Valder frunció el ceño con extrañeza cuando Lisette preguntó sobre Lord Esthal. Su mirada se encontró con la de su hermano y se encogió de hombros, pues no tenía ni idea de qué estaban hablando. Luego escuchó las explicaciones de Urthen y cuando el chico mencionó a su futuro heredero, la mirada de Valder se detuvo en los ojos de su esposa, esperando ver su reacción. Aunque con las últimas palabras de su hermano, lo miró a él, con una gratitud inabarcable.
—Yo no podría haber sido Lord nada —aseguró, sin titubeos—. Sería un fracaso. —Se puso muy serio, más de lo que solía verse, y miró a su hermano con ojos brillantes—. Te agradezco que pongas mi felicidad por delante de la tuya, Urthen, y te juro que dedicaré mi vida a servirte cuando seas Lord, del modo que tú creas mejor. —Pero tras el instante de solemnidad, regresaba su sonrisa traviesa—. Encontraré jóvenes apuestos para que puedas divertirte tú también mientras lady Bessa lo hace. Una vez tengáis un heredero no será necesario que te ocultes más.
Al escuchar la pregunta de Lisette, Valder se encogió de hombros otra vez.
—Desconozco cómo se ha podido enterar Ser Cantamañanas y de no ser por la reacción que ha tenido nuestro padre, ni siquiera me creería nada que saliera de su boca. Pero tendrías que haberlo visto, Lissette. Se volvió loco cuando vio que las cuentas cuadraban.
La mirada de Valder hizo que Lisette bajara los ojos un minuto. Se estaba debatiendo en su interior luego de las palabras pronunciadas por Urthen, entre su lealtad a lady Bessa y lo que ahora conocía de ambos hermanos. Sabía que Valder no diría nada si ella no le decía, pero habiendo ya visto hasta que punto ambos hombres estaban confiando en ella, y lo lejos que incluso el mayor de los Haffer estaba dispuesto a ir, terminó por levantar la mirada.
-Yo se lo diré.- Susurró hacia Valder, tomando su mano entre las suyas y besando los nudillos con los ojos cerrados un momento. Luego miró hacia Urthen. -Lo que diré ahora lo hago porque veo que quizás pueda serte un alivio saberlo en este momento, aunque Bessa no debe saber que lo he dicho. Valder lo sabe, puesto que esta mañana, creyendo que quizás Guileon te había correspondido y decidieras cancelar tu compromiso, le había rogado que fuera él quien se casara con Bessa.- Confesó, recordando ese momento de angustia que vivieron los dos por unos instantes. -No debes preocuparte por un heredero, o tener que hacer nada con Bessa. Ella... ella ya está esperando.- Dijo, mirándolo fijamente. -Guileon no lo sabe, ni debe saberlo tampoco.- Pidió con un ruego a su cuñado. -A menos que ella decida revelarlo. Quizás... Quizás te lo revele a ti durante el encamamiento, así de ese modo sólo tendrán que fingirlo y no hacer nada... Pero no puedes hacerle saber que lo sabes. No me lo perdonaría, y ya mucho daño le haré cuando sepa que no soy quien he dicho ser.-
Edit: Error temporal corregido ^^u
Eres mi hermano, Valder. No tienes nada que agradecer. - dijo con tono determinado, simple y sencillo como le parecía aquel razonamiento. Para Urthen no había ninguna duda, si tenía que elegir entre Valder y él, siempre elegiría a Valder. Iba a mostrarle gratitud él ahora por su oferta de servicios, pero enseguida su hermano volvió a ser el truhán que conocía, arrancándole una sonrisa divertida - Pienso cumplir con mis votos, Valder. Aunque aprecio la oferta. - añadió antes de beber un pequeño sorbo más. No sería fácil abstenerse perpetuamente, pero si había pasado veintiun años sin estar con un hombre, no veía por qué no podría seguir en esa misma racha.
Nunca lo había visto así - lamentó Urthen, perdiendo entonces la sonrisa al recordar a su padre. Le dolía pensar en esa conversación, en como lo había visto actuar. Casi no podía creer que ese fuera el mismo hombre con el que había crecido.
Al ver la seriedad que tomaba Lisette, Urthen se preparó para escuchar otra mala noticia. Ese día había estado plagada de ellas, aunque de algunos buenos momentos, la boda de su hermano el mejor sin duda.
En un principio, la decisión que había estado a punto de tomar su hermano por liberarlo de sus responsabilidades y cargar con el compromiso le hizo mirarlo con un profundo orgullo y una tierna sonrisa en los labios, aunque no llegó a hablar por no interrumpir a su cuñada. Sin embargo, no era realmente necesario, sus ojos decían mucho más de lo que podrían sus palabras, y es que nadie podría quitarle lo feliz que estaba de ver el hombre en que Valder se había convertido.
Lo que la chica acabó por decir fue lo que le hizo apartar la mirada de este, tomándole absolutamente por sorpresa y, lejos de preocuparse, una carcajada de alivio escapó de sus labios. Fue tanto el respiro que se dio con esa risotada de alegría, que por mucho que las costillas le dolieron, no paró de reírse hasta casi irse de espaldas.
Enderezándose inmediatamente, tomó una de las manos de su cuñada y la besó efusivamente, con una sonrisa de oreja a oreja - ¡Que buena noticia me has dado! ¡Que alivio! - rió suavemente, soltándola, sin poder creer su suerte - Juro que no diré nada, lo juro, pero... ufff - exhaló, extasiado - ¡No tendré que yacer con ella! O en el peor de los casos, solo una vez, para que luego me diga que el hijo es mío. Y yo me lo creeré. - aseguró, riendo - Por los Siete, es que no os imaginais... - negó con la cabeza - Había escuchado que a veces tomaba muchos intentos, ¿sabes? Me estaba torturando con la idea de que le costara, porque me dijo que a Lady Morna le costó, y bueno, no sabemos si en realidad fue por ella, peor si lo era... - suspiró, obligándose a callar de una vez - Seré un buen padre para ese hijo, os lo juro. Y no diré palabra a Ser Guileon. - se comprometió, intentando recomponerse un poco.
Lisette había estado atenta a la reacción que pudiera tener el mayor de los Haffer al conocer la noticia. Lo cierto era que no tenía muy claro qué podría haber respondido o qué actitud habría tomado; lo que no se había esperado fuera que empezara a reírse de aquella manera, como si hubiera tenido un peso gigantesco encima y de pronto no existiera más. Se le dibujó una sonrisa un poco incrédula, mirando a Valder y a la copa de vino, preguntándose si quizás Urthen hubiera bebido un poco de más, cuando vio como éste le tomaba la mano y la llenaba de besos, haciendo que esta vez fuera la doncella quien riera, cubriéndose los labios con la otra mano.
-Me alegro de haberte dado una buena noticia sin saberlo, entonces.- Dijo ella, soltando un suspiro de alivio también. Se sentía culpable de no haber podido guardar el secreto de Bessa, pero viendo el efecto que había tenido, no creía ahora que hubiera hecho mal al contarlo. Urthen y Valder eran, ciertamente, dos personas completamente distintas al resto de los nobles que hubiera conocido alguna vez. Aquello la llenaba de esperanza. Tomó de nuevo su copa y la alzó. -Por el heredero Haffer. Que sea un niño sano y apuesto, que crezca con tan noble corazón y con tan buenos valores como los tuyos, Urthen.-
El rostro de Valder dibujó una franca incredulidad cuando Urthen aseguró que iba a mantener sus votos para siempre. El menor de los Haffer no lo puso en voz alta, pero su sonrisa maliciosa no dejaba lugar a dudas de que en ese momento estaba pensando que era cuestión de tiempo.
Respiró aliviado cuando Lisette anunció que iba a contarle aquello a su hermano. Y cuando la chica besó su mano, él acarició su mejilla con el pulgar, dándole ánimos. Luego su mirada se fue hacia Urthen, con expectación por su reacción. No parecía que temiese que se lo fuese a tomar mal, sino que más bien quería disfrutar de ver la sucesión de emociones que recorrerían su rostro.
Y cuando Urthen empezó a reír, Valder se contagió y empezó a también a reír a su vez.
—Serás el mejor padre del mundo —aseguró, con total convencimiento—. Si casi eres más padre para mí que padre. —Se rió con aquella broma, pero una sombra pasó por su mirada al mencionar a Lord Haffer.
Alzó la copa para chocarla con la de Lisette y luego habló de nuevo.
—Y porque sus tíos Lisette y Valder le enseñen todas las travesuras que puedan inventar, para que sus padres nunca se aburran con él.
Dicho eso, se la llevó a los labios para bebérsela de un trago, exultante de felicidad una vez que parecían haber hallado solución a todos sus problemas.
Sonriendo aún a causa de los comentarios de Lisette y Valder, Urthen respiró profundamente, aliviado. Eso era un problema menos del qué preocuparse, y ahora mismo, agradecía quitarse de encima todos los que pudiera. Anticipaba días difíciles y, por ello, valoraba aún más las buenas noticias y los momentos de felicidad pura como aquel que le habían regalado los novios esa noche.
Contigo es fácil hacer de padre. - dijo en un principio, aunque en seguida una seguidilla de momentos caóticos y líos causados por su hermano se reprodujo en su cabeza - A veces - se corrigió, riendo un poco - Me habrás hecho un favor dándome práctica. - concluyó con una sonrisa.
Tomando su copa al escuchar las palabras de su cuñada, que cambiaron su sonrisa por una casi tímida y ligeramente avergonzada, agradeció desde el fondo de su corazón los buenos deseos que mantenían hacia él. Incluso los de Valder, con los dolores de cabeza que eso prometía.
Por la familia que tenemos y la que está por venir. - concluyó, alzando su copa para beber él también.
La joven brindó con una sonrisa alegre, sintiendo que todo estaría bien, de algún modo u otro, todo se resolvería. Miró con algo de preocupación el gesto de Valder al pensar en su propio padre, y tomó su mano con fuerza. Sentía que allí había algo más, pero no quiso preguntar en ese momento, pues no quería que el ambiente se tornara agridulce, no el día de su boda.
-Las travesuras las aprenderá contigo, Valder. Yo lo consentiré tanto que querrán estar más con tita Lisette que con sus padres.- Dijo con media sonrisa. Por un momento una pregunta cruzó los ojos de la doncella. ¿Y tú, Valder? ¿Quieres ser padre? De forma distraída se llevó la mano de él hasta su vientre, mientras bajaba la mirada y bebía de su copa. ¿Temía acaso ser como Lord Lyonell? ¿Consideraba que él no estaba preparado para aquello? Por suerte era algo que no tendrían que averiguar muy pronto... o eso esperaba ella. Tendrían tiempo para hablarlo.
-Mis señores, creo que podríamos pasar toda la noche aquí con la botella compartiendo conversaciones. Pero hay otra boda mañana en la que pensar.- Miró hacia Urthen con dulzura, poniendo la mano en su hombro. -Y no quiero que ninguno de los dos se caiga del caballo de camino de vuelta.- Sonrió. Esperaba que esa no fuera la última noche que pudieran pasar así.
Cuando Lisette llevó la mano de Valder a su vientre, el chico aprovechó para abrazarla y colocarla por delante de él, rodeando su cintura con ambas manos. En esa postura escuchó a su hermano y a su esposa, pero no tardó en distraerse por el aroma de la chica, tan cerca, y empezó a buscar su cuello con idea de dejar un beso fugaz en él. Claro que una vez había empezado ya no era tan sencillo parar y tras ese llegaron otro, y luego otro más. Al final tuvo que hacer un esfuerzo de contención, y apretó los dedos en la cintura de Lisette al separar su rostro de ella. Luego sus dedos fueron al cuello de Lisette para desprenderla de la capa, aprovechando para rozar su cuello en el proceso.
—Mi amor, voy a encargarme de que tengas una igual que esta en cuanto lleguemos a Puño del Río. Pero, de momento, Urthen la necesita para mañana. Y no vas a pasar frío mientras yo esté cerca —agregó con picardía.
Le tendió la capa a su hermano y rodeó de nuevo a Lisette con sus brazos.
—Vámonos —convino—. Tenemos aún mucha noche por delante, pero hermano, no deseo pasarla contigo.
Sonrió, travieso, con aquella broma que no lo era del todo. Estaba listo para partir hacia su noche de bodas, aunque estaba por ver si llegaría al castillo antes de comenzarla, o se entretendrían por el camino.
Una sonrisa dulce había aparecido en los labios del mayor al escuchar "tita Lisette". La promesa de una vida tranquila y feliz, con su hermano y cuñada al lado, y lady Bessa por el otro, se hacía una posibilidad cada vez más palpable, un futuro que estaba ansioso por alcanzar.
Sin embargo, poco a poco los novios comenzaron a comportarse como los enamorados que eran, y Urthen supo que era hora de marchar.
Tomando la capa de manos de su hermano, la estiró y dobló rápidamente mientras se ponía de pie. - Ni yo con ustedes, hermano, ni yo con ustedes - soltó una risa, de buen humor. Además, tenía aún una larga noche por delante, así que tampoco podía entretenerse demasiado charlando en el bosque.
Perdón, desde el móvil!
La doncella comenzó a reír por lo bajo al sentir los besos de Valder, la piel erizándose, y giró la cabeza para mirarlo y robarle un beso rápido luego de que la despojara de la capa. -Mi amor, con capa o sin capa, me da igual mientras esté contigo. Yo te protejo, y tú a mi.- Susurró ella, conteniéndose para no morder sus labios o buscar su cuello. Soltó un pesado suspiro. -Por los Siete, va a ser una tortura no poder besarte el día de mañana...- Dijo con una risita.
Se puso en pie entonces para seguir a los hermanos hasta los caballos, aún sin tener la menor idea de cómo harían ahora para entrar sin que los notaran, pues dudaba que la treta usada por Valder para salir les fuera a funcionar nuevamente para entrar. Aunque, de nuevo, ya la recién casada empezaba a no subestimar a su esposo. Se abrazó aún con mucha más fuerza al joven mientras cabalgaba, ahora sin una capa, pero sin sentir nada de frío ante los besos y caricias que había comenzado a realizar el pícaro hombre sobre ella mientras se acercaban a la fortaleza.
Al final descubrió que había pecado de confiada; tuvo que soltar un suspiro exasperado aunque sin dejar de reír en el momento que Valder reveló de no tener la menor idea de cómo volver a entrar sin llamar la atención. Al parecer, puesto que ya Lisette era legalmente una Haffer, al menor de los hermanos le daba un poco igual que se enteraran o no de lo ocurrido. La dama en cambio prefería que el secreto se mantuviera un poco más. Se detuvieron antes de llegar a la fortaleza, y allí Lisette explicó lo que harían.
-De acuerdo, puesto que no piensas quedarte con las manos quietas- miró divertida y acusadora a Valder, -voy a pasarme al caballo de Urthen. Dirán que salieron al pueblo a celebrar la última noche de soltería de Urthen, y que en el camino de regreso me encontraron volviendo del septo, donde he estado hasta tarde rezando porque la boda de Bessa y Urthen mañana salga bien. Seguro el septón Thorryn se prestará a jurar eso mismo.- Dijo con seguridad. Se acercó a Valder para darle un último beso y le costó hacer que le soltara la cintura, mirándolo divertida mientras subía al caballo del mayor de los Haffer y trataba de tomar una actitud más solemne, de señorita.
-Valder, actúa como si estuvieras ebrio. Más ebrio.- Sonrió con malicia sin poder evitarlo, pero volvió a enseriarse. -Tendrá más sentido para ellos que estés más alegre que Urthen.- Tomando aire una vez más, volvieron a ponerse en camino. Lisette mantuvo una mirada baja y solemne, pacífica, mientras eran Valder y Urthen quienes explicaban su "escapada", y la doncella sólo intervino para asentir sobre que la habían hallado en el camino. Los guardias terminaron por dejarles pasar, y una vez allí, lejos de la vista de otros, los recién casados se separaron del heredero de los Haffer, Lisette dándole un abrazo fuerte y un beso en la mejilla.
Una vez solos, Valder y Lisette recorrieron el camino hacia el castillo con las manos enlazadas, tomando un pequeño desvío por los jardines...
¡Editado para cierre!
Aquí se acaban las conversaciones.
Pasamos a: Capítulo 6: Enlace.
Refugiada entre los brazos de Valder, sin poder conciliar el sueño, Lisette se preguntaba como las cosas podían cambiar tanto en tan sólo unos instantes.
Por espacio de unas horas, el mundo había dejado de existir para los recién casados, entregándose el uno al otro con ansiedad y felicidad absoluta. Retozando en silencio, sus manos dejando suaves caricias en la piel del otro, fueron conscientes del grito desgarrador que rasgó la noche, y la burbuja en la que estaban escondidos se deshizo. El primer pensamiento de Lisette fue para Bessa, como estuvo segura que para Valder había sido Urthen. Se vistieron de prisa, y en el caos de la noche pudieron unirse al resto de los espectadores. Un grito ahogado murió en la garganta de la doncella al conocer lo que había pasado. Lord Esthal la había tratado siempre bien, jamás reemplazaría a su padre en su corazón, pero había sido hasta entonces una figura paternal.
Pero en ese momento, era Bessa quien la necesitaba; la dama de compañía no podía derrumbarse ahora. La mano de Lisette abandonó la de Valder, mientras ella le dedicaba una mirada que prometía que volvería pronto, reuniéndose con su amiga. Cuando Lady Morna y lady Bessa fueron a velar el cuerpo de Lord Esthal, se reunió de nuevo con Valder y juntos volvieron los aposentos de Lisette. Allí, se permitió por fin llorar la muerte del hombre, recordando con ello el dolor que fue la pérdida de su propio padre.
¿Qué era lo que había ocurrido? ¿Por qué habían matado a Lord Esthal? Nada parecía tener sentido en ese momento. En su cabeza, sin embargo, resonaban las palabras ominicentes de la maestre Hazzea...