Se sintió un poco dolido. Sí, llevaba una camiseta completamente cubierta de purpurina plateada, ¡pero ni siquiera se había puesto peluca! Los puntos que había ganado con ese turbante tan divino los había perdido de inmediato. Le echó el brazo por encima del hombro a Damara y la obligó a dar un paso al frente.
-No le gusta que se lo recuerden. Craig, no me habías dicho que tenías una madre tan estupenda.
La madre de Craig se separó de él y bajó los escalones del porque. Miró a izquierda y derecha como si comprobase el nivel de atención de los vecinos y puso los brazos en jarras.
-Así que vosotros sois los que habéis tenido a Craig fuera de su casa. ¿Te parece eso bonito, chaval? Eso es lo que hacéis vosotros, ¿eh? ¿Captar a los jóvenes?
Tal como le había dicho a Craig, el motivo perfecto para quitarse las gafas de sol era para mirar a alguien con desprecio, y así lo hizo.
-Discúlpeme, señora. La próxima vez que me encuentre a su hijo tirado en la calle me aseguraré de no darle comida y un techo. Sin duda hubiera dormido mejor un callejón. Es decir, sí, se hubiera helado de frío, no habría tenido nada de comer y probablemente le hubieran atracado, violado, apuñalado, detenido, o las cuatro. Pero entiendo que le preocupe que le acogieran unos maricas.
Plegó las gafas de sol y se esforzó por sonreír.
-¿¿Tirado en la calle?? -preguntó volviéndose para mirar a su hijo con horror y enfado en su voz.
Craig se encogió con temor.
-No, no exactamente. Estaba buscando un sitio donde quedarme y había un sitio donde alquilaban habitaciones pero...
-¡Aaah! -gritó exasperada llevando los brazos al cielo-. Craig Winston Lambert, ¡voy a matarte!
Levantó la mano lentamente para llamar la atención de Korah.
-Disculpe. Había pensado que, dado que hemos rescatado a su hijo de la indigencia, a lo mejor le gustaría invitarnos a una taza de té y así charlamos todos un rato.
-¿Qué? ¿Bromeas? ¿Crees que voy a dejar entrar en mi casa a...? -La mujer se detuvo. Tragó saliva. Se tapó la boca con las manos, muy digna-. Una taza y os vais.
-En realidad estamos esperando a Van Doren -dijo, volviéndose hacia el negocio de la pooka-. Pero si le viene mal podemos esperarla en la acera.
Le daba la impresión de que la señora Lambert no estaría muy a gusto con la idea de que los vecinos le vieran delante de la puerta de su casa.
-Oh. Oooh. Ya entiendo. Los pervertidos se conocen todos entre sí -Korah le señaló la acera de Van Doren-. Si vas a esperar, que sea ahí. En su jardín. Los vecinos ya saben lo que pasa ahí de todas maneras. Vamos, Craig. Adentro. Tenemos que hablar.
Calandra se puso las gafas de sol, sin darse cuenta de que estaba esperando a que Craig hiciese algo.
-Adiós, Craig. Ha sido un placer -se despidió, haciendo lo posible por mantenerse frío y entero y no dar demasiada pena.
-Espera, mamá, tengo que... tengo que despedirme, ¿vale?
Craig bajó del porche y se acercó a Calandra con expresión tristona. Bajó la voz para que lo que dijera fuese sólo para sus oídos.
-Gracias por todo. Yo... eh... te llamaré en cuanto pueda, si mi madre no me castiga sin teléfono. ¿Vale? Te voy a llamar, no creas que... No creas que soy ese tipo de persona.
Levantó una mano con ademán rígido que podría haber dirigido a su mejilla para acariciársela, pero se quedó en palmearle el brazo como haría con un amigo.
Hizo una mueca sin terminar de creerse lo que oía, pero tampoco tenía ganas de hacerle ver que dudaba de él. Asintió, casi impercentiblemente, y se atusó las antenas.
-Cuídate.