El Conde Olaf se encontraba particularmente molesto porque algunos de los invitados decidieran deambular por sus dominios entre tanto debate sobre quién podía ser el asesino, ¿Acaso desean buscar pistas en vez de acusarse los unos a los otros?. Qué desfachatez... ¿Por qué no confían en sus instintos y se acusan entre ellos como personas normales?. Bueno, eso tanto daba... acercándose al Sr. Poe nuevamente, le susurró al oído.
-Sr.Poe, la gente está esparciéndose por mi propiedad en vez de centrarse en lo importante, debatir y discutir sobre quién es el malvado culpable que tanto daño le ha hecho a Lady Pastelito. Supongo que harás algo para evitar que esa gente se distraiga y se centre en lo que debe... ¿No? ¿Sr. Poe?.
Al parecer el Conde Olaf deseaba que Poe los volviera a aglomerar en esta estancia para que siguieran discutiendo sobre el asesino, en vez de irse por la casa en busca de lo que sea que anden en busca. Esto quedaría en manos de Mr.Poe.
Tras toser, escuchó las palabras del Conde Olaf, quienes pese a que ciertas, puesto que había gente que había ignorado casi por completo el hecho de debatir y discutir acerca del asesino, no las consideraba del todo precisas, y eso mismo se lo hizo saber con total rotundidad, o al menos con toda la que el banquero pudo reunir entre ataque de tos y ataque de tos.
-Pasear por los alrededores siempre es bueno para despejar la mente y ver cosas que en un primer lugar no se habían visto. Estoy de acuerdo con que los sospechosos se deben de centrar en encontrar a los culpables, debatir y discutir. Pero no estoy a favor de impedir que den esos paseos que quizás sean reveladores; siempre y cuando sigan participando en el debate y voten para desentrañar el misterio que se oculta tras el asesinato...
Poe volvió a toser nuevamente, mientras que Olaf se notaba visiblemente molesto por la negativa del banquero a encerrarlos a todos en el Recibidor de la Mansión hasta que hayan decidido quién era el culpable de los ahí presentes.
-Señor Olaf, tiene usted una casa de lo más encantadora. Especialmente el patio, donde disfrutar del sol. Compréndanos, a duras penas sabría decir el nombre de todos los presentes como para saber quién es el culpable del asesinato ¡Es una locura!
Elvira se abanica efusivamente con la mano mientras habla.
Denisse se envolvió a si misma con el chal de lana negra, apretando los labios en signo de inquietud.
¡Un asesinato! Valga el infierno, o el cielo, que no era aquello para lo que había ido a la isla.
Por otro lado... ¿una mano? El instinto natural de la coleccionista se elevo a mirar alrededor, ¿Que mano sería aquella? ¿Cuál sería su valor histórico? No podía contestarse a si misma. De tal modo solo podia elucubrar posibilidades en la cabecita de blancos cabellos.
Sin una palabra dejo escapar un suspiro resignado, cayendo en la cuenta de lo que hablaba el resto, y mirando cada cual de los invitados.
No era buena juzgando, eso de lejos se veía sino haberse enterado antes que la sobrina de su anterior esposo no era sino la ... "Amiga"... Que verguenza enterarse en pleno funeral.
¿En que estaban? ¡Ah!
La dama de negro hablaba y expreso una cosa muy lógica.
Es verdad lo que dice la señorita, no podemos entendernos entre nosotros pues diría que no conozco a ninguno, cosa rara pues entre coleccionistas deberia haber cierto conocimiento breve... En este caso estamos muy limitados de sospechosos... O superados, cada uno ha de serlo y la falta de un detective solo empeora este hecho. ¿Esta seguro de que no podemos llamar a la policia o algún experto? Creo que cada cual conocera alguno y nuestras respectivas posibilidades han de ser suficiente para mantenerse sensato silencio a fin de no arryinar futuras negociaciones -señalo la dama, teniendo la delicadeza de señalar lo importante allí, que sus nombres no quedaran empantanados con semejante suceso.
La familia Blacke ya había tenido suficientes escandalos en la ultima decada. ¡Dos!
Perdida en cierto modo fue a buscar otro lugar para pensar bien.
-Genial Satur, la segunda vez que vas a una subasta y la segunda vez que te encierran en ella. Primero en la Mansion de los Rocks, con esos locos y la secta de los otros locos... Y ahora en esta extraña mansión del Conde Olaf... Vas dos de dos amigo. Bueno si saliste de esa, puedes salir de esta. -Hizo un gesto de auto-superación a sus propios pensamientos antes de unirse al resto.
-Bueno ejemm... Si los acusados van a ser por prejuicios y ha aquellos que tienen prejuicios... Esta claro que esta primera votación, no va ser de ayuda... Así que mientras alguien no me de una razón mas solida, voy tirando por el azar... Aunque siendo tantos, es fácil fallar hoy. Algo me dice que esto no sera coser y cantar. A no ser... -Miro a todos por un segundo. -¡QUE DE UN PASO ATRÁS AQUEL QUE TENGA UNA BALLESTA!
Se quedo callado mirando a todos, esperando reacciones. -¿Nada? Bueno había que intentarlo... -Se encogió de hombros. Antes de volver al silencio.
Atajo de bárbaros, lo que había que ver. Un asesinato y, además, tener que acusarnos entre nosotros. No sería yo, una dama de mi estatus, la que se pondría a discutir como verdulera en el mercado con aquella gente. De haber sabido que esta subasta se tornaría en este circo, habría hecho que mi hijo se encargara de vender el objeto.
Molesta por la situación daba ocasionales golpecitos al suelo con mi bastón resoplando de vez en cuando cuando alguna descabellada idea volaba por la sala o peor, las fanfarronadas de los machos alfa.
- Intentar encontrar ahora al culpable es como buscar una aguja en un pajar, si hay que acusar a alguien las palabras y las acusaciones sin base no sirven para nada. Será mejor que busquemos algo que nos ayude con esta locura para poder terminar cuanto antes - dije dando un golpe seco al suelo con mi zapato.
Dicho esto, salí del lugar con paso firme.
El Sr. Poe se cansó de tanto esperar y decidió cerrar las votaciones, no sin antes mirar a alguien de los invitados y posteriormente sacar del sombrero 2 votos, parecía que seguía las indicaciones de ese alguien. Comenzó a cantar los votos mientras iba haciendo pequeños montoncitos con aquellos con el mismo nombre escrito.
-La democracia ha hablado; el vil asesino que mató a Dorotea Pastelito no es otro que... "El Patrón".
La gente que se encontraba a su lado se aparta de aquel hombre señalado por sus compañeros. El Patrón se encontraba visiblemente nervioso por lo sucedido; la gente lo había votado, ¿Un complot contra él?, ¿Alguien lo había delatado?, ¿No era más que una cabeza de turco?. Las preguntas circularon por la mente del Capo de la Droga y harto de la presión decidió disuadir las tensiones buscando algo en su cinturón trasero.
Por desgracia, incluso antes de que este pudiera sacar aquella cosa que estaba buscando y así poder disuadir a aquella multitud, se pudo escuchar un pequeño "click" y luego un enorme "Crash". Puesto que la lampara de araña que se encontraba colgando sobre los presentes, se había desprendido sobre El Patrón.
El Conde Olaf se alejó lentamente del pomo donde se encontraba atada la cuerda que hacía poco estaba conectada a aquella lámpara de araña que había aplastado a "El Patrón", disimuladamente, se acerco al cuerpo de aquel hombre y con sus largos y afilados dedos tocó su trasero.
-Señores, he de dar unas terribles noticias; este hombre... ha...fallecido.
En ese momento, "El Patrón" dio un pequeño alarido de dolor, una burda queja que contradecía la casi excepcional muestra de sabiduría y experiencia médica que el Conde Olaf había realizado instantes antes; algo que sin lugar a dudas, no sentó bien al Conde; quien chirrió sus dientes al enterarse que aquel hombre aún seguía con vida.
Dando una palmada al aire; el Conde Olaf se retractó rapidaménte.
-Lo que quise decir, es que a este hombre se le ha fallecido el reloj que tenía en el bolsillo. Si ustedes sois sabedores de la filosofía del "animismo" comprenderán el motivo por el cual he dicho que un objeto ha fallecido; si no, bueno... culturícense un poco más.
El Sr. Poe se encontraba asombrado por los conocimientos que el Conde Olaf demostraba; pudo captar el pulso de un reloj de bolsillo y decir con claridad que este había fallecido, una precisión propia de alguien versado en el buen arte del samaritanismo o quizás de la relojería.
Poe ahora más tranquilo de que aquel vil hombre se encontraba indefenso y por tanto no podría hacer ningún daño, se acercó al cuerpo aplastado y dolorido de "El Patrón"; y tras comprobar nuevamente que no era una amenaza real, al menos no ahora, decidió hacer lo más humano posible.
-Puede que él sea un mal hombre; pero no es justo dejarlo así. Creo que deberíamos tratarle sus heridas y encerrarle en algún lugar. ¿Alguna idea?.
El Conde Olaf visto que el Sr. Poe quería tratar bien a aquel hombre escogido democraticamente le vino a la cabeza un plan algo peculiar, pese a que dicho plan no iba a ser ejecutado aún, decidió adelantar los acontecimientos y así complacer las demandas del Sr. Poe.
-Por supuesto, Sr. Poe. Por suerte estamos preparados para estos acontecimientos... tenemos una enfermera de primerísima calidad. Os presento a "Nurse Lucafont".
Nada ocurre.
-He dicho: "OS PRESENTO A NURSE LUCAFONT"
Sigue sin pasar nada.
-¡¡¡HE DICHO: "OS PRESENTO A NURSE LUCAFONT"!!!
Tras hacer un pequeño agujero en la pared con un extintor, la cabeza de la enfermera lucafont entró en la estancia, tan solo para decir una frase que para algunos sonaría familiar, mientras que para otros sería un desperdicio total de tiempo, recursos y esfuerzo.
-Here I am, Nurse Lucafont. (Aquí estoy, la Enfermera Lucafont)
Ante una mirada asesina por parte del Conde Olaf, la enfermera vuelve a meter la cabeza en su parte de la estancia, y tras dar 2 pasos abre la puerta que tenía a su derecha y entra en la estancia, acercándose al cuerpo dolorido y magullado de "El Patrón".
-Hola... Soy la Enfermera... lo que dije antes...
Diciendo esto, empujó la lámpara a un lado; y agarrando a aquel hombre por una pierna lo fue arrastrando hasta la entrada principal; donde pese a abrir la puerta con una mano, la pierna del hombre quedó atorada en el marco de la misma y giró, haciendo que su cabeza ya dolorida, golpease el otro lado del marco.
Volviendo a asegurar la cabeza del hombre y sacándolo fuera de la puerta de entrada se dispuso a bajar las escaleras; mientras se escuchaba los quejidos de aquel pobre infeliz a cada peldaño que bajaban.
Ay, Ay, Ay, Ay, Uuuuuh...
Todo que para el final, metieran el cuerpo dentro de una ambulancia cochambrosa que estaba aparcada a un lado de la carretera que daba a la playa y a aquella Mansión.