Calandra se incorporó y derribó el zapato que había dejado encima de la mesita de noche para hacer sitio para la bandeja. Las galletas le recordaban a las que había vomitado antes, pero las probó igual. Se dejó tomar la temperatura obedientemente y sin dejar salir ninguno de los comentarios sobre termómetros que le venían a la cabeza sin descanso.
Se recostó en Bernardette y suspiró. No sabía qué hacer con Larry. Había sido prácticamente su hada madrina, y lo que le pasaba era espantoso. Pero cuando no se drogaba estaba todavía peor, y Calandra se asustaba cuando le veía como aquella noche.
-¿Y qué puedo hacer? Se pone muy mal cuando... cuando no...
-Lo sé, lo sé -dijo Bernardette con un suspiro-. Mi hermano Dennis estaba igual, pero le mandamos a una clínica. Aunque esos sitios son caros, sí. Y no siempre funcionan. Pero tienes que hablar con él seriamente y decirle que tiene un problema. Además, hoy en día, con esas cosas que hay... la enfermedad de Su Gracia, ya me entiendes... Tu amigo está en peligro y hay que ayudarlo. Yo puedo echarte una mano, si quieres.
Calandra se incorporó para mirar a Bernardette a los ojos. Nunca había pensado en decirle a Larry que fuera a uno de esos sitios, porque eran para gente con dinero. Pero si Bernardette decía que podía ayudar...
-¿En serio? Oh, muchas gracias. -Calandra besó en la mejilla a Bernardette y le dio un abrazo. Después de unos segundos se separó, mordiéndose el labio-. ¿Y tu hermano? ¿Ahora está bien?
-Más o menos -contestó Bernardette-. Venga, a dormir. -La boggan le besó la frente-. Mañana tengo que ocuparme de que las cucarachas que se hayan escapado no críen.
Más tranquilo, Cal se volvió a tumbar sobre los almohadones, pero estaba incómodo, así que enseguida se puso de costado. Después de un día tan largo y tan difícil al menos se iba a dormir con un pensamiento positivo. Si obviaba el comentario sobre las cucarachas.
-Buenas noches.