Partida Rol por web

No hay palabras para describir la sensación de despertar y saber inmediatamente que algo va a salir terriblemente mal. Si esas palabras existieran, los Millonarios las habrían utilizado cuando el alba los despertó a ellos, mas no al Doctor Montgomery Montgomery.

Viendo que no aparecía por ningún lugar aquella calurosa voz de la persona que los había invitado a convivir con él durante el tiempo que la Subasta no daba inicio, los Millonarios bajaron las escaleras del Recibidor y se percataron de que la puerta hacia la Habitación de los Reptiles se encontraba entreabierta. Entrando con el corazón en un puño, vieron al Doctor Montgomery Montgomery de espaldas a ellos, sentado en su silla.

Todos sabemos que estamos en este mundo de paso y que algún día nos dormiremos para no volver a despertar jamás, pero eso no cambió lo que sintieron los Millonarios aquel día en la habitación que su amigable hospedador había llenado de especímenes, donde el yacía ahora, convertido en uno de ellos.

En el rostro del Doctor parecía haber dos poderosas marcas punzantes de algo con base redondeada, como si fuera un gran colmillo o una aguja enorme; y a juzgar por la apariencia del Doctor, se le inyectó un veneno que atacó su rostro hasta casi deformarlo de forma completa, pero matándolo.

En el suelo, bajo los pies del Doctor Montgomery Montgomery, en un charco de sangre también había otro cuerpo; tras voltearlo pudísteis notar de forma clara que era Yoshitoko Tukoshita, pero en vez de tener marcas en su rostro, este tenía dos agujeros de la misma forma y tamaño que los otros dos, en la barriga, así como un tercer agujero de mucho menor tamaño en el cuello. Pese a ello, él aún respiraba, levemente, pero respiraba.

Como si de un espíritu se tratara, Stefano apareció bajo la única puerta de aquella habitación, la que se encontraba en dirección al Gran Comedor, bloqueándola con su presencia y con dos grandes maletas, una que habíais visto al llegar él y otra que parecía no ser exactamente la suya, pues tenía kanjis japoneses. Observando aquella emotiva escena en donde algunos de los invitados derramaron alguna que otra lágrima sobre la trágica muerte del Doctor Montgomery Montgomery y de uno de sus compañeros millonarios, Yoshitoko Tukoshita.

-Vaya, vaya, vaya, vaya, vaya... -Con cada "vaya" la voz de Stefano se fue asemejando cada vez más a la del Conde Olaf, hasta tan solo quedar con esta última- ¡Qué terrible accidente!... Quién se encuentre con esto se llevará un buen disgusto... ¡Qué sueños vendrán en ese sueño de la muerte!.

Con una enorme sonrisa en su rostro el Conde Olaf se saca las gafas que usó para engañar al Doctor Montgomery Montgomery y bajó dando pequeños saltitos las escaleras, andando petulante hacia aquel tumulto de Millonarios que cada día eran menos y menos, agazapados tras la mesa.

-El Viejo Tio Monty ha muerto a causa de una mordedura de serpiente, no ha sido un asesinato, mirad la marca de los dientes en el moflete... Mirad que cara tan cerulea y fría... -Una leve risa salió de la garganta del Conde Olaf- Mirad esos ojos sin vida...

Los gritos de alguien conocido irrumpieron la estancia, al parecer ahí se encontraba el Banquero, el Señor Poe seguido muy de cerca por un tropel de personas, las cuales podían resultar familiares a los Millonarios que ahí se encontraban, dos mujeres con polvos en la cara, un hombre alto y otro que parecía tener unas manos de madera y por supuesto la Enfermera Lucafont.

-¿Qué ha pasado aquí? ¿Por qué está el Doctor Montgomery Montgomery muerto? ¿Por qué está el chino muerto?.

El Conde Olaf rapidamente se vuelve a colocar las gafas y carraspea la garganta para tratar de recuperar el tono de voz que usaba como Stefano, o al menos uno que no pudiera reconocer el Señor Poe. De mientras Yoshitoko Tukoshita se levanta levemente, mareado y dolorido, pero vivo.

-Hola, soy el Doctor Lucafont. -_*enfermera*- Enfermera Lucafont.

Dijo aquella persona que se posicionó al lado del Conde Olaf, el cual había ya circunvalado a la Mesa, al igual que habían hecho los millonarios para alejarse de él y acercarse al Señor Poe, quien ciertamente parecía una persona normal, o al menos, alguien demasiado simple como para cometer un asesinato tan vil y macabro como ese.

-Según parece, están los dos muertos. Por una mordedura de serpiente. Tienen dos marcas en el moflete, solo una serpiente podría haber hecho algo así. Le he hecho un análisis de Sangre y he encontrado veneno, de una las serpientes más peligrosas del mundo... De la... emmm...

De forma muy poco sutil, aquella enfermera levantó su mano derecha y se la acercó al rostro, apretando los ojos parecía como si estuviera tratando de leer algo de la palma de su mano, tras unos instantes continuó con su pequeño discurso acerca de las causas de la muerte de ambos hombres.

-emmm... Víbora Increiblemente Moral... No, Mortal... sí, eso, Mortal...

Uno de los presentes logró reclamar esa afirmación, alegando que el Doctor Montgomery Montgomery era un experto en herpetología y jamás dejaría que una serpiente le atacara, además de eso, todos los animales de aquel lugar lo adoraban y si por eso fuera poco, el Doctor Montgomery Montgomery había confesado que aquel animal descubierto por él mismo es completamente inofensivo, el nombre tan solo lo puso para gastarle una broma a sus compañeros de la Sociedad Herpetológica.

-¿Cómo podéis demostrar eso que decís si ni siquiera sabéis donde está?.

-Mmmm... ha huido del escenario del crimen... muy sospechoso...

-Empiezo a entenderlo todo, el Doctor Montgomery se olvidó de cerrar bien la jaula y la Víbora salió para asesinarlo.

Dijo el Señor Poe triunfante, contento como si hubiera hallado un calcetín perdido en la lavadora, descubierto el motivo por el cual la puerta de la nevera no cerrara bien o como fue en este caso, resuelto el asesinato del Doctor Montgomery Montgomery.

-Supongo que jamás sabremos lo que hizo el Doctor para desatar la sed de sangre de ese cerebrito de reptil; yo no sé nada sobre las serpientes, llegué aquí hace poco y casi no he tenido tiempo para aprender, pero sé que las criaturas que reptan son muy rencorosas.

-Ese es el problema con las mascotas exóticas, no se les da bien ser domésticas...

-Bueno, sea como sea, me alegra ver que ni el Conde Olaf ni su panda de actores de teatro han tenido nada que ver con todo este triquiñuelo asunto del doble accidente por parte de un vil reptil, pues no puedes decir "reptil" sin decir "vil", bueno... más o menos, si dices que la "v" es muda... ya me entendéis...

-El Conde Olaf está a miles de kilómetros de distancia...

-O a milímetros...

Tras decir esto, la mirada del Señor Poe se posó asombrada sobre el Asistente Stefano, pues lo que había dicho había sido muy revelador; por este motivo, y rápido como un galgo, el Conde Olaf prosiguió hablando.

-Eehh... la Víbora Increiblemente Mortal podría estar a unos centímetros... preparada para volver a atacar...

En ese instante todos los presentes miraron hacia todos los lados posibles para tratar de vislumbrar aquel animal y por donde atacaría, por suerte o por desgracia, nadie vio absolutamente nada, por lo que, parecía que todos estaban a salvo.

Acto seguido, Stefano hace un leve gesto al resto del tropel para que sacaran el cuerpo del lugar, y con unas camillas que habían traído las mujeres de tez pálida, comenzaron a sacar el cuerpo del Doctor Montgomery; subiéndolo a una furgoneta blanca con una cruz roja pintada en ambos lados.

-¿Colocar los melocotones en línea recta hasta la jaula? No creo que las serpientes coman melocotones...

Dijo el Banquero ante la sugerencia proferida por aquel hombre que parecía ser un detective, con placa y todo; y que al parecer antes de entrar se había pasado por la cocina de donde había sacado una lata de melocotones en almibar y un abrelatas y se estaba poniendo morado de devorarlos él solo.

-Pero hablando de colocar...

El Banquero sacó un pañuelo y lo acercó a una de las jaulas abriendola, en concreto a una serpiente verde y amarilla, quien nada más olisquear levemente lo que ahí se encontraba, comenzó a sisear hacia uno de los presentes, en concreto hacia el Asistente Stefano.

Stefano asustado por aquella serpiente que cada vez se le acercaba más y más, no tuvo remedio que retroceder lentamente, hasta tropezar con una de las maletas de la entrada a la habitación de los reptiles, la cual se abrió de golpe y dejó ver un artefacto extraño, una especie de jeringa gigante con algunos restos de veneno en el interior y sangre en la punta.

Enfadado porque todo el mundo había visto aquello, se levantó y de un pisotón aplastó a aquella pequeña serpiente con su zapato; a fin de cuentas, no era de un tamaño mucho mayor que una pulsera grande. Lo cual, no pudo hacer frente al enorme pie del Conde Olaf.

-Lo confieso, yo soy el Conde Olaf y he matado al Doctor Montgomery Montgomery, a su anterior asistente Gustav y al Japones ese que no sé como sigue vivo... ¿Qué haréis para evitarlo?. 

Dicho esto, el detective con manos de madera , el policía alto, y las mujeres de rostro pálido dieron un paso al frente con rostros amenazantes contra los invitados y el banquero; aunque la Enfermera Lucafont se quedó atrás en la inopia pues se encontraba distraída mirando algo.

Ahí fue cuando el Sr. Poe se dio de cuenta de su enorme error; estaban atrapados en una habitación rodeados de criminales, y aunque fueran mayoría los buenos inocentes y millonarios, no era por seguro que en una batalla estos pudieran tener ventaja, a fin de cuentas, los Millonarios no tenían dotes físicas debido a su forma de vida acomodada y relajada... y mucho menos el Sr. Poe.

Por suerte para ellos, aunque el Doctor Montgomery Montgomery estaba muerto, los reptiles de su colección estaban bien vivos y bastante enfadados con aquellos que habían asesinado a su dueño, o por así decirlo, amigo y protector. Por lo que, pronto los siseos, los gritos y las miradas de aquellos animales comenzaron a aumentar de forma ensordecedora.

Al parecer los animales de aquel lugar estarían dispuestos a pelear con aquellos asesinos e invasores que estaban atentando contra la vida de los amigos de su dueño. Por lo que aquella enorme iguana saltó sobre el Conde Olaf quien no tuvo más remedio que huir del lugar, pues estaba siendo mordido y arañado por aquel animal; no sin antes coger la otra maleta que ahí se encontraba y desaparecer subiéndose a uno de los vehículos.