"Aquí están sus vendas," dijo uno de los gerentes, abriendo la puerta y acercándole a los Millonarios las cinco piezas de paños negros. Los Millonarios pensaron que era Ernest, debido a que no se preocupó por decir "Hola."
"¿Vendas?" preguntó Dennise.
"Todos llevan vendas en el juicio del Tribunal Supremo," respondió el gerente, "a excepción de los jueces, claro esta. ¿No han escuchado la expresión: 'La justicia es ciega'?"
"Si," dijo Saimon, "pero siempre creí que se refería a que la justicia debe ser justa e imparcial."
"El veredicto del Tribunal Supremo fue el tomar esa expresión literalmente," dijo el gerente, "así que todos a excepción de los jueces deben cubrir sus ojos antes de que el juicio comience."
Los Millonarios se apresuraron a realizar las instrucciones dichas por el voluntario o villano, ataron sus zapatos y enrollaron la pieza de tela alrededor de sus ojos. En un momento oyeron como la puerta de la Habitación 121 se abría y escucharon como Frank o Ernest daba unos pasos acercándose a ellos.
"¿Dónde están?" preguntó.
"Estamos justo aquí," dijo Anya. "¿No puedes vernos?"
"Por supuesto que no," respondió el gerente. "También llevo puesta una venda. Busquen mi mano y los dirigiré al juicio."
Fue Reginald quien se acercó al sonido y comenzó a buscar y frente a el encontró una larga y áspera mano que los aguardaba. El Patrón tomó la otra mano de Reginald y Anya tomó la de El Patrón y Saimon la de Anya y por último Dennise la de Saimon y de esa manera los Millonarios fueron llevados fuera de la Habitación 121. La expresión "el ciego dirigiendo al ciego," al igual que la expresión "la justicia es ciega," normalmente no se toman como algo literal, debido a que simplemente se refiere a una situación confusa en la cual las personas a cargo saben exactamente lo mismo que las personas que las están siguiendo.
Pero mientras los Millonarios iban siendo dirigidos al vestíbulo, descubrieron que el vendado dirigiendo a los vendados resultaba ser el mismo tipo de confusión. Los ricos no pudieron ver nada a través de sus vendas, pero el salón se encontraba repleto del sonido de personas que buscaban a sus compañeros, chocando unos con otros y corriendo hacia las paredes y muebles. Alguien con dedos regordetes le pico un ojo a El Patrón. Un hombre confundió a Dennise con alguien llamado Jerry, el cual le dio un enorme abrazo antes de darse cuenta de su error. Y alguien chocó con la cabeza de Saimon, asumiendo que era un jarrón decorativo e intentó colocar un paraguas en su boca.
Detrás de todo el ruido de la multitud, los Millonarios oyeron el reloj dar doce insistentes ¡Mal!, y se dieron cuenta de que habían dormido mucho. Ya era Miércoles por la tarde, lo cual significaba que el Jueves y la llegada de sus nobles amigos y asociados, ciertamente estaba bastante cerca.
"¡Atención!" La voz de Justicia Strauss también se encontraba bastante cerca y se dirigió a la multitud, junto con los repetitivos golpes de un mazo, una palabra que se refiere a un pequeño martillo usado por los jueces cuando buscan la atención de alguien. "¡Atención todos! ¡El juicio ya va comenzar! ¡Por favor, tomen asiento!"
"¿Cómo podemos tomar asiento," preguntó un hombre, "cuando no podemos verlos?"
"Búsquelo con sus manos," dijo Justicia Strauss. "Muévase a la derecha. Más. Más. Más. Má—"
"¡Ay!"
"No tan lejos," dijo la juez. "¡Ahí! ¡Siéntese! ¡Ahora el resto de ustedes sigan su ejemplo!"
"¿Cómo podemos hacer lo que él hizo," preguntó alguien más, "sí no podemos verlo?"
"¿Podemos echar un vistazo?" preguntó otra persona.
"¡No pueden hacer eso!" dijo Justicia Strauss severamente. "Nuestro sistema de justicia no es perfecto, pero es el único que tenemos. ¡Les recuerdo que los tres jueces del Tribunal Supremo tienen los ojos descubiertos y sí echan un vistazo serán culpables de desacato al tribunal! Por cierto 'Desacato,' es una palabra en la que se encuentra algo despreciable o deshonroso."
"Ya se lo que significa la palabra 'desacato'," gruñó una voz que los ricos no pudieron reconocer.
"Decidí definirla sólo para el pleno beneficio de los Millonarios," dijo Justicia Strauss y los ricos asintieron su agradecimiento en la dirección de donde provenía la voz de la juez. "Millonarios, den tres pasos a su derecha. Tres más. Uno más. ¡Ahí! Ya llegaron a sus bancos. Por favor siéntense."
Los Millonarios se sentaron en uno de los bancos de madera del vestíbulo y escucharon los pasos del gerente mientras se alejaba de ellos, tropezando con la tranquila multitud. Finalmente, se oía como sí todos hubiesen encontrado algún tipo de asiento y con algunos otros golpes del mazo y llamadas de atención, la multitud guardó silencio y Justicia Strauss comenzó el juicio.
"Buenas tardes, damas y caballeros," dijo, su voz venía justo frente a los Millonarios, " y cualquiera que resulte estar presente. Ciertos hechos maliciosos impunes que han aumentado a una velocidad alarmante, han llamado la atención del Tribunal Supremo. Planeábamos llevar a cabo un juicio el Jueves, pero después de la muerte del Sr. Denouement es claro que debemos proceder antes, por el interés de la justicia y la nobleza. Escucharemos que es lo que cada testigo tiene que decir y determinaremos de una vez por todas quién es el responsable. La parte culpable será llevada a las autoridades, que se encuentran afuera esperando, asegurándose de que nadie intente escapar mientras el juicio se lleva a cabo."
"¡Y hablando de la parte culpable," añadió el Conde Olaf, " al terminar el juicio, todos están invitados a una fiesta de coctel muy In, patrocinada por mi! ¡Particularmente las mujeres adineradas son bienvenidas!"
"Yo soy la anfitriona," gruñó la voz de Esmé Miseria, " y a los hombres más elegantes se les dará un obsequio gratis."
"Todos los obsequios son gratis," dijo Frank o Ernest.
"Están fuera de lugar," dijo Justicia Strauss severamente, golpeando con su mazo. "Estamos discutiendo sobre justicia social, no sobre compromisos sociales. Ahora, para que conste, las partes acusadas por favor pónganse de pie y digan sus nombres y ocupaciones"
Los Millonarios se pusieron de pie vacilantemente.
"Usted también, Conde Olaf," dijo Justicia Strauss firmemente. El crujido del banco de madera se oyó al lado de los Millonarios y se dieron cuenta de que el notorio villano también se encontraba sentado en el mismo banco y ahora estaba de pie al lado de ellos.
"¿Nombre?" preguntó la juez.
"Conde Olaf," respondió el Conde Olaf.
"¿Ocupación?"
"Empresario," dijo, usando una palabra elegante para alguien que presenta espectáculos teatrales.
"¿Y se declara inocente o culpable?" preguntó Justicia Strauss.
Los Millonarios creyeron haber oído los asquerosos dientes deslizarse contra sus labios mientras sonreía. "Soy indescriptiblemente inocente," dijo y los murmullos se propagaron a través de la multitud como la onda en la superficie de un estanque.
"Puede tomar asiento," dijo Justicia Strauss, golpeando con su mazo. "Millonarios, ustedes siguen. Por favor digan sus nombres."
"Anya Ivanov," dijo Anya Ivanov.
"Saimon Satrustegi Windfog ," dijo Saimon Satrustegi Windfog.
"El Patrón," dijo El Patrón.
"Dennise Blacke," dijo Dennise Blacke.
"Walt Disney Jr. digo, Reginald Colleson," dijo alguien que quizás no sea Reginald Coleson.
Los Millonarios escucharon el rayón de un bolígrafo y se dieron cuenta de que la juez estaba escribiendo todo lo que decían. "¿Ocupación?"
"Heredera," dijo Anya.
"Trotamundos," dijo Saimon.
"Sin Clase," dijo El Patrón.
"Coleccionista," dijo Dennise.
"No soy Walt Disney Jr. de verdad. Nada que ver," dijo Reginald.
"¡Objeción!" dijo Olaf al lado de ellos. "¡Su verdadera ocupación es ser Millonarios, o herederos de una gran fortuna!"
"Su objeción es tomada en cuenta," dijo Justicia Strauss firmemente. "Ahora, Millonarios, ¿Se declaran culpables o inocentes?"
"Somos comparativamente inocentes," dijo El Patrón y de nuevo los murmullos se propagaron a través de la multitud. Los Millonarios, otra vez oyeron el rayón del bolígrafo de Justicia Strauss y el sonido de la entusiasta voz de Geraldine Julienne.
"¡Puedo ver el encabezado ahora!" gritó. "'¡TODOS SON INOCENTES!' ¡Esperen a que los lectores de El Diario Punctilio vean eso!"
"Nadie es inocente," dijo Justicia Strauss, golpeando con su mazo. "Al menos, no todavía. Ahora, todos los de la sala que tengan evidencia y deseen presentarse en el tribunal, por favor aproxímense a los jueces y hablen."
La habitación estalló en un gran pandemonio, una palabra que aquí significa "una multitud de gente vendada intentando dar evidencia a los tres jueces." Los Millonarios se sentaron en la banca y oyeron a las personas discutiendo unas con otras mientras trataban de presentar sus investigaciones al Tribunal Supremo.
"¡Yo presento estos artículos de periódico!" anunció la voz de Geraldine Julienne.
"¡Yo presento estos registros de empleos!" anunció el Señor.
"¡Yo presento estos estudios ambientales!" anunció Charles.
"Yo presento estos libros escolares!" anunció el Sr. Remora.
"¡Yo presento estos anteproyectos de bancos!" anunció la Sra. Bass.
"¡Yo presento estos registros administrativos!" anuncio el Subdirector Nerón.
"¡Yo presento este papeleo!" anunció Hal.
"Yo presento estos registros financieros!" anunció el Sr. Poe.
"¡Yo presento este libro de reglas!" anunció el Sr. Lesko.
"¡Yo presento estas constituciones!" anunció el Sr. Morrow.
"¡Yo presento estas carteleras del carnaval!" anunció Hugo.
"¡Yo presento estos dibujos anatómicos!" anunció Colette.
"¡Yo presento estos libros," anunció Kevin, "con ambas manos, mi izquierda y mi derecha!"
"¡Yo presento estas páginas en blanco incrustadas color rubí!" anunció Esmé Miseria.
"¡Yo presento este libro que trata sobre lo increíble que soy!" anunció Carmelita Spats.
"¡Yo presento este libro de ideas!" anunció Frank o Ernest.
"¡Yo también!" anunció Ernest o Frank.
"¡Yo les presento a mi madre!"
Esta última voz fue la primera en la fila de voces que los Millonarios no pudieron reconocer. Parecía que todos en el vestíbulo tenían algo que presentar al Tribunal Supremo y los Millonarios sentían como sí estuviesen en medio de una avalancha de observaciones, investigaciones y otras evidencias, de las cuales algunas se oían algo exculpatorias—una palabra que aquí significa "fácilmente probaban que los Millonarios eran inocentes "— y algunas se oían irrefutables, una palabra que hacia temblar a los ricos de sólo pensar en ella.
"¡Yo presento estas fotografías!"
"¡Yo presento estos registros de hospital!"
"¡Yo presento estos artículos de revista!"
"¡Yo presento estos telegramas!"
'¡Yo presento estos versos!"
'¡Yo presento estos mapas!"
'¡Yo presento estos libros de cocina!"
'¡Yo presento estos trocitos de papel!"
'¡Yo presento estos guiones!"
'¡Yo presento estos diccionarios de rimas!"
'¡Yo presento estas cartas de amor!"
'¡Yo presento estas sinopsis de opera!"
"¡Yo presento estos diccionarios de teasuros!"
"¡Yo presento estas licencias de matrimonio!"
"¡Yo presento estos comentarios talmúdicos!"
"¡Yo presento estas voluntades y testamentos!"
"¡Yo presento estos catálogos de subasta!"
"¡Yo presento estos códigos cifrados!"
"¡Yo presento estas enciclopedias de micología!"
"¡Yo presento estos menús!"
"¡Yo presento estos horarios de transbordador!"
"¡Yo presento estos programas de teatro!"
"¡Yo presento estas tarjetas de negocios!"
"¡Yo presento estos memorándum!"
"¡Yo presento estas novelas!"
"¡Yo presento estas galletas!"
"¡Yo presento estas piezas de evidencia en desorden y no estoy dispuesto a categorizarlas!"
Finalmente, los Millonarios oyeron un fuerte ¡zaz! seguido de la triunfante voz de Jerome Squalor. "¡Yo presento esta exhaustiva historia de injusticia!" anunció, y el vestíbulo se llenó con un sonido de aplausos y silbidos, mientras voluntarios y villanos reaccionaban sorpresivamente. Justicia Strauss tuvo que golpear con su mazo algunas veces más antes de que la multitud se calmara.
"Antes de que el Tribunal Supremo examine esta evidencia," dijo la juez, "pedimos a cada acusado que dé su declaración, explicando sus acciones. Pueden tomarse todo el tiempo que quieran para contar su historia, pero no deben omitir ningún detalle importante. Conde Olaf, puede comenzar usted."
Cuando el villano se puso de pie, el banco de madera crujió de nuevo, los Millonarios oyeron el suspiro del Conde Olaf y percibieron su fétido aliento. "Damas y caballeros," dijo, "Soy increíblemente inocente que la palabra 'inocente' debería ser escrita sobre mi rostro en letras mayúsculas. La letra I significaría 'Inocente de mi.' La letra N significaría 'nada malo,' que es lo que he hecho. La letra A significaría—"
"Así no se deletrea 'inocente,'" interrumpió Justicia Strauss.
"El deletrear no cuenta," refunfuño el Conde Olaf.
"Deletrear si cuenta," dijo la juez severamente.
"Bien, entonces 'inocencia' debería deletrearse O-L-A-F," dijo el Conde, " y así termina mi discurso."
El banco crujió cuando Olaf se sentó.
"¿Es todo lo que piensa decir?" preguntó Justicia Strauss sorprendida.
"Sip," dijo el Conde Olaf.
"Le dije que no omitiera ningún detalle importante," le recordó la juez.
"Yo soy lo único importante," insistió el Conde Olaf, " y soy muy inocente. Estoy seguro de que hay más en ese enorme montón de evidencias que prueben mi inocencia que mi culpabilidad."
"Bueno, esta bien," dijo la juez con incertidumbre. "Millonarios, ahora ya pueden contarnos la versión de su historia."
Los Millonarios se levantaron vacilantemente, sus piernas comenzaron a temblar, pero una vez más no sabían con seguridad que decir.
"Adelante," dijo Justicia Strauss amablemente. "Los escuchamos."
El Primero en hablar fue Reginald, explicando a todos los eventos ocurridos desde la llegada hasta haber sido noqueado por una enorme lámpara de cristal que cayó por la ventana en un accidente que evidentemente no pudo ocurrir, pues la lampara era tan pesada y estaba tan alejada del alfeizar de la ventana que se hacía difícil de creer que el azar fuera el que lo llevó al hospital.
"Mmm," dijo Justicia Strauss, pero no fue un "mmm." del tipo amable. Reginald creyó que quizás la juez decía "mmm" de la misma manera en la que ella le había dicho "mmm" a Frank o Ernest, como una respuesta prudente.
"Continua," dijo una débil y grave voz que pertenecía a uno de los otros jueces. "Justicia Strauss simplemente te mostró un gesto de amabilidad."
La siguiente persona en tomar la palabra fue Anya, quien explicó los sucesos ocurridos desde entonces, hasta su irremediable llegada al hospital a causa de uno de los esbirros del Conde Olaf al sofocarla con un preservativo exageradamente grande y utilizado de una forma no muy responsable, hecho para enseñar a los niños de la Academia Pufrock sobre seguridad sexual.
"Mmm," Dijo Justicia Strauss de nuevo, pero no fue un "mmm." del tipo compresivo. Anya creyó que quizás la juez estaba tomando un sorbo de té, para agarrar fuerzas mientras los Millonarios relataban su historia.
"Por favor sigue," dijo otra voz. Esta era muy ronca, como sí el tercer juez hubiese estado gritando por horas y apenas pudiese hablar. "Justicia Strauss simplemente te mostró un gesto de comprensión."
El siguiente en contar la historia fue Saimon, llevando a los que estaban escuchando desde la Academia hasta un Pueblo repleto de cuervos y devotos de estas Aves; siguiendo Dennise explicando lo que habían sufrido en el Hospital Heimlich y lo que aconteció en el Circo y por último El Patrón, el cual continuó la historia desde lo más profundo de la fosa de los leones y terminó en lo más alto de las Montañas Mortmain en el Monte Tensión, donde detuvo la historia de los Millonarios, porque se había percatado de algo, algo que eventualmente también se percatarían el resto de los Millonarios.
Pues Justicia Strauss pronunció otro "mmm," y este fue el más extraño de todos. No fue un "mmm," del tipo amable, ni sonó como una respuesta prudente, y definitivamente no fue nada compresiva, o el ruido que hace alguien al tomar un sorbo de té.
Para El Patron y el "mmm" se escuchó como un ruido que había oído hace mucho tiempo, poco después del día llegar al Circo de Madame Lulu que Dennise había relatado. Concretamente producido por un Dr. Henry Walton Jones momificado y amordazado, y por ello El Patrón dio un grito sofocado al reconocer el sonido justo en el momento en que Dennise reconoció la voz del segundo juez, y Saimon reconoció la voz del tercer juez. Estando a ciegas, los Millonarios buscaron sus manos para agarrarse de ellas en pánico.
"¿Qué hacemos?" susurró Saimon, lo más silenciosa posible.
"Mirar," susurró Reginald.
"Sí echamos un vistazo," susurró Dennise, "seremos culpables de desacato al tribunal."
"¿Qué es lo que esperan Millonarios?" preguntó la débil y grave voz.
"Si," dijo la voz ronca. "Continúen con su historia."
Pero los Millonarios sabían que no podían continuar su historia, sin importar cuanto tiempo habían estado esperando para contarla. Por el sonido de esas voces familiares, no tenían más remedio que quitarse las vendas. A los ricos no les importaba sí se les culpaba de desacato al tribunal, porque sabían que sí los otros dos jueces eran quien ellos creían que eran, entonces el Tribunal Supremo ciertamente era algo que ellos encontraban despreciable o deshonroso, y sin más discusión desenrollaron las piezas de tela negra que cubrían sus ojos, y los Millonarios echaron un vistazo.
El vistazo que les esperaba a los Millonarios era impactante y traumático. Tratando de observar a través de la repentina luz, dirigieron su mirada justo de donde venía la voz de Justicia Strauss y los otros jueces.
Los ricos observaron el escritorio de concierges, el cual estaba lleno de todas las evidencias que la multitud había presentado, incluyendo artículos de periódico, registros de empleos, estudios ambientales, libros escolares, anteproyectos de bancos, registros administrativos, papeleo, registros financieros, libro de reglas, constituciones, carteleras del carnaval, dibujos anatómicos, libros, páginas en blanco incrustadas color rubí, un libro que afirmaba lo increíble que era Carmelita Polainas, libros de ideas, fotografías, registros de hospital, artículos de revista, telegramas, versos, mapas, libros de cocina, trocitos de papel, guiones, diccionarios de rimas, cartas de amor, sinopsis de opera, diccionarios de teasuros, licencias de matrimonio, comentarios talmúdicos, voluntades y testamentos, catálogos de subasta, códigos cifrados, enciclopedias de micología, menús, horarios de transbordador, programas de teatro, tarjetas de negocios, memorándum, novelas, galletas, piezas de evidencia en desorden que cierta persona no estaba dispuesta a categorizar, y la madre de alguien, las cuales Dewey Denouement había estado esperando catalogar.
Sin embargo, en el escritorio faltaba la presencia de Justicia Strauss, y mientras los Millonarios buscaban por todo el vestíbulo, vieron que otra persona más estaba ausente, no había nadie en el banco de madera, solamente algunos anillos marcados de personas lo suficientemente malvadas como para colocar sus bebidas sin poner posavasos. Frenéticamente, echaron un vistazo a la multitud vendada que esperaba impacientemente en seguir escuchando su historia, y finalmente lograron ver al Conde Olaf al lado más lejano de la sala.
Justicia Strauss también se encontraba ahí, atrapada por uno de los brazos del sinvergüenza de Olaf, de la misma manera en la que cargarías un paraguas sí tuviese ambas manos llenas. Ninguna de las dos manos del Conde Olaf estaban llenas, pero de alguna manera se encontraban ocupadas, una frase que aquí significa que una mano cubría la boca de Justicia Strauss con cinta adhesiva, por ello sólo podía decir "mmm," y la otra estaba oprimiendo apresuradamente el botón para hacer bajar el ascensor. El arpón, con su último anzuelo que brillaba siniestramente, estaba recargado en la pared, al alcance del traicionero villano.
Por supuesto que todo esto fue un impactante y traumático vistazo, pero lo más impactante y traumático de todo, fue lo que los ricos vieron al regresar su mirada al escritorio de concierges. Sentados en cada orilla, con sus codos encima del montón de evidencias, se encontraban dos villanos que los ricos habían esperado fervientemente no volver a echar ni una mirada, villanos de tal maldad que para mí es demasiado impactante y traumático escribir sus nombres. Sólo logro describirlos como el hombre con barba, pero sin pelo y la mujer con pelo, pero sin barba, pero para los Millonarios, estos dos jueces malvados eran otro vistazo a las cosas que ocurren en este mundo perverso.
El hombre con barba pero sin pelo se paró del escritorio de concierges, sus rodillas sacudieron las pequeñas campanillas usadas para cumplir las tareas que los Millonarios realizaban. La mujer con pelo pero sin barba apuntó con uno de sus dedos a los cinco Millonarios, el cual se veía tan retorcido como ella. El dedo se lo había fracturado hace ya mucho tiempo, en una disputa de un juego de backgammon, la cual es otra historia que tomaría al menos trece posts más para describirla, pero en la historia de los Millonarios el dedo sólo hizo una breve aparición mientras con asombro apuntaba a los ricos .
"¡Los Millonarios se han quitado sus vendas!" chilló la mujer malvada con su débil y grave voz.
"¡Si!" dijo en acuerdo el hombre malvado, con su voz ronca. "¡Son culpables de desacato al tribunal!"
"Desde luego que si," dijo Dennise ferozmente. "¡Este tribunal es despreciable y deshonroso!"
"Dos de los jueces son notorios villanos," anunció Saimon sobre el grito sofocado de la multitud.
"¡Mirar!" gritó Reginald.
"¡No lo hagan!" ordenó el hombre con barba pero sin pelo. "¡Cualquiera que trate de echar un vistazo será entregado a las autoridades!"
"¡Quítense las vendas!" suplicó Anya a la multitud. "¡En este mismo momento el Conde Olaf esta secuestrando a Justicia Strauss!"
"¡Mmm!" gritó Justicia Strauss en acuerdo, con la cinta adhesiva que la tapaba.
"¡Justicia Strauss esta disfrutando de un caramelo salado!" dijo rápidamente la mujer con pelo pero sin barba. "¡Por eso habla diciendo mmm!"
"¡No esta disfrutando de nada!" gritó El Patrón. "¡Sí hay voluntarios entre la multitud, quítense las vendas y ayúdenos!"
"¡Los Millonarios intentan engañarlos!" dijo el hombre con barba pero sin pelo. "¡Déjense las vendas donde están!"
"¡Si!" gritó la mujer con pelo pero sin barba. "¡Están tratando de que las autoridades arresten a todas las personas nobles!"
"Creo que los Millonarios están diciendo la verdad," dijo Jerome Miseria algo indeciso.
"¡Esos mocosos son unos mentirosos!" dijo Esmé bruscamente. "¡Son peores que mi exnovio!"
"¡Yo les creo!" dijo Charles, arañando su venda. "¡ya han tenido experiencias con fechorías en el pasado!"
"¡Yo no!" anunció el Señor. Los Millonarios no podían saber sí tenía una venda en los ojos debajo de la nube de humo que seguía cubriendo su cabeza. "¡Ellos no son otra cosa más que problemas!"
"¡Ellos dicen la verdad!" gritó Frank, quizás, al menos que fuese Ernest.
"¡Ellos mienten!" gritó Ernest, probablemente, aunque supongo que pudo haber sido Frank.
"¡Ellos fueron buenos con los estudiantes!" dijo el Sr. Remora.
"¡Ellos fueron pésimos con los asistentes administrativos!" dijo el Subdirector Nerón.
"¡Ellos son ladrones de banco!" dijo la Sra. Bass, quien tenía la venda puesta sobre su pequeña y estrecha mascara.
"¿Ladrones de banco?" preguntó el Sr. Poe. "¡Dios! ¿Quién dijo eso?"
"¡Son culpables!" gritó el hombre con barba pero sin pelo, sin embargo el Tribunal Supremo no podía llegar a un veredicto hasta que todas las evidencias hubiesen sido examinadas.
"¡Son inocentes!" gritó Hal.
"¡Son fenómenos!" abucheó Hugo.
"¡Son retorcidos!" chilló Colette.
"¡Son derechos!" exclamó Kevin.
"¡Son encabezados!" chirrió Geraldine Julienne.
"¡Están escapando!" dijo la mujer con pelo pero sin barba, y por lo menos, esa, si era una declaración verídica. Anya, Dennise, El Patrón, Reginald y Saimon se dieron cuenta de que la multitud no haría nada para detener al Conde Olaf de arrastrar a Justicia Strauss lejos del tribunal, y de que la gente en el vestíbulo les fallaría, al igual que muchas personas nobles les han fallado en el pasado. Mientras los voluntarios y villanos discutían entre ellos, los ricos rápidamente se abrieron camino alejándose a hurtadillas del banco y acercándose a Justicia Strauss y al Conde Olaf, que recogía el arpón.
Sí algunas vez has llegado a querer una galleta extra cuando alguien te dice que ya es suficiente, entonces ya sabes lo difícil que es moverse con rapidez y a hurtadillas al mismo tiempo, pero sí has tenido la misma experiencia que los Millonarios de evitar las actividades de personas que intentan dispararte, entonces ya sabes que con la suficiente práctica puedes llegar a moverte con rapidez y a hurtadillas en cualquier lugar, incluso dentro de un enorme y abovedado vestíbulo mientras una multitud grita tratando de capturarte.
"¡Debemos capturarlos!" llamó una voz entre la multitud.
"¡Se necesitaría de todo un pueblo para atrapar a los Millonarios!" chilló la Sra. Morrow. "¡No podemos verlos a través de nuestras vendas!"
"¡No queremos ser acusados de desacato al tribunal!" gritó el Sr. Lesko. "¡Hay que usar nuestras manos para encontrar la entrada del hotel y no dejarlos escapar!"
"¡Las autoridades ya están vigilando la entrada!" dijo el hombre con barba pero sin pelo recordándole a la multitud. "¡Los Millonarios están corriendo hacia los ascensores! ¡Atrápenlos!"
"¡Pero no vayan a atrapar a alguien que se encuentre parado cerca de los ascensores por casualidad!" añadió la mujer con pelo pero sin barba, observando rápidamente a Olaf. Las puertas deslizantes del ascensor comenzaron a abrirse, y los Millonarios se movieron lo más rápido y a hurtadillas que pudieron a través de las personas que extendían sus manos a ciegas en todas direcciones.
"Busquen en todo el hotel," dijo el hombre malvado, "¡y tráiganos a cualquiera que encuentren sospechoso!"
"Nosotros les diremos sí son villanos o no," dijo la mujer malvada. "¡Después de todo, no pueden hacer sus propios veredictos!"
"¡Mal!"
El enorme reloj del Hotel Denouement, la cosa legendaria, anunció que ya era la una en punto haciendo estruendo a través de la sala de los vendados que dirigían a los vendados, mientras los cinco Millonarios alcanzaban los ascensores. El Conde Olaf ya había arrastrado a Justicia Strauss dentro y presionaba apresuradamente el botón que cerraba las puertas del ascensor, pero Reginald colocó uno de sus pies y la mantuvo abierta, lo cual es algo que solamente alguien valiente se atrevería a hacer. Olaf se inclinó acercándose para susurrar de un modo amenazador a los Millonarios.
"Déjenme ir," dijo susurrando en tono amenazador, "o le diré a todos donde están."
Sin embargo, Olaf no era la única persona que podía susurrar amenazadoramente. "Déjanos entrar," Dennise susurró en tono amenazador, "o le diremos a todos donde estas tú."
"¡Mmm!" dijo Justicia Strauss.
El Conde Olaf se quedó observando a los Millonarios, y los Millonarios le devolvieron la mirada, hasta que por fin el villano se hizo a un lado y dejó que los Millonarios se le unieran a él y a su prisionera en el ascensor. "¿Vamos para abajo?" preguntó, y los ricos parpadearon. Estaban tan concentrados en escapar de la multitud y alcanzar a la juez que no habían considerado con exactitud a donde dirigirse después.
"Iremos a donde quiera que tú vayas," dijo Saimon.
"Tengo algunas tareas que realizar," dijo Olaf. "¡Ja! Primero bajaré al sótano, para recuperar el azucarero. ¡Ja! Después subiré a la azotea, para recuperar la Medusoid Mycelium. ¡Ja! Luego bajaré al vestíbulo, para soltar el hongo a todos los que se encuentren allí. ¡Ja! Y entonces, por último, subiré a la azotea, para escapar sin ser visto por las autoridades."
"Fracasarás," dijo El Patrón, y Olaf bajo su mirada observando al Millonario con la piel más oscura.
"No sabes cuantos me dijeron exactamente lo mismo," dijo. "¡Ja! Pero un día, cuando tenía siete años de edad—"
Las puertas del ascensor se abrieron al llegar al sótano, y el villano interrumpió su conversación y arrastró rápidamente a Justicia Strauss hacia el pasillo. "¡Síganme!" le ordenó a los Millonarios. Por supuesto que los ricos preferían arruinar su cabello poniendo queso crema sobre su cabeza que seguir a ese horrible hombre, pero se miraron entre ellos y no lograron pensar que otra cosa podrían hacer.
"No podrás recuperar el azucarero," dijo Reginald. "Jamás abrirás la Vernácula Fortaleza Defensiva."
"¿No podré?" preguntó Olaf, deteniéndose en la Habitación 025. La cerradura seguía extendida y segura a través de la puerta, justo como se encontraba cuando Anya y Dennise la había dejado. "Este hotel es como una enorme biblioteca," dijo el villano, "pero puedes encontrar cualquier cosa en una biblioteca sí cuentas con una cosa."
"¿Catalogo?" preguntó Saimon.
"No," respondió el Conde Olaf, y apuntó el arpón dirigiéndolo a la juez. "Un rehén." Con ello, volteó la mirada hacia Justicia Strauss y le arrancó la cinta adhesiva de la boca muy lentamente, para que sintiera más dolor. "Tú me ayudarás a abrir esta cerradura," le informó, con una siniestra sonrisa.
"¡No haré nada en lo absoluto!" respondió Justicia Strauss. "¡Los Millonarios me ayudarán a llevarte de regreso al vestíbulo, donde la justicia se lleva acabo!"
"La justicia no se lleva acabo en el vestíbulo," gruñó Olaf, " ¡ni en ninguna parte del mundo!"
"¡No estés tan seguro de eso!" dijo Justicia Strauss, y giró su mirada hacia atrás. Los Millonarios miraron esperanzados lo que llevaba en sus manos, pero sus esperanzas decayeron cuando vieron lo que era. "Abominables Deseos tras las Finanzas" leyó en voz alta, sosteniendo la exhaustiva historia de injusticias de Jerome Squalor. "¡Hay suficiente evidencia aquí para encerrarte en la cárcel por el resto de tu vida!"
"Justicia Strauss," dijo Dennise, "sus compañeros jueces del Tribunal Supremo son cómplices del Conde Olaf. Esos villanos jamás pondrán a Olaf tras las rejas."
"¡No puede ser!" gritó Justicia Strauss en asombro. "¡Los conozco desde hace años! ¡Les he contado todo lo que les ha ocurrido a ustedes Millonarios, y siempre se mostraron interesados!"
"Por supuesto que estaban interesados, imbécil," dijo el Conde Olaf. "¡Ellos me pasaban toda la información a mí, poniéndome al día con los Millonarios! ¡Me has estado ayudando todo este tiempo, sin siquiera saberlo! ¡Ja!"
Justicia Strauss se recargó en uno de los jarrones decorativos, y sus ojos se llenaron de lágrimas. "Les he fallado otra vez, Millonarios," dijo. "No importa cuanto haya intentado ayudarles, solamente los pongo en más peligro. Pensé que la justicia sería llevada a cabo sí les contaba su historia al Tribunal Supremo, pero—"
"A nadie le interesa su historia," dijo el Conde Olaf desdeñosamente. "Incluso sí llegasen ha escribir cada detalle de ella, nadie se atrevería a leer algo tan terrible. He triunfado sobre los Millonarios y sobre todas las personas nobles y estupidas que se han interpuesto en mi camino. Es el desenredo de mi historia, o como los Franceses le llaman, la noblesse oblige."
"Denouement" Le corrigió El Patrón, pero Olaf actuó como sí no la hubiera escuchado, y puso su atención en la cerradura de la puerta.
"Ese idiota sub-sub dijo que la primera frase es el nombre del Chucho del Turbante," habló para si, y volteó hacia Justicia Strauss. "Dime qué es, o prepárate para comer anzuelo."
"Jamás," dijo Justicia Strauss. "Tal vez les fallé a estos Millonarios, pero no haré los mismo con V.F.D. Jamás conseguirás el azucarero, sin importar a cuantos amenaces."
"Yo te diré cual es la primera frase," dijo Reginald tranquilamente, y los Millonarios lo vieron sorprendidos. Justicia Strauss lo vio asombrada. Incluso el Conde Olaf parecía algo confundido.
"¿Lo harás?" preguntó.
"Desde luego," dijo Reginald. "Es como tú dijiste, Conde Olaf. Cada persona noble nos ha fallado. ¿Por qué deberíamos proteger el azucarero?"
"¡REGINALD!" gritaron Saimon, Dennise y Anya, en simultanea sorpresa.
"¡PENDEJO!" gritó El Patrón, iracundo.
"¡No!" chilló Justicia Strauss, en solitario asombro.
El Conde Olaf se veía algo confundido otra vez, pero después encogió sus polvorientos hombros y dijo "BUENO., dime que absurdo nombre le pusieron al perro."
"Se llama Cookie," dijo Reginald, y rápidamente tecleó C-O-O-K-I-E en la cerradura. Inmediatamente, del teclado se escuchó el sonido de un sordo clic.
"Ya esta entrando en calor," dijo el Conde Olaf, en resollante alegría. "¡Quítate de aquí, Disney! La segunda frase es el arma que me dejó huérfano, y puedo escribirla yo mismo. D-A-R-R—"
"¡Espera!" dijo Reginald, antes de que Olaf tocara el teclado. "Eso no puede estar correcto. No esta bien deletreado."
"El deletrear no cuenta," dijo el conde.
"Si cuenta" dijo Reginald. "Dime cuál es el arma que te dejó huérfano, y yo la escribiré por ti."
El Conde Olaf le dirigió una leve sonrisa a Reginald que hizo sentir escalofríos a los Millonarios. "Desde luego que te diré," dijo. "Fueron dardos venenosos."
Reginald miró al resto de los Millonarios, y en lúgubre silencio tecleó D-A-R-D-O-S-V-E-N-E-N-O-S-O-S en la cerradura, la cual comenzó a hacer un zumbido silencioso. Los ojos del Conde Olaf brillaban con fuerza al observar los alambres de la cerradura, que comenzaban a sacudirse mientras se extendían por las bisagras de la puerta de la lavandería.
"Esta funcionando," dijo, y deslizó su lengua sobre sus asquerosos dientes. "¡El azucarero están tan cerca que casi puedo saborearlo!"
"¡Ahora el Barco del Panchito!" dijo Olaf. "¡Tecléa el nombre en este mismo instante!"
Reginald sonrió, y comenzó a teclear frenéticamente en el teclado. Tanto Saimon como Anya se acercaron, y cada una colocó una mano sobre el hombre del Millonario, mientras que El Patrón fue directamente agarrando su cuello.
"¿Por qué haces esto?" preguntó Anya.
"Anya tiene razón," dijo Saimon. "¿Por qué le estas ayudando a Olaf a entrar a la lavandería?"
El Millonario escribió la última palabra en el teclado, la cual era "L-U-L-U," y después volteó la mirada hacia el resto de los Millonarios, logrando zafarse de los agarres de ellos, e incluso logrando mantener la compostura ante el brutal agarre de El Patrón.
"Seguro que Millonarios tan listos como vosotros sabréis el porqué". -Dijo con sequedad Reginald y una sonrisa macabra en su rostro lleno de las heridas producidas tanto por los cuervos como por el Conde Olaf y empujó la puerta para abrirla.
Lo escribí como director. :D
"¡Basta de tonterías!" gritó el Conde Olaf, agitó el arpón en el aire y dio unos pasos fuertes hacia la habitación. Sin embargo, en pocos segundos, era evidente lo que quería decir Reginald Coleson.
La habitación de la lavandería del Hotel Denouement era muy pequeña, solamente lo suficientemente grande para meter algunas lavadoras y secadoras, montones de sabanas sucias, y algunas botellas de plástico que presuntamente contenían químicos extremadamente inflamables, justo como había dicho Dewey. Un tubo metálico colgaba de una esquina del techo, permitiendo escapar el vapor que salía de las maquinas, pero no había señal de que el azucarero hubiese pasado a través del conducto y caído sobre el piso de madera de la lavandería.
Con un ronco y airado rugido, el Conde Olaf abrió las puertas de las lavadoras y secadoras, cerrándolas de un portazo, y después levantó los montones de sabanas sucias y las arrojó dejándolas caer al suelo.
"¿Dónde esta?" gruñó, gotas de saliva salían de su furiosa boca. "¿Dónde esta el azucarero?"
"Es un secreto," dijo Reginald. "Un secreto que murió con Dewey Denouement. Por eso abrí la puerta, porque sabía que no había nada al otro lado."
El Conde Olaf volteó su mirada encarando frente a frente a los Millonarios, los cuales jamás lo habían visto con un rostro tan aterrador. Sus ojos jamás habían reflejado un destello tan brillante, y su sonrisa jamás se había visto tan pecaminosa, una palabra que aquí significa "tan deseosa de actos malvados y enfermizos." No fue diferente al rostro que puso Dewey mientras se hundía en el agua, como sí la propia maldad del villano estuviese causándole un gran dolor.
"Él no será el único voluntario que morirá hoy," dijo, en un terrible suspiro. "Destruiré cada alma en este hotel, con azucarero o sin él. Soltaré la Medusoid Mycelium, y voluntarios y villanos por igual, morirán en agonía. Mis cómplices me han fallado casi igual que mis enemigos, y estoy ansioso por librarme de ellos. Después moveré esa barca arrojándola de la azotea, y me alejaré en ella—"
"No podrás sacar esa barca de la azotea," dijo Saimon. "Jamás sobreviviría a la caída, debido a la fuerza de gravedad."
"Supongo que tendré que añadir a la fuerza de gravedad en mi lista de enemigos," murmuró Olaf.
"Yo sacaré la barca de la azotea," dijo Saimon tranquilamente, y los Millonarios le vieron sorprendidos. Justicia Strauss le vio asombrada. Incluso el Conde Olaf parecía algo confundido.
"¿Lo harás?" preguntó.
"Desde luego," dijo Saimon. "Es como tú dijiste, Conde Olaf. Cada persona noble nos ha fallado. ¿Por qué no ayudarte a escapar?"
"¡Saimon!" gritaron Dennise, Anya y Reginald, en simultanea sorpresa.
"¡Pendejo!" gritó iracundo El Patron.
"¡No!" chilló Justicia Strauss, en solitario asombro.
El Conde Olaf aun se veía confundido, pero después encogió los hombros y le dijo al Millonario. "BUENO., ¿Qué necesitas?"
"Algunas de esas sabanas sucias," dijo Saimon. "Las amarraré y haré un paracaídas de frenado."
"Vayamos a la azotea," dijo tranquilamente. Los Millonarios se acercaron, y Dennise y Reginald colocó una mano sobre el hombro del Millonario, mientras que El Patrón volvío a asaltar al traidor.
"¿Por qué haces esto?" preguntó Reginald.
"Reginald tiene razón," dijo Dennise. "¿Por qué le estas ayudando a Olaf a escapar?"
El mayor de los Millonarios observó las sabanas en sus manos, y luego a los Millonarios, librándose, como no, del agarre del Patrón sin mucho esfuerzo, tan solo un movimiento brusco de espalda.
"Porque nos llevará con él," dijo el.
"¿Por qué haría algo como eso?" preguntó Olaf.
"Porque necesitarás a más de una persona en la tripulación," dijo Saimon con una sonrisa malvada entre su canosa y desdeñosa barba blanquecina, "y necesitamos abandonar este hotel sin ser vistos por las autoridades y además la carta que le mandaste a Anya, creo que todos la aceptaríamos encantados ahora que podemos conversar en persona cara a cara."
"Supongo que es cierto," dijo Olaf. "Mi encanto es evidente, es lógico que ahora decidáis uniros a mi los que aún no lo sois. Vamos entonces."
Director Here! :D
"Aun no," dijo Dennise. "Una cosa más."
Todos observaron a aquella Millonaria, que llevaba una expresión tan insondable que ni el resto de los Millonarios pudieron descifrar lo que pensaba.
"¿Una cosa más?" repitió el Conde Olaf, bajando su mirada hacia Dennise. "¿Qué podría ser?"
Los Millonarios miraron a aquella mujer que los había acompañado por toda aquella aventura sin sufrir en su piel ni un solo rasguño o cicatriz, y sintieron una tensa y fría onda en sus estómagos, como sí de alguna manera una piedra hubiese sido arrojada dentro de ellos.
Es muy difícil abrirse camino en este mundo sin actuar en forma malvada en algún momento u otro, cuando el comienzo del camino en el mundo es perverso. Cuando ciertas situaciones insondables surgieron en la vida de los Millonarios, y no sabían que hacer, los ricos siempre sentían como sí estuviesen balanceándose con delicadeza en la cima de algo muy frágil y peligroso, y sino tuviesen cuidado podrían caer hacia un mar de perversidad.
Saimon sintió este delicado balance cuando le ofreció su ayuda al Conde Olaf para que escapara, incluso aunque significaba que el y el resto de los Millonarios escaparían también, y Reginald sintió este delicado balance cuando le ayudó a Olaf a abrir
la puerta de la lavandería, incluso aunque el azucarero no se encontraba adentro.
Y por supuesto, los cinco Millonarios sentían este delicado balance cada vez que pensaban en Dewey Denouement, y en el terrible instante en el que el arman en sus manos lo llevó a su muerte. Pero mientras Dennise respondía la pregunta del Conde Olaf, el reloj del Hotel Denouement retumbó dos ¡Mal!, y los Millonarios se preguntaron sí al fin ya habían perdido el balance y estaban cayendo, alejándose de todas las personas nobles que existían en el mundo.
"Incendiar el hotel," dijo Dennise, y los cinco Millonarios sintieron como sí estuviesen cayendo.
"¡Ja!" alardeó el Conde Olaf. "¡Esto amerita un pastel!". Utilizando una expresión que aquí significa "¡Encuentro esto especialmente demencial y divertido!" aunque el catalogo submarino de Dewey Denouement contiene veintisiete pasteles que Olaf ya ha robado. Con una mirada insidiosa de regocijos se inclinó un poco y le dio a Dennise Blacke unas palmaditas en la cabeza, usando la mano que no sostenía el arpón. "¡Después de todo este tiempo, la más insondable de los Millonarios quiere seguir mis pasos!" gritó. "¡Sabía que era una buena influencia después de todo!"
"No eres un buen guardián," dijo Anya, "y Dennise no es una pirómana. No sabe lo que dice."
"Incendiar hotel," insistió Dennise.
"¿Te sientes bien, Dennise?" preguntó Saimon, tratando de ver a través de los ojos de la Millonaria e impidiendo que El Patrón se abalanzara sobre la mujer con la ayuda de Reginald.
"Me siento bien," dijo Dennise. "Incendiar hotel."
"¡Esa es mi chica!" gritó el Conde Olaf. "¡Desearía que Carmelita hubiese tenido tus agallas! De tantas tareas que tuve que realizar, jamás se me había ocurrido incendiar el hotel. Pero incluso cuando uno esta tan ocupado, siempre debe deja algo para sus pasatiempos."
"Tus pasatiempos," dijo Justicia Strauss, "no son nada más que fechorías, Conde Olaf. Quizás los Millonarios quieran unirse a tu maldad, pero yo haré todo lo que tenga en mi poder para detenerte."
"No tienes nada en tu poder," dijo Olaf burlonamente. "Tus compañeros jueces son mis cómplices, sus compañeros voluntarios se encuentran merodeando en el vestíbulo con vendas en los ojos, y yo poseo el arpón."
"¡Yo tengo una exhaustiva historia de injusticias!" gritó Justicia Strauss. "¡Este libro debe servir para algo bueno!"
El villano no continuó con su argumento, simplemente le apuntó el arma a la juez. "Ustedes Millonarios comenzaran por incendiar la lavandería," dijo, "yo por mientras me aseguraré de que Justicia Strauss no nos detenga."
"Si, señor," dijo Dennise y arrastró hacia ella a Anya y El Patrón que ya se había calmado.
"¡No!" gritó Justicia Strauss.
"¿Por qué haces esto, Dennise?" preguntó Anya entre lagrimas. "¡Le harás daño a gente inocente!"
"¿Por qué le estas ayudando al Conde Olaf a incendiar este edificio?" inquirió Reginald.
Dennise observó la lavandería, y después subió la mirada para ver a los Millonarios. En silencio, negó con la cabeza, como sí ese no fuese el momento adecuado para discutir tal asunto. "Ayudadme," dijo, y no tuvo que decir nada más. Aunque a Anya y a El Patrón les pareció que las acciones de la Millonaria eran insondables, la siguieron hasta la lavandería mientras Olaf pronunciaba una risa concisa de triunfo.
"¡Ja!" gritó el Conde Olaf. "Pongan atención, Millonarios, y les enseñaré algunos de mis mejores trucos. Primero, distribuyan todas esas sucias sabanas por todo el piso. Después, tomen esas botellas que contienen químicos extremadamente inflamables y vacíenlas encima de las sabanas."
En silencio, Reginald distribuyó el resto de las sabanas sucias sobre el piso de madera en la habitación, mientras que Saimon y Anya caminaban hacia las botellas de plástico, las abrían y las vaciaban encima de las sabanas. Un fuerte olor amargo vino de la lavandería, cuando los Millonarios voltearon con Olaf y le preguntaron que seguía.
"¿Qué sigue?" preguntó Dennise.
"Lo siguiente es un cerillo y algo para encenderlo," respondió Olaf, y metió la mano que no sostenía el arma, en su bolsillo. "Yo siempre cargo cerillos conmigo," dijo, "al igual que mis enemigos siempre cargan cosas para encenderlos." Se inclinó hacia adelante y arrebató Abominables Deseos Tras las Finanzas de las manos de Justicia Strauss. "Este libro debe servir para algo bueno," dijo, y lo lanzó al centro de las sabanas sucias, casi rozando a los Millonarios al pasar por el pasillo.
Cuando el libro de Jerome Squalor aterrizó, este se abrió, y los Millonarios vieron lo que parecía un diagrama bien dibujado, con flechas, líneas de puntos y por abajo párrafos de anotaciones. Los Millonarios se acercaron para ver sí lograban leer lo que el experto en injusticias había escrito, y sólo pudieron ver la palabra "pasadizo" antes de que Olaf encendiese el cerillo y lo arrojase habilidosamente sobre las páginas. El papel se encendió a la primera, y el libro comenzó a arder.
"Oh," dijo Dennise en voz baja, y se recargó en sus hermanos. Los cinco Millonarios y los adultos permanecieron allí, observando en la lavandería en silencio.
El incendio de un libro es una muy muy triste visión, incluso aunque un libro no sea nada más que tinta y papel, se siente como sí las ideas contenidas en el libro desaparecieran mientras las páginas se van convirtiendo en ceniza, al igual que la portada y el encuadernado—el cual es el término para la costura y pegado que mantiene unidas las páginas—se ennegrecen y ondulan mientras las llamas cumplen con su perverso trabajo.
Cuando alguien quema un libro, es muestra de completo desprecio a todos los pensamientos que producen sus ideas, todo el trabajo que provino de sus palabras y enunciados, y de todos los problemas que enfrentó el autor, desde el enjambre de termitas que intentó destruir sus notas, hasta la enorme roca que alguien arrastró hasta el ilustrador para que este se sentara a la orilla del estanque a esperar la llegada del manuscrito.
Justicia Strauss miró el libro con una expresión de horror, quizás pensando en la investigación de Jerome Squalor y de todos los villanos que pudieron ser llevados a la justicia. El Conde Olaf observó el libro con una sonrisa de satisfacción, quizás pensando en todas las bibliotecas que había destruido. Pero tú y yo sabemos que no hay un "quizás" sobre lo que los Millonarios estaban pensando mientras veían como las llamas devoraban la exhaustiva historia de injusticias. Los Millonarios pensaron en el incendio que llegó a sus vidas, frase que aquí significa "series de catastróficas desdichas" y se preguntaron sí este sería el último.
"Será mejor que salgamos de aquí," dijo el Conde Olaf, rompiendo el silencio. "Basado en mi experiencia, una vez que las llamas llegan al químico, el fuego se extiende rápidamente. Me temo que el cóctel será cancelado, pero sí nos damos prisa, aun habrá tiempo de infectar a los huéspedes de este hotel con la Medusoid Mycelium antes de que escapemos. ¡Ja! ¡A los ascensores!"
Haciendo girar el arpón en su mano, el villano cruzó a zancadas el pasillo, arrastrando a la juez, mientras que los Millonarios se apresuraron a alcanzarlo. Cuando llegaron al ascensor, los ricos vieron un letrero puesto cerca de uno de los jarrones decorativos. El letrero era idéntico a uno que se encontraba en el vestíbulo, y era una señal que probablemente ya hayas visto antes. Decía: EN CASO DE INCENDIO, y con letras elegantes: USE LAS ESCALERAS. NO UTILIZE EL ASCENSOR.
"Por las escaleras," dijo Dennise, apuntando al letrero.
"Ignórenlo," dijo Olaf desdeñosamente, golpeando el botón para llamar a uno de los ascensores.
"Es peligroso," señaló Dennise. "Hay que tomar las escaleras."
"Puede que tú hayas tenido la idea de incendiar el hotel," dijo el Conde Olaf, "¡pero yo sigo siendo el jefe, nena! ¡Sí tomamos las escaleras no tendremos tiempo de liberar el hongo! ¡Iremos en ascensor!"
Director Here! -Again-
"Diablos," dijo Dennise en voz baja, y frunció el ceño pensativamente. Los Millonarios miraron a la mujer con curiosidad, preguntándose porqué una mujer que no le importaba incendiar un hotel se sentía tan molesta por algo como el ascensor. Pero después Dennise subió la mirada observando al resto de los Millonarios con una sonrisa sigilosa, y pronunció una palabra que lo aclaró todo.
"¡Vamos!'" preguntó Olaf bruscamente, y golpeó el botón una y otra vez, lo cual no servía de nada.
Entonces las puertas del Ascensor se abrieron ante los Millonarios, ante la Jueza y ante un ansioso Conde Olaf; todos entraron al ascensor en contra de las normas de seguridad en caso de incendios y antes de que el villano pudiera elegir la azotea, Dennise saltó sobre los controles y comenzó a pulsarlos uno a uno; viendo esto, los otros Millonarios comprendieron el porqué Dennise había decidido incendiar el hotel y también saltaron sobre los botones ayudando a aquella mujer que ya no parecía tan insondable.
"¿Qué están haciendo?" gritó Olaf. "¡Jamás alcanzaré a la Medusoid Mycelium a tiempo para envenenar a todos!"
"¡Podremos advertirles a todas las personas que podamos que el edificio esta en llamas!" gritó Justicia Strauss.
"Era un doble propósito," dijo Dennise, y compartió una pequeña sonrisa con los Millonarios mientras el ascensor llegaba al vestíbulo y abría sus puertas. El enorme y embovedado salón estaba casi vacío, y los Millonarios pudieron ver que todos habían seguido el consejo de los dos malvados jueces del Tribunal Supremo, y se encontraban merodeando a ciegas por el hotel.
"¡Fuego!" gritó Dennise inmediatamente, teniendo en mente que las puertas se cerrarían en un instante. "¡Atención todos! ¡Hay un incendio en el hotel! ¡Por favor salgan de una vez!"
El hombre con barba pero sin pelo se encontraba cerca, con su mano sobre el hombro de Jerome Squalor, empujando al experto en injusticias a su gusto. "¿Incendio?" dijo, con su extraña y ronca voz. "¡Buen trabajo, Olaf!"
"¿A qué te refieres con buen trabajo?" dijo Jerome, frunciendo el ceño bajo su venda.
"Quise decir, '¡Allí esta Olaf!'" dijo el hombre rápidamente, empujando a Jerome hacia los ascensores. "¡Atrápalo! ¡Él debe ser llevado a las autoridades!"
"¿Aquí esta Olaf?" preguntó Frank probablemente, el cual se encontraba palpando la pared mientras se acercaba junto con su hermano. "¡Lo voy a atrapar!"
"¿Dónde están los Millonarios?" dijo Ernest probablemente. "¡Los voy a atrapar!"
"¡En el ascensor!" gritó la mujer con pelo pero sin barba desde el otro lado del vestíbulo, pero las puertas deslizantes ya se estaban cerrando.
"¡Llamen al departamento de incendios!" gritó Anya desesperadamente.
"¿A cual?" fue la respuesta, pero los Millonarios no pudieron ver sí fue Frank o Ernest el que preguntó, y las puertas se cerraron en esta última mirada fugas de los villanos y voluntarios antes de que los ascensores comenzaran su ascenso al segundo piso.
"Esos jueces me prometieron que sí esperaba hasta mañana vería a todos mis enemigos destruidos," refunfuñó el Conde Olaf, "y ahora intentan atraparme. Sabía que algún día me fallarían."
Los Millonarios no tuvieron tiempo de señalarle a Olaf que él también les había fallado a los jueces, debido a que planeaba envenenarlos con la Medusoid Mycelium , junto con todas las personas del vestíbulo, porque los ascensores inmediatamente se detuvieron en el segundo piso y abrieron sus puertas.
"¡Hay un incendio en el hotel!" informó Reginald en el pasillo. "¡Salgan todos de una vez!"
"¿Un incendio?" dijo Esmé Miseria. Los Millonarios se sorprendieron al ver que la traicionera mujer aun llevaba puesta su venda, pero quizás había decidido que el trozo de paño negro era algo In. "¿Quién dijo eso?"
"Soy Walt Disn, digo Reginald Coleson," dijo Reginald Coleson. "¡Deben evacuar el hotel!"
"¡No escuches a ese zampabollos!" gritó Carmelita Spats, que palpaba sus manos sobre un jarrón decorativo. "¡Sólo intenta escapar de nosotros! ¡Quitémonos las vendas y veamos!"
"¡No te quites las vendas!" gritó el Conde Olaf. "¡Esos Millonarios son culpables de desacato al tribunal, e intentan engañarlos para que les pase lo mismo! ¡No hay tal incendio! ¡Hagan lo que hagan, no salgan del hotel!"
"¡No las estamos engañando!" dijo Reginald. "¡Olaf si las esta engañando! ¡Por favor, créanos!"
"No se a quién creerle," dijo Esmé desdeñosamente "Ustedes Millonarios son tan deshonestos como mi exnovio."
"¡Déjenos solas!" ordenó Carmelita, dandose un golpe contra la pared. "¡Buscaremos nuestra propia salida!"
La puerta se cerró antes de que los Millonarios pudieran discutir algo más, y de hecho, los ricos jamás volvieron a discutir con ninguna de esas desagradables mujeres. En un momento, el ascensor llegó al tercer piso, y Anya alzó la voz para poder ser escuchada por todo villano o noble persona que se encontrara en el pasillo.
"¡Fuego!" gritó. "¡Usen escaleras! ¡No ascensores!"
"¿Anya Ivanov?" llamó el Sr. Poe, reconociendo la voz de la Millonaria. El banquero apuntaba hacia la dirección incorrecta, y sostenía un pañuelo blanco cerca de su venda negra. "¡No incluyan el falso reporte de incendio a su lista de crímenes! ¡Ya son culpables de desacato al tribunal, y quizás de asesinato!"
"¡No es falso!" exclamó Justicia Strauss. "¡En verdad hay un incendio, Sr. Poe! ¡Salga del hotel!"
"No puedo irme," respondió el Sr. Poe, tosiendo en su pañuelo. "Aun estoy a cargo de los asuntos de los Millonarios y de la fortuna que llevaron a la subas—"
El ascensor se cerró antes de que el Sr. Poe pudiera terminar la palabra, y los Millonarios se alejaron por última vez del banquero, y con cada parada del ascensor, lamento decir, todo más o menos siguió igual. Los Millonarios vieron a la Sra. Bass en el tercer piso, aun llevaba puesta su pequeña peluca rubia que parecía una corona de nieve encima del pico de una montaña, y su venda, extendida alrededor de su mascara pequeña y estrecha, y vieron al Sr. Remora, que merodeaba en el séptimo piso con el Subdirector Nerón.
Vieron a Geraldine Julienne, que usaba su micrófono de la misma manera en la que un ciego usa un bastón, y vieron a Charles y al Señor, agarrados de la mano para no perderse el uno del otro, y vieron a Hugo, Colette y Kevin, que sostenían el papel atrapa-aves que mi El Patrón ni Saimon habían colgado fuera de la ventana de la sauna, y vieron al Sr. Lesko discutiendo con la Sra. Morrow, y vieron a un hombre con barba y con una guitarra haciéndose amigo de una mujer que tenía un sombrero en forma de cuervo, y vieron a muchas personas que no reconocieron, tanto voluntarios como villanos, que merodeaban en los pasillos del hotel tratando de atrapar a cualquiera que encontraran sospechoso.
Algunas de estas personas creían en los Millonarios cuando les alertaban sobre el incendio, y algunas de estas personas creían en el Conde Olaf cuando les decía que los Millonarios estaban mintiendo, y algunas de estas personas creían en Justicia Strauss cuando les decía que el Conde Olaf estaba mintiendo cuando decía que los Millonarios estaban mintiendo al alertarlos sobre el incendio. Pero las paradas del ascensor eran muy breves, y los Millonarios solamente echaban una mirada fugaz a cada una de estas personas.
Oyeron a la Sra. Bass murmurar algo sobre un auto que huía, y oyeron al Sr. Remora preguntarse algo sobre unas bananas fritas. Oyeron a Nerón preocuparse por su caja de violín, y a Geraldine chillar por sus encabezados, y oyeron a Charles y al Señor discutir sobre sí los incendios eran buenos o no para la industria de aserraderos. Oyeron a Hugo preguntar sí el plan sobre los entremeses seguía en operación, y oyeron a Colette preguntar sobre desplumar las alas de los cuervos, y oyeron a Kevin quejarse sobre sí debía sostener el papel atrapa-aves con su mano derecha o con la izquierda, y oyeron al Sr. Lesko insultar a la Sra. Morrow, y al hombre con barba cantarle una canción a la mujer con el sombrero en forma de cuervo, y oyeron a un hombre llamar a Bruce y a una mujer llamar a su madre y a docenas de personas susurrar y gritar, discutir y estar en acuerdo, acusar hostilmente y defender dócilmente, alagar furiosamente e insultar gentilmente a otras docenas de personas, ambas dentro y fuera del Hotel Denouement, que los Millonarios reconocían, olvidaban e incluso jamás habían visto.
No sabían quién se salvaría y quién moriría en el incendio que ellos ayudaron a iniciar. No sabían quiénes pensaban que ellos eran voluntarios y quiénes pensaban que ellos eran villanos, o quiénes creían que eran inocentes y quiénes creían que eran culpables. Y no sabían sí sus propias observaciones, tareas, y actos significaban que eran nobles o malvados, o algo en el medio. Mientras salían del ascensor y caminaban a través del salón para asolearse en la azotea, los Millonarios sintieron como sí toda su vida fuera como un libro, lleno de información crucial, ardiendo en fuego, como la exhaustiva historia de injusticias que ahora era sólo cenizas en un incendio, que cada segundo crecía enormemente.
"¡Miren!" gritó el Conde Olaf, inclinándose en la orilla del hotel y apuntando hacia abajo. Los Millonarios miraron, esperando ver la inmensa superficie del estanque en calma, reflejando al Hotel Denouement como un enorme espejo. Pero el aire estaba teñido con manchas de denso humo negro que emanaba de la ventana del sótano, mientras el fuego comenzaba a expenderse y la superficie del estanque se veía como una serie de pequeñas ventanas, cada una de ellas quebradas en diferentes e insondables formas.
Aquí y haya, entre el humo y las ventanas, los Millonarios lograron ver pequeñas figures corriendo de un lugar a otro, pero no pudieron descifrar sí eran las autoridades las que se encontraban allí, o las personas del hotel corriendo para escapar del fuego. Olaf continuó con su mirada agachada y los Millonarios no pudieron descifrar sí observaba con placer o decepción.
"Gracias a ustedes Millonarios," dijo, "ya es muy tarde para destruir a todos con la Medusoid Mycelium, pero al menos logramos iniciar el incendio."
Justicia Strauss seguía viendo el humo que salía de las ventanas y se alzaba hasta los cielos, y su expresión era igual de insondable. "Gracias a ustedes Millonarios," le dijo a los Millonarios, en voz baja "este hotel caerá en llamas, pero al menos evitamos que Olaf liberara el hongo."
"El fuego no esta creciendo con bastante rapidez," dijo Olaf. "Muchas personas escaparán."
"El fuego tampoco esta creciendo con lentitud," dijo Justicia Strauss. "Algunos personas no lo lograrán."
Los Millonarios se miraron entre ellos, pero antes de que alguien pudiera decir algo más, todo el edificio comenzó a temblar, y los ricos tuvieron que luchar para mantener el balance en la inclinada azotea. Las brillantes colchonetas para asolearse se deslizaron a través del salón, y el agua de la piscina salpicó contra un lado de la enorme barca de madera, mojando a la figura de madera del pulpo que atacaba a un hombre en traje de buzo.
"El fuego esta debilitando los cimientos de la estructura del edificio," dijo Saimon.
"Tenemos que salir de aquí," dijo El Patrón.
"Pronto," dijo Reginald.
Sin decir más los Millonarios viraron su mirada de los adultos y rápidamente corrieron hacia la barca. Sosteniendo el montón de sabanas con una mano, Saimon se quitó su sombrero de concierge. El Patrón metió la mano en su bolsillo y sacó un pitillo. Reginald no metió la mano en su bolsillo, pero apretó sus dientes pensativamente.
Saimon observó la barca con preocupación. "Amarraré el paracaídas de frenado a la figura de madera," dijo. "Lograré hacer un nudo del Diablo alrededor del casco de buceo." Hizo una pequeña pausa. "Allí es donde esta escondida la Medusoid Mycelium," dijo. "El Conde Olaf la tiene guardada allí, es el último lugar donde alguien buscaría."
Dennise observó sus notas con preocupación. "Yo dirigiré la vela para atrapar el viento," dijo. "De otra manera, un objeto tan pesado como este se estrellaría justo en el agua." También hizo una pequeña pausa. "Eso le ocurrió al azucarero," dijo. "Dewey Denouement hizo creer a todos que había caído en la lavandería, para que nadie la encontrara en el estanque."
"Espátulas como remos," dijo Reginald, apuntando a los instrumentos que Hugo había usado para voltear a los huéspedes que tomaban el sol.
"Buena idea," dijo Saimon en acuerdo y echo una mirada a las grises y problemáticas aguas del mar. "Quizás nuestros amigos nos encuentren. Héctor debe estar volando hacia acá, con Kit Snicket y los Quagmire."
"Y Fiona," añadió Anya.
"No," dijo El Patrón.
"¿De qué hablas?" preguntó Dennise, dando unos pasos cuidadosamente desde la orilla de la piscina hasta uno de los lados de la barca, donde comenzó a escalar una escalera de cuerda subiendo hasta la figura de madera.
"Dijeron que llegarían el Jueves," dijo El Patrón, ayudando a Anya a subir y abordando él mismo dentro de la barca. La cubierta era del tamaño de un largo colchón, lo suficientemente grande para llevar a los Millonarios y quizás a uno o dos pasajeros más. "Hoy es miércoles en la tarde."
"El fuego," dijo Dennise, y apuntó hacia el humo mientras este se elevaba por los cielos.
Los Millonarios dieron un grito de asombro. Por poco olvidaban que Kit les había dicho que estarían observando los cielos, buscando una señal que les informara que la reunión del Jueves sería cancelada.
"Por eso pensaste en iniciar el incendio," dijo Saimon, atando apresuradamente las sabanas alrededor de la figura de madera. "Es una señal."
"V.F.D. la verá," dijo El Patrón, " y sabrá que todas sus esperanzas desaparecerán en el humo."
Dennise asintió. "El último lugar seguro," dijo, "ya no lo es." Era una oración bastante admirable, pero muy triste.
"Quizás nuestros amigos nos encuentren de todas formas" Dijo Anya. "Puede que sean las últimas personas nobles que conozcamos."
"Sí en verdad son nobles," dijo El Patrón, "quizás no quieran ser nuestros amigos."
Saimon asistió, y sus ojos se llenaron de lágrimas. "Tienes razón," lo admitió. "Matamos a un hombre."
"Accidente," dijo Dennise firmemente.
"E incendiamos un hotel," dijo Reginald.
"Señal," dijo Anya.
"Tenemos buenas razones," dijo El Patrón, "pero aun así, hemos hecho cosas malas."
"Queremos ser nobles," dijo Anya, "pero hemos tenido que cometer fechorías."
"Suficientemente nobles," dijo Saimon, pero el edificio tembló de nuevo, como sí sacudiera su cabeza en desacuerdo. El Patrón se sostuvo de la figura de madera, Dennise cayó al suelo y Reginald y Anya se sostuvieron uno del otro mientras la barca chocaba con los lados de la piscina.
"¡Ayúdenos!" gritó Saimon a los adultos, que aun seguían observando el elevado humo. "¡Tomen esas espátulas, y empujen la barca hasta la orilla de la azotea!"
"¡No me digan que hacer!" gruñó Olaf, pero siguió a la juez hasta una orilla de la azotea donde se encontraban las espátulas, sus espejos reflejaban el sol de la tarde y el cielo, al igual que su humeante oscuridad. Cada adulto tomó una espátula, golpeando contra el bote de la misma manera en la que golpeas a una araña que intentas sacar de la bañera. ¡Bump! ¡Bump!.
El velero chocó contra las orillas, y después se salió de la piscina, deslizándose lentamente, con un fuerte sonido de roce, hasta una orilla lejana de la azotea. Los Millonarios se sostuvieron con fuerza mientras la mitad frontal de la barca seguía deslizándose sobre los espejos del salón, hasta que este quedó colgando en nada más que en puro aire lleno de humo. La barca se movió de un lado a otro, en un delicado balance entre la azotea del hotel y el mar de abajo.
"¡Suban!" gritó Saimon, dándole a sus nudos un último tiron.
"¡Por supuesto que subiré!" anunció Olaf, entrecerrando sus ojos al ver el casco de la figura de madera. "¡Yo soy el capitán de esta barca!" Arrojó la espátula a la cubierta, por poco golpeaba a Reginald y Anya, y después saltó a la barca, haciéndola tambalear bruscamente en la orilla del edificio.
"¡Usted también, Justicia Strauss!" gritó Saimon, pero la juez solamente arrojó la espátula al suelo y miró tristemente a los Millonarios.
"No," dijo ella, y los Millonarios notaron que estaba llorando. "Yo no iré. No es lo correcto."
"¿Qué otra cosa podemos hacer?" dijo Dennise, pero Justicia Strauss sólo negó con la cabeza.
"Yo no escaparé de la escena del crimen," dijo. "Millonarios, deben venir conmigo, les explicaremos todo a las autoridades."
“Quizás no nos crean," dijo El Patrón mientras preparaba el paracaídas de frenado, "o tal vez tengan cómplices entre ellos, como los villanos del Tribunal Supremo."
"Tal vez," dijo la juez, "pero esa no es excusa para andar escapando."
El Conde Olaf le dirigió una desdeñosa mirada a su antigua vecina, y después volteó hacia los Millonarios. "Sí ella quiere achicharrarse como patata frita, déjenla,"dijo, "pero ya es hora de que nos vayamos."
Justicia Strauss dio un profundo respiro, se acercó y puso sus manos sobre la horrenda escultura de madera, como sí intentara arrastrar toda la barca de regreso al hotel. "Hay personas que dicen que un comportamiento criminal es el destino de Millonarios que vienen ajenos a la realidad," dijo ella, empapada en lágrimas. "No hagan de esto su destino, Millonarios."
El Patrón se paró en el mástil, ajustando los controles de la vela y dijo: "Esta barca, es lo único que tenemos."
"Los he estado siguiendo todo este tiempo," dijo ella, apretando la figura de madera con mucha fuerza. "Siempre han estado fuera de mi alcance, desde el momento en el que el Sr. Poe los llevó lejos del teatro en su auto hasta el momento en el que Kit Snicket los condujo a través de los setos en su taxi. ¡No permitiré que se vayan, Millonarios!"
Reginald se acercó a la juez, y por un momento su hermanos creyeron que bajaría de la barca. Pero simplemente miró los ojos llenos de lágrimas de la juez, y le dirigió una triste sonrisa. "Adiós," dijo el, y de la mejor forma que pudo pensar, este Millonario abrió su boca y mordió la mano de Justicia. Con un grito de dolor y frustración, Justicia Strauss soltó la figura, y el edificio tembló de nuevo, haciendo caer a la juez al suelo y a la barca salirse de la azotea, justo cuando el reloj del Hotel Denouement anunciaba la hora por última vez.
¡Mal! ¡Mal! ¡Mal!
El reloj retumbó tres veces, y los cinco Millonarios gritaron mientras caían a toda velocidad hacia el océano, e incluso el Conde Olaf gritó "¡Mami!" parecía que en ese terrible momento su suerte por fin se había terminado, y que debido a la fuerza de gravedad la barca no sobreviviría a la caída. Pero entonces Saimon soltó las sabanas sucias, y el paracaídas de frenado se infló con el aire, pareciéndose casi a otra mancha de humo sobre los cielos, y Dennise movió la vela para atrapar el viento, la barca dejó de caer y comenzó a volar de la misma manera en la que un ave atrapa el aire, y descansa sus alas por algunos momentos, particularmente sí esta cansada de cargar algo pesado e importante.
Por un momento, la barca descendió flotando en el aire, como algo mágico en una historia, pero el pánico y el miedo no permitieron que los Millonarios se maravillaran con la forma en la que lograron escapar. Finalmente, con un fuerte ¡esplash! la barca aterrizó en el océano, a una distancia cercana del hotel en llamas. Por otro terrible momento, se sintió como sí la barca estuviese apunto de hundirse en las profundidades, de la misma forma en la que Dewey Denouement se había hundido en el estanque, protegiendo su catalogo submarino y todos sus secretos, y dejando a la mujer que amaba embarazada y angustiada.
Pero la vela atrapó el viento, y la figura de madera se enderezó, Olaf recogió su espátula y se la dio a Anya. "Empieza a remar," le ordenó, y después comenzó a reírse, sus ojos brillaban con fuerza. "Están en mis garras ahora, Millonarios," dijo. "Todos estamos en la misma barca."
Mirandose entre sí, los Millonarios notaron la falta de uno de ellos, entre la tripulación de aquel barco, comprobando las cabezas parecía evidente quien era el faltante, Reginald Coleson. Con miedo y estupor el resto de los compañeros decidió mirar al mastil donde las seis cuerdas que habían sido atadas para que nadie cayera fuera de la embarcación durante la bajada. Para la peor de las escenas, una de esas cuerdas, la de Reginald Coleson, se encontraba ausente, similar a aquella escena de la película de El Planeta del Tesoro.
Los Millonarios no pudieron pensar el terror de un Reginald de caer, no en el barco como todos ellos, sino en caída libre hasta el infierno de fuego y desesperación que se había convertido el hotel y sus alrededores, cual Claude Frollo en El Jorobado de Notredame.
Los Millonarios miraron al villano, y después a la costa. Por un momento se sintieron tentados a saltar de la borda y nadar de regreso a la ciudad y lejos de Olaf. Pero cuando vieron el humo, emanando de las ventanas del hotel, y las llamas, corriendo a través de las azucenas y musgos que alguien se las había arreglado para hacer crecer, sabían que sería igual de peligroso que en la tierra. Podían ver las pequeñas figuras de personas paradas fuera del hotel, ferozmente apuntando hacia el mar, y vieron como temblaba el edificio. Parecía que pronto el Hotel Denouement se vendría abajo, y los Millonarios deseaban estar lo más lejos posible. Dewey les había prometido que no estarían en el mar nunca más, pero en este momento el mar, para los Millonarios, era el último lugar seguro.
Mientras observaban al Hotel Denouement arder a través de las aguas, se cuestionaron una pregunta sobre todas las cosas, grandes y pequeñas que habían hecho. Se cuestionaron sobre sus observaciones como flaneurs, que dejaron muchos misterios sin resolver. Se cuestionaron sobre todas sus tareas como concierges, lo cual les trajo muchos problemas. Y se preguntaron sí aun seguían siendo los nobles voluntarios que deseaban ser, o sí, mientras el fuego seguía su siniestro camino a través del hotel, y el edificio se venía abajo, era su destino convertirse en algo más.
Los huérfanos Millonarios permanecieron en la misma barca con el Conde Olaf, el notorio villano, y miraron al mar, donde esperaban poder encontrar a sus nobles amigos, preguntándose que más podían hacer y en quiénes se convertirían.