El día llegó pronto para Lady Myriah, pues aunque descansó profundamente, su mente la despertó y ya no pudo volver a dormir, con lo que se puso con los preparativos, en vez de mantenerse en el lecho conyugal. Había dormido profundamente, tanto que ni siquiera tenía claro si su esposo había descansado bien o había tenido accesos de tos, pues nada había interrumpido su sueño.
Comenzó a preparase colocando el vestido que había seleccionado para la ocasión, harto laborioso y que requería de bastante tiempo para disponer adecuadamente todos los adornos y repliegues, y después procedió al peinado y maquillaje, ritual que normalmente se hacía con la ayuda de las doncellas, pero ese día en el que había amanecido tan temprano lo realizó en soledad y silencio, con delicadeza y con la mente puesta en todo lo relacionado con la fiesta.
Todavía tenía la sensación dulce que la adormiló tras la conversación con su hija.
Para cuando hubo terminado el resultado obtenido era más que notable, por muy crítica que fuese consigo misma siempre que la ocasión lo requería, ningún fallo consiguió encontrar en aquel momento, hecho que le hizo sonreír ampliamente frente al espejo.
Le fue devuelta la imagen de una mujer madura, muy hermosa todavía y tremendamente segura de sí misma.
Con cuidado para no despertar a su esposo salió de los aposentos del matrimonio, en dirección a la habitación de sus hijas, empezaría la rutina por las medianas, Astrid se bastaba y se sobraba.
en el cambio de turno, a la habitación de las hijas Alyra y Lenia
El señor se despertó y cuando miró ya no estaba su señora. El hecho de que su señora hubiera expresado su rebeldía con la petición del maestre de ponerse bajo la custodia del Señor no fue entendido por la señora y perdió su compostura. Hecho que no era muy digno de que mostrase sus verdaderos sentimientos en público ya que en las cortes, palacios y demás se ocultaban las verdaderas intenciones con el motivo de no herir el sentimiento de aquellos que pedían audiencia con el señor de la casa.
La actitud de la señora en el enclave no fue de el agrado del señor. Ahora por la mañana se despertó y ya la señora se había marchado. Hacía mucho tiempo que la situación seguía de esa forma como si no tuviera mujer. Hecho que desmotivó al señor y notó la rebeldía que había extendido a sus hijas con el cambio de religión y demás.
Se adecentó como siempre y se puso la vestimenta adecuada y aunque no era el traje para la fiesta poseía los ornamentos suficientes para distinguirlo como señor del castillo. Abandonó la estancia no sin antes mirar por la ventana del dormitorio y cerciorarse que todo estaba tranquilo después encaminó sus pasos hacia el gran comedor.
Lord Rhys se dirige al comedor.
Llegó sin resuello hasta la habitación de los Señores, donde esperaba encontrar a lord Rhys, quien no parecía estar muy presente en un día en el que debía ser la cara visible de la familia Vaelys. Desconocedor de si sería por cuestiones de salud o por otras cuestiones, Marvin llamó a la puerta del dormitorio con la intención de comunicar que había llegado el momento de ir a almorzar con los invitados, tal como había ordenado la Señora de la Fortaleza, lady Myriah.
- Mi Señor, mi Señor - llamó con ímpetu a las puertas, golpeando con energía para ser escuchado o para despertar a alguien dormido al otro lado.
Dejo pasar unos minutos antes de volver a insistir. Era preferible resultar molesto a no cumplir las peticiones de su Señora. Incluso una tercera vez intentó recibir respuesta del interior, cosa que no llegó.
Al darse cuenta de que no había nadie, el castellano decidió salir a probar suerte en otro lado.
Marvin Curton sale de escena.