El tiempo que habían pasado en Isla Superior había sido una especie de oasis para Selina. Había hecho un gran esfuerzo por mantenerse animada, por no contagiar a sus compañeros la angustia ni la pena que sentía, y a su ver, lo había conseguido. Pero todo cambió al regresar a la hermandad. Al ver el imponente edificio de nuevo frente a ella, se le antojaba estar viviendo un sueño. Costaba creer la brevedad de tiempo que habían tardado en reconstruirlo, y eso todavía hacía más irreal la vuelta a la normalidad.
Fue ese primer día, en el comedor. Un cartel responsabilizando a Cory del incendio.
En un principio Selina había temido que él estuviese dentro del edificio cuando ardió en llamas, pero tras verificar que estaba a salvo, nadie le había sabido o querido concretar, tan solo tranquilizarla en que todo iba bien.
Pero ahí estaba, frente a ella, la explicación. O mejor dicho, la conclusión, porque Selina no podía creerlo. Le dolió enormemente leer ese mensaje y los días que se sucedieron ya no pudo fingir que todo iba bien. No tenía fuerzas de soportarlo todo, tan sólo de ir tirando, como pudiese.
Tras el almuerzo, uno de tantos en los que apenas comió ni bebió nada, se fue derecha a la hermandad. No tenía ganas de nada, incluso se planteaba faltar ese día a clase.
Se fue a la sala común y se sentó en uno de los sofás de cuero. Encendió la televisión. Frunció el ceño y cambió. -Rollo... -cambió de nuevo- rollazo... -volvió a cambiar- pfff! -probó con otro canal- ah bueno, Castle...
Lo cierto es que le costaba tranquilizarse pero por algo empezaría. Se fue a la cocina y regresó junto al televisor con un bol de helado y una cuchara. No tenía hambre, pero esa delicia de vainilla con nueces de macadamia no podía empeorar el día.
Escuchó el ruido de la puerta principal. Alguien había entrado en la hermandad.
La vio allí, sentada mirando la tele, con el bol de helado, y pensó que estaba extraña. De alguna manera. Y eso, viniendo de Renzo, no dejaba de ser divertido.
Renzo no solía acercarse a nadie que estaba solo. Había, en su recuerdo, el doloroso momento en el que Connor se había alejado de él, como si estuviera apestado; pero incluso si esa no hubiera sido la situación, era evidente en lo artificioso de sus movimientos, que la compañía de otros le causaba una turbación íntima.
En honor a la verdad, Renzo hacía poco por socializar. O mejor dicho, sus intentos siempre parecían ser realizados en el peor momento, y siempre con esa especie de envaramiento, de extrañeza ante lo que ocurría a su alrededor. Presto a saltar cuando pasaba cualquier cosa. Presto a...
Sin embargo, recordaba la amabilidad, aunque no la entendiera. Había visto como Selina cambiaba estos días, y aunque le había costado darse cuenta, lo había llegado a asumir. Quizás... el chaval se miró la ropa, que ella le había ayudado a elegir. Quería agradar, de hecho se había apuntado en un cuaderno las combinaciones adecuadas, porque no quería parecer un adefesio. Y oye, así, en la ropa, hasta pasaba por normal.
- No se si te dije que gracias por la ropa. Viene bien- miró al lado de la chica, incómodo- Esto... yo... ¿quieres que te acompañe? Si no, puedo irme. O sea, que entiendo que prefieras estar sola. Y se que soy raro, y en serio, no quiero molestar, y eso.
Sus ojos habían adquirido una tonalidad gris que recordaba una tormenta, pero no había frialdad en su mirada. Levantó la mano a modo de saludo cuando vio a Renzo entrar en el salón. Pensó que posiblemente querría ver un rato la televisión, pero no habría podido imaginar que se pondría a hablar con ella. Su expresión hubiese reflejado sorpresa de no ser porque tenía la cuchara en la boca, donde permaneció inmóvil hasta que el muchacho acabó de hablar.
-Por supuesto -sonrió con suavidad y se echó hacia un lado del sofá dejando sitio junto a ella. Después hizo un gesto con la mano invitándole a sentarse.
-No hay de qué -dijo en respuesta a su agradecimiento por la ropa- fue un placer, lo pasamos bien y además te queda genial. Era consciente de que el chico había hecho un esfuerzo aquel día, recordó su mirada de dolor cuando le brindaban comentarios positivos y por un momento temió que volviese a repetirse.
-¿Qué tal estás? He puesto Castle pero puedes cambiar si quieres -le comentó mientras se decidía a sentarse allí. También había otros sofás y Selina no se tomaría a mal la elección de Renzo- aunque llevo un rato viéndolo y me estoy enganchando al capítulo -volvió a tomar otra cucharada de helado- el hombre tiene frentes abiertos por todas partes.
Renzo tomó asiento mientras sonreía a Selina, o lo intentaba, siempre que ese torpe remedo, esa caricatura, pudiera pasar por sonrisa. Como de costumbre, el chaval no parece percibir hasta qué punto su mueca (por llamarla de algún modo) puede resultar inquietante.
Al hablar, sin embargo, su tono es impersonal, y como casi siempre, esa impersonalidad es tremendamente más cómoda en su caso.
- Castle está bien. Aunque Nathanm Fillion me gusta más en Serenity, como capitán de la Firefly. Es un papel menos histriónco. ¿Sabes que pone voz a un personaje en Halo3 y en Halo5? Si quieres jugar alguna vez, están en mi dormitorio- tras las preguntas Renzo se queda viendo la televisión. Como casi siempre, su expresión, tensa siempre, se relaja al seguir viendo el capítulo, como si las imágenes y las conversaciones ajenas, alejadas de su propia realidad, lo sedaran de algún modo. Es al final del capítulo cuando carraspea- Yo... no te di las gracias. Sé que has tratado de ayudarme. También creo que te pasa algo. No creo que pueda ayudarte, pero quiero decirte que me preocupo.
-Vi la película y también la serie. Lástima que se acabase tan pronto. Los videojuegos en cambio no los conozco, pero gracias. Algún día me paso y jugamos -agradeció, aceptando la propuesta de Renzo más por pasar un rato con él que por los juegos en sí.
El capítulo se fue desarrollando y en un momento dado hubo una escena emotiva entre el prota y su hija. Aunque no fue nada altamente dramático a Selina le resbalaron dos lagrimones que se apresuró a enjugar.
Le miró apenada al decirle él que estaba preocupado y se ofrecía a ayudarle. Qué mono... -No te preocupes Renzo, se me pasará... -le brindó una sonrisa tristona. Le sabía mal preocuparle porque estaba convencida de que él tenía suficientes problemas ya como para además preocuparse por ella. Tomó aire- es sólo que... no puedo creerme que Cory sea el responsable del incendio. No puedo creer que él lo hiciese. No al menos voluntariamente.
Lo decía con la mirada clavada en el suelo, como si esperase en cualquier momento que unas letras se dibujasen desvelando una realidad que lo exculpase.
Era consciente que igual sonaba como una ingenua. Apenas le conocía, pero de algún modo sabía que su naturaleza no era esa. No era mal chico. Y en el fondo, tal vez todo se reducía a una promesa que se había hecho a sí misma y no había podido cumplir.
-El primer día, cuando llegamos, fui sola al edificio principal y cuando él vino y hablamos, conectamos. Mucho. Supe que seríamos buenos amigos. Que seríamos de esas personas que realmente se alegran cuando al otro le va bien y de esas personas que acuden a las dos de la mañana a cualquier lugar para consolarte cuando te han roto el corazón -le miró con los ojos humedecidos, intentando contenerse-. Así que me siento como si le hubiese fallado. No quise agobiarle en el comedor, pero debería haber hablado más con él. No dejo de reprocharme no haberme dado cuenta de que le pasaba algo -sacó un paquete de kleenex del bolsillo y se sonó la nariz con uno.
-¿Cómo hago Renzo? Si ni siquiera puedo enfadarme con él? Perdí algo muy valioso para mí en el incendio y no puedo enfadarme con él! -repitió incrédula y molesta consigo misma. Miró al chico sin saber si le respondería o no, pero agradecida por haberle escuchado.
Pobre chaval xDD Selina le va a cortocircuitar la cabeza
Vuelvo en 3 días, antes no creo que pueda postear.
Renzo guarda silencio unos instantes, y parece absorto primero por la serie y luego por el programa que le siga a continuación. ¡Demonios, si hasta los anuncios parecen dejar absorto! Sin embargo, podía comprender lo que decía Selina y, al cabo de un par de minutos, asintio.
- No se me dan bien las personas. Pero entiendo que hay cosas que duelen tanto que se hacen cosas terribles. A veces el dolor o el malestar es tan grande que se hacen cosas terribles.- asintió, más para sí mismo que para Selina, y continuó hablando- No conocí a Cory. Pero siento que te causara pena lo que hizo y su expulsión. También que se quemara algo en el incendio que fuera muy importante para ti. El que no puedas enfadarte con él es bueno. Significa que eres más de preocuparte que de enfadarte. ¿Llegaste a hablar con él? ¿sabes por qué lo hizo? Hay una cosa que está clara: no fue fallo tuyo. Decisión suya, u obsesión suya. Yo he hecho muchas cosas, cosas terribles. Pero el único culpable era yo. No mis amigos. Ni mi familia- al decir esto último una ráfaga de dolor e incomodidad es palpable en el rostro de Renzo, que vuelve a concentrarse en el programa de televisión de delante.
Renzo dijo que no se le daban bien las personas, pero consiguió que Selina se sintiese mucho mejor. Seguramente él lo desconocía, pero aun sumido en su mundo de tinieblas, o tal vez precisamente por eso, fue capaz de mostrarle la luz y calmar el desasosiego que la chica arrastraba y poco a poco la iba consumiendo.
Negó con la cabeza cuando le preguntó si pudo hablar con Cory después del incendio. -No volví a verle después de la clase de aikido. No vino al comedor. La incertidumbre y desconocer el motivo que le llevó a incendiar la hermandad era lo que le quitaba el sueño.
Escuchar que estaba bien no poder enfadarse con él le quitó un peso de encima. Ella se castigaba por no poder hacerlo, pero tal vez no debía luchar contra lo que sentía, sino sencillamente permitir que la atravesara y dejarlo pasar.
Luego él dijo que lo que había pasado no era culpa suya y Selina cerró un instante los ojos, sintiendo como si finas gotas de rocío bañasen su corazón limpiando el tormento que había arraigado en él y deshaciendo los nudos que habían formado sus raíces.
No eran solo sus palabras, podría haberlas dicho cualquiera, pero no habrían tenido el mismo efecto. Parecía que Renzo sabía muy bien de lo que hablaba, y ella tenía la sensación de que la comprendía perfectamente. Le observó con sus enormes ojos azules, una mirada cristalina libre de cualquier sombra. Sentía una gran liberación y era porque ahora sabía cómo superar y dejar atrás el dolor que la afligía.
Pudo ver, sin embargo, cómo el chico sufría por su pasado al reconocer que había hecho cosas terribles de las que según parecía, no podía escapar.
-Gracias Renzo -agradeció con sinceridad, visiblemente aliviada-. No sé cómo lo has hecho, pero has espantado mis demonios. Me gustaría ayudarte a combatir los tuyos, por favor -añadió con un tono suave y prudente. Temía que él no quisiera hablar, hecho que ella respetaría, pero albergaba la esperanza de que al menos lo intentase.
Por unos minutos parece que Renzo, refugiado en el televisor y en el programa, no va a decir nada más. De hecho sólo es al observar su excesivo hieratismo que te das cuenta que algo pasa, como si quisiera decir algo, pero cuando fuera a empezar, se lo pensara nuevamente, y guardara silencio.
- Yo... es....- había tanto que decir, tanto que explicar, ¿pero cómo? ¿y para qué?- Lo expliqué muchas veces. Muchas. Yo...- las manos de Renzo, en claro contraste con el hieratismo del resto de su cuerpo temblaban violentamente, pero el chaval no parecía notarlo; pasan unos segundos hasta que logra calmarse y su voz vuelve a adoptar cierta forzada neutralidad- En el comedor dije que el motivo podía ser que intentara suicidarse. Yo lo he intentado muchas veces. Pero ya no.
Se queda pensando y toma un bolígrafo, y antes que Selina pueda hacer nada se lo clava a sí mismo, con fuerza en la muñeca. El dolor le hace amagar un grito, pero, cuando se saca el bolígrafo, Selina puede ver como la herida empieza a cerrarse.
- Es igual si me quedo, o si me disparo. O si tomo veneno. Mis poderes no me dejan morir.
Parecía que Renzo no iba a explicar nada y Selina no insistió. Se apoyó en el sofá a mirar la televisión con él, pero entonces se dio cuenta de que estaba extremadamente tenso.
-Tranquilo... -susurró con voz tenue, tratando de calmarle al ver que sus manos temblaban de un modo tan convulso. No importaba si no quería hablar, ella solo quería que estuviese bien.
Pasados unos segundos, cuando se serenó, Selina respiró aliviada. Entonces él habló de algo que había dicho en el comedor. Parecía que habían pasado mil cosas la única vez que ella no había estado presente durante el almuerzo. Le miró extrañada al principio sin saber a qué se refería. ¿Suicidio? Le miró boquiabierta. ¿Por qué iba Renzo a querer quitarse la vida?
Todavía asimilaba sus palabras cuando inesperadamente, el chico cogió un bolígrafo y se lo clavó con fuerza en la muñeca.
-AAAHH!! -soltó un grito entrecortado. Se puso en pie instintivamente, mirándole atónita con las manos en la cabeza- Está bien está bien está bien... No... no toques nada -le pidió mirando de un lado a otro con el rostro desencajado. Lo cierto es que no tenía idea de qué hacer. Con manos temblorosas sacó un kleenex por si no le hacía caso y se sacaba el bolígrafo, así podría presionar la herida- te llevaré a la enfermería.
No se había recuperado de la impresión cuando Renzo hizo lo que ella había temido. Se apresuró a usar el pañuelo pero al acercarse a la herida pudo ver asombrada como ésta comenzaba a cerrarse.
El chico enumeró una pequeña lista de lo que había probado para acabar con su vida y Selina sintió como le flaqueaban las piernas. Se dejó caer en el sofá, abatida y afectada por lo sucedido. Fue incapaz de decir nada durante un momento, estaba desconcertada. Tenía la mirada perdida en algún punto indefinido. Luego cerró los ojos tratando de serenarse. Cuando lo consiguió miró fijamente a Renzo.
-Prométeme que no volverás a hacerte daño -le pidió muy seria- por favor. Era fácil leer preocupación en los ojos de la chica, así como un atisbo de tristeza por creer adivinar el infierno en el que habría vivido.
Renzo no podía morir. Renzo había intentado suicidarse. Varias veces. Esto era algo muy fuerte y no podía tratarlo con frivolidad. Selina necesitaba algo de tiempo para asimilarlo. Esperó pacientemente la respuesta de su compañero mientras fragmentos de la conversación venían a su mente, como que el chico ya no intentaba suicidarse, y que la persona a la que se había referido en un principio no era otro que Cory. Ella no creía eso y se sintió bastante estúpida por haber creído que podría ayudarle, puesto que ahora no tenía la menor idea de cómo. Tal vez por el momento bastase con pasar un rato en compañía.