-¿Pero todavía quieres dejarlo vivir? ¿Estás loca? -gritó el redcap zarandeando el cuerpo de Silveth en sus brazos-. ¿Qué vas a hacer, obligarle a que te prometa que no va a intentar matarnos? ¿Que no va a hacer nada en contra de Rose? Piénsalo, así podría joder a dos por el precio de uno. Voy a llevármelo, sí, pero para tirarlo desde el puente y que parezca un suicidio. Sólo será un poco más de Banalidad, ¿qué más da? -Volvió a increpar a Van Doren-. Joder, Annie, QUE OS VAYAIS AL HOSPITAL.
-¡A veces me pregunto como ha podido salir un hijo tan tonto de una madre tan lista! ¿Qué parte no entiendes de "tenemos que interrogarle"? Igual quien necesita darse un bañito en el Golden Gate eres tu para ver si se le baja la fiebre. Mira, haz lo que te salga de ahí. Me marcho. Vamos, Shyam.
El Fiona no dejaba de hacer aspavientos y muecas silenciosas, pero aún prestaba atención a la conversación. Algo de lo que se dijo no le pareció bien, porque negó con la cabeza varias veces.
-No. Rose. Rose va a volver, y si se encuentra este estropicio y nadie en casa le va a dar un infarto. Van Doren, llama a una ambulancia y espérala. Diles que me ha explotado un petardo en la mano o algo así -dijo señalando el teléfono. Después apuntó a Eddie con la mano buena-. Y tú. Un poco de Banalidad igual te mata, así que no hagas gilipolleces. Vales más que la muerte de Silveth.
Frustrado por la falta de permiso para llevar a cabo su plan, el redcap les maldijo a los dos y salió por la puerta con Silveth al hombro, el cual ocultó por medio de un cantrip. Ellos ya sabían dónde quedaba el almacén al que llevaría al sidhe, por lo que se reunirían poco después.
-No creo que tarde mucho en despertarse y preguntarse dónde coño está. Ya podéis daros prisa -dijo a modo de despedida.
-Siéntate, te vas a marear -dijo la pooka antes de descolgar el teléfono. Van Doren, a pesar de su defecto, se las arregló para dar las indicaciones correctas exagerando las heridas de Shyam. Por lo que los paramédicos sabían, al sidhe le había se estaba desangrando a una velocidad de vértigo y poco le faltaba para quedarse en el sitio.
Cuando colgó recogió el casquillo y se guardó el revolver en el bolso. Después volvió junto con Shyam y esperó con él ayudándole a mantener las vendas en su sitio.
Los paramédicos llegaron en diez minutos y atendieron a Shyam como mejor les fue posible. Se lo llevaron en ambulancia, quedando Van Doren a solas para esperar a Rose.
En el hospital, Shyam fue operado de urgencia para intentar salvarle los dedos. La intervención duró dos horas con anestesia local y, aunque lograron detener la hemorragia, tuvieron que cortarle lo que le quedaba del dedo corazón porque el hueso se había astillado más allá de lo recuperable. El otro sólo había perdido una falange, pero era posible que, al haber quedado dañado el tendón, quedase inútil. No pudo ver el resultado bajo la venda, pero al menos los analgésicos que le dieron le quitaron el dolor y le permitieron descansar.
A la llegada de Rose, Van Doren le explicó parte de lo que había pasado. La kinain se alteró muchísimo y se echó a llorar inmediatamente, sólo consolada por la posibilidad de ir a ver al sidhe. Van Doren la llevó al hospital, donde estaba siendo operado. Después no pudieron verle, pues necesitaba descansar, pero Rose se coló en su habitación igualmente.
Shyam abrió los ojos. Había dormido durante varias horas, no estaba seguro de cuántas, y ahora Rose estaba delante de él de verdad, no sólo en su sueño. La kinain se deslizó en la oscuridad hasta su cama con ojos vidriosos y le tomó la mano sana entre las suyas.
-Ay... ay... -musitó, incapaz de elaborar nada más.
El sidhe se había tomado todo aquello con considerable filosofía teniendo en cuenta que acababa de perder su carrera como esgrimista. Todavía faltaba ver el resultado final, pero ya contaba con que el manejo de la espada iba a resultarle imposible a no ser que empezase a practicar en serio con la zurda. Era algo que había tanteado alguna vez, por lo que tampoco era una opción descartable. No obstante, tenía asuntos pendientes más urgentes y una bala reservada para aquel sidhe que ni a las puertas de la muerte sacaba el valor para actuar en condiciones.
Al despertar emitió un leve gruñido somnoliento, algo desorientado tras todo lo ocurrido. Vio a Rose, y enseguida fue a alzar la mano para acariciarle el rostro y decirle que no pasaba nada. Tuvo que rectificar al darse cuenta de que había alzado la mutilada.
-Oh, pequeña. No pasa nada. Estoy bien -dijo para tranquilizarla, esbozando una sonrisa cansada-. Gracias por venir.
-¿Qué demonios hacías con un petardo en la mano, Shyam? ¡Estamos en noviembre, no en julio! -dijo apretándole el pecho-. Tu pobre mano... Mira lo que ha pasado.
Shyam la miró sin saber cómo explicarle todo aquello. Joder. Menuda forma de empezar una relación, mintiendo descaradamente.
-No sé, fue una tontería... Mierdas que haces cuando no piensas -intentó explicar de forma vaga, agitando la mano sana. Se hundió en la cama y agachó la cabeza como un niño que ha hecho una trastada-. Lo siento...
Rose no dijo nada más. Apoyó la cabeza en el pecho de Shyam y cerró los ojos.
El sidhe la rodeó con los brazos y suspiró largamente, apoyando la mejilla sobre su cabeza después. Prefirió ahorrarse las palabras. Quizá en el Feudo alguien pudiese hacer algo por su mano. Algún constructor o algo así.