palabras de Mordred y tomó la botella para dar un sorbo. No estaba muy de acuerdo con el olor de la muerte de un valiente, en el campo de batalla caerían muchos de esos y dudaba que el olor fuese agradable, mas bien lo imaginaba apestando a sudor, tierra mojada, orines y sangre. Sin embargo aquel era quien iba a comandarles en la batalla y no deseaba parecerle un eslabón débil.
-Por la victoria- brindó sin mucho ánimo, pues él ya se sentía perdedor, el dolor por la pérdida ya estaba instalado en su pecho. Después pasó la botella a quien la quisiese, tampoco era plan de acudir borracho o resacoso a su primer combate real.
Observó a Mordred, no le conocía demasiado, o casi nada, y si debía confiar en su buen hacer y en su persona era menester cambiar eso.
-Y vos, Ser Mordred ¿De Dónde habéis dicho que erais?-
Perdona que tardase. Espero que lo pases muy bien con nosotros por aquí y en la partida. ^^
Mordred, como cada vez que se dejaba llevar por ese extraño espíritu poético que a veces le poseía, se quedó un rato absordo mirando las llamas. No estaba completamente borracho, pero él mismo reprendería a un soldado que estuviese en su mismo estado. ¿Pero qué debía hacer antes de la batalla? ¿Dejarse llevar por pensamientos oscuros? No, Mordred prefería festejar, pues nadie podía asegurarle que no iba a ser la última ocasión que tuviese de hacerlo. Perdido en sus propios pensamientos, escuchó la pregunta de Tyler de forma lejana. Miró al caballero un instante, como asegurándose de que le hablaba a él. Después volvió a girarse hacia el fuego.
- Más allá de la Fortaleza de Sangre, a dos días de camino a caballo siempre hacia el oeste, se extiende un bosque de árboles oscuros. Ningún río cruza el camino, pero dos lo acompañan durante algunas millas. Y después, se abre la verde campiña frente a la loma donde se alza la Torre de Rowain. Allí mi familia ha vivido por tres generaciones, y mis hijos han de ser la siguiente. -inspiró sonoramente y se recostó, apoyándose con el codo en el suelo.- No es una Casa grande, pero nos enorgullecemos de nuestro arrojo y nuestro ojo para la batalla. Y que la Casa Lannister me haya puesto al frente de estas fuerzas será para mí un honor difícil de igualar con cualquier otra hazaña que los años me permitan acometer. -pareció entonces despertar de un duermevela y miró al resto con una sonrisa. -¿Y qué me cuentan el resto de caras aquí presentes? ¿Vienen todos por parte de Vaelys?
Mordred parecía callarse algo, pero él mismo se olvidó de ello al momento. Conocía a alguno de los hombres allí sentados, al menos de vista, y la pregunta de Ser Tyler daba pié a que todos hablaran de forma relajada por un rato, antes de que el lóbrego pensamiento sobre el día que les esperaba volviera a ellos.
Gracias! Por cierto, en tu mensaje has olvidado a Edric Colina.
La muerte… La muerte tiene muchos olores en las leyendas. En la vida real es siempre el mismo. De eso estaba seguro. El viejo noble, el niño pobre, la doncella virginal, el soldado encolerizado. En vida su olor era muy diferente. Pero cuando el final llegaba, daba igual cuánto sudor, mugre o perfume te hubiera rodeado antes.
Alester seguía mirando al fuego, escuchando frases sueltas que el resto de los caballeros pronunciaban, sin prestar demasiada atención a ellas. Vio cómo alguien, no supo bien quién, levantaba el vaso para brindar y él hizo lo mismo. Pero sus ojos continuaban fijos en el fuego, como si un hechizo los hubiera cautivado.
Escuchó la pregunta de Ser Mordred, aunque de nuevo no supo identificar al dueño de la voz, y entonces sí que despertó de su letargo.
- No, Ser. Yo represento a mi casa, a los Marbrand de Marcaceniza. Lord Lannister nos llamó a la batalla y no dudamos en venir –Observó a lo lejos a varios soldados con su emblema. Todos compañeros, todos caras conocidas. Y tal vez todos perecieran al día siguiente. Pero eso ya lo sabían y, aun así, ahí estaban. Ninguno había vacilado cuando los convocaron; al contrario, todos se llenaron de energía e ilusión por demostrarse a sí mismos. Su tío se había sentido orgulloso de las tropas y Alester también.
- Aunque para la mayoría de nuestros soldados será su primer combate –Tal vez esa era la razón por la que se habían mostrado con tanto entusiasmo-. Y el mío también.
Mordred alzó la mirada al oir el último comentario de Alester. Se perdió en sus propios pensamientos un instante, recordando tiempos que ahora le parecían muy lejanos.
- Es un placer saber quién sois -dijo con un cabeceo hacia Alester-, y un honor especial ser vuestro comandante en vuestra primera batalla. Si me permitís... -en su cara se dibujó una media sonrisa entrañable, pues bellos recuerdos le volvían a la mente.- Os dedico las palabras que me dijo mi padre cuando lo acompañé en mi primera batalla. Me dijo: "Confía en tu espada, hasta que tu mano dolorida no pueda sujetarla. Confía en tu escudo, que ve peligros que tú no ves. Confía en tus hombres, y su aliento cerrará tus heridas. Pero por encima de todo confía en tu valor, y solo así podrás ver la luz de un nuevo día."
Se quedó de nuevo en silencio, visualizando aquella escena como si estuviera sucediendo delante de sus ojos, como si pudiera ver una versión más joven de sí mismo frente a la figura de su padre, ambos vestidos para la guerra, ambos portando los colores de su Casa. Se giró de pronto, saliendo del embelesamiento con una sonrisa.
- Ya ven de dónde me viene la vena poética. -y sin tapujo alguno se echó a reir sonoramente. Tras cesar la risa, aunque aun sonriente, se volvió de nuevo a Alester.- Mañara haremos que se recuerde por mucho tiempo la primera batalla de Ser Alester Marbrand de Marcaceniza.