Domingo, 2 de mayo de 1985 - 21:22
Las festividades de Beltaine llegaban a su punto álgido en el Ducado de Goldengate. Por toda San Francisco los duendes extasiados disfrutaban del primer día del ciclo de verano, cuando los Luminosos volvían a gobernar. Hasta los redcaps más repugnantes caían en su Legado Luminoso, por lo que incluso Eddie, que de los redcaps era más bien poco repugnante, estaba del mejor humor. Se había pasado el día haciendo regalos caros a sus amigos para recordarles que los apreciaba en su estúpida amistad y todo eso. No tenía muchos, así que no tardó demasiado en terminar. El resto del tiempo siguió a Van Doren como un cachorrito enamorado que al mismo tiempo era su protector más feroz.
El vientre abultado de la pooka llamaba mucho la atención y duendes desconocidos se acercaban a frotárselo para adquirir ¿suerte? ¿bendecirlo? ¿por subproducto de la borrachera? Eddie no dejó de gruñirles improperios hasta que cesaron su peregrinación.
Con la caída de la noche, el redcap condujo a la pooka hacia el Buenavista, donde en una gran hoguera tenían lugar las últimas celebraciones. Decían que los Infantiles concebidos en Beltaine tenían buena estrella. Dichos Infantiles no iban a concebirse solos. Por algo cada vez había menos gente en torno a la hoguera y más perdida por el parque.
Eddie terminó el vaso de cerveza que estaba bebiendo, lo estrujó y lo lanzó al fuego, donde se constriñó como una bruja de Salem mientras la achicharraban. El redcap llevaba un chaleco de cuero tachonado que mostraba los brazos cetrinos. Se había puesto fuerte en los últimos meses. Por lo que decía, iba a necesitar entrenar para cargarla en la noche de bodas con lo gorda que se estaba poniendo. Era sólo por molestar y Van Doren lo sabía. Aunque le encantara ser irritante, el entrenamiento era por vanidad y por recordar viejos tiempos. Pasaban semanas entre una y otra, pero algunas noches llegaba a casa chorreando la sangre de una quimera que había cazado con Shyam, con los ojos chispeando de Glamour y el rostro juvenil y encendido.
Después de soltar un sonoro eructo, Eddie le tendió la mano.
-¿Nos damos una vuelta, cariño?
Van Doren le cogió la mano y esperó a que tirase el primero para levantarla mientras ella se sujetaba la tripa como si se le fuese a caer. Últimamente la pooka no hacía más que tener hambre y ganas de comer pizza, pero como no terminaba de hacerse entender siempre acababa comiendo cualquier cosa menos eso. Eddie nunca la entendía, así que había desistido de enviarle a él a hacer las compras.
-Deberíamos desayunar ya a estas horas. No tengo mucho hambre y estoy guardando la linea, pero una ensaladita no me vendría nada mal.
La pooka se estiró quejándose de la espalda y volvió a darle la mano.
-¿Pero otra vez tienes hambre? Anne, esa cría va a salir redcap seguro. -Ya sabían que iba a ser una Megan, pero la idea de que su linaje fuese redcap seguía aterrando a Eddie-. No te voy a dar una ensalada, porque cuando pides la ensalada luego me miras mal y enseguida tienes hambre. Luego vamos a por una hamburguesa al McDonalds, pero primero quiero enseñarte una cosa. Ven.
Se la llevó a través de los árboles al lugar más recóndito que encontraron, sorteando quimeras benignas y parejas acarameladas. Eddie chascó los dedos y una bola de luz flotó sobre la cabeza de Van Doren, haciéndole cosquillas. El redcap suspiró.
-Vale. A ver. Yo tenía esto preparado... -Se sacó un papel del bolsillo y se aclaró la garganta-. Annie, eres la mujer de mi vida y te quiero. Está bastante visto que vamos a estar juntos queramos o no, así que es hora de que nos casemos. Va a ser una cosa personal entre tú y yo. Luego si quieres una fiesta y firmar papeles, lo hacemos, pero quiero que primero sea algo secreto. Quiero que hagamos un Juramento. Si quieres.
-Una hamburguesa... Eso es exáctamente lo que quiero. Una hamburguesa. Gracias, cariño, solo tú me entiendes -dijo Van Doren casi aguantándose las lágrimas de desesperación. Las hormonas el hacían eso. Al menos esta vez no era una puta ensalada.
La pooka le siguió por el parque, apretándose a él cuando la brisa nocturna le hacía tener escalofríos. Cuando pararon, lo primero que se le ocurrió es que iban a enrollarse, cosa que no le parecía mal, pero cuando vio que Eddie se aclaraba la voz y sacaba el papelito comenzó a temblar de emoción como un ratoncillo.
-¿En serio has tenido que escribirte eso? Perdón, perdón... Ay, Eddie. Yo que ya pensaba que me iba a tener que casar con otro al que cargar el bombo... No sabes lo feliz que me haces. Si, quiero. ¡Si, quiero!
-¡Que eso no lo tenía aquí escrito! Esto son los votos -gruñó él-. El Juramento. Tenía unas cuantas ideas sueltas de lo que quería incluir en el compromiso y las he puesto aquí, nada más.
El redcap se volvió a aclarar la voz y le tomó la mano.
-Voy a empezar. Presta atención. Ehm... Yo, Eddie Castle, juro que te protegeré y amaré toda la vida. Que protegeré y amaré a nuestros hijos. Te seré fiel y leal, cuidaré de ti y te defenderé siempre. Que compartiré todo contigo y aprenderé a no ser un cabrón, o no ser demasiado cabrón. Y no te tendré celos por ser maravillosa.
-Ya verás cuanto se lo cuenta a Korah.
Van Doren, que había empezado a sollozar y a convulsionarse a mitad del juramento, tenía la cara completamente roja y la nariz moqueante hacia el final. La pooka sacó un pañuelo y se sonó la nariz antes de contestar.
-Yo, Mary Krauss, juro que te protegeré y amaré toda la vida. Que protegeré y amaré a nuestros hijos. Te seré fiel y leal y cuidaré de ti y te defenderé siempre. Que compartiré todo contigo y que seré tu amiga para toda la vida, y que cuando las cosas se vuelvan difíciles estaré allí para apoyarte y guiarte. También prometo que trataré de no darte tantos celos por ser maravillosa, y te juro que lo que quiero es pizza, una maldita pizza carbonara con cebolla. Dioses, qué bien me ha venido el bendito juramento...
Eddie la rodeó con los brazos y la estrujó con cuidado de no dañarle la tripa, pero igualmente con ansia. La besó, más dientes que labios pero con sentimiento, y apoyó su frente sobre la de ella.
-Si querías una pizza, ¿por qué no me lo habías dicho, culona? -Eddie tenía la mejilla húmeda-. ¡Te habría llevado a por una puta pizza, o tres si querías!
-¡Por que mi vida es muy difícil! -gimoteó-. Y como le digas a alguien el nombre que te he dicho te mato.
-No me importa. Tú siempre serás mi Annie.
Eddie volvió a besarla. Esta vez logró recopilar toda la carne de sus labios para que el beso fuese agradable y no dañino, como el primero, cuando se hallaba demasiado emocionado. Luego se limpió la cara con el dorso de la mano y se la tendió.
-Vamos a por esa pizza, nuestro banquete nupcial. Y luego la noche de bodas, ¿qué te parece?
-Vale, pero a un sitio en el que den también hamburguesas, que he cambiado de opinión... Joder, ¿no puedo jurarte amor eterno todo el rato? Algún día te haré saber lo difícil que es ser yo... Algún día.
La pooka se olvidó de la mano que le tendía el redcap y se agarró a su cintura con fuerza, pasando la cabeza por debajo de su brazo.
-Ah, y más te vale darme un anillo. No puedo ir por ahí diciendo que estoy comprometida sin un anillo.