Por un instante quedé embelezado por la enfermera que se acercó para ayudar al español. En parte era por su poder, pero también por su belleza, no era la hermosura meramente física sino algo relacionado con su presencia, con su actitud: simplemente encantadora.
Su argumento acerca de lo genial de la diversidad fue bien tomado, ciertamente no paraba de sorprenderme un solo día pero los terremotos no eran tan "bonitos" sino más bien todo lo contrario.
Cuando me tendió una golosina la tomé y luego ofrecí mi mano -señorita Anne Marie, ¿Verdad?- sonreí -Matías Vairoleto, encantado-. Respondí luego a su consulta mirando a mi compañero -a decir verdad buscaba a alguien para consultar de las sacudidas del suelo, pero al ver a Cisco acá, bueno, creí que era más grave-.
Entonces el muchacho me cuonsultó acerca del calvo psíquico -la verdad que salí corriendo, pero si querés volver te acompaño, me gustaría hablar con él- pasé una mano por mi cabello -aunque no soy tan propenso a sacarme fotos, siento que siempre salgo mal- reí.
¿Tenemos turnos? Iría Anne ¿Verdad?
Cisco-Matías-Anne
Si Cisco o ambos salen hacia el anfiteatro, los sigo.
La mujer sonrió contenta al ver la valoración de su trabajo, aunque no sorprendida, pues ya había escuchado mucho eso. -Para eso me han contratado.- respondió a Cisco, guiñándole un ojo. Luego continuó escuchando al muchacho, y asintió ante la información que le había dado. -Lo sé, he tenido la suerte de charlar esta mañana con él, poco después del desayuno. Es un hombre bastante amable y muy sabio.- añadió a los chicos, sobre su impresión acerca de la visita.
Extendió la mano, concediendo el saludo a Matías, y luego dándole un pequeño golpecito en la nariz con el dedo índice. -¿Las sacudidas en el suelo? Seguro que nada bueno, aunque teniendo en cuenta lo pequeño que es este sitio, os enterareis pronto.- contestó, señalando con la mano todo el lugar cuando lo mencionó. -Anda, id a investigar, que seguro averiguáis algo.- les alentó, como la madre que alienta a su hijo a vivir aventuras.
Cisco-Matías-Anne
La enfermera era muy simpática así que lo menos que podía hacer era sonreírle.
- Está bien, nos vamos entonces a echar un vistazo. Por cierto yo me llamo Cisco. Encantado.
Esperaba que no hubiera explotado otra hermandad porque ya sería el colmo de la mala suerte.
- Lo mismo nos da tiempo a ver a esos norteamericanos.
Tras mirar a Matías pensando que se pondrían en marcha de inmediato levantó un poco la mano, ahora vendada, en señal de despedida.
- Gracias, hasta la próxima.
Cisco-Matías-Anne
Vamos de vuelta al anfiteatro y de camino miramos si se ve algo extraño.