Partida Rol por web

Se sintió revivir en sus brazos. Enredó sus dedos en el cabello oscuro de Rhys, entregándose al delicioso mareo y la vorágine de emociones con un anhelo largamente contenido y ahora destruido. Sintió sus manos recorrerla y arqueó la espalda por la corriente eléctrica que sintió recorrerla.

Cuando separó sus labios ella apenas podía respirar. El aire salía agitado de sus labios entreabiertos. Quiso volver a acercarlo, sentirlo cerca de nuevo, pero habló. No, no se alejaría ahora.

No le molestaría ser su amante en este momento, ahora que había dejado de lado el autoengaño y el rencor. No podría volver a someterse a semejante tortura y autoflagelación por mucho tiempo más. ¿De verdad aguantaría más así? ¿Deseándolo a lo lejos, pretendiendo indiferencia en su cercanía? Quería poder amarlo, y ser amada. 

Una idea le cruzó por la cabeza.Sabía que debía casarse, pero jamás tomó a Rhys como una opción. No podía ser, era así de simple. No, ya no lo era. Había amado a su señora tía, pero no le había correspondido de vuelta. De niña estuvo muy agradecida por tener un lugar, pero al crecer aprendió a resentir su puesto de criada. Si bien tenía un lugar más elevado, nada deslavaba la indiferencia ni la humillación. Lo que le había hecho era mucho más ruín y desleal. Podría cuidar de Mira hasta que verdaderamente estuviera lista. Podría tener hijos de verdad, una familia de verdad. Semejante idea era casi profana, pero sería de verdad feliz y podría solucionar la vida de todos desde esa posición. Todos serían felices. Estaría por encima de Astrid y sería más poderosa, tanto que podría atacar sin miedo a sus enemigos, tanto que nadie podría tocar a Mira ni Tabitha...

Apartó los ojos de los de él. No sabía si eso era lo que quería, y ella no podía transformarse también en un monstruo. Más la idea estaba allí.

- Lo haré - volvió a mirarlo de frente, subiendo sus manos para rodear las mejillas de él. Acarició vagamente aquel cabello tan oscuro. - ¿Qué planeas?

Sonreí por primera vez en mucho tiempo. Aparte de estar como loco con ella y saberla una excepcional amante, Ginevra era una mujer hábil e inteligente. Debía convencerla para mantenerla a mi lado. Ningún aliado podía ser más útil y ventajoso para la casa Vaelys. Estaba convencido que ni 3000 soldados podrían hacer tanto servicio como Ginevra.

Seréis mis ojos y mis oídos allá donde los míos no llegan. Quiero que seáis el poder en la sombra en mis dominios. Yo seré el brazo ejecutor, pero vos seréis mi consejera... Y por supuesto, espero que estéis a mi lado en cada ocasión, dado que vuestras opiniones serán valoradas en su justa medida.

La miré a los ojos ardientemente y la levanté del suelo sentándola sobre la lápida de uno de mis antepasados.

¿Quién sabe? ...Quizás en un futuro es posible que alumbreis un varón destinado a regir los destinos de la Casa Vaelys...

¿Os parece una misión suficientemente importante para vos? -Y volví a besar sus dulces y carnosos labios con ganas-.

Aquello cortó su éxtasis. Su primer impulso fue congelarse, e incluso se hubiera apartado de haber visto a los ojos a Rhys.

Pero...

Debía proteger a Tabitha y su hijo como fuera. Debía de asegurar que Alyra fuera la heredera y Mira no se casara, y debía de impedir la boda de Astrid. Debía de poder susurrar a su oído y que él siguiera su consejo. Todo ello bien valía su sexo. Se sorprendió de su pensamiento, y una voz interna le susurró que su señora madre no lo habría aprobado. Pero Joanna Blackwood había muerto, su honor no pudo salvarla ante criaturas como los Lannister. Los Velarion que habían demostrado su lealtad y valor a lomos de un dragón nacieron de un pecado similar. 

Aquella herida a su orgullo y honra volvió a mezclarse con el rencor de antaño. Le iba a costar mucho esfuerzo interno. O quizá, encontrara alguna solución. Lo amaba, pero esta vez no se iba a dejar manipular tan fácilmente. Y ella ya sabía que podía manipular a su vez.

Gimió, excitada repentinamente por la idea. Si, le daría su heredero. ¡Los dioses sabían cuanto se moría por ser madre otra vez! Pero las cosas iban a ser diferentes. Alyra sería la señora verdadera de esta casa. El niño de Tabitha nacería, Mira iba a crecer aun dentro de este castillo y lo iba a tener todo. Astrid se las iba a pagar. Podría arreglarse a sí misma un matrimonio provechoso, o quizá los dioses actuaban de formas misteriosas. Otra idea cruzó su mente, prodigiosamente rápida. Salvaría a Rhys, esperaba hacerlo por lo que sentía en su corazón, pero esta vez ella sería la que lo controlaría.

Comprobó emocionada que aun conservaba esa fuerza que la había cautivado. Rodeó el cuello de Rhys con los brazos, aumentando la cercanía con un abandono que hace años no experimentaba. Se dejó guiar, sintiendo como era depositada. Siguió sus ojos mientras él la miraba con la pasión igualmente impresa. Desvió un segundo la mirada, dándose cuenta de lo pegados que se encontraban uno al otro.

Pareció congelarse por unos instantes. Por aquellos segundos volvía a dudar, o pensar algo. Era una propuesta muy fuerte. Pero las microexpresiones de su rostro se iban volviendo también más... ¿positivas?

Gimió, y volvió a buscar los labios de Rhys, jalando la tela del cuello de su túnica para atraerlo a ella. Se sintió de pronto más viva que nunca. De manera inesperada empujó con una mano el cuello y con otra el pecho del señor, sentándolo donde ella se había encontrado. Separó las piernas, sin sentir apenas el punzar de la ciática de la mañana, quedando ahora ella sobre de él. Sus sexos se encontraban demasiado cercanos. Ahora fue ella quien besó su cuello, alternando los besos con suaves y leves mordiscos, llegando hasta el lóbulo de Rhys.

- De acuerdo. - susurró, llevando una de sus manos a los botones de la prenda señorial. - Tengo algunas ideas. Pero antes...

Lord Rhys y Ginevra se fundieron en un beso de película. El corazón latía en el pecho del señor a gran velocidad. El ama de llaves podía sentirlo, notaba como si fuera a salírsele del pecho. Era una sensación de lo más agradable, jamás había sentido algo como aquello. Pero segundos después, algo extraño pasó.

Lord Rhys comenzó a toser de forma exagerada. Tosía como lo llevaba haciendo todo ese día, pero esta vez con más intensidad que otras veces. La sensación del latir del corazón que Ginevra había estado sintiendo durante todos esos segundos  había desaparecido. Sintió como el cuerpo del Lord se dejaba caer sobre su amante y como se precipitaba contra el suelo. No paraba de toser, de ahogarse, era como si no pudiera respirar. Y antes de que Ginevra pudiera reaccionar o hacer alguna maniobra o incluso llamar a los guardias o ir en busca del maestre, Lord Rhys yacía en el suelo, sin respirar, con la mirada perdida y sin que ese corazón, hace unos segundos desbocados, ahora estaba parado.

Lord Rhys había muerto.

El señor de la casa llevaba tiempo enfermo, lo había avisado. Había ido informando de su delicado estado de salud y todos temían que eso sucediera más tarde o más temprano. Pero nadie esperaba que sucediera hoy. Ginevra no esperaba que fuera a suceder en ese momento. Lord Rhys había fallecido mucho antes de que ninguna de sus hijas encontrase a alguien con el que casarse. Ya era tarde, Edric Colina se había convertido en el heredero. Ahora era el Lord de la casa Vaelys y si los rumores eran ciertos, los expulsaría a todos, y traería a sus propios sirvientes. No podía creérselo. Había llegado el fin de la Casa Vaelys... a no ser... 

Allí estaban los dos solos, llevaban tiempo sin ver a nadie, y nadie les había visto por los pasillos. Es posible que les estuvieran buscando, pero quizá pudiera disimular el tiempo suficiente para que ella o alguna de sus primas se casase antes de que nadie descubriese la muerte del Lord. Aún había una oportunidad si era capaz de no llamar la atención y de esconder el cuerpo de Lord Rhys. Todavía había una posibilidad de salvar a la Casa Vaelys.

Pero ella no podía hacerlo sola. El problema era, ¿en quién de toda la Casa Vaelys podría confiar para que le ayudara a esconder ese terrible suceso?

Se dejó caer a su lado. Sacudió sus hombros con ambas manos. Sacudió su pecho, trató de hacerlo despertar.

- ¿Rhys? - sujetó su rostro. Estaba inerte. No, no, no, no... - Reacciona, por favor. Respira, respira... ¡Rhys!

Acercó su oído a su pecho, buscando un latido. Pero no volvió a sentir aquel fuerte corazón.

Por fin lo entendió. Había muerto. En el horror sus manos temblaban, mientras trataba de abrazarlo. Lloró sobre su pecho, sin sentir sus propios sollozos ni ser consciente de donde estaba. Solo sabía que había muerto, y que nada se lo regresaría. Ninguna oración, ninguna intriga, como nada había funcionado para proteger a su propio hijo. Y así, había perdido ya a ambos. La oscuridad amenazaba con engullirla como un abismo.

¿Si hubiera sabido de su hijo? ¿de su nieto? ¿si hubiera hecho algo antes? ¿si, si, si...?

Un "no" seco quedó atorado en su garganta, incapaz de gritar su dolor.  Deseó morir en ese mismo lugar, allí y ahora. Recordó la ilusión con que había salido del cuarto de Tabitha.

Tarde, era tarde. Y pensó en los que quedaban aun en este mundo. Debía caminar ahora ella sobre esta tierra, condenada a la secreta viudez y desconsuelo. Entonces una furia protectora y destructora se asentó en su corazón.

Debía encontrar a quien hizo esto.

Volvió a acercar su nariz a la de él, una última vez. Besó aquellos labios, ahora fríos.

- Volveré a encontrarte. - susurró contra sus labios, una última vez.

Se levantó, con esfuerzo, y comenzó a acomodar su ropa y cabello. Debía verse "normal". Nadie podía leerle el secreto en la cara, ni en los ojos. Se obligó a sonreír, para poder hacerlo después. Mientras se arreglaba meditó sus opciones. Sloth era leal, pero no tenía fuerza física. Podría ayudarle a encontrar otro escondite más permanente... si, eso era. John no podría moverse mucho. Sebastian y Evan, eran los que algo podrían hacer.

Se obligó a sí misma a caminar. Respirando lentamente, para ahuyentar las lágrimas y calmar su semblante. Se obligó a respirar, a seguir caminando, a solo seguir adelante. No sabría como podría volver a entrar. Lo enfrentaría después, ahora debía solo de seguir.

Y allí estaba, tirado en el suelo, sin rastro de ningún ataque o golpe, tendido en el suelo, como si estuviera dormido, pero no, no era así, allí estaba el cadáver de Lord Rhys. Tanto tiempo desaparecido y lo que realmente había pasado es que había fallecido...

Venga. Dijo el Targaryen sin sorprenderse de Lord Rhys había fallecido. Ayúdame a llevarlo a las mazmorras y colocarlo junto al resto de cadáveres.

Al entrar en la cripta, Mordred mantuvo la mirada en silencio sobre la tumba de Richard, en respeto por un soldado caído. Pensar que el nuevo Espada del Alba estaba en alguna parte de la Fortaleza cortejando a saber a quién le resultaba, si más no, irónico. La voz de Viserys le sacó de aquellos pensamientos.

- ¿Qué haréis después? -preguntó mientras cogía el fiambre de Lord Rhys por las axilas. -¿Os expondréis a ser visto antes de que podáis casaros con Lady Tabitha? Recordad dónde estáis, no os abundan los amigos entre estas paredes. Y de no escontrar la espada de acero valyrio, no contaréis más que con cuchillos de cocina como ayuda.

Mientras hablaba fue saliendo de la cripta, cargando con el difunto Señor de la Casa.

El Targaryen sonrió ante las palabras de Mordred, no parecía tener ningún miedo. Nos ceñiremos al plan. Dijo secamente mientras se iba con él.