Domingo, 25 de noviembre de 1984 - 13:15
Cuando Shyam llegó a casa, Rose estaba esperándolo en la puerta.
-Hola, Shyam. No quería entrar por si acaso había vuelto tu compañero. Esperaba que no tardaras mucho; me estoy helando.
Se levantó de las frías escaleras y se sacudió la culera del pantalón.
-¿Podemos hablar?
El sidhe se quedó parado un instante al reconocer la figura acurrucada en el portal, pero en cuanto se recobró acudió a abrir la puerta.
-Claro. Pasa -dijo sosteniendo la puerta, aunque un instante después se le ocurrió que quizá no se sentía especialmente cómoda hablando allí y sintió la urgencia de ofrecerle una segunda opción-. O si prefieres puedes esperar a que deje unas cosas y vamos a otro sitio.
-No, no hace falta. Esto está bien.
Rose esperó a que Shyam abriera la puerta para pasar al interior. No intentó eludir demasiado la espada que flotaba sobre sus cabezas. Sin mirarle a la cara dijo:
-Lo siento, es demasiado para mí y creo que he tomado muchas decisiones muy deprisa. Acabo de encontrar a mi verdadera madre y resulta que es un hada, y yo tengo sangre de hada, y tus amigos... -Suspiró hundiendo los hombros-. Todo ha pasado muy rápido y necesito acostumbrarme a mi nueva vida. Y Anne dice que me ayudará a estudiar lo que quiera. Y quiero estudiar, ¿sabes? Me encantaría poder aprender algo y olvidarme de lo que he pasado hasta ahora.
Mientras ella hablaba Shyam aflojó el cierre del cinturón para dejar el arma sobre la mesa y se sentó en el reposabrazos del sofá con pesadez. Escuchaba, aunque las señales de estar haciéndolo eran mínimas y evadía su mirada del mismo modo que ella.
-Me parece una buena idea, Rose -comentó de forma casual tras un largo suspiro, mirándola. Hizo un gesto vago con las manos, como queriendo decir algo que no lograba averiguar, y casi pareció que eso era todo-. Me alegra ver que sabes lo que quieres. Sé que todo esto es una locura para ti y lamento que hayas tenido que pasar por esto. Las cosas no suelen ser así, pero tengo que hacerme cargo, no puedo darle la espalda y necesito alguien a mi lado que pueda hacer eso o... nadie. Pero quiero que ese alguien seas tu, Rose. No sé cómo explicártelo sin que suene estúpido, pero he estado soñando contigo. -Se pasó una mano por el pelo, incómodo-. Creo que esto es más que un simple 'me gustas', y no quiero darme por vencido.
¿Por qué hay una espada volando? o.o?
Rose se cruzó de brazos y miró hacia un lado.
-No me lo hagas más difícil, por favor...
Es una metáfora xD
Shyam se quedó mirándola un momento.
-Entonces ya lo tienes claro.
Rose enrojeció.
-No, precisamente no lo tengo nada claro. Si lo tuviera, te diría que es definitivo, que no te quiero, que no me convienes. O te diría que no me importa nada de lo que ha ocurrido y que no tengo miedo. Pero sí te quiero y sí tengo miedo. Creo que hasta que todo pase es mejor que estemos separados. Yo estaré en casa de Anne, no te preocupes. Será mejor que volvamos a encontranos cuando todo acabe para ver si se puede arreglar o... o ya veremos.
El sidhe suspiró soltando el aire por la nariz, relajando la tensión de su cuerpo en señal de alivio. Podía sobrellevarlo; podía trabajar con eso y demostrarle que las cosas podían, y de hecho eran, diferentes. Asintió y se levantó ante la necesidad de moverse.
-Creo que tienes razón. Y si necesitas tiempo para averiguar qué quieres hacer con tu nueva vida, no te sientas mal por ello. Yo también tengo que averiguarlo cuando todo esto acabe. Demasiados cambios...
Y pensándolo detenidamente se dio cuenta de que seguía sin trabajo, y que aunque ahora estaba curado no podía ir por la vida como si nada hubiera pasado. Había pasado por alguna razón, y no iba a desperdiciar la nueva oportunidad. Era algo que tenía tan claro como la superficie de una copa de agua.
-Pero estaré aquí para hablar cuando lo sepas.
!! Tengo que ver a la nocker para que me apañe la mano. Y conseguir barcia
Rose le dedicó una sonrisa cálida.
-Gracias, Shyam. -Se metió las manos en los bolsillos y avanzó hacia la puerta, pero decidió darle un abrazo antes de abrirla-. Te veré dentro de unos días, supongo.
Le devolvió el abrazo reteniéndola unos segundos de más consigo.
-Supongo, sí. Cuídate.
Se despidió con un gesto de la mano y aguardó bajo el umbral de la puerta.