Alester recordaba lo que pensaba y sentía justo antes de embarcar en ese viaje. Y si alguien le hubiera dicho que en unos días estaría compartiendo una conversación privada amistosa con el príncipe de Dorne rodeados de cuervos, lo habría tachado de loco. Pues Martell era aliado Targaryen y enemigo de los Lannister. La guerra había acabado, pero las heridas aún estaban abiertas.
Sin embargo, contra todo pronóstico, ahí se encontraba el caballero de Marcaceniza. A punto de revelarle al dorniense algo que había sido incapaz de compartir con otros hombres más cercanos a él.
- Sé de vuestros viajes, mi Señor. Imagino la experiencia que habréis adquirido en ellos, todo lo que habréis visto, vivido, aprendido; y de vuestra formación como maestre. Aunque no llegasteis a terminar, imagino que tendréis amplios conocimientos de muchos temas. Más de los que tengo yo, sin duda –comenzó, sintiendo la necesidad de explicarse por haber acudido a él. Aunque esas explicaciones eran casi más para él mismo que para el príncipe. Lo siguiente que salió de su boca fue una pregunta tan directa que él mismo se sorprendió de lo fácil que salieron las palabras.
- ¿Creéis en la magia? ¿Creéis posible que, cuando alguien muere, parte de él quede en la tierra? Vos también oísteis a Lady Arryn la noche pasada. ¿Recordáis lo que dijo de… de que había… un fantasma? – ¡Cómo cambiaban las cosas! No solo respecto a sus interlocutores. Hace una semana Alester se habría reído de quien participara en una conversación sobre ese tema. Creía en los dioses, por supuesto. ¿Pero en magia, en los fantasmas? Todo tenía un límite. Ahora todas sus creencias se tambaleaban. Hasta ahora, estaba salvándolas achacando lo que había presenciado a una broma o a un momento de locura temporal. ¿Pero cuánto tiempo hasta que admitiera lo que había visto?
- Antes de que me llaméis loco, sabed que ya me lo he llamado yo. Solo quiero, según vuestra opinión, confirmar si lo estoy de verdad o lo que he presenciado es posible.
El dorniense escuchó en silencio las palabras de Alester. Eran las palabras de un hombre asustado por lo que había podido contemplar en aquella fortaleza. Oberyn nunca había sido un hombre con demasiada fe, creía en los Siete, mas las historias sobre magia y criaturas sobrenaturales que había escuchado en sus viajes a las Ciudades Libres sólo le parecían relatos con los que impresionar a los ponienti.
-La magia existe, Alester -coincidió el príncipe, pensativo, mientras buscaba las palabras adecuadas para expresar su opinión-. La magia es todo aquello que los eruditos no pueden explicar mediante una razón lógica. Pero si me preguntáis si creo en espíritus y almas en pena que quedan atados a un lugar, os diré que no, no creo en que eso sea posible. Sin embargo, tampoco creo que estéis loco. Sea lo que sea lo que habéis presenciado, ha de ser real, o tal vez sólo un truco para asustaros y hacer que abandonéis esta fortaleza sin comprometeros con una de las hijas Valeys. Están sucediendo demasiadas cosas en esta fortaleza, Alester, y me temo que muchas de ellas son provocadas. Puede que el fantasma que habéis visto sólo sea una artimaña.
Por extraño que pareciera, la opinión del príncipe relajó el ánimo de Alester. El hecho de que otra persona no creyera que había enloquecido fue suficiente como para que él tampoco lo creyera. Al fin y al cabo, uno siempre piensa que está cuerdo, son los demás quienes lo notan. Y, así, comenzó a ver el asunto desde otra perspectiva.
- La idea de la artimaña también me vino a mí a la mente. Pero no sé quién ha podido hacerlo. Lo vi fuera, a través de mi ventana, justo cuando un rayo iluminaba el exterior. Al oscurecerse de nuevo, desapareció. Y mis aposentos se encuentran en una cuarta planta… -No terminó su frase, pero el pensamiento quedaba claro. Cualquiera que quisiera gastarle una pesada broma, ponía su vida en riesgo.
- Sin duda ocurre algo extraño aquí. La voz y el mareo de Lady Lenya, el rostro de Lady Alyra, los accidentes de Fiona… Y no sé si lo mío también estará relacionado, pero dudo de que sea todo una coincidencia –Tantos misterios, tantas desgracias, todas en el mismo día. Es cierto que, hasta él, todas las víctimas habían sido habitantes de la Fortaleza. Pero tal vez no fuera él el único, tal vez algún otro invitado estuviera padeciendo algo y lo mantuviera en secreto.
- Podría llegar a entender que alguien quisiera matar a Lord Rhys, para que las hijas recibieran cuanto antes la herencia. Pero ¿atacarlas a ellas antes de desposarlas o a la criada? No tiene sentido. O la historia de la maldición es cierta –Por el tono de voz de Alester, deseaba que no fuera así, pues en ese caso poco podían hacer ellos contra la magia-, o alguien intenta sabotearlo todo por odio a la familia. No imagino a los invitados odiando tanto a los Vaelys y a sus hijas, a ellas casi ninguno de nosotros las conocíamos. Excepto los Risefeller, pero ellos son hombres honorables.
Repasó todo aquello que sabía o creía saber; todo aquello que había escuchado. Y hubo dos datos que le habían llamado la atención en su momento, pero que había olvidado por completo.
- No sé si alguna será cierta, pero hay dos posibles teorías. Antes escuché que han visto en varias ocasiones Evan y a Tiziano rebuscando entre los frascos del maestre –dijo Alester, intentando no acusar directamente a esas dos personas antes de averiguar nada más-. Y también recibí información de que… -Hizo una pequeña pausa, para medir sus palabras, pues era de sobra conocida la relación que los Martell tenían con los dragones-… de que los Targaryen que sobrevivieron a la guerra están usando magia negra para propagar enfermedades entre aquellos que apoyamos al Rey Robert. Y, según he oído, los Vaelys han invitado a Viserys Targaryen a la fiesta.
Lo que Alester decía resultaba extraño al dorniense. Por el estado de ánimo en que lo había visto a medida que avanzaba el día y la convicción con la que hablaba, Oberyn sabía que Marbrand no mentía sobre lo que había visto. Pero, ¿qué explicación lógica podía tener?
-Lo que visteis bien pudo ser un señuelo, un muñeco sujeto con cuerdas, e incluso un cadáver. Puede que lo sostuvieran como si fuera un títere. Solo sería cuestión de saber quién se aloja en la quinta planta. -El príncipe se frotó las manos, pensativo, mientras observaba a los cuervos-. Aunque tal vez no debamos descartar que lo que viérais de verdad fuera un alma en pena. Se cuentan muchas leyendas sobre esta fortaleza. Quién sabe cuántas de ellas podrían ser ciertas.
-Por la información que he recibido, al menos podría tratarse de tres saboteadores distintos y con distintos objetivos -dijo el dorniense, queriendo sincerarse con Alester-. Sospecho que alguien está envenenando a Lord Rhys y que tal vez lleve haciéndolo desde un largo tiempo. Por eso está cada vez más debilitado y ni siquiera se nos ha permitido verlo. De hecho, un confidente me ha revelado que uno de los invitados estuvo implicado con la muerte de mi hermana y que ha coaccionado a Lord Rhys, impidiendo que yo pueda reunirme con él. E incluso es probable que le forzara a que ninguno de los invitados pudiéramos acudir armados a la fortaleza. Algunos de los miembros del servicio están al tanto de esto. Por eso quería buscar a Evan Ross. Si hay alguien que pueda estar al tanto de este asunto y de quién está amenazando a Lord Vaelys, él tiene que saberlo.
-Y por otra parte, están las hijas Vaelys. Todas ellas han sufrido algún tipo de percance, pero estoy seguro de que no se trata de una rivalidad entre ellas. Tengo la sensación de que el saboteador que las está agrediendo es alguien distinto a quien coacciona a Lord Rhys. Lo más probable es que sea otro de los invitados, con ayuda de uno o varios de los miembros del servicio. Alguien lo suficientemente cercano a las hijas Vaelys como para echar veneno en su cena o impregnar a una de ellas con una toxina olorosa. El sospechoso más claro sería el maestre, pero no descarto que pueda tratarse del septón o el jefe de caballos. Debemos ser cuidadosos con Evan si hablamos con él, sabe más de lo que aparenta.
-También he oído sobre la presencia de Viserys en la fortaleza y la magia negra de los Targayren, aunque no he podido confirmar nada. Lo que sí puedo decirle, Marbrand, es que más de una de las hijas Vaelys sospechan que la enfermedad que se llevó al heredero Valeys hace años pudo no ser casual, sino provocada. Puede que la persona que está provocando una tragedia tras otra en esta Casa lleve unido a ella desde hace más de una década. No sé vos, pero yo no me fío lo más mínimo de Ser Edric, Ser Mordred y Ginevra Blackwood.
Alester asintió con convicción. El de Marcaceniza quería creer la primera teoría del príncipe y que su visión fuera solo fruto de un simple títere mezclado con la falta de luz y los vasos de vino que se había tomado durante el almuerzo. No había considerado esa posibilidad y era más factible que cualquier otra. ¿Quién se alojaba en los aposentos justo encima de los suyos? Eso tendría que averiguarlo en algún momento. Por ahora, prestaba toda su atención a la información que le proporcionaba Martell.
- ¿Alguien está envenenando a Lord Rhys? –repitió Alester-. Sinceramente, no me resulta tan sorprendente como debería. Si alguien quiere acabar con las hijas y evitar que se casen, lo lógico es que quieran acabar también con el padre.
Elia Martell. Alester siempre se mantuvo en silencio al respecto, pero en el fondo odiaba lo que la Montaña hizo con la futura reina y sus hijos. Esa violencia hacia inocentes le repugnaba y le traía dolorosos recuerdos. De haber sido él la mano derecha de Tywin Lannister las cosas se habrían desarrollado de otra manera. Pero tampoco podía condenarlo, no abiertamente. Pues él era un siervo leal y creía, o quería creer, que su señor, a quien admiraba, no tuvo nada que ver con ello.
- No quisiera descartar a nadie tan pronto, pues tiene sentido lo que decís. Pero con el maestre, temo que no soy imparcial. Lo conozco desde hace años. Me ayudó enormemente durante mi primer torneo, donde resulté malherido y le tengo cierto cariño. Os confesaré que él también me tiene el suficiente aprecio como para querer que sea yo quien se case con una de las hijas y suceda en un futuro a Lord Vaelys. Incluso se ofreció a ayudarme con ellas. Por eso me cuesta creer que, después de prestarme su colaboración, quiera sabotearlo todo de esta forma –pensar que la única persona en la que creía poder confiar estaba arruinando todo, desde los detalles más superfluos de la fiesta hasta el ánimo de las cinco muchachas, era sin duda desalentador.
- Respecto a Evan y al Septón, han tenido oportunidades y medios, si hacemos caso de los rumores. Pero ¿qué ganan atacando a las muchachas? –continuó, pensativo-. Tiziano es un religioso, no podría tomar el título, pero sí el mayordomo. Y solo tiene que desposar a una de ellas para conseguirlo. No es asunto fácil, pero ha tenido años para conquistarlas o para trazar con sus padres un acuerdo matrimonial. Al fin y al cabo, los padres no se oponen a que un miembro de su servicio se case con ellas.
Continuó dando su opinión sobre los nombres que había mencionado el dorniense.
- Edric Colina sin duda tiene motivos para ello. Y, por las miradas de Lady Vaelys y de alguna de sus hijas, tengo la sensación de que ninguna de ellas se fía de él –dijo, recordando el casi odio con el que le trataba la señora de la casa. Alester había escuchado que Lord Rhys lo consideraba el candidato perfecto para desposar a una de sus hijas, pero o el señor tenía una opinión muy distinta a su mujer o era un burdo rumor de alguien poco enterado.
- Por otro lado, Ser Mordred dejó claramente su opinión sobre Lord Rhys anoche en la posada. Pero la hostilidad de Ser Mordred parece proceder de la guerra, de la no-intervención de los Vaelys en ella; y esta familia lleva sufriendo pérdidas desde antes –observó Marbrand.
- A Ginevra no la conozco ni he oído nada sobre ella, por lo que no tengo opinión. Pero sí tengo otro nombre que aportar. Jhon Kalhan. No tengo nada demostrable contra él, pero, de ser cierto lo que he escuchado y si sé atar cabos, Lord Rhys tendría motivos más que suficientes para querer echarlo de la Fortaleza e incluso condenarlo a muerte.
-Por ahora, la posibilidad del envenenamiento de Lord Rhys sólo es una sospecha, aunque encajaría con el hecho de que cada vez esté más débil y ni siquiera haya llegado a poder conversar con él -dijo el dorniense, pensativo-. Hay tantos que podrían salir beneficiados con su muerte al comprometerse con sus hijas que es difícil teorizar.
-Tampoco yo creo que el maestre sea el causante de lo que ocurre, sino que más bien otros están dirigiendo todas las sospechas en su dirección. Como maestre, Caelus debe ser el mayor experto en venenos que se encuentra en esta fortaleza ahora mismo. El segundo sería yo. Si Lord Vaelys y sus hijas comienzan a dar muestras de estar siendo intoxicados con diversa toxinas, el maestre será el principal señalado y dudo que Caelus quisiera arriesgarse de esa forma. Incluso si pretendiera sabotear los compromisos de las Vaelys, usaría otros métodos menos obvios. -El príncipe se aproximó a uno de los cuervos, observando al ave con cierta curiosidad-. De Evan y el septón, en cambio, no estoy tan seguro de que sean inocentes. El mayordomo es un hombre que oculta muchos secretos y, por lo que he sabido, es el amante de una de las damas Vaelys, aunque todavía no he podido confirmar su identidad. Aunque el hecho de que Evan no haya contraído matrimonio todavía es algo que se me escapa. Quizá tenga objetivos distintos a los que pensamos.
-De Jhon Kalhan no conozco mucho, aunque los rumores que he oído de él no dicen nada bueno. Aparentemente también es o ha sido amante de otra hija Vaelys, aunque no sé si esto es real o sólo un rumor infundado.
Alester se alivió enormemente al escuchar que Martell no creía que Caelus estuviera detrás de todo. Le debía mucho al maestre, le devolvió su salud y le dio mucho apoyo. Esperaba que el resto de la fortaleza lo viera desde la misma postura que él.
- Caelus es lo bastante inteligente como para cubrir sus pasos –coincidió-. Respecto a Evan, he oído información contradictoria. Alguna de las jóvenes está interesada en él y, según me han comunicado, sería la mayor, Lady Astrid. Pero después de conocerla, me resulta casi imposible. Ella es el prototipo de dama; seria, ambiciosa y protocolaria. No la imagino compartiendo lecho con el mayordomo. Así que probablemente sea una de las menores. Si Evan no ha contraído matrimonio, o no la quiere y es un hombre noble que nunca se casaría sin amor; o estamos ante nuestro saboteador, alguien que no quiere desposar, sino destruir a las jóvenes.
Alester se sintió extraño hablando de tal forma de alguien a quien no conocía; todo lo que sabía de él era a través de rumores que ni siquiera sabía si eran ciertos.
Cuando escuchó lo que el príncipe había escuchado sobre Kalhan, Alester no pudo por menos que sonreír. Era tan absurdo imaginar a tal hombre con una de las jóvenes, que le era imposible tomarlo en serio.
- Quién sabe, milord. Lo que a mí me han hecho saber es que es la señora de la casa, Lady Myriah Vaelys, quien mantiene un romance con él –Incluso eso le parecía increíble-. De ahí mis sospechas.
En ese momento, un halo de comprensión inundó sus facciones, como si, de repente, todo encajara. Pero había que cuidarse con esa teoría, pues aunque tuviera sentido podría ser igualmente falsa.
- Hay algo de lo que me he enterado por varias voces y, aunque parezca una locura, tengo el convencimiento de que es cierto. Por el bien de las chicas, sería mejor que esto no se difundiera entre todos los invitados, por supuesto –Pausó dos segundos, antes de abordar el tema-. Una de ellas no es hija de Lord Rhys. No estoy seguro de quién, pues hay quien me ha dicho que es la benjamina y quien me ha dicho que es la primogénita. Mi instinto me dice que es Lady Mira, pero no estoy seguro. Lo que me ha quedado claro es que Lady Vaelys tiene un amante. Kalhan o cualquier otro. ¿Quién nos dice que ese hombre no está intentando sabotear a las demás muchachas, además de al propio Lord, para que solo él y su hija lo tengan todo?
-He oído el mismo rumor que vos sobre Lady Astrid y la relación que mantiene con el mayordomo -admitió el dorniense, con un gesto de asentimiento-, aunque tampoco yo le doy crédito. No obstante, sí que creo que Evan mantiene una relación con una de las hijas menores. Basándome en todo lo que he averiguado sobre ellas, solo podría encajarme que fuera Alyra.
-Respecto a Kahlan, tiene bastante sentido que mantenga una relación de amante con Lady Vaelys o que la haya mantenido en el pasado. También me ha llegado de que una de las hijas Vaelys es una bastarda y que Lord Rhys no es su padre. En mi caso, se me dijo que era Lady Astrid, aunque apuesto más por Lady Mira. Curiosamente, aparte de ese extraño tartamudeo, no parece que la joven Mira haya sufrido mal alguno durante el día de hoy, a diferencia de sus cuatro hermanas. No deja de ser un detalle, pero podría tener mucha más importancia que la que aparentaría en primera instancia.
Alyra… La joven también le había parecido toda una dama, casi tanto como Lady Astrid, pero dado lo que había conversado con las muchachas, también le parecía la candidata más probable para ser la amante del mayordomo, aunque solo fuera por descarte. Además, Alester la había encontrado indiferente a las atenciones de otros invitados, que habían llegado allí para intentar conquistarla. Si bien había sido la anfitriona perfecta, había sido solo eso para ellos, una anfitriona.
- Es cierto lo que decís, Lady Mira no parece haber sufrido ningún mal. Y ese tartamudeo bien puede ser fruto de la timidez y el agobio por que tantos caballeros desconocidos se encuentren a su alrededor. ¿Cómo creéis que debemos obrar, príncipe Martell? ¿Deberíamos buscar a Evan y a Tiziano primero o, tal vez, a Khalan? En cualquier caso, habría que actuar con la mayor discreción, todo esto no son más que suposiciones y, de extenderse los rumores, las que sufrirían son las muchachas.
-Sugeriría buscar primero a Evan -propone Oberyn, pensativo-, aunque podríamos dividirnos para encontrar también a Kalhan cuanto antes. Es cierto, hemos de ser discretos. Si esos rumores se extienden, las hijas Vaelys podrían salir muy perjudicadas, especialmente si alguien da crédito al rumor de que una de ellas es bastarda. -El dorniense se alejó hacia la puerta de la sala de los cuervos-. Regresaré a la capilla. Según tengo entendido, Evan Ross iba a dirigirse allí.
Alester asintió con la cabeza. Evan estaba el primero en su lista, junto con el Septón; lo mejor sería empezar con él.
- Sea lo que sea lo que haya pasado, están reuniéndose en la capilla tanto la familia como los sirvientes. Probablemente todos acaben ahí. Os acompaño de vuelta. Si nos encontramos con ambos, vos habláis con uno y yo con otro. Aunque también podría ser buena estrategia enfrentarnos los dos juntos a la situación. Dos hacen más presión que uno. O, sin sonar tan agresivo, a dos es más difícil de engañar que a uno –Aunque Alester no estaba seguro de que fuera a ser tan sencillo. ¿Quién les decía que Lady Vaelys no volvería a echarlos de allí de malas formas? Al menos, el resto de los invitados se habría marchado, con lo que tal vez la señora no se sintiera tan intimidada. O eso esperaba.
- Además, no me conozco la Fortaleza, no sabría ni por dónde empezar. Y temo que el paso a gran parte de las dependencias está vetado para los invitados, así que lo más probable es que me pase la tarde dando vueltas – Exactamente lo mismo que le había ocurrido esa mañana. Y había sido una mañana casi perdida.
Salgo.
En la capilla había guardado silencio para escuchar a las damas, y en especial a Astrid, pues ella era su prometida ahora y ninguna podía igualarla en nada. Lo ocurrido era horrible, parecía que en aquella jornada no habría tregua para las hijas de los Vaelys y tras una maldición se sucedía otra. A pesar de todo Tyler se sintió afortunado y un cosquilleo agradable recorrió su cuerpo al tomarlo ella de la mano para llevarle hasta dónde pretendía ir junto a él. Un camino que hizo gustoso, pues era la primera vez que se tomaban de las manos por tanto tiempo y también que caminaban así unidos, sintiendo el tacto de ella sobre su piel. Miles de ideas, de frases, cruzaban su mente, la mayoría de ellas interrogantes, pero siguió a su amada en silencio absoluto, atesorando aquel momento a pesar de las circunstancias.
Finalmente llegaron hasta la torre de los cuervos y ascendieron hasta arriba del todo. Ya antes de hacer su entrada algunos de los pájaros empezaron a graznar, y todo fue algarabía en cuanto las aves les vieron. No sabría descifrar si la reacción de aquellos pájaros negros se debía a la sorpresa, a algún tipo de enfado o quizás a una alegría causada por esperar que les fuesen a dar comida. No importaba, se serenarían y de todos modos él había llegado hasta allí porque Astrid quería algo de aquel lugar ¿quizás enviar algún mensaje?
Detuvieron su marcha y quedó frente a ella, tomándola todavía de las manos con suma delicadeza. Sus ojos la miraron y por un instante sintió un fuerte deseo de tomarla en sus brazos para brindarle un largo beso, celebrar que ya no habían secretos del corazón entre ellos, que se correspondían en su amor, hacerle sentir que jamás la dejaría y que estaría a su lado en cualquier circunstancia. Decirle que todo saldría bien, y que aunque pasasen años lucharía por que la Fortaleza Roja estuviese en manos de ellos dos, de su legítima heredera.
Que absurdo sumirlo todo en una competición entre hermanos, hacerles competir por la herencia, cuando toda la vida ha sido una de ellas quien ha llevado la carga y la preparación para asumir esa responsabilidad.
Todavía hubo de luchar un poco más contra sus impulsos, pero no era propio de un señor sucumbir a los instintos, menos cuando había tanto en juego. De este modo, sin poder ocultar aquella mirada de profundo afecto y deseo, decidió volver las manos para dejar las palmas de las de Astrid hacia arriba. Había sentido la humedad de la sangre en las suyas propias y ahora descubría las heridas causadas por los cristales. Las observó si ella se dejase, no era prudente permitir que ningún cristal quedase atrapado en la carne de la dama, podía resultar demasiado peligroso para ella.
-Deberíamos curaros esto mi señora- le dijo sincero y otorgándole la posición que le correspondía en la vida de Tyler.
Habría tiempo para hablar y curarse, pero ¿qué deseaba hacer ella en primer lugar? No tenía idea alguna de qué rondaba por la cabeza de la dama, pero estaba seguro de que valdría la pena.
Astrid tomó con las manos ensangrentadas por los cristales uno de los pergaminos que había situados en una mesita y también algo de tinta y empezó a escribir la carta que dirigiría a los Lannister. También dejó que ser Tyler observara por encima del hombro por si quería dar el visto bueno a aquello que estaba poniendo.
La heredera al trono de la Casa Vaelys empezó a explicar la situación en la que se encontraba la Fortaleza de Sangre, sobre la presencia de Viserys allí y del peligro que suponía su presencia. Tenía intenciones de contarle todo lo ocurrido a los Lannister para que Tywin avisara a su hija y ésta al mismísimo Rey.
El ejército de los Lannister no tardaría en llegar a la casa Vaelys y atraparía al Targaryen llevándoselo de allí, era muy probable que acusasen a la Casa Vaelys de traición pero a Astrid ya nada le importaba. Miró a su prometido por si estaba conforme con que enviara aquel cuervo. ¿Qué opináis, Ser Tyler?
Contempló como Astrid escribía un mensaje sin importarle, aparentemente, sus heridas por el momento. Desde luego era una mujer fuerte, aquello Tyler ya lo sabía, pero no dejaba de sorprenderle nunca.
Cuándo terminó él se mantuvo en silencio, y ante su pregunta meditó un poco. Desde luego el Targaryen era una persona non grata allí, a Tyler tampoco le hacía ninguna gracia tener a aquella serpiente en alguna parte de la fortaleza, deambulando libremente por los Siete Reinos.
-Vosotras no sabíais nada hasta anoche, yo mismo daré fe de eso si es preciso, no creo que arremetan contra vosotras, pero quizás consideren a vuestro padre un traidor.- También creía firmemente, o deseaba creer, que habiendo avisado Astrid ella fuese considerada como una noble limpia, alguien de fiar, pues con su mensaje estaría demostrándolo. Pero en todos estos juegos de poder siempre habían muchos matices, muchas opciones y detalles que a uno se le podían escapar, cualquiera podía sorprenderte en un sentido u otro, y a fin de cuentas todo se debía a los intereses que hubiese en que así fuese. Astrid había convivido mucho tiempo con los Lannister, esperaba que eso pesase lo suyo.
Miró de nuevo a su dama, con una mirada intensa pero cargada de peso, lo que se decidiese respecto a ese mensaje decantaría la balanza para bien o para mal, después ya nada podría cambiarse.
-Si tu estás segura de esto yo te apoyaré hasta el último momento, hasta mi último aliento. Conoces a los Lannister mejor que yo- Sabía que si declaraban a Rhys como traidor podían hacer extensiva su desgracia a las hijas Vaelys. Pero Astrid no era estúpida, y si había pensado en aquello debía ser porque confiaba en que los Lannister no harían caer la desgracia sobre ella.
Uno de los soldados entró a la sala de los cuervos. Ser Tyler, Lady Vaelys, Lord Rhys ha aparecido muerto, han encontrado su cadáver en las mazmorras. Aún no sabemos con exactitud las causas de la muerte, pero lo cierto es que ha fallecido antes de que ninguna de las hijas Vaelys haya contraído matrimonio. Eso convierte a Alester Marbrand en el señor de la Casa Vaelys y por lo tanto nuestro nuevo y actual Señor.
También quería comentarles que Lady Vaelys ha desaparecido y la estamos buscando por toda la fortaleza. No se si estabais allí cuando intentó suicidarse pero ahora no hay rastro alguno de su supuesto cadáver. Concluyó informando a ambos.
De pronto un fuerte temblor sacudió los cimientos de la Fortaleza de Sangre. Aquellos instantes parecía que hubiesen durado horas.
Grandes trozos de piedra de la fortaleza se vieron precipitados contra el suelo levantando gran cantidad de polvo. La mayor parte de los objetos que componían aquella sala cayeron al suelo y todo parecía venirse abajo.
Después, un fuerte estruendo en el exterior y una gran nube de polvo que se mezcló con la lluvia que aún seguía precipitándose en el exterior. Algo se había caído o algo se había derrumbado. Pero fuese lo que fuese había hecho pedazos la fortaleza durante unos instantes.
Tyler y Astrid sintieron como el techo de la sala se les venía encima y ambos se vieron sepultados por la cantidad de escombros. El caballero pudo ver ante sus ojos como una de las piedras golpeaba a la heredera en la cabeza, abriéndole el cráneo y provocando su muerte al instante. Risefeller quedó sepultado por los miles de escombros, sintiendo un dolor terrorífico en gran parte de su cuerpo. Empezó a pedir ayuda, pero allí, en una de las torres más altas de la fortaleza nadie era capaz de oírles y al final, en uno de esos últimos gritos, se le escapó su último aliento de vida sin que nadie pudiera hacer por él. Poniendo así fin a su vida.
Bueno, con Astrid fuera de juego y esto a punto de terminar... he decidido darle fin a Tyler también...
Las malas noticias llegaron traídas por un soldado. Lord Rhys había muerto y con él gran parte de las esperanzas de las hijas Vaelys. Miró a Astrid, estaría a su lado ante aquella pérdida, pero no dejaría de luchar, aquella fortaleza le pertenecía.
Quiso abrazarla, estrecharla entre sus brazos, pero no hubo tiempo. El suelo tembló y las paredes crujieron, vibrando cada vez más fuerte, y en tan solo un instante el techo se hacía pedazos y caía sobre ellos. A penas sí pudo darse cuenta de lo que sucedía y trató de correr hacia ella, pero antes de poder alcanzarla una piedra le golpeaba la cabeza haciéndola caer inconsciente al suelo mientras su roja sangre lo teñía todo alrededor. Corrió hacia su amada, pero un fuerte impacto en su espalda lo derribó, y después otro y otro, dejándole incapaz de avanzar.
-¡Aquiii!! ¡Ayuda! ¡¡¡¡BERNARD!!!- Gritó con todas sus fuerzas con la esperanza de que alguien le oyese y les ayudase a salir de allí. El maestre la salvará, tan solo debemos actuar pronto Trataba de autoengañarse. Sin embargo estaba muerta, había visto suficientes cadáveres como para reconocer a uno más, pero no quería aceptarlo. ¿Era ese el fin? ¡Qué cruel destino!
Al menos no ha sufrido...
Y estiró su brazo para rozar los dedos de ella, ya fríos, lamentándose por no haberla besado antes, por no haber sido capaz de declararle su amor hacía tiempo. Por tantas cosas...
Ahora morirían juntos, en la Fortaleza de Sangre, dónde los restos de Richard reposaban, dónde todo había empezado y ahora terminaba. Y así, observando a su prometida, con las carnes temblorosas por el dolor y el frío que se abría camino en su cuerpo, permaneció, sintiendo el delicado tacto de los dedos de ella, para finalmente cerrar los ojos para siempre.
Snif, da penita, aunque hay que reconocer que es un final digno de Juego de Tronos.