Más lejos, se podían ver las misteriosas siluetas de otros objetos que habían sobrevivido al incendio: un trombón, el péndulo de un reloj, lo que parecía un periscopio o tal vez un catalejo, una bola de helado tristemente abandonada, cubierta con un montón de cenizas y azúcar quemada, y un arco de hierro adornado con las palabras “Biblioteca de V.F.D.”, pero más allá del arco no había más que montones y montones de restos ennegrecidos.
Se podía intuir algunas viejas estanterías de madera que aún habían logrado sobrevivir al incendio de forma espectacular que devoró las paredes y el techo de lo que en su momento fue una increíble sede secreta del V.F.D. en las Montañas Mortmain, cercana a la cima del Monte Tensión.
De la nada, un cuervo llegó volando a la cima de aquellas ruinas y comenzó a graznar a los presentes. Al parecer los Millonarios aún no se habían librado de la insistencia de estos tan inteligentes animales, aunque este en particular parecía que su tenacidad era incluso mayor que su inteligencia; pues era el mismo que se había visto en tantas otras ocasiones en el pasado.
Satur estaba mirando entre los ennegrecidos restos de libros cuando se percato que ahora eran cuatro pares de ojos en la biblioteca.
-Vaya de nuevo el pajarraco. -Alzo la vista de los libros para mirar al susodicho cuervo. -¿Es alguno de ustedes? Porque da la impresión que nos esta espiando para alguien mas.
Motivo: Buscar
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En el flagración termine
destruyendo un refu tarios
deberán valerse de los Verbal Frigrorífic Diálogo, los
cuales deben ocultarse donde corresponde”.
Encuentras un trozo de papel quemado con ese mensaje, al parecer hay partes borrosas que no se entiende bien lo que quiere decir, pese a ello, parece ser de interés, o al menos, una curiosidad de los restos de aquella sede.
Bajo el signo de madera quemado que decía “Poesía”, encontraste un montón de papeles quemados prácticamente casi desintegrados, pero siendo el único fragmento sobreviviente, y también es el cuarteto final de la undécima estrofa de “El jardín de las Proserpina”, por Algernon Charles Swinburne.
Que la vida no sea eterna,
Que nunca los muertos hombres se levanten,
Que hasta el río más perezoso
Llegue en sus giros al reposo del mar.