Partida Rol por web

La función había terminado, los asistentes fueron despertados por los compañeros que no se habían quedado dormidos por tan aburrida obra de teatro así como la pésima interpretación de aquel grupo de actores liderados por el Conde Olaf. A fin de cuentas, la obra había durado casi toda la noche y estaba repleta de diálogos aburridos, frases manidas, y escenas sin sentido, todo con el objetivo de ensalzar la belleza del protagonista, cosa que el Conde Olaf carecía totalmente.

Esta aparente tranquilidad se rompió de golpe con un enorme grito proveniente de la mansión; girando la cabeza, los asistentes no encontraron absolutamente nada ni nadie que hubiera proferido ese grito, hasta que el Sr. Poe levantó la cabeza y miró con asombro lo que parecía ser una silueta agarrada a una pequeña jaula, la cual estaba colgada en lo alto de la torre.

Por desgracia, el Sr. Poe no fue lo suficientemente rápido para avisar al resto del peligro que corrían, pues un nuevo ataque de tos hizo mella en su cuerpo. Señalando hacia la torre, esperó que su mano fuera suficiente indicador para que los demás asistentes miraran e hicieran algo para evitar este trágico accidente.

*Cought* *Cought* *Cought*

Por desgracia, poco se podía hacer por el la seguridad o la salvación de aquella persona, pues la jaula se desprendió al instante haciendo que ambos cayeran al vacío; primero la persona, fracturándose las piernas, causando hemorragias internas, rompiéndose algunas costillas que perforaron el pulmón derecho; los hombros y la cadera pulverizados... por suerte o por desgracia para esta, el intenso dolor que había sufrido tan de golpe, literalmente; se desvaneció con un segundo golpe, concretamente el de la jaula; pues esta le aplastó la cabeza cual melón.

El Conde Olaf llegó el último a aquella escena, en donde ya una gran parte de los invitados se habían aglomerado; tenía la respiración agitada y se encontraba sudando, tras respirar profundamente un par de veces su situación pudo normalizarse y así poder hablar sin mayores tapujos de lo que había sucedido.

-¡Qué catastrófica desdicha! Quien hubiera dicho que tal bella dama hubiera subido a la torre durante la obra de teatro y que casualmente se hubiera asomado por la ventana tras terminar la obra y hubiera perdido el equilibrio para quedar en una situación tan lamentable... Una serie de eventos desafortunados, sin lugar a dudas... ¿No cree, Sr. Poe?.

El Conde Olaf se mostraba tranquilo en sus palabras, buscando el respaldo del Banquero para este asunto, que todo fuera catalogado como un incidente, a fin de cuentas, el vil asesino ya había sido atrapado y ahora se encontraba en el Hospital Heimlich siendo tratado.

Mr. Poe estaba a punto de cantarle las cuarenta al Conde Olaf acerca de la falta de seguridad para que en aquella casa no hubiera un accidente, sino dos; y ya sin contar con el vil asesino que había matado a Lady Pastelito. Pese a ello, algo llamó la atención del banquero, agachándose cerca del cuerpo sacó de entre los voluptuosos senos de la mujer una pequeña nota.

No he dejado de fijarme en ti, y sé que tu también te estabas fijando en mi; quizás sea de interés que nos encontremos en lo alto de la Torre, será divertido, mientras el resto mira esa aburrida obra de teatro..

PD: Trae tu Objeto de Subasta.

No parecía tener remitente, pero lo que sí parecía obvio es que ella había ido al lugar siguiendo a esta persona sospechosa; y lo que era aún peor, eso significaba que había otro asesino suelto, o incluso peor, más de uno. ¿Quiénes podrían ser?.

Estas preguntas hicieron que la mente del Banquero se alarmara; a fin de cuentas, dentro del bolso de la muchacha tampoco se encontraba su objeto. Un claro indicio de que el Ladrón seguía suelto y con vida.

-Nos vamos.

Dijo de forma energética el Sr. Poe, quizás fuera la frase más segura que había dicho en toda su vida. Sin un atisbo de duda y sin una sola tos. El Sr. Poe quería irse y se llevaría con él al resto de invitados que habían accedido a acompañarle.

Pese a los desesperados intentos del Conde Olaf de que el Sr. Poe reconsiderara la idea de marcharse, ya era demasiado tarde, pues se había ido y no se había detenido por nada del mundo, recogió sus maletas y las metió dentro de un pequeño autobús que aguardaba en las cercanías, a la par que ordenó con voz imperante a los subordinados y compañeros del grupo de teatro de Olaf a recoger las maletas de todos los presentes y meterlas en el autobús.

-Pero, Señor Poe... ¿A donde irá? Esa gente ha querido hospedarse aquí, en el Hotel... con ese nombre que ya sabe... ¿El Banco aceptará que se lleve a todas reliqui personas?. Fue todo un fatal accidente, ya descubriremos quién ha hecho eso... quédese...

Poco a poco los asistentes fueron entrando en el autobús, aún conmocionados por el suceso que acababan de ver, pero pese a ello, con unas enormes ganas de salir de aquel ruinoso lugar y alejarse del pestilente Conde Olaf y de aquel grupo de pésimos actores.

El Sr. Poe era impasible, frío como el hielo y tozudo cual mula. Se quería ir y se iría. No había nada que el Conde pudiera decir para hacerle cambiar de opinión.

-Ya hablaré yo con el Banco. Usted llame a la policía para que se haga cargo del cuerpo. No hay nada más que hablar. Adiós Conde Olaf, ha sido un anfitrión maravilloso; pero me temo que será mejor que no nos encontremos nunca más... 

Ya habiendo subido todos los asistentes al autobús, Mr. Poe arranca y se van del lugar, perdiéndose en la lejanía, bajo la luz del amanecer; era otro nuevo día y esta vez, el Sr. Poe al igual que los asistentes, deseaban que todo saliera mejor que aquella primera toma de contacto con la isla.

A fin de cuentas, habían dejado -casi- todo lo malo atrás, ahora solo quedaba que su situación mejorara. La situación de todos los buenos invitados; todos menos uno... Maria Unasga Yolas.