Los Millonarios no podían decir que era lo que más resaltaba de aquel lugar, si aquel enorme árbol que decoraba el patio trasero de la casa de Hector, si el enorme granero rojo, algo destacable por la falta de animales o cultivos de la zona, o aquella ínfima casa de madera en la que se pretendía que 10 Millonarios y Hector iban a pasar la noche.
Sea como sea, el camino desde la plaza del pueblo hasta aquí fue algo terriblemente largo, tedioso y aburrido; algo que empeoró cuando Hector comenzó a hablar sobre las normas del pueblo a los Millonarios presentes, desde aquella que se prohibía beber zarzaparrilla hasta la otra que impedía a las personas usar zapatos blancos en días de lluvia.
No era de extrañar ver ese tipo de animales por el pueblo, pero que uno se pusiera a graznar a los presentes, eso sí que era algo realmente extraño y digno de mención. ¿Que diablos tendrían esos cuervos contra los Millonarios?
-Otra vez... Pajaros malditos. ¿Por que hay tantos cuervos Hector? -Pregunto en alto mientras admiraba esa casa cochambrosa.
-Y ahora que. Ese Señor Conde parece salirse siempre con la suya. -Y puesto que Donald había tenido un encontronazo con uno de los detenidos se atrevió a preguntarle en privado. -¿Ha sido usted quien dio los nombres? Para encarcelar a tres de nosotros, pregunto. -Sin nada mas que hacer que mejor que hablar.
Motivo: Donald
Tirada: 1d20
Resultado: 6(+3)=9
Motivo: Saimon
Tirada: 1d20
Resultado: 7
Entrando en aquel granero excesivamente grande para la falta de cultivos y animales de granja; pudiste toparte con algo realmente inusual, una maquina voladora y sobre esta, de espaldas a ti, a Hector trabajando en una especie de motor; por desgracia para ambos, él te oyó llegar y se giró rapidamente espantado pues alguien había descubierto su creación.
-Por favor, no le digas a nadie de esto; al Conde Olaf lo van a quemar en la hoguera por incumplir una sola norma; y esta máquina incumple al menos 30 de ellas... Esta es mi única salida de este pueblo de locos y si me pillan no sé lo que me harían... Quizás lo mismo que a Mamá... Ay... Ay....
Acto seguido Hector se desmaya ante la mera imaginación de que el Consejo de Ancianos descubriera esa máquina voladora o la idea de escape de Hector en ella. Los más viles castigos se le pasaron por la mente antes de caer finalmente rendido ante ellas.
El sol ya había caído, ya era hora de dejar la búsqueda de pistas y marchar hacia la Plaza del Pueblo; por desgracia parecía que no habíais encontrado absolutamente nada para liberar a ese tal Snicket de lo que sería su condena final. Os sentís sucios y derrotados, pues al parecer no pudisteis hacer nada para salvar su vida, ahora os tocará verle arder en la hoguera.