18 de noviembre de 1984 - 19:20
Para cuando llegaron a casa de Shyam, ya era tarde y apenas había gente por la calle. La Kinain fue directa a la ducha como Shyam le había dicho. Mientras tanto, el sidhe se entretuvo en la cocina preparando algo para comer. Lo único que quedaba en la nevera era media docena de huevos y queso, suficiente para preparar al menos una tortilla.
Rose salió de la ducha envuelta en una toalla. Parecía algo avergonzada, pero la ropa que llevaba en la mano no estaba en condiciones de ser usada hasta después de la colada.
-Oh. Claro -acertó a decir varios segundos después-. Deja la ropa ahí, ahora pondré una lavadora. Un momento.
Shyam salió disparado a su habitación y regresó poco después con una camiseta limpia y un pantalón deportivo, cómodo y con cordones ajustables. Era todo cuanto podía ofrecerle además un techo, algo de comida y una sonrisa cálida. Una vez estuvo presentable la invitó a sentarse excusándose por la escasez de víveres. No quiso tocar el tema primordial, así que mientras esperaba a que la tortilla hiciese su efecto mágico intentó hablarle de su ausente compañero de piso, quien seguramente estaría con Calandra y Damara. O tal vez con Ashantii.
De tanto en cuando echaba un vistazo a la encimera de la cocina, donde reposaba la copa de la vida todavía pendiente de ser usada.
Cuando Rose se comió el primer bocado de la tortilla no pudo evitar quedarse mirando a Shyam como había hecho la primera vez. Parpadeó, confusa. Sus ojos se movieron a izquierda y derecha mientras recordaba lo que había pasado la última vez que había estado encantada. Su boca se torció en una expresión de desagrado, y los ojos con los que volvió a contemplar al sidhe estaban llenos de tristeza. Alargó la mano para coger la suya y sonrió sin ganas.
Estrechó su mano acompañando el gesto de un beso en el dorso. No era la reacción que esperaba, pero tampoco podía perdirle mucho después de lo que había ocurrido.
-He vuelto -Sonrió con amargura tratando de darle un toque emotivo a la frase- Quizá no ha sido el mejor momento para Encantarte, pero quería que supieras que estoy aquí, y que cumplo lo que digo. No estás sola, ¿de acuerdo? Puedes quedarte aquí todo lo que haga falta.
Rose ensanchó su sonrisa. Hizo ademán de levantarse, pero se volvió a sentar para acabarse la tortilla de tres bocados y acercarse a Shyam con las mejillas llenas e intentando tragar. Al lograrlo buscó asiento en su regazo y le echó los brazos al cuello.
-Mi caballero... Has vuelto para protegerme, ¿verdad? -dejó escapar un suspiro y apoyó la cabeza en su hombro.
El sidhe le besó la cabellera rojiza y rodeó su cintura con el brazo.
-Por supuesto; ahora y siempre -respondió con una amplia sonrisa para después buscar sus labios con cariño. Después le recogió el pelo tras la oreja-. Tengo que irme luego para resolver unos asuntos del viaje. Las cosas estás bastante raras en nuestra comunidad, pero volveré cuanto antes. Siéntete como en tu casa.
18 de noviembre de 1984 - 20:15
Cuando volvió, Rose se había hecho un ovillo en el sofá y se había quedado dormida. Levantó la cabeza frotándose los ojos y preguntando la hora. Bostezó y se desperezó diciendo:
-Estaba soñando contigo... Venías a salvarme de los monstruos. ¿Dónde has estado?
Tras soltarse el cinturón y dejar la espada cuidadosamente sobre la mesa, se sentó en el sofá junto a ella y le pasó la mano por el pelo como saludo cariñoso, peinándole los caracoles rojizos. No tenía especial ánimo, pero trató de sonreír a pesar de ello.
-Resolviendo unos asuntillos con la gente del feudo, y Van Doren -añadió tras una leve pausa. Tarde o temprano debía hablar de ello, asi que decidió mencionarla. Seguidamente alargó la mano y levantó una bolsa de papel, enseñándosela. De esta comenzó a extraer diferentes productos que fue colocando encima de la mesita- La buena noticia es que deambulando por ahí he conseguido algunos víveres, por si tienes hambre. Hay leche y galletas, café, y alguna cosilla más. Al menos habrá un desayuno decente, ¿eh? -Se detuvo mirándola con atención y rozando su mano al dejar la suya casualmente cerca. Solía salirle natural tratar con la gente, incluso en temas realmente escabrosos. Pero en aquel momento se sentía como un adolescente inseguro hablando por los codos con tal de no causar un terrible silencio incómodo, y tuvo la imperiosa sensación de que lo estaba haciendo todo del revés. Así que se calló un segundo para pensar y decir algo con sentido-. ¿Cómo te encuentras?
La mención a Van Doren hizo que Rose torciera el gesto brevemente, pero no dijo nada. Entrelazó sus dedos con los de él y apoyó la mejilla en el revés de la mano. Se lo pensó mejor y le asaltó con un abrazo, apoyando la cabeza en su pecho y buscando su calor como un cachorro.
-Estoy bien, perfectamente. ¿Por qué iba a estar mal? No pasa nada.
-Esta bien -cedió estirando las vocales de cada palabra con resignación-. Sólo espero que sepas que tarde o temprano querrá hablar contigo otra vez. Pero no tenemos que hablar de eso, si no quieres.
-No quiero hablar con ella -sentenció Rose. Después la sospecha apareció en su rostro y le miró con los ojos entrecerrados-. Tú no lo sabías, ¿verdad?
Shyam se horrorizó ante la perspectiva.
-Dios, no. Van Doren me da pánico. Si lo hubiese sabido no se me habría ocurrido mirarte. Es cierto que siempre noté que tenía un trato extraño para contigo, pero ni de lejos que fueses su... hija.
-¿Te da miedo? -preguntó con desilusión-. Sí, supongo que da miedo a todo el mundo. Conmigo era muy simpática, pero el resto le tenía mucho respeto.
La Kinain se quedó callada y sumida en sus propios pensamientos durante un rato.
-No me importa lo que hace. No se me ocurriría juzgarla. Todo el mundo la respeta y los clientes están felices. Hasta las cosas más horribles que hacen allí... Cuando entro a limpiar todavía siento un eco, como un sufrimiento muy intenso... Pero se puede notar la paz y la felicidad. Eso es algo que en la calle no pasa. Lo que no soporto es que me haya estado mintiendo. Podría haberle perdonado que me abandonara, pero... ¿por qué tenerme tantos meses a su lado y no contármelo? No lo entiendo...
Una pequeña vocecilla se regicijó al ver que la kinain comenzaba a hablar, ensalzando su ego. Disimuló escuchando con atención y asintiendo en algún punto concreto, omitiendo toda esa parte del sufrimiento mezclado con la paz.
-Bueno, quizá pensaba que no podrías perdonarla y temía que te alejases de nuevo -comentó, que era precisamente lo que había ocurrido-. Sin embargo, yo creo que intentaba decírtelo. Te contó que era una changeling, y eso es algo muy serio. Creo que fue una estrategia para allanar el terreno. Creo -remarcó alzando las manos-. O yo lo veo así. Yo nunca le he dicho a nadie lo que era. Ni a mi familia. Es algo bastante complicado.
-Me lo dijo sólo porque tú me habías dejado caer algo y porque ese hombre que no es mi padre también insinuó cosas...
-Quizá fuese la excusa que necesitaba para arrancar.
-Quizá. Pero sigue sin gustarme -respondió ella haciendo pucheros como una niña.
-Ya lo sé. No te preocupes, nadie te va a obligar a hablar con ella si no quieres -aseguró estrechándola con cariño-. Vamos a dejarlo, ¿vale? ¿Quieres ver algo en la tele? O... Podemos charlar un rato. No hemos tenido mucho tiempo para charlar, la verdad, y de repente estás aquí -dijo en tono animado, enfatizando la última frase con sorpresa. Desde luego, Shyam no se había imaginado que las cosas fuesen a ser así.