Partida Rol por web

-Sloth, muchacho, como te encuentras?-Ginevra Blackwood había irrumpido en la sala de reuniones avisando de que el criado jorobado había caído enfermo, sin embargo allí estaba.

-Deja que te vea, a ver...-Caelus examina a Sloth, especialmente buscando señales de que pueda haber sido afectado por la misma enfermedad que afecta a los demás varones del castillo.-Bueno, bien, bien, no te preocupes te daré algo y pronto te sentirás mejor. ¿Te gustan los pájaros, Sloth?

—Sloth se encuentra mejor, Maestre. Sloth no cree que el Maestre deba preocuparse por él. Sloth aún se encuentra un poco mareado. A Sloth le quemaba la piel de debajo de la piel. Puede que Sloth comiera algo que no debía. Ya no duele, pero dolía. Sloth ya está bien —intentó mostrar una sonrisa, lo cual resultó imposible, su boca tendía a torcerse se forma inquietante —.Sloth está algo cansado, pero Sloth puede ayudar. No deje a Sloth de lado porque la enfermedad de Sloth. Sloth es fuerte. Sloth le ayudará—le miró a los ojos, de forma directa, desde su baja posición —. Estoy contento—otro atisvo de sonrisa.
Ah, pájaros, pájaros. Sloth había soñado muchas veces en tener alas, volar, surcar los cielos, lejos de la tormenta, por encima de ella, como un rey de los cielos, como un pájaro más.
—Cuervo. Corvus Corax. Corneja. Familia pa-pa-pa...passeriforme, de los Corr...Corvidae—expuso, muy lentamente, como tratando de evocar unos recuerdos que alguien había colocado dentro de su cabeza hacía mucho tiempo.

La sala rectangular contenía dos hileras de impresionantes columnas a los lados. Se trataba de enormes pilares cuadrados hechos de roca maciza y con la peculiar arquitectura del castillo, elaborados con formas angulosas como si hubiesen sido tallados por los hachazos de un gigante. En las paredes había pinturas murales que, incluso descoloridas y envejecidas, recordaban los hechos históricos de la Casa Rhys. El suelo de La Sala del Consejo estaba recubierto de mosaicos muy caros, no como otras estancias que se recubrían de baldosas. La puerta de entrada era de roble y consistente. La estancia poseía techos altos con una gran lámpara y dibujos de un cielo estrellado. La gran mesa tenía sus asientos reservados para cada miembro del Consejo, frente a una serie de bancos para los invitados a las reuniones. Las ventanas al exterior tenían pesados cortinajes de terciopelo.

Evan entró con paso vivo. Llevaba la jarra de agua y una copa. Se detuvo en seco, sorprendido por no ver a Lord Rhys. -¿Ha ido a sus aposentos?- Preguntó a todos en general y a ninguno en concreto. Estaba casi seguro de que habría ido allí, pero era mejor asegurarse.

Cuando llegó el mayordomo, ya había partido el resto del consejo.

-Lord Vaelys está en la sala de reuniones con lady Ginebra. Si le buscáis, probad con ese sitio.

No tenía sentido permanecer allí, así que se despidió de Evan con un saludo entre formal y amistoso.

- Gracias-

Dijo a Marvin. Suerte que lo había encontrado a el, si no habría tardado mucho más en dar con Rhys, y para entonces el agua se hubiese vuelto a calentar.

Cuando hubo pasado el castellano Evan también salió.

La sala rectangular contenía dos hileras de impresionantes columnas a los lados. Se trataba de enormes pilares cuadrados hechos de roca maciza y con la peculiar arquitectura del castillo, elaborados con formas angulosas como si hubiesen sido tallados por los hachazos de un gigante. En las paredes había pinturas murales que, incluso descoloridas y envejecidas, recordaban los hechos históricos de la Casa Rhys. El suelo de La Sala del Consejo estaba recubierto de mosaicos muy caros, no como otras estancias que se recubrían de baldosas. La puerta de entrada era de roble y consistente. La estancia poseía techos altos con una gran lámpara y dibujos de un cielo estrellado. La gran mesa tenía sus asientos reservados para cada miembro del Consejo, frente a una serie de bancos para los invitados a las reuniones. Las ventanas al exterior tenían pesados cortinajes de terciopelo.

A Ginevra no se la había visto en ninguna parte. Ni los criados, ni la señora sabían dónde estaba. ¿Tal vez estaba reunida con Lord Rhys en el la Sala del Consejo?

- ¡Ginevra! ¡Ginevra! ¿Dónde estáis? Lydia os busca, Marvin os busca, Sloth os busca –Pero no estaba en la Sala. Sloth ya supo desde el momento en que entró que ahí no había nadie, pero sintió la necesidad de expresarse en voz alta y llamarla a gritos. Las palabras de Sloth retumbaban y hacían eco en la vacía y espaciosa estancia.

Un temor le invadió el corazón. Nadie parecía saber dónde estaba el ama de llaves. Y ella, no hacía ni un día, le había confesado que no se fiaba del maestre Caelus. Sloth tampoco confiaba en un curandero que no curaba. Si bien le había ilusionado ser su aprendiz, su ilusión se basaba en la confianza depositada en él por los Vaelys, en lo que podría aprender de los cuervos y en el tiempo que podría pasar vigilando a un posible traidor.

¿Y si el maestre había llegado a Ginevra? ¿Estaría el ama de llaves en peligro? Si así era… Ginevra era la única persona que había ayudado a Sloth a proteger a la familia. Sloth estaba asustado, pero no podía perder la esperanza. Sloth la buscaría en un lugar más y, de no encontrarla ahí, avisaría a alguien. Sloth iría a sus aposentos, aunque el jorobado no acostumbraba a pasarse por las alcobas de los demás a menos que se lo pidieran expresamente. Pero tenía que hacerlo, Sloth tenía que hacerlo. No entraría dentro, no hacía falta invadir su privacidad, pero llamaría a la puerta y Sloth esperaba que Ginevra le respondiera.

La sala rectangular contenía dos hileras de impresionantes columnas a los lados. Se trataba de enormes pilares cuadrados hechos de roca maciza y con la peculiar arquitectura del castillo, elaborados con formas angulosas como si hubiesen sido tallados por los hachazos de un gigante. En las paredes había pinturas murales que, incluso descoloridas y envejecidas, recordaban los hechos históricos de la Casa Rhys. El suelo de La Sala del Consejo estaba recubierto de mosaicos muy caros, no como otras estancias que se recubrían de baldosas. La puerta de entrada era de roble y consistente. La estancia poseía techos altos con una gran lámpara y dibujos de un cielo estrellado. La gran mesa tenía sus asientos reservados para cada miembro del Consejo, frente a una serie de bancos para los invitados a las reuniones. Las ventanas al exterior tenían pesados cortinajes de terciopelo.

Ya lo había terminado de decidir al llegar y ver que tampoco su Señor estaba allí. Iba a delegar esa búsqueda imposible en los sirvientes, usándolos a modo de sabuesos para encontrar a su "presa" imposible de hallar, Lord Rhys. Cierto sentimiento de congoja emergía más y más, a lo que también se unía una terrible hambre, llevando a Marvin a la peor de las sensaciones posibles para él: sentirse incapaz de llevar a cargo la tarea de Lady Myriah.

Recapacitó sobre dónde podría estar el señor de Fortaleza de Sangre mientras daba un paseo por la estancia. Se tomó unos momentos para mirar por las ventanas, no fuera a ser que lo viese por los jardines; tras ello, volvió sobre sus pasos para ir a buscar ayuda en los trabajadores de la casa para hallar al desaparecido cabeza de los Valeys. 

Al mirar por las ventanas, Marvin ve que la mayoría de invitados se encuentran en los jardines. Aún faltan varios miembros de la familia y del servicio, pero Lord Rhys tampoco se encuentra entre ellos. Además, al preguntar a los sirvientes por el Señor, parece que todo el mundo menciona que no sabe nada de él, que llevan bastante tiempo sin verle.