Por suerte para los Millonarios, todos lograron salir de aquella casa que se desmoronaba ante y sobre ellos. Al final lograron llegar a un terreno firme y seguro, nada colgando por madera podrida y vieja. Roca sólida de un acantilado bien dispuesto.
Bueno, no todos, Miguel Ortega aún seguía dentro, atado en la silla del Recibidor, la única parte de la casa que no había caído por el precipicio. Sin lugar a dudas, una enorme suerte para aquel hombre silencioso.
Quizás no tanta suerte, pues antes de que nadie pudiera volver a por el, el Recibidor de la Casa también colapsó y cayó por el precipicio, y con el Recibidor, Miguel Ortega; quien caía sin emitir ni un solo sonido, ni siquiera un grito de dolor, pánico o terror. Él sí que sabía controlar sus nervios.
Por suerte para Miguel Ortega, en el fondo del Acantilado se podía observar una ambulancia. Pese a que apenas se veía nada, se pudo reconocer a alguien familiar, pues era famoso por no ser facilmente reconocible, era la ya conocida Enfermera Lucafont.
Mirando hacia abajo los millonarios más valientes pudieron ver a la enfermera saludar con cierta pasimonia hacia arriba, mientras sacaba el cuerpo malherido de Miguel Ortega de los trozos del Recibidor de la Casa de Josephine. Y lo que era más impresionante aún, trataba de comunicarse con los que se encontraban ahí encima.
Por desgracia nadie era capaz de saber con exactitud qué era lo que decía, pero aún así tras mucho esfuerzo, lograsteis discernir algo que asumisteis que era:
-Hola, Soy la Enferma Lucafont.